Curso de iniciación de Conéctate nº4: Relación con Dios

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Curso

SÍGANME

Responder al llamado

Una historia de amor Escogidos por Dios

Héroes de la fe

Con todas sus imperfecciones

El corazón dichoso Una vida de gratitud

CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA
de iniciación de Conéctate, nº4 • Relación con Dios

A NUESTROS AMIGOS síganme

Mientras recorría la Palestina del siglo primero difundiendo Su mensaje de amor y perdón de parte de Dios, Jesús invitaba a todos a seguirle. Con frecuencia decía «Vengan en pos de Mí». Un ejemplo patente es este pasaje del Evangelio de Mateo:

Cierto día, mientras Jesús caminaba por la orilla del mar de Galilea, vio a dos hermanos —a Simón, también llamado Pedro, y a Andrés— que echaban la red al agua, porque vivían de la pesca. Jesús los llamó: «Vengan, síganme, ¡y yo les enseñaré cómo pescar personas!». Enseguida dejaron las redes y lo siguieron.

Un poco más adelante por la orilla, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, sentados en una barca junto a su padre, Zebedeo, reparando las redes. También los llamó para que lo siguieran. Ellos, dejando atrás la barca y a su padre, lo siguieron de inmediato (Mateo 4:18-22 ntv).

A lo largo de toda su misión en la Tierra y aun después de Su resurrección, Jesús siguió llamando a hombres y mujeres: «Entonces Jesús le dijo [a Pedro]: “Sígueme”» ( Juan 21:19 ntv).

Ahora bien, ¿qué significa seguir a Jesús? La relación que labramos con Él y con Sus palabras es el punto de partida. Si permanecemos en Sus palabras y dejamos que influyan en nuestros esquemas mentales, seremos transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento (Romanos 12:2).

Si bien hoy en día los cristianos no podemos seguir físicamente a Jesús como lo hicieron los discípulos de Su época, la Biblia da a entender claramente que seguirlo comprende aplicar Sus enseñanzas a nuestra realidad. Jesús lo expresó así: «Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 8:31,32 nvi).

Oramos que este número del curso de iniciación de Conéctate te lleve a estrechar, fortalecer y profundizar tu relación con Dios.

Si deseas información sobre Conéctate , visita nuestro sitio web o comunícate con nosotros.

Sitio web: activated.org/es/ E-mail: activated@activated.org

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A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y de la versión Reina-Varela Actualizada 2015 (RVA2015), © Casa Bautista de Publicaciones/ Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.

Curso de iniciación de Conéctate, nº4
Relación con Dios
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Una historia de amor

Ronan Keane

En la Biblia Dios a menudo se vale de metáforas o alegorías para describir nuestra relación con Él; a saber, un pastor y su oveja ( Juan 10:7-15), un padre y su hijo (2 Corintios 6:18), una vid y sus sarmientos ( Juan 15:1-5) y una novia y su novio (Oseas 2:19-20).

Aunque la Biblia se compone de 66 libros, diversos comentaristas observan que en realidad se trata de un solo libro con un hilo conductor nítido. Es una historia de amor. Y como toda historia de amor, esta tiene un principio, algunos altibajos y un final dramático.

Este idilio se inicia «en el principio» cuando Dios creó al primer hombre y la primera mujer, Adán y Eva. Los concibió tal como quería, les insufló el hálito de vida y enseguida admiró la obra de Su creación:

—¡Es buena en gran manera! —dijo.

Desgraciadamente aquel hombre y aquella mujer optaron por rechazar el ofrecimiento de una relación íntima, perfecta y eterna con Él, y prefirieron alejarse y perseguir más bien el egoísmo y el pecado. Sin Dios, los seres humanos, creados para gozar de intimidad con Él, experimentaron todo lo contrario: soledad, confusión y dolor. A lo largo de las edades hemos probado toda suerte

Podemos optar por ser hijos de Dios y, sin embargo, vivir muy lejos de Él en nuestro corazón. Por otra parte, podemos optar por cultivar una estrecha relación con Él, en la que sepamos lo que piensa, cree, obra y considera importante. En ese espacio de intimidad descubrimos además lo cerca de nosotros que Él quiere estar.

de recursos para recobrar el sentido de realización que nos brindaba esa intimidad perdida, pero nada nos satisfacía.

Al final, aunque fuimos nosotros los que le dimos la espalda a Dios, fue Él quien inició la reconciliación. Movido por Su inagotable amor, sabía que no existía sino una solución. Pese al enorme costo que representaba, buenamente decidió enviar a Su propio hijo para conducirnos de regreso a Él.

¿Qué significa eso para nosotros? Que el cristianismo no es simplemente una religión ni un conjunto de reglas y rituales. Cristianismo es sinónimo de relación, y no una cualquiera, sino una que la Biblia asemeja a un matrimonio, que implica necesariamente intimidad, transparencia, comunicación abierta y esperanzas y deseos compartidos.

