Octava Planta número 39

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Conferencia de Emiliano Rubio Diego Blanco González El pasado martes 28 de abril nos visitó Emiliano Rubio, profesor de la E.T.S.I.T. y experto en nuevas tecnologías, que nos ofreció una interesante charla sobre nanoelectrónica. El término nano viene del latín y significa “una milmillonésima parte”, luego un nanómetro es la porción que obtenemos de dividir un metro en mil millones de partes iguales. Por ejemplo, un virus mide alrededor de treinta o cuarenta nanómetros y una bacteria, aproximadamente, mil nanómetros (o, lo que es lo mismo, una micra). Todo esto nos sirve para hacernos una ligera idea de la escala a la que se mueve la nanoelectrónica. La evolución que ha sufrido la tecnología moderna desde hace al menos sesenta años ha sido brutal. La muestra más antigua la encontramos hacia 1946, cuando se creó el famoso ordenador Eniac, de dimensiones casi inabarcables. Fueron los Laboratorios AT&T Bell los que fabricaron los primeros transistores y comenzaron a usar el famoso código binario. Poco después, se llegó a lo que conocemos como circuito integrado, basado en una pastilla de silicio con un microprocesador interconectado; hasta llegar al día de hoy, en el que en un milímetro cuadrado (como la punta de un bolígrafo) caben diez millones de microprocesadores. A los sistemas electrónicos actuales se les pide básicamente cuatro características esenciales: funcionalidad, rapidez, portabilidad y conectividad. Los dos grandes tipos de aparatos de este tipo son los high performance, que poseen altas prestaciones y rapidez (ordenadores fijos) y los ultra low power, que tienen un bajo consumo (ordenadores portátiles). La unidad física en que se basa todo esto es el chip. Cada chip tiene al menos un kilómetro de hilitos metálicos superfinos y tiene que funcionar a una determinada frecuencia. La frecuencia se mide en hercios. Para un chip, un hercio significa tener que dar una orden por segundo. Hace años, con un megahercio, se daban mil órdenes por segundo. En la actualidad, ya se trabaja con el gigahercio, es decir, un millón de órdenes por segundo. Pero, ante toda esta cantidad de datos sobre tamaño y velocidad, se viene una gran pregunta a la cabeza… ¿dónde y cómo se fabrican estos prodigios de la tecnología? La respuesta es sencilla: las salas blancas. Se trata de unas estancias en las que la suciedad brilla por su ausencia y los trabajadores van vestidos y cubiertos íntegramente de manera que

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ninguna pequeña partícula pueda afectar a los diminutos componentes electrónicos que allí se elaboran. En estas salas se usan tres métodos básicamente, a saber, la implantación iónica (mediante bombardeo de los componentes para su correcta colocación), depósito y oxidación (usando multitud de capas en la producción) y la litografía óptica. Este último es el más interesante y el más usado. Se trata de un proceso fotográfico en el cual se “imprimen” las líneas del dibujo sobre una serie de películas fotosensibles y, de esta manera, se soluciona el problema de diseñar a escala nanométrica. Sin embargo, los expertos ya están empezando a considerar algunas alternativas de cara al futuro, dado que se está avanzando tanto en la escala de “lo pequeño” que estamos llegando al nivel atómico y no se puede ir más allá. Una de las soluciones que parece más viable es la “electrónica molecular”, que estaría basada en nanotubos de carbono, los cuales aguantan muchísima tensión (si hubiera que hacer un ascensor hasta la luna, este material sería el único que aguantaría). Por último, se nos habló de la multitud de aplicaciones que tienen los sistemas micro-electro-mecánicos, conocidos por sus siglas en inglés como MEMS Por citar algunas, la industria de los coches y también de las casas “inteligentes” (domótica); en el ámbito de la medicina los nuevos micromotores para los catéteres que evitan la producción de heridas durante las operaciones quirúrgicas; el sector del RFID (Radio Frequency IDentification) que es un sistema de recepción y almacenamiento de datos; o la tecnología OLED, que consigue la creación de pantallas flexibles a partir de diodos y transistores orgánicos. Realmente… ¿todos estos avances merecen la pena? ¿Traen la felicidad al ser humano? El futuro está en nuestras manos…

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