The Third Place / Carlos Irijalba

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también están hechas de cables, partículas eléctricas, sudor corporal, actividad neuronal, lenguaje e información, materiales que a menudo se excluyen de la vista? ¿No es verdad que el espectáculo requiere de un aparato tecnológico bastante considerable de cámaras, luces, pantallas, ordenadores, atrezos y también mano de obra? ¿No forman las virtualidades también parte de la realidad material? Inertia y Twilight dirigen nuestra atención hacia aquello que, por lo general, se excluye de la vista, aquello que se queda fuera de la pantalla: los trucos que se utilizan para crear suspense, estimular las emociones o crear en el espectador la impresión de que está presenciando algo realmente especial. Un acontecimiento fuera de lo corriente aunque, por dentro, enmarcado por la pantalla, sea una representación de la realidad bien formateada. En Twilight e Inertia, el artista se mueve invirtiendo los términos de una dicotomía (lo corriente, lo espectacular) y desplazándolos. En lugar de hacer comentarios, distanciarse o criticarlo abiertamente, modula y reorganiza el material del cual se compone el espectáculo. Sitúa, por así decirlo, el espectáculo en la vía del espectáculo: las luces del estadio, las cámaras, el bosque son parte integrante de la producción del espectáculo. Sin embargo, la forma en que se han dislocado y reorganizado esos materiales los hacen parecer obstáculos en una realización ininterrumpida del espectáculo que, demasiado a menudo, nos hace olvidar su naturaleza fabricada. A menudo los obstáculos nos acercan más a la experiencia de un fenómeno de lo que normalmente pensamos. En el siglo XVII, un físico y matemático jesuita, el italiano Francesco Maria Grimaldi, descubrió el fenómeno de la difracción de la luz. Hizo pasar un rayo de sol a través de una pequeña apertura practicada en una pantalla y observó que la luz se difundía en forma de cono. También observó que la sombra de un cuerpo colocado de forma que obstaculizara el rayo era más grande que lo que se podía suponer por la propagación rectilínea de la luz, por lo que concluyó que la luz se curvaba y se desviaba de su trayectoria al pasar junto a los contornos del cuerpo. Gracias a las observaciones que Grimaldi hizo sobre la difracción, los físicos modernos descubrieron que la luz se compone de radiaciones electromagnéticas en forma de onda y no de partículas. La difracción es un fenómeno que ocurre cuando una onda encuentra un obstáculo y se ve forzada a cambiar su trayectoria, formando nuevos patrones. Donna Haraway utiliza la metáfora de la difracción para describir una particular forma de lectura y escritura crítica que considera los obstáculos –pueden ser nuestras experiencias y conocimientos previos– como información relevante en la comprensión de un fenómeno. De esta forma, cada obstáculo no es tan solo un problema que resolver sino que constituye también parte de la respuesta.

Interaccionar con algo de forma crítica, parece sugerir Haraway, significa considerar y resolver todas las variables y otros fenómenos, incluyendo nuestros cuerpos y observaciones, que se interponen, interfieren, componen o se relacionan con el particular fenómeno que estamos observando. En Twilight e Inertia, el artista analiza un espectáculo y sus mecanismos, esclareciéndolo y aportando, o poniendo en nuestro camino, los recursos, trucos y materiales que componen dicho espectáculo. Este gesto tanto refuerza como desplaza la función lúdica del espectáculo. No ocurre nada extraordinario en el vídeo (Inertia) ni en el bosque (en el caso de Twilight) pero, en realidad, lo que estamos viendo y reconociendo son fragmentos de una realidad con la que ya nos hemos topado anteriormente, en el momento en que hemos puesto el pie en un estadio, nos hemos ido a caminar por la montaña o hemos conducido de noche por una autopista no iluminada: la esencia misma del espectáculo. Twilight e Inertia son una contestación al espectáculo; adoptan su lenguaje y sintaxis. Pero al dirigir las luces de un estadio hacia un trozo de bosque cualquiera, reduciendo así el espectáculo a su materialidad más pura y haciendo tangibles sus recursos retóricos, nos cuentan una historia de enredos en la que lo espectacular está ligado a lo ordinario, el evento al no evento. Nos convertimos en testigos de la doble vida del espectáculo, en el que el mundo material se convierte en un escenario para el espectáculo de lo inmaterial y lo virtual se materializa en la exposición desnuda y no mediada de la tecnología. NOTA 1. Karen Barad, Intra-active Entanglements (Enredos intra-activos), entrevista con Karen Barad realizada por Malou Juelskjær y Nete Schwennensen, Kvinder, Køn, Forskning, nr. 1-2, p. 12.

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