La Biblia dice: «Tu marido es tu Hacedor; el Señor de los ejércitos es Su nombre» (Isaías 54:5), y afirma que somos [esposa] «de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios» (Romanos 7:4).

Ronan Keane fue director ejecutivo de la revista Activated entre 2013 y 2023. ■

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Buscar primeramenteSu Reino

Cuando Jesús estaba preparando a Sus discípulos para Su inminente muerte, los tranquilizó con estas palabras: «El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él» ( Juan 14:23). Eso significa que en el momento en que invitaste a Jesús a formar parte de tu vida, Él entró espiritualmente en tu corazón y ahora tiene ahí Su morada.

¡Cuánto amor! Con razón el apóstol Juan escribió que «nosotros lo amamos a Él porque Él nos amó primero» (1 Juan 4:19).

Lamentablemente, al cabo de un tiempo para algunos cristianos la relación se torna formal y rutinaria. Se olvidan de cuánto ha hecho el Señor por ellos, y el maravilloso amor que sintieron por Él en un principio va apagándose poco a poco. Eso se debe a que no dan

preeminencia a su relación con Dios y Su reino como Jesús encareció a Sus discípulos que hicieran (Mateo 6:33).

Jesús enseñó a Sus seguidores la importancia de honrar a Dios por encima de todo. Sabe que no seremos cristianos comprometidos, fuertes y fructíferos si Él no es lo primordial en nuestra vida.

Entonces, ¿qué medidas prácticas podemos tomar, no solo para poner a Jesús primero en nuestra vida, sino también para mantenerlo en ese lugar? De partida, podemos comunicarnos a diario con Él. Le podemos encomendar cada día en oración, poner nuestro tiempo y nuestra vida a Su disposición y pedirle que nos guíe a hacer Su voluntad. Ese principio se aplica también a nuestro trabajo. Cuando hay urgencia por terminar algo en un plazo determinado, muchas veces tenemos la tentación de dejar de lado al Señor y concentrarnos exclusivamente en nuestro trabajo. Pero relegar a un segundo lugar nuestra relación con el Señor no es la solución.

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Los grandes cristianos no solo son grandes por su servicio a Dios, sino también por su estrecha relación y comunión con Él. Cuanto más crece su fe y se fortalece su vínculo con Él, más semejanza cobran con Él. Desafortunadamente, un error en el que podemos incurrir fácilmente como cristianos es el de enfrascarnos tanto trabajando para el Señor que ¡descuidemos al propio Señor del trabajo! Jesús dice: «El que permanece en Mí y Yo en él, este lleva mucho fruto, porque separados de Mí nada podéis hacer» ( Juan 15:5).

Sin el poder del Maestro no podemos hacer Su obra. Y para acceder a ese poder, debemos dedicarle tiempo al Maestro. ¡A veces estamos tan ocupados sirviéndolo que nos olvidamos de amarlo! Dios agradece y necesita el servicio que le prestamos, pero también desea nuestra atención, adoración e íntima comunicación con Él.

Descuidar nuestra comunión con el Rey de reyes puede ser desastroso para nuestra vida espiritual y nuestra relación con Él. No debemos anteponerlo a todo priorizando solo la labor de divulgar el evangelio, sino también la lectura de Su Palabra. De hecho, la Biblia dice que Jesús es la Palabra, el Verbo. «En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» ( Juan 1:1, 14). La Palabra de Dios es alimento para el alma y esencial para nuestro desarrollo espiritual.

Solo una vida, que pronto pasará.

Solo lo hecho por Cristo perdurará.

C. T. Studd (1860–1931)

Otra forma de ponerlo primero es practicar la oración. Conviene que cada mañana dediques un rato a orar para comenzar el día con buen pie. Nada más despertarte, antes de hablar con nadie, conversa con Jesús. Encomiéndale el día, deja en Sus manos todo lo que te preocupa y pídele que guíe tus pisadas.

Tómate el tiempo necesario para leer Su Palabra, la Biblia, buscar Su orientación y fortalecer tu fe. A todos nos hace falta una dosis diaria de la Palabra de Dios y de oración de manera que estemos preparados para lo que sea que el día nos depare. Por una parte, Jesús nos recuerda: «Separados de mí nada pueden hacer»; y por otra, la Biblia dice: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13). Esa fortaleza se adquiere buscando a Dios en oración y leyendo Su Palabra.

¿Crees que Jesús, Su Palabra y la oración ocupan el lugar que les corresponde en tu vida? ¿Los antepones a todo lo demás? ¿O permites que otras cosas desplacen a Dios y Su Palabra y los releguen a un segundo o tercer lugar? Se nos manda poner primero a Dios en cada aspecto de nuestra vida y encomendárselo todo en oración y culto (Filipenses 4:6,7). La Biblia dice: «Estén siempre gozosos. Oren sin cesar. Den gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús» (1 Tesalonicenses 5:16–18).

