Octava Planta numero 32

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Nuestro nuevo yo digital Sergio Prieto Gómez ¿Qué harían nuestros padres y nuestros abuelos sin Internet? A lo largo de los años, las nuevas tecnologías han ido condicionando y cambiando nuestros hábitos. La escuela no es la misma, las distracciones no son las mismas, los trabajos no son iguales…en definitiva, la vida es diferente. Uno recuerda con cariño sus años de adolescente donde los trabajos para subir nota consistían en un par de folios sacados de la enciclopedia informática que tuviera a mano. Buscábamos algo sobre la fotosíntesis, copiábamos, pegábamos y entregábamos el trabajo con portada bonita. Maldecíamos a diestro y siniestro cuando no encontrábamos información en el ordenador y teníamos que recurrir a la enciclopedia tradicional que estaba en nuestra estantería. Y peor aun, ¡pasar lo que allí ponía al ordenador! Menudo peñazo. Luego llegó Internet y la tarifa plana. Ya no buscábamos en la Encarta o en la Micronet sino en Google. Se hizo más difícil no encontrar algo que poder trasladar a un documento de Word y presentárselo al “profe”. Y es que no nos damos cuenta de cómo las famosas tecnologías de la información han cambiado nuestros hábitos. N a d i e recuerda ya aquel libro de logaritmos con tantas y tantas páginas que usaban los antiguos ingenieros antes de la llegada de las calculadoras. Nadie recuerda ya lo que es un proceso serio de d o c u mentación a la hora de entregar un informe. Nadie recuerda los juegos de nuestros padres, con palos y cuerdas, que han sido sustituidos por horas

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delante de la PlayStation. Pero es que esto es ley de vida. Las cosas cambian y cambiamos con ellas. Antiguamente se iba al baile a conocer a las mozas, los novios en la distancia se carteaban y chatear consistía en irse a tomar unos vinos con los amigos. Hoy se va a la disco, los novios chatean a través de Internet y te tomas unas cañas con los colegas. Antes se llevaba lo analógico. Hoy en día somos digitales. Y mucho. Tal vez demasiado. Resulta que cada vez estamos más absorbidos por Internet. Muchas actividades, antes cotidianas ahora las realizamos a través de la red. Uno se levanta por la mañana y mientras se prepara el desayuno y elige la ropa que ponerse, espera a que su ordenador se encienda. Lee la prensa a través del monitor, consulta su agenda de actividades y revisa su correo. Seguimos los cambios que aparecen y nos adaptamos a ellos. Esto es bueno, pero nos olvidamos de cómo se hacía, lo que no es bueno. Cuando no teníamos móviles ni el servicio de m e n s a j e corto, era más difícil ponerse en contacto con nuestros amigos o familiares. Ahora podemos llamarles desde cualquier lugar o enviarles un pequeño texto diciéndoles

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