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Cena de la India Ana Cada año, en nuestra residencia, se celebra una cena especial dedicada a la semana cultural. Esta vez nada más y nada menos nos hemos ido hasta la India. Todo comenzó, como siempre, entre ascensores, todos apretados contra la puerta del comedor, esperando con impaciencia a que se abriera. Después de unas charlas con los amigos conseguimos entrar. El olor se percibía en las ráfagas que nos llegaban desde la cocina. Nada parecía reconocerse, pero no por ello resultaba menos apetecible. El incienso
en un mismo plato. Y por fin el postre, que a pesar de los ingredientes que tenía, estaba muy rico. Lo que se echaba de menos era un vinillo de la tierra, para que nuestra garganta no se secara. Ya todos más animados nos dispusimos a escuchar una canción india en la voz de Gayathri, de la casa de la India. Lo más divertido fue el bailoteo en el salón de actos. Dando brincos para acá y para allá, intentando seguir los pasos de Gayathri. Chicos contra chicas bailando en un duelo (muchísimo mejor las féminas, por supuesto). Las risas eran constantes mientras “bailábamos”. Tanto movimiento hizo que muchos de nosotros nos subiésemos a nuestras habitaciones para recuperar aliento y de paso tomarnos algo para refrescarnos. Fue distinta a otros años, ya que no sólo nos dedicamos a comer, sino que también pudimos conocer en la propia cena otros aspectos de la India. Quizás nunca hubiésemos conocido nada acerca de este país si no llegase a ser por esta semana temática: conseguimos adentrarnos en una cultura completamente distinta a través de su gastronomía.
nos acompañó en nuestro recorrido hacia las mesas. Esta vez con bandeja en mano y en fila india fuimos ocupando las mesas.
Gracias a la casa de la India y al comedor pasamos un buen rato, y pudimos llenar nuestros estómagos.
Muchas miradas escépticas observaban la comida, con un tenedor intentábamos adivinar de qué plato se podía tratar. Unos con más ganas que otros empezamos a comer el primer plato: “¡Que rico está esto!”, “¿Por qué sabe tanto a limón?”, “Yo prefiero la tortilla de mi abuela”… Opiniones hubo para todos los gustos, pero no cabe duda de que los sabores eran muy distintos a los que estamos acostumbrados. Con calma fuimos poco a poco percibiendo los alimentos. El segundo plato tampoco pasó desapercibido. Cuatro comidas se mezclaban
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