Jesús enseñó: «No os angustiéis diciendo: “¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas». Y añadió: «Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas» (Mateo 6:31–33). «Buscar primeramente» quiere decir dar preeminencia a Dios y Su reino en nuestra vida, por encima de todo lo demás.

¡Siempre saldrás ganando si buscas primeramente el reino de Dios! ■

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Comunicarnos con

DIOS mediante la oración

La oración es un componente clave de nuestra relación con Dios, por tratarse de nuestro principal medio de comunicación con Él. Nos permite conversar con nuestro Creador.

A los cristianos se nos ha concedido el increíble privilegio de presentarnos ante Dios como hijos Suyos, gracias a la salvación otorgada por medio de Jesús. Podemos hablar con Él, alabarlo, adorarlo y rendirle culto, expresarle nuestro amor y agradecerle todo lo que ha hecho y continúa haciendo por nosotros. Podemos expresarle abiertamente lo que alberga nuestro corazón y contarle nuestros problemas y necesidades. Podemos interceder por los que están en apuros. Podemos exponerle nuestras peticiones y solicitarle ayuda. Podemos decirle lo mucho que estimamos las cosas bellas que ha creado y darle las gracias por la multitud de bendiciones que todos hemos recibido.

Cuando estamos agotados, se lo podemos contar. Si hemos obrado mal y pecado, podemos confesárselo, y pedir y obtener Su perdón. Podemos hablar con Él ya sea que estemos alegres o tristes, saludables o con mala salud, tanto si somos ricos como si somos pobres, porque tenemos una relación con aquel que no solo nos creó, sino que además nos ama profundamente y desea mezclarse en cada aspecto de nuestra vida.

La oración es nuestra vía primordial de comunicación con Dios. Por medio de ella lo invitamos a participar en nuestra vida cotidiana y le pedimos que intervenga directa e íntimamente en lo que consideramos importante. Cuando acudimos a Él en oración, le solicitamos que actúe en nuestra vida o en la de las personas por las que oramos. La oración refleja la realidad de nuestra

situación general: que lo necesitamos y ansiamos que se haga presente en nuestra vida.

Comunicarnos con Dios mediante la oración es una manera de acercarnos a Él, de estrechar nuestra relación.

Enseñanzas de los Evangelios sobre la oración

En los cuatro Evangelios, cuando Jesús ora, usa la palabra padre. Continuamente oraba a Su Padre, y enseñó a Sus discípulos a hacer lo mismo. Por medio de la fe en Jesús hemos llegado a ser hijos de Dios ( Juan 1:12). Cuando oramos, nos presentamos ante nuestro Padre. Con Él logramos tener una conexión tan íntima como la que tenemos con nuestro padre terrenal.

Además de orar al Padre en el nombre de Jesús, tal como Él mandó a Sus discípulos que hicieran, diversos pasajes de los Evangelios nos enseñan que también se deben dirigir oraciones a Jesús. «Cualquier cosa que ustedes pidan en Mi nombre, Yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo. Lo que pidan en Mi nombre, Yo lo haré» ( Juan 14:13–14 nvi).

Jesús en Sus parábolas impartió enseñanzas sobre la oración, haciendo comparaciones con diversas situaciones, como en el caso del amigo que pidió pan prestado a medianoche (Lucas 11:5-8), o del juez injusto que terminó respondiendo a la súplica de la mujer (Lucas 18:1-8). En esos relatos argumentó que si el amigo y el juez injusto iban a responder a las peticiones que se les hacían, con mayor motivo responderá a las nuestras el Padre celestial. Mostró que podemos tener la confianza de que nuestro generoso y amoroso Padre siempre escuchará nuestras súplicas (Mateo 7:9-11).

Peter Amsterdam
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En la parábola del recaudador de impuestos y el fariseo, Jesús habla de la humildad y de la confesión como parte de la oración (Lucas 18:10-14). Jesús enseñó que deben evitarse las oraciones pomposas y ampulosas que llaman la atención sobre la persona que las hace; las oraciones deben ser sinceras y tener motivos puros (Mateo 6:5,6). Su ejemplo nos enseña a orar a solas (Lucas 6:12), a hacer acción de gracias ( Juan 6:11), a orar antes de tomar decisiones y a interceder en oración por los demás ( Juan 17:6–9).

La oración desempeña un papel fundamental en nuestra vida espiritual, nuestra relación con Dios, nuestro crecimiento interior y nuestra efectividad como cristianos. El ejemplo de Jesús, que se apartaba del ajetreo para orar, que dedicaba tiempo a la oración a solas, intercediendo por otras personas y haciendo oraciones eficaces, marca el camino para los que anhelan seguir Sus pisadas.

