Octava Planta número 38

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El Señor C El Señor C

“A beneplácito”

Nadie ve programas rosas, nadie lee prensa del corazón, a nadie le importa la vida de la gente, nadie mete las narices donde no le llaman, ningún periodista, cuando empieza, quiere dedicarse al amarillismo, o al menos, ninguno lo acepta. Sin embargo, todos estamos atentos a la actualidad afgana o a la pakistaní, no importa. Ninguna noticia está al alcance del público medio a no ser que se encuentre totalmente teñida de sensacionalismo. Los secuestros, los asesinatos e incluso los atentados terroristas no atañen a cualquiera a no ser que los medios de masas los magnifiquen y hagan de ellos un espectáculo al que el público, en esta ocasión sí se encuentre invitado. El morbo y la carnaza es todo lo que importa para que una noticia consiga hacer mella en la sociedad. Sin embargo, ¿alguien se ha parado a pensar en el significado de la palabra? Morbo viene del latín: morbus; y significa “enfermedad”. Aunque, por dar una definición, podemos decir que es algo así como un interés malsano o una especie de atracción hacia escenas o cosas desagradables. Y ahora bien, ¿está nuestra sociedad enferma? Quizás Descartes tuviese razón y es muy probable que haya una especie de “genio maligno” que nos manipula a su antojo. Ese genio sería la enfermedad de la que hablamos. El filósofo griego rechaza, por un lado, la información que nos ofrecen los sentidos; pues todo puede ser parte de un gran sueño al que estamos sometidos y que nos hace ver, palpar, escuchar… Y, por otro, las verdades matemáticas, ya que puede existir ese “genio maligno” y que solo existiésemos él y yo, o ni siquiera nuestros cuerpos. Sólo existe nuestra alma. Podría ser que todo, la idea de personas, de leyes, de razón, de espacio, de que hay un antes y un después nos lo haya inducido este oscuro ser. Incluso puede habernos llevado a pensar algo tan verdadera y aparentemente cierto como las verdades matemáticas. “La vida es sueño” dijo Calderón de la Barca siglos después, en una reflexión sobre el destino y la libertad. Ahora, en pleno siglo XXI, hemos alcanzado la libertad de expresión y el cogito ergo sum (pienso luego existo) de Descartes ya es una realidad palpable. Sin embargo, la hipótesis del “genio” parece ajustarse a la perfección a determinados comportamientos. Es inexplicable, por qué el asesino de Marta del Castillo la tiró al Guadalquivir después de sacudirla con un cenicero en la cabeza. También son incomprensibles los cientos de menores desaparecidos que no salen en los programas de la mañana de Antena 3 o Telecinco y que, por esa razón, no interesan a nadie. ¿Qué está pasando? ¿Por qué no nos da vergüenza? ¿Por qué huimos de esta manera de la verdadera realidad y sólo nos interesa una realidad mediática? ¿Por qué la primera sección que abrimos de la revista es “el señor C”? Somos hipócritas, cotillas, morbosos, ca-

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rroña, escoria… Y, sin embargo, hemos conseguido adelantar a cualquier otra especie. Se supone que somos inteligentes y, por ello, tenemos libertad total para hacer con la naturaleza lo que nos entre en gana, incluso cargárnosla. Decidimos qué animales tener en libertad, cuáles tener presos y cuáles en el armario. Pese a que algunos se refieran al ser humano como un “animal social”, la mayoría de nosotros tenemos problemas con el vecino de arriba o con la del tercero que riega las plantas encima de tu ropa tendida. No soportamos a ese compañero de primera fila que levanta la mano todo el rato o a la pija que no se saca el “o sea” de la boca. No aguantamos a la pareja de turno que va al cine a comer palomitas y a magrearse. No nos gusta que hablen mal de nosotros, pero nos encanta hablar de ellos. En fin, supongo que esto es lo que hay y que yo soy quien soy. Así que, como este es mi cometido y en el fondo es lo único que queréis, bueno y, al fin y al cabo, lo único que importa, pues aquí lo tenéis. ¡A beneplácito! Los líos y aventuras amorosas para este número surgieron en la fiesta de Navidad de la Residencia. Una cena copiosa, decoración de pasillos, villancicos, vino y mucha elegancia. En la época en la que todos somos mejores personas, y con mejores propósitos, nos queremos mucho más. Las amistades se estrechan, y se crean vínculos para el recuerdo. La diseñadora extremeña del séptimo, previendo sus dificultades con la física, aprovechó esa noche para buscarse un profesor particular, licenciado y con experiencia en la enseñanza. Un cruce de miradas, acercamiento lento pero decisivo, y bailes sensuales para calentar motores. ¿Alguien sabe cómo acabó la noche? Para otros la noche fue más productiva. ¿Recordáis la pregunta que os formulaba en el número anterior?: “¿Dónde escondía el paralex el arquitecto?”. Pues bien, sé de una persona de las Heras que se quedó bastante intrigada y pensó que lo mejor que podía hacer era saciar su curiosidad. La canaria que no cesaba en su empeño por ser la primera en encontrarlo, esa noche parecía el perro del hortelano, porque aunque comió no dejó comer a gusto. Les informo de que las relaciones que han prosperado son: - La gemela y el médico. - Mamao y mamada. - Willy Fog y sus dolor-es. - El toro esporádicamente sigue descansado al calor de la clara luz. Esperemos que tras los exámenes el Alfonso vuelva a ser lo que era y nos deis más que contar el próximo número. Por cierto, Barbie arquitecta, ¿qué ha sido de ti estos meses?

Seguid colaborando con el Señor C: senyorc@hotmail.es

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