2 minute read