La oración no debe ser un monólogo en el que solo hablemos nosotros y esperemos que Dios se limite a escuchar. Cuando oramos también debemos estar dispuestos a escuchar lo que Dios nos quiera decir por medio de la Biblia, por medio de las enseñanzas de buenos maestros y predicadores, o haciendo silencio delante de Él y abriendo nuestro corazón para oír Su voz. Él puede hablarnos de múltiples maneras: mediante impresiones que nos hace sentir, pensamientos que nos sugiere o versículos bíblicos. La oración es comunicación, y la comunicación debe ser recíproca. Así que aparte pedirle a Dios que nos escuche, también debemos darle la oportunidad de hablarnos.

La oración es nuestra forma de comunicarnos con Dios, de acceder a Su presencia y permanecer en ella. Cuando nos subimos a las rodillas de nuestro Padre celestial como hijos Suyos, podemos pedirle cualquier cosa y confiárselo todo. Sentimos el amor que abriga por nosotros, Sus palabras tranquilizadoras, Su cariño.

Peter Amsterdam dirige juntamente con su esposa, María Fontaine, el movimiento cristiano La Familia Internacional. Esta es una adaptación del artículo original. ■

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LA ORACIÓN MODELO

La Biblia menciona muchas ocasiones en que Jesús rezó. Algunas veces lo hizo toda la noche (Lucas 6:12). Otras, se levantó antes del amanecer para orar a solas (Marcos 1:35). De vez en cuando oraba frente a Sus seguidores para darles ejemplo ( Juan 11:41,42).

Oró por Sus discípulos y por todos los que llegaríamos a conocerlo a lo largo de los siglos ( Juan 17:21,22). Ofreció oraciones de alabanza y acción de gracias a Su Padre (Lucas 10:21). También imploró en tiempos de angustia y dificultades personales (Lucas 22:41-44).

Un día Sus discípulos le pidieron que les enseñara a orar. Les enseñó entonces esta sencilla oración, que ha sido un modelo para innumerables cristianos desde entonces.

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre.

Venga Tu reino.

Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Danos hoy el pan nuestro de cada día. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.

Y no nos metas en tentación, sino líbranos del mal.

Porque Tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre. Amén.

Mateo 6:9-13 nbla ■

PRIORIDADES

Maria Fontaine

Si supieras que hoy sería el último día de tu vida, ¿cuánto tiempo dedicarías a cosas que no significan nada en el contexto de la eternidad? Los minutos se tornarían sumamente valiosos, por lo que optarías por emplearlos en lo que tiene más importancia para ti.

Desearías manifestar amor a quienes quieres más entrañablemente y te asegurarías de que supieran cuánto significan para ti. Si alguna vez has visto la muerte cara a cara o has convivido con un ser querido que padecía una enfermedad letal y te diste cuenta de cómo cambió por completo su orden de prioridades, probablemente ya has experimentado esto en carne propia. En esos momentos, todo resulta sumamente claro. Tomas conciencia de que el amor es lo único que realmente importa: amar a Dios con toda tu mente, todo tu corazón y toda tu alma, y amar a tu prójimo (Mateo 22:37-39).

Tanto en los tiempos favorables como en los difíciles, la dicha y la eterna esperanza que nos brinda Jesús están a años luz de todo lo que el mundo puede ofrecer. Él nos proporciona contentamiento, paz, amor, satisfacción, conocimiento, verdad... Él mundo no tiene forma de competir con Él en esos aspectos. La Biblia dice: «El mundo está pasando y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Juan 2:15-17).

Se requiere cierta disciplina mental y física para aprender a valorar las cosas eternas de Dios más que las imágenes, los sonidos, los sabores y los placeres del mundo. No hay nada en el mundo que pueda satisfacer las ansias del alma. Solo Jesús puede. Él es «el camino, la verdad y la vida» ( Juan 14:6).

María Fontaine dirige juntamente con su esposo, Peter Amsterdam, el movimiento cristiano La Familia Internacional. Esta es una adaptación del artículo original. ■

Ronan Keane
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PARA ORAR CON EFICACIA

Ora con fe.

Por eso les digo que todas las cosas por las que oren y pidan, crean que ya las han recibido, y les serán concedidas. Marcos 11:24 nbla

Plenamente convencido de que Dios, quien había prometido, era poderoso para hacerlo. Romanos 4:21

Alaba y da gracias al Señor antes de hacerle peticiones.

Acerquémonos ante su presencia con acción de gracias; aclamémosle con salmos. Salmo 95:2

Entren por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza. Denle gracias; bendigan su nombre. Salmo 100:4

Por nada estén afanosos; más bien, presenten sus peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Filipenses 4:6

Acude a Dios en oración por cada necesidad.

