Octava Planta número 36

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El reloj ya casi marcaba las doce, hora en la que en nuestro Internado particular se implantaba silencio absoluto; teníamos dos opciones: dormir o salir. Así que aquellos que aún tenían cuerpo para fiestas, se lanzaron a buscarla fuera de la reja.

Cada experimento tenía su atractivo. Tanto nos gustó que al final casi vivimos una Noche en el Museo, tuvieron que echarnos las amables azafatas porque ya era la hora de cerrar. Un recuerdo inolvidable que no dejó a nadie indiferente.

El día siguiente estaba completamente planeado: tocaba museos. Nos tocó madrugar un poco y, por la mañana, como Willie Fog, dimos la vuelta al mundo, mediante las distintas especies del Oceanográfico. Tiburones, delfines, pingüinos, mantas, rayas, peces y nosotros, que no necesitamos ochenta días para recorrerlo.

Esa era nuestra última noche y teníamos que aprovecharla, con las botellas bajo el brazo nos fuimos a un botellón; No tenía el glamour de Gossip Girl era algo más parecido al estilo Callejeros. Allí nos juntamos con la gente de la zona. Entre risas y chupitos, la noche se fue caldeando y, poco a poco, se iba acercando el final.

Justo antes de comer visitamos el Hemisferic. Nos pusimos unas gafas como las de Robocop y nos metimos en aquella sala con forma de huevo. La pantalla era gigante, ocupaba toda la cúpula y los sillones miraban al techo. Tuvimos un viaje apasionante en la montaña rusa.

El viaje se había pasado más rápido de lo que esperábamos y todos exprimíamos al máximo esos últimos momentos juntos y de fiesta. Habíamos vivido ratos inolvidables en esos días, pero queríamos aún alguno más para el baúl de los recuerdos, así que alargamos bastante la noche cada uno hasta donde su cuerpo le permitió.

Por la tarde nos dejamos sorprender por las artes y las ciencias al alcance de todos. Lo más apasionante fue poder experimentarlo por nosotros mismos. Es uno de esos pocos museos en los que no te lo dan todo hecho, sino que te dan la opción de descubrirlo por ti mismo.

No sabemos cómo llegó cada uno hasta el albergue, ni cuántas personas consiguieron levantarse la mañana del día siguiente para desayunar en él; lo importante es que a la hora marcada todos estábamos allí para subirnos con nuestro cansancio y nuestros recuerdos en el bús.

Momentos inolvidables...

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Clases de aerobic en la playa

Cualquier cosa es buena para reposar el trasero

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