Octava Planta numero 46

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Beatriz Ganso

TIRAR O REPARAR: OTRA FORMA DE VER LAS COSAS

Una impresora que falla, un móvil que se estropea, unas medias que se rompen, el querer unos zapatos nuevos, o un vestido a la última moda son actos que nos ocurren diariamente en la vida, ¿quién no ha querido la última videoconsola cuando ya tenía otra o él último iPod del mercado?. ¿Cuántos productos hemos metido en cajas o hemos donado para deshacernos de ellos y adquirir unos nuevos cuando los primeros aún funcionaban?. Todo esto hace referencia a la obsolescencia programada, a la limitación de la vida útil de los productos, o el empleo de técnicas de mercado que hacen que los consumidores deseemos cambiar algo cuando no nos es necesario. La obsolescencia programada puede definirse como el deseo del consumidor de poseer algo un poco más nuevo antes de lo necesario, así como la limitación de la vida útil de un producto por los propios fabricantes, haciéndolo inservible antes de lo que se esperaría. Este concepto está inserto dentro del sistema económico actual del mercado y la sociedad de consumo aparejada al mismo. Hace 50 años, nuestros abuelos adquirían lavadoras que les duraban 30 años, ahora, su ciclo de vida se ha visto acortado, teniendo que cambiarlas de forma completa o sustituir numerosas piezas de las mismas a través de los servicios postventa. Y aún así su duración no es comparable a las que nuestros abuelos compraron. Incluso, ellos únicamente adquirían aquellos productos que realmente les eran necesarios, y no se dejaban llevar por anuncios ni modas, usaban un producto hasta que éste era irrecuperable. Esto, en buena parte, se debía a que las familias tenían un presupuesto limitado, por lo que el despilfarro no estaba permitido. En la sociedad actual, aún cuando la economía familiar sea limitada, se piden créditos endeudándose en ocasiones hasta límites insospechados sin poder pagarlos. Y todo ello para tener los últimos aparatos electrónicos, coches o muebles de diseño en una casa, viviendo a veces por encima de sus posibilidades ¿no sería más sensato intentar reducir gastos en productos no necesarios sin dejarse llevar por los anuncios? Pero, el consumismo no es sólo culpa de los consumidores, sino que el principal agente causante del mismo son las empresas y la obsolescencia programada, la cual es el motor de la sociedad de consumo. Un ejemplo muy significativo es la bombilla. En 1972, en Livermore, se instaló una bombilla en el parque de bomberos que ha funcionado ininterrumpidamente durante más de 100 años, o se patentó una bombilla que duraba hasta 100.00 horas, la cual nunca llegó a comercializarse, ¿por qué ahora tenemos

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que cambiar con tanta frecuencia las bombillas de nuestras casas? Las bombillas tenían una duración de unas 2.500 horas, lo cual hacía que su consumo fuese muy reducido. Ante esta situación, en 1924 se controló la producción de bombillas mundial, haciendo reducir su duración a unas 1.000 horas, presionándose a los fabricantes para que creasen bombillas con filamentos más frágiles, incluso llegó a multarse a aquellos que sobrepasaban este límite. Lo único importante era aumentar las ventas, inducir al consumo, sin tener en cuenta la sostenibilidad del planeta o la finitud de los recursos. En 1981 en Berlín del Este se creó una bombilla de larga duración, los ingenieros del Oeste lo consideraron una locura ya que si la gente no consumía ellos se quedarían sin trabajo. Tras la caída del Muro de Berlín la bombilla dejó de producirse. Como este ejemplo podemos encontrar otros muchos más, tales como el caso de las medias o pantis. En 1940, la empresa Dupon´s empezó a usar un nylon que hizo que sus medias fueran muy resistentes. (A título anecdótico, en sus anuncios, ataban dos coches entre sí con un par de medias y el primero de ellos tiraba del segundo sin que éstas se rompiesen). Al hacerlas antiroturas, los fabricantes empezaron a vender muy poco, y Dupon´s empezó de cero para crear una fibra más frágil, haciendo que el “hilo eterno” desapareciese de las fábricas.

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