Pidan, y se les dará. Busquen y hallarán. Llamen, y se les abrirá.  Porque todo el que pide recibe, el que busca halla, y al que llama se le abrirá. Mateo 7:7,8

Todo lo que pidan en oración, creyendo, lo recibirán. Mateo 21:22

Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán, para que su gozo sea completo. Juan 16:24

Sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que es galardonador de los que le buscan. Hebreos 11:6

Reza en el nombre de Jesús.

Todo lo que pidan en mi nombre, eso haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me piden alguna cosa en mi nombre, yo la haré. Juan 14:13,14

En aquel día no me preguntarán nada. De cierto, de cierto les digo que todo cuanto pidan al Padre en mi nombre, él se lo dará. Juan 16:23

Ustedes no me eligieron a mí; más bien, yo los elegí a ustedes y los he puesto para que vayan y lleven fruto, y para que su fruto permanezca a fin de que todo lo que pidan al Padre en mi nombre él se lo dé. Juan 15:16

Procura que tu oración sea acorde con Su voluntad.

Enséñame a hacer tu voluntad porque tú eres mi Dios; tu buen Espíritu me guíe a tierra de rectitud. Salmo 143:10

Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Mateo 6:10 nbla

Y esta es la confianza que tenemos delante de él: que si pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. 1 Juan 5:14,15 ■

Lecturas enriquecedoras
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LOS RETRASOS DE DIOS NO SON RECHAZOS

Todos sufrimos decepciones cuando las cosas no resultan como esperábamos. Si encima no se produce un desenlace por el que hemos orado, la decepción es mayor. Primero, porque no obtuvimos lo que queríamos; y segundo, porque nos da la impresión de que Dios nos ha fallado.

Aun cuando hay motivos evidentes y lógicos por los que algo no ha salido como esperábamos y como habíamos pedido en oración, nos asalta la duda: ¿Por qué Dios no nos concede de todos modos nuestra petición? Al fin y al cabo, si es Dios, puede hacer cualquier cosa, y si nos ama tanto como lo afirma la Biblia, ¿por qué no ha de contestarnos? En casos así, es fácil achacarle a Dios que no ha respondido nuestra oración tal como esperábamos que lo hiciera.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que Dios tarde o temprano siempre hará lo que más conviene para todas las personas afectadas y que en ningún caso dejará de cumplir las promesas que nos ha hecho en la Biblia. En cambio, nosotros sí somos falibles y a veces no cumplimos. Hay que tener en cuenta también que al concedernos Dios libre albedrío, Sus respuestas están supeditadas a lo que nosotros u otras personas elijamos o decidamos.

Dios responde sin falta a nuestras oraciones, mas no siempre de inmediato ni como lo habíamos concebido. A veces dice que sí, a veces dice que no, y otras dice: «Espera». Cuando oramos por otras personas, inciden

diversos factores, entre ellos tú y tu situación, Dios y Su voluntad, y la situación de aquellos por quienes oras. Cuando las condiciones sean idóneas para el resultado que Dios considera óptimo, Él actuará conforme a Su perfecta voluntad y designio. Así que no dudes ni por un instante que Dios te va a responder. Confía en Él y agradécele la respuesta aunque no la veas enseguida.

La función de la oración no es influir en Dios, sino transformar la naturaleza del orante. Søren Kierkegaard (1813–1855), escritor y filósofo danés

Oro porque no puedo evitarlo. Oro porque estoy desvalido. Oro porque la necesidad surge de mí en todo momento, en la vigilia y en el sueño. Eso no cambia a Dios; me cambia a mí. C.S. Lewis (1898-1963), escritor y teólogo seglar británico

Pensamos en la oración como un preparativo para el trabajo, o como un momento de calma después de hacer el trabajo, cuando en realidad la oración es el trabajo mismo. Oswald Chambers (1874–1917), evangelizador y escritor escocés

Antes de poder rezar: «Señor, venga Tu Reino», debemos estar abiertos a rezar: «Váyase mi reino». Alan Redpath (1907-1989) evangelizador y escritor británico ■

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FE AHORA Y SIEMPRE

En la vida podemos perdernos muchísimas enseñanzas que el Señor quiere comunicarnos si no nos proponemos intencionalmente aprender de Dios. Si bien algunas son evidentes, otras no tanto, y se nos pueden escapar si no le preguntamos, si no abrimos los ojos para ver lo que Él quiere indicarnos a través de las vivencias que tenemos.

Cuando encomendamos las cosas a Dios y oramos por ellas de antemano, Él puede guiarnos y transmitirnos Su sabiduría, que ha prometido dar generosamente a los que piden con fe (Santiago 1:5). No obstante, es igual de importante orar después sobre el resultado, especialmente cuando las cosas no salieron como esperábamos o queríamos. Si nos tomamos el tiempo para pensar y orar al respecto, Él puede ayudarnos a aprender de cada experiencia.

