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C R Ó N I C A

diversas, y nos permite hoy ser la una para la otra un ejemplo de lo que significa vivir plenamente nuestra libertad y nuestro ser en el mundo. En nuestro hacer y ser encontraremos la maravillosa diversidad que en nuestra opción habita. Asumir esta forma de ver las nuevas experiencias no es aún un universal, y te vas a encontrar con hermanos y hermanas que al cerrarse al amoroso cuestionamiento, pueden convertir tu sola presencia en una molestia. Al aceptar una experiencia laical de misión es necesario abrirnos a los cuestionamientos propios y a los ajenos, es la única forma de derribar los imaginarios que por siglos nos han limitado nuestro ser de iglesia, y de iglesia católica. Laicos, laicas, religiosos y religiosas, debemos profundizar en ese ser iguales pero diversos, y todos, todas, miembros y partícipes en igual proporción del linaje de Dios. Entrega más que especializada Un día al regresar a mi habitación y revisar lo que había sido mi día, fui consciente de que toda la tarde había estado tratando de que las niñas comprendieran cómo sumar 2 más 2; me reía de recordar que esa tarde había también olvidado cuanto era 8 por 8 ¿Cuánto es? Por fortuna las niñas no se dieron cuenta, aunque mi comunidad gozó al compartirles mi aventura. Cuando tienes la gracia de tener una profesión y de querer en gratuidad ofrecerla en un espacio de misión, puedes llegar con el deseo de hacer cosas "extraordinarias", grandes proyectos e iniciativas brillantes. Pero cuando te vas metiendo en la lógica de la misión, y de caminar con Cristo en ella, vas observando que varios de tus días transcurren en labores que a los ojos de la eficiencia, efectividad y eficacia -propios del mundo laboral- pueden ser poco significativos. Pasar horas haciendo letras en papel, inflando globos, practicando volleyball o jugando en el río, cuando se ha tenido un pasado laboral, puede parecer poca cosa. He descubierto que en esas actividades, en el hacer cotidiano y en mi ser en él, se encuentra el gran valor de mi vocación, la entrega a Dios. La clave no está en el "hacer" sino en el "por qué lo hago" y en el "cómo lo hago". Ahí puedo vivir el carisma de mi vocación, la Predicación. Entender esto para un laico o laica no es sencillo y requiere desprendernos, "Por eso les enseño algo misterioso: aunque no todos muramos, todos tenemos que ser transformados (Cor. 15, 51). Es dejar morir nuestros propios egos, ir ganando en la certeza de regresar a nuestro mundo colocando nuestros ojos en otras exigencias. El laico que ha vivido una misión, regresa al mundo a transformar sus propias realidades, después de haber transformado sus paradigmas desde la vivencia de Dios en los otros. Necesariamente silenciosa La vida en estos tiempos goza de ser acelerada y poseedora de exigencias que dejan poco tiempo para el encuentro personal. El silencio en occidente no es una

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