Octava Planta número 38

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15/03/2009

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CERTAMEN DE VILLANCICOS, DETRÁS DE LAS CÁMARAS Rocío y Aida Este año desde la revista vamos a dar un nuevo punto de vista sobre el Certamen de Villancicos, esperamos que os guste y que sea como música (de la buena) para vuestros oídos. Esperamos que os guste el artículo y os convenza para ir el año que viene a ver el festival en directo. Puesto que el recital del día dieciséis de diciembre por las distintas residencias participantes está grabado en video en High Definition a disposición de todos (aunque se ofreció la oportunidad de irlo a ver en directo, y que las dos personas que escribimos este artículo pertenecemos al coro y lo hemos vivido) no vamos a contar otra vez las actuaciones del certamen, sino que os vamos a mostrar lo que ocurrió en el backstage, detrás de las cámaras (bueno, de la cámara porque solo había una), cómo vivimos y preparamos los alfonsinos ese momento. Los ensayos fueron un poco duros, dado que este año éramos muchos participantes y bastantes nuevos se habían animado a dar el “do de pecho”. Pero gracias a la ayuda de Moe como director, que ante todo necesitaron los bajos, conseguimos que nadie diese una nota fuera de su sitio. Cada voz del coro tenía su propia técnica para ensayar: los bajos hicieron horas extra, los tenores se centraron en que se les escuchara pues eran solo cuatro (o dos, según se mire), las soprano ensayaban su parte por su cuenta en el pasillo y los ascensores, y desconocemos el truco que utilizaban las contralto para hacerlo bien (pero hay que reconocer que lo hacían bien). Llegado el gran día, aún no se nos habían acabado las ganas de ensayar. Después de llegar al lugar donde se celebraba el certamen, con más amigos que familiares, tuvimos la necesidad de realizar un último ensayo. Fue entonces cuando llegó la parte más difícil de la noche: encontrar un lugar para ensayar. Como primera opción lo intentamos en el baño pero el guardia de seguridad, dudando de nuestras nobles intenciones, nos obligó a salir de allí, aunque cuando le explicamos el problema que teníamos, nos condujo a una pequeña habitación donde podíamos ensayar “tranquilamente”, pues toda la gente que estaba entrando a la sala podía vernos y escucharnos.En ese ensayo todo salió a pedir de boca, demostrando que ya estábamos listos para salir a escena.

Cuando llegó nuestro turno, subimos al escenario con paso firme y lo llenamos. Moe nos dio la nota en la que cada uno entrábamos y comenzamos nuestra actuación con el villancico “Deck the Hall” alias “el falalalalá” a cuatro voces, que nos salió bordado. El siguiente villancico fue una adaptación de canción I’m Gonna Be (500 miles) de The Proclaimers, con una letra graciosa y pegadiza, en la que el grupo de los “polvorones” se enfrentaba al de los “mazapanes” para terminar todos con turrón. Finalmente hicimos una improvisación del “Noche de Paz” que, aunque no estaba ensayado, logramos sacar adelante. Podríamos resumir nuestra actuación diciendo que nos comimos el escenario (no solo porque fuéramos ciento y la madre) y nos metimos al público en el bolsillo de nuestros vaqueros. El colofón final a esta tarde de lujo fue una cena de la que todos (y algunos más) pudimos disfrutar en la Residencia Monferrant. Nos lo pasamos en grande y disfrutamos como niños de las croquetas, los calamares y la tortilla (que parecían caseros). Para el año que viene prometemos dar más el cante, y puede que mejor.

Pero ese momento tuvo que esperar dado que éramos los últimos en actuar. Mientras veíamos la calidad de los que nos precedían, nos dimos cuenta de que éramos el cierre perfecto para el evento.

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