El Señor obra en nosotros y maneja Sus asuntos con criterios que sobrepasan muchas veces nuestro entendimiento. Debemos tener presente en todo momento que Él sabe lo que más conviene, que todo lo hace bien y que a menudo Él no prioriza lo mismo que nosotros, porque Su visión es mucho más abarcadora y a largo plazo.

Aun disponiendo de las colosales promesas del Señor —del orden de «Todo lo que pidan al Padre en mi nombre él se lo dé» ( Juan 15:16); «Pidan, y se les dará. Busquen y hallarán. Llamen, y se les abrirá» (Mateo 7:7), y «Si tienen fe […] nada les será imposible» (Mateo 17:20)—, debemos recordar que lo que nosotros podemos hacer es limitado y que no tenemos una visión general del pasado, el presente y el futuro, ni estamos en conocimiento del plan maestro para la eternidad. En última instancia se tiene que hacer la voluntad de Dios. Él es el dueño de la situación y quien mejor sabe lo que conviene.

Consuélate pensando que, sin excepción, los grandes cristianos de todos los tiempos tuvieron que aprender a depositar su confianza en Dios y Sus magníficos designios cuando las cosas no salieron como ellos hubieran querido. Recuerda que el Señor desea ser tu buen pastor (Salmo 23). Siempre que te invada la soledad, que necesites a alguien que te escuche, te comprenda, te apoye o te dirija unas palabras de ánimo, Él estará a tu disposición.

Acude a Él para que te aliente y te dé consejos y paz. A medida que Él te habla al corazón con un sonido apacible y delicado (1 Reyes 19:12) y por medio de Su Palabra escrita, lo entenderás mejor y te convencerás más que nunca de lo cerca que lo tienes y de lo mucho que se preocupa por ti. Es tu mejor amigo. ♥

Dios desea mantener una relación personal con cada uno de nosotros. Quiere que esta constituya el aspecto más profundo, trascendental y gratificante de nuestra vida. En resumidas cuentas, por medio de Su amorosa presencia quiere realzar nuestra existencia y añadir toda una nueva dimensión a cuanto hacemos. Julie Vásquez ■

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Mis héroes, a pesar de sus defectos

Algo a todas luces singular en la Biblia es el hecho de que los héroes de la fe —con la excepción de Jesús, claro está— estaban lejos de ser hombres y mujeres perfectos. Se los describe con todos sus defectos. A mí me encanta la Historia. Cuando uno lee literatura antigua se acostumbra a que se idealice a los héroes. Si tenían rasgos negativos, estos son minimizados. No sucede lo mismo con los héroes de la Biblia. Me parece que el hecho de retratarlos con realismo otorga a la Biblia mucha más credibilidad.

Para mí es particularmente animador lo que dice sobre los discípulos más cercanos de Jesús durante Su estancia en la Tierra. Comencemos por Pedro. Tradicionalmente se lo considera el máximo representante de los apóstoles. Sin embargo, ostenta la nada honrosa distinción de haber negado conocer a Jesús en la noche en que se lo juzgó y se lo condenó

a muerte. Para colmo, lo hizo tres veces seguidas. «Pero él comenzó a maldecir y a jurar: ¡No conozco a este hombre de quien hablan!» (Marcos 14:71). ¿Maldecir? No parece un comportamiento muy propio de un santo.

En su Evangelio, Juan se calificó a sí mismo como «el discípulo a quien Jesús amaba» ( Juan 21:20). Empero, Marcos registra un incidente que no deja muy bien parados a Juan y a su hermano Santiago:

Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a él y le dijeron:

—Maestro, queremos que nos concedas lo que pidamos.

Él les dijo:

—¿Qué quieren que haga por ustedes?

Ellos dijeron:

—Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda (Marcos 10:35-37).

En la versión de Mateo, de este mismo incidente, dice: «Cuando los diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos» (Mateo 20:20–24).

Aquella no era la primera vez que los discípulos discutían sobre quién sería el primero:

Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, Jesús les preguntó:

—¿Qué discutían ustedes por el camino?

Ellos callaban, porque por el camino habían venido discutiendo acerca de quién de ellos sería el más importante» (Marcos 9:33,34 blph).

Otro caso es el de Mateo, el publicano. Los publicanos eran recaudadores de impuestos considerados unos canallas por la gran mayoría de la gente. Los romanos habían instituido el sistema de los publicanos para recaudar impuestos en los territorios conquistados.

P h i l l i p Ly nc h
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Todas esas personas murieron sin haber recibido las cosas que Dios había prometido; pero como tenían fe, las vieron de lejos, y las saludaron reconociéndose a sí mismos como extranjeros de paso por este mundo. […] Deseaban una patria mejor, es decir, la patria celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de ser llamado el Dios de ellos, pues les tiene preparada una ciudad. Hebreos 11:13-16 dhh

reputación dentro de la sociedad judía.

