Octava Planta número 38

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15/03/2009

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Los primeros días de clase estábamos todos un poco desorientados. Para colmo nos dimos cuenta de que nuestra universidad era una universidad católica privada y la asistencia era obligatoria. Nos dieron incluso una tarjeta electrónica con la que teníamos que fichar al final de todas las clases, ¿quién decía que los erasmus no tenían que ir a clase?... Bueno, al final vas a clase cuando puedes, y dejas la tarjeta a alguien para que te fiche.

Esperemos que algún día se den cuenta de que es al contrario… Jeje. Me sorprendió muchísimo que en la Facultad de Medicina aún haya más chicos que chicas, y que casi todos los médicos que se ven por el hospital sean hombres… Hay que decir que Italia también tiene su encanto: pasear por las calles de Roma no tiene precio, la ciudad “Eterna” esconde mil y una cosas, tiene monumentos de todas las épocas que te dejan con la boca abierta… En mis primeros meses aquí no había día que no fuese a pasear al centro, comer helados era uno de mis hobbies preferidos… La pizza es deliciosa, sobre todo la napoletana, y hay pasta de mil formas y nombres diferentes que aún no soy capaz de distinguir, pero sabe buenísima sea cual sea la salsa con la que la comas “mmm... Molto buono”.

El primer mes es un poco estresante, todo es nuevo en un país que no es el tuyo. Te das cuenta de que Italia (al menos al sur) no es un país desarrollado, sino que está en vías de desarrollo en muchos sentidos, si lo comparas con España. Eso del reciclaje es una palabra que aún no está integrada en el vocabulario italiano. Las papeleras existen, pero pocos las utilizan; ir a Correos significa perder toda la mañana porque los italianos trabajan con “caaaaalma”, cuando tienes algún problema lo solucionan diciendo: “non ti preocupare”, atravesar la calle sin que te atropelle un coche es todo un logro… En fin todo es un caos.

La noche romana la hemos conocido poco a poco, gracias a las fiestas organizadas por la Asociación de Erasmus, también gracias a los amigos italianos que hemos conocido en clase. Las cenas interculturales erasmus que organizamos no tienen desperdicio, en ellas hay una mezcla de platos típicos franceses, portugueses, italianos, alemanes, españoles…

Los italianos, por mucho que digamos, no se parecen a los españoles. Son seres con una mentalidad orientada a la creencia de que el hombre es superior a la mujer.

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La experiencia Erasmus hay que vivirla para saber lo que significa, además luego cada uno la vive “a su manera”. A mí me ha ayudado muchísimo a tener una mentalidad más abierta, a saber afrontar mejor diversas situaciones, y a tomarme la vida con más calma. He conocido un montón de gente de diversas nacionalidades, aunque también muchos españoles, que poco a poco se han ido convirtiendo en mis amigos y que forman parte de mi vida cotidiana. Lo que me va a resultar más difícil de toda esta experiencia será decir “adiós”.

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