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Héctor Vielva
La justicia en la antigüedad A la vista de la supuesta corrupción generalizada del actual sistema judicial, siempre podemos volver la mirada al pasado y descubrir cómo resolvían los antiguos sus problemas jurídicos. Una de sus primeras obras fue la conocida como Ley del Talión (“Ojo por ojo”) y su principal manifestación, El Código de Hammurabi (1792 a.C.), oda a la equidad y la mesura. A continuación algunas de las perlas judiciales que contribuyeron a la felicidad de los pueblos mesopotámicos:
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Si alguien roba en un templo o palacio, será muerto, y aquel que reciba el objeto robado de su mano también será muerto. Si alguien entra en casa de un vecino para apagar un incendio y roba algo, será muerto.
109
Si unos conspiradores se reúnen en una taberna y el tabernero no les acusa, será muerto.
129
Si una casada es sorprendida yaciendo con otro hombre, se los atará y se los arrojará al agua.
132
Si una mujer es acusada de adulterio, aunque no haya sido descubierta, se arrojará al río para apaciguar a su marido.
156
Si uno eligió novia para su hijo y éste se acostó con ella, el hijo será arrojado al agua.
A partir de aquí disfrutamos de su verdadera esencia:
195
Si un hijo golpeó al padre, se le cortarán las manos.
196
Si un hombre vació el ojo de otro hombre, se vaciará su ojo.
202
Si un hombre abofeteó a un hombre superior a él, recibirá en público 60 golpes de látigo de nervio de buey.
209
Si un hombre golpea a una mujer y la hace abortar, se matará a su hija.
214
Si un hombre golpea a una esclava y la hace abortar, le pagará un tercio de mina de plata.
218
Si un médico hizo una operación con bisturí y destruyó un órgano, se cortarán sus manos.
229
Si un arquitecto hizo una casa y más tarde se derrumba matando al propietario, será muerto.
282
Si un esclavo dice a su amo, “Tú no eres mi amo”, se le cortará la oreja.
Tras la agradable lectura de este código, mucha gente llega a la conclusión de que estamos ante el sistema jurídico definitivo. Y es que a estas alturas, una ley que hace posible la extremadamente complicada labor de condenar al culpable y compensar a la víctima (y si no los dos al río) es de agradecer. Los artículos no están citados literalmente. Para la compresión completa de esta maravilla literaria es necesario leer el original.
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