Licitaban los derechos tributarios de una región al mejor postor, el cual se comprometía a pagar anualmente al tesoro imperial el monto convenido. En la práctica los recaudadores tenían plena libertad para cobrar lo que les diera la gana y quedarse con el sobrante. Se trataba de un sistema despiadado e injusto que empobrecía aún más a los ya desvalidos. Hay indicios de que algunos de los personajes más renombrados de Roma, como Bruto y Casio —que conspiraron para asesinar a César— eran dueños de ese tipo de empresas, aunque las manejaban por intermedio de terceros, pues en principio a los romanos no les estaba permitido participar en negocios tan infames.

Mateo, pues, formaba parte de ese sucio entramado, probablemente en calidad de subcontratista. Por lo visto, hasta contaba con un sitio privilegiado en una de las puertas de la ciudad, donde podía cobrar aranceles sobre todo lo que entraba y salía. Para los judíos piadosos, tales negocios con gentiles convertían a Mateo en un sujeto ritualmente impuro. De ninguna manera se trataba de un personaje de intachable

¿Y los demás discípulos? En los cuatro Evangelios apenas se menciona a Andrés, Tadeo, Felipe y Natanael —también conocido como Bartolomé—; pero sí sabemos que otro discípulo —Simón— había pertenecido a la facción de los zelotes, violentistas empeñados en expulsar a los invasores romanos y derrocar a su gobierno títere. Obviamente lo más notorio de Tomás es que dudó de la resurrección de Cristo. Y no olvidemos a María Magdalena, de quien Jesús expulsó siete demonios (Lucas 8:2) y que, sin embargo, fue la primera persona a quien Jesús se apareció después de Su resurrección.

Y ¿qué hay del héroe de los Hechos de los Apóstoles? Pablo era

un fariseo converso, que admitió sin rodeos que antes de su transformación «perseguía ferozmente a la iglesia de Dios y la estaba asolando» (Gálatas 1:13).

Sin perjuicio de lo anterior, esos discípulos —seres comunes y corrientes cuya fe y lealtad a Jesús los convirtió en personas extraordinarias— son algunos de mis héroes y heroínas. Constituyen una fuente de inspiración para mí, porque fueron fieles al llamamiento divino y obraron maravillas para Dios y el prójimo a pesar de sus debilidades y falencias humanas. Asimismo, por la gracia de Dios, nosotros también podemos ser fieles a Él y al llamamiento que nos ha hecho.

Phillip Lynch es novelista y comentarista de temas espirituales y escatológicos. Vive en Canadá. ■

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Bendeciré al Señor en todo tiempo; su alabanza estará siempre en mi boca. […] Engrandezcan al Señor conmigo; ensalcemos juntos su nombre. Salmo 34:1–3

El corazón dichoso

Para nosotros,  los seguidores de Cristo, vivir agradecidos debería ser nuestra configuración predeterminada, teniendo en cuenta que Jesús murió para redimirnos de toda una eternidad separados de Dios. Eso debería darnos alas y aguante para superar y considerar intrascendente todo aquello que sea un plomo y nos impida volar. Yo, sin embargo, caigo en reacciones desagradecidas por cuestiones como el tráfico, el desorden, el estrés, la escasez de una cosa y el exceso de otra… En fin, ya sabes cómo es.

Así y todo, sé que en el panorama global los detalles cotidianos importan poco, y aspiro a tener gozo en mi alma. Permíteme que te refiera tres aspectos en los que me he venido concentrando con el fin de tener reacciones y actitudes más positivas.

Agradecer hasta lo más nimio

Estoy aprendiendo a fijarme en las cositas que generan alegría. La lista es kilométrica: el amanecer, una deliciosa taza de café, el aire fresco de la mañana, la risa de los niños, los fuertes brazos de mi marido, un buen libro, mi almohada y un largo etcétera. He descubierto que armarme de

una larga lista de pequeñas alegrías es de lo más eficaz para amortiguar el impacto de algunos de los ladrillos que me lanza la vida.

No contar con ningún desenlace en particular

No es nada fácil. Ha habido ocasiones en que estaba convencida de que una situación debía resolverse de cierta manera; pero había en juego factores que estaban fuera de mi control. Generalmente me cuesta decir: «Pase lo que pase estaré agradecida». Al fin y al cabo, ¿quién quiere estar agradecido por un diagnóstico desfavorable o una solicitud de trabajo rechazada? No obstante, he aprendido que mi gratitud no debe basarse en el resultado, sino en el hecho de que Dios es bueno. Siempre. Aun cuando yo no alcance a comprender Su bondad.

Hacer memoria de la bondad de Dios

Pese a todo lo que me he preocupado, pese a todos los aprietos en que he estado y todas las experiencias penosas que me ha tocado vivir, ¿acaso no he salido bien librada de todo ello? Jamás me he visto en una situación de la que no me pudiera rescatar el amor de Dios. El apóstol Pablo dijo: «Si tenemos paciencia, nuestro carácter se fortalece y con un carácter así, nuestra esperanza aumenta» (Romanos 5:4 pdt). Cuando me detengo a hacer memoria de la bondad divina, esa verdad me invade el alma y recobro una actitud más agradecida.

Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE. UU. ■

Marie Alvero
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COMUNIÓN POR MEDIO DE LA ADORACIÓN

Maria Fontaine

Cuando nos concentramos en la bondad de Dios, esa misma bondad nos rodea e impregna nuestros pensamientos y actitudes. Si damos cabida a pensamientos preñados de fe y pronunciamos palabras que rebosan fe, nos relacionamos más estrechamente con Dios y Su voluntad y propósito para nosotros. Alabando y adorando a Dios nos acercamos más a Él.

La comunión con Dios nos lleva a adquirir una comprensión más profunda de cómo obra Él en nuestra vida. La adoración o culto nos sintoniza con Él. La alabanza aviva nuestra fe; nos estimula a ver más allá de las circunstancias del momento y a fijar la mira en el cumplimiento de las promesas de Dios en respuesta a nuestras oraciones. La gratitud convierte las temporadas difíciles en momentos de triunfo. La alabanza nos recuerda que todo es posible para Dios (Marcos 10:27).

Cuanto más alabes a Dios y expreses tu amor por Él, más razones encontrarás para alabarlo. Cuanto más lo adores, con mayor naturalidad fluirán las palabras que le dirijas. Podemos enaltecer a nuestro Padre celestial por todas las maravillas que ha hecho por nosotros y por las que hará en el futuro. La Biblia dice: «Todo lo que respira alabe al Señor» (Salmo 150:6 nbla).

Jesús, siembra en nosotros el anhelo de ir en pos de Ti, Señor, y procurar esa comunión contigo. Danos perseverancia en nuestra relación contigo. Ayúdanos a no meternos tanto en nuestro trabajo y otras cosas de la vida cotidiana que descuidemos lo más importante, es decir, nuestra relación contigo. Que cada vez estemos más cerca de Ti. ■

Oración para hoy UNA PLEGARIA DE COMUNIÓN

Señor, mi Dios, compañero inseparable. Nada puede desprender mi sarmiento de Tu vid ( Juan 15:5). Así cuando te siento cerca como cuando no te percibo, estás infaltablemente a mi lado. Gracias porque no eres un Dios lejano. Estás conmigo, en mi interior, envolviéndome, sosteniéndome.

Haz que esté siempre consciente de Tu presencia. ¡Qué bueno es saber que no solo puedo comunicarme contigo para alabarte y pedirte favores, o para escuchar Tus susurros en mi corazón, sino también para hablarte como al íntimo Amigo que eres! Puedo hacer preguntas, expresarte mis sentimientos… en pocas palabras, compartir mi vida contigo.

Te agradezco que no tenga que ganarme Tu amor a pulso. Me lo ofreces porque me quieres, independientemente de lo que yo haya hecho o vaya a hacer. No lo condicionas a las circunstancias ni a lo que pueda pasar. Tu amor no depende de esos factores. Antes que yo te amara, Tú ya me amabas (1 Juan 4:19). ■

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De Jesús, con cariño

LA PRESENCIA DE DIOS

Si perdieras todos los bienes materiales del mundo pero conservaras la fe, en últimas no perderías nada. Si tienes fe no habrá cumbre inescalable, río insalvable o muro impregnable, ni maremoto económico que te pueda hundir o separar de Mi amor (Romanos 8:38,39).

La fe es la moneda corriente del mundo invisible. Su paridad no está sujeta a fluctuaciones ni a correcciones de la bolsa. Tiene un valor intrínseco incalculable. Es capaz de alterar las circunstancias y hasta tu actitud ante la vida. Está a prueba de recesiones, catástrofes, accidentes y calamidades de todo tipo, y te permite superar cualquier crisis, deuda o pérdida, inclusive las que se deben a tu propia imprudencia.

Puedes depositar tu confianza en Mí con toda tranquilidad, pues nunca te decepcionaré. Aun cuando enfrentes reveses u obstáculos que parezcan infranqueables, Yo puedo eclipsar toda pérdida que hayas sufrido y hasta sacar provecho de lo que se presenta como una derrota. Te amo tanto que he prometido hacer por ti cualquier cosa que me pidas con fe, siempre y cuando concuerde con Mi voluntad y Mi plan.

Si quieres gozar de la paz interior y estabilidad que solo Yo puedo proporcionar, pide y recibirás para que tu gozo sea pleno ( Juan 16:24).

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