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Víctor Molina
BERLÍN
El Reichstag, edificio emblemático de Berlín donde se reúne el parlamento alemán.
El pasado mes de febrero tuve la suerte de conocer la que es ahora una de mis ciudades favoritas. Berlín, capital de una de las grandes potencias europeas, me fascinó. No os podría decir qué aspecto en concreto hizo que me apegase tanto a esta ciudad. Simplemente fue la sensación que se quedó en mi interior cuando la veía alejarse desde la ventana del avión: “Algún día volveré”. Berlín es la capital de Alemania, un país que se tuvo que reconstruir a sí mismo hace tan solo veinte años. Con casi 3,5 millones de habitantes, se trata de una ciudad con mucha historia. Azotada duramente durante la Segunda Guerra Mundial (todavía quedan bombas sin detonar bajo suelo berlinés), y dividida sin piedad al final de la misma, tal es la cantidad de lugares singulares para visitar que siempre os quedará algo pendiente. La ciudad cuenta con tres aeropuertos; el vuelo que yo tomé partía desde Madrid-Barajas y llegaba a Schönefeld. Este se encuentra alejado del centro, pero se puede llegar al mismo sin demasiados problemas. Hablemos de transportes. Berlín cuenta con una variada red de autobuses, tranvías, S-Bahn y U-Bahn (algo así como el metro y el cercanías). Para turistas sin duda vienen muy bien los billetes de un día, pues por un precio asequible podemos montar en todos los servicios de transporte de la ciudad. No hay que olvidar nunca validar estos billetes en unas máquinas que hay en todas las paradas de S-Bahn y U-Bahn, pues de lo contrario no os lo considerarán válido. Y ojo con la picaresca española de colarse: de los siete días que estuve allí, cuatro veces pasó el revisor a pedir el billete de absolutamente todos, y si no llevas el billete válido te tocará pagar una multa de 40 euros. En mi primer viaje en S-Bahn ya noté algo “distinto”: en un solo trayecto hasta cuatro personas me pidieron disculpas, imagino que creían haberme golpeado accidentalmente, pero yo ni siquiera me había percatado.
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No os olvidéis de coger un mapa con las líneas de S-Bahn y U-Bahn en el aeropuerto al que lleguéis, será vital después para poder moveros por la ciudad, pues es demasiado grande para recorrerla entera a pie. Al haber estado dividida durante tantos años, Berlín se encuentra un poco descentralizada, por lo que puede resultar difícil inicialmente elegir los lugares de visita. Es preferible irse cada día a un distrito y visitarlo por completo, para evitar andar sobre nuestros propios pasos. Comenzando la presentación de lugares de interés, hablaré en primer lugar de la Isla de los Museos. Situada en pleno centro de la ciudad, es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y alberga, entre otros, el Bode-Museum, la Alte Nationalgalerie (Antigua Galería Nacional), el Altes Museum (Museo Antiguo) y el Neues Museum (Museo Nuevo). En este último se puede contemplar el famoso busto de la faraona Nefertiti (ese que sale en todos los libros de Historia). Tampoco debéis olvidaros de visitar el Pergamonmuseum. En él se encuentran reconstruidos el altar de Pérgamo, la Puerta de Ishtar de Babilonia y la puerta del mercado de Mileto (básicamente se llevaron lo que quisieron de las excavaciones). Una de las plazas más conocidas de la ciudad es el antiguo centro neurálgico de Berlín Oriental: Alexanderplatz. Es un espacio relativamente grande donde los edificios, salvo el Hotel Berlín, no destacan por su altura (cuando te encuentras allí notas que era de la antigua región soviética). Desde ella podremos observar claramente el Fernsehturm, la torre de televisión de Berlín, que es la más alta de la Unión Europea. Si aún nos encontramos cerca de Alexanderplatz, podemos acercarnos al Deutsche Historische Museum, un museo que nos realiza un importante repaso a toda la historia de Alemania. Si lo queréis ver, id con tiempo, porque es bastante grande.
Octava l a n t a
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