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Héctor Vielva
Esos pequeños poderosos A lo largo de la Historia ha habido ciertos personajes en los principales puestos de poder popularmente conocidos por su baja estatura. Puede que el más destacado sea Napoleón Bonaparte, que incluso da nombre al complejo napoleónico, por el cual un hombre intentaría compensar su baja estatura mostrándose más agresivo en la toma de decisiones o en las demostraciones de poder. Sin embargo, este estereotipo negativo está en la actualidad muy desacreditado. Se sabe que Napoleón ni siquiera fue bajito, pues los 1,68 metros que refleja su autopsia es aproximadamente la estatura media de la época. Quizá los ingleses, en guerra con Napoleón, aprovecharon su fama de beber con los oficiales de bajo rango para destacar su “poca estatura”. Otra visión afirma que en la conversión de su estatura a pies ingleses se habrían perdido varios centímetros, la cual habría resultado corta aún en su época. Otro ejemplo muy conocido es el de Adolf Hitler. En la actualidad, a partir de su ficha médica militar, se sabe que el dictador alemán medía 1,73 metros, una estatura media para la Alemania de mediados del siglo XX. Sin embargo, en el contexto de la II Guerra Mundial, la propaganda de los aliados habría intentado por todos los medios convertir al Füher en ese “pequeño hombre de bigote ridículo”. Por último, un caso más cercano es el de Francisco Franco. Hay testimonios que hablan de las burlas que pudo sufrir en el colegio y en el ejército debido a su corta estatura, en torno a 1,60 metros. Siempre era nombrado con diminutivos, “Franquito” el más común, incluso hasta 1936, año del pronunciamiento militar que le lleva al poder. En conclusión, se podría decir que los personajes poderosos siempre se han visto expuestos tanto a la magnificación de su figura por parte de sus afines como a los intentos de desprestigio por parte de sus enemigos, aunque la realidad suela ser bastante menor que el mito.
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