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como Iglesia de forma preferente. No me olvido de los hermanos indígenas de nuestro Vicariato que siguen cautivos en el bosque, forzados a descolgarse de la historia de sus propias tribus, objeto de tantos intereses, muchos de ellos lesivos a sus derechos. Hermanos del clero diocesano, seminaristas, religiosos y religiosas, laicos en general, pueblos indígenas del Vicariato. Les entrego mi vida. Cuando se nombra a un obispo para una diócesis, no es él quien toma posesión de la diócesis, en nuestro caso un Vicariato. En realidad, son Uds. los que toman posesión de nosotros. En este sentido no me queda más que decirles que les regalo mi vida, al igual que lo hizo Monseñor Larrañeta y lo sigue haciendo Monseñor Paco. Tomen posesión de ella. En este sentido, este ministerio que hoy me ha sido conferido no es algo mío, es del Vicariato, es de todos Uds. y entre todos tenemos que seguir construyendo esta Iglesia amazónica viviendo la alegría del Evangelio. Termino con el comienzo, cuando les decía que cuando me comunicaron el nombramiento, me sentí como flotando en el río de mi vida, sin canoa y a la deriva… Tengo que decirles que gracias a Uds. voy corrigiendo el sentimiento. Y leyendo el Evangelio he descubierto que se puede caminar sobre las aguas sin canoa, como lo hizo Pedro. Es cierto que Pedro se hundió, por miedoso, pero recuperó el equilibrio y el ánimo cuando fijó de nuevo su mirada en Jesús. Ése quiero que sea el lema de este nuevo peregrinar que comenzamos juntos: con la mirada fija en Jesús. Que la Virgen María, sea lucero que nos mantenga siempre la mirada fija en Él. A ella, la Virgen del Rosario, quiero encomendar este ministerio que acabo de asumir. QUE ASÍ SEA.
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