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Misioneros del Vicariato de Santa Rosa del Perú

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Fr. Juan José Ungidos, OP Misionero Dominico

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Siempre admiré la vida de nuestros misioneros. Cuando iba alguno a España y nos hablaba a los muchachos aspirantes a la Orden Dominicana, nos impresionaban los relatos que nos hacían de la selva: suelo tapizado de exuberante vegetación, inmenso manto verde; árboles gigantescos; impetuosos ríos y otros enormemente anchos que discurren lentamente; exóticos pájaros de vivísimos colores; monos, tigrillos, serpientes, boas; sol implacable, asfixiante calor ... Durante nuestro noviciado, partieron para las Misiones del Urubamba y Madre de Dios, recién terminada su carrera, los Padres Aldamiz, Silverio, Elorza, Ángel Santos y Manuel Diez; iban voluntarios bajo la tutela de los Superiores. Les hicimos una emotiva despedida. Ellos, ilusionados, alegres; nosotros imaginando los sacrificios y las aventuras que iban a vivir surcando ríos en frágiles canoas o abriendo camino con el machete en la intrincada selva. Llenaba nuestra imaginación la imponente naturaleza y pensábamos en los hijos de la selva hablando lenguas desconocidas para los misioneros, costumbres y estilo de vida tan distintos a los de nuestra civilización, con una cultura primitiva. Finalizando los estudios de Teología, nos visitó el P. José Álvarez, el" Apaktone" (Papá anciano). Nos impactó su figura y su personalidad: luenga barba entrecana, ojos chispeantes, mente lúcida, espíritu jovial, movimientos rápidos que denotaban una enorme vitalidad. Paseando por el Claustro de los Reyes del convento de San Esteban de Salamanca, nos apretujábamos para escuchar su amena conversación y acelerábamos el paso para seguir a aquel hombre entrado en años que ponía a prueba nuestra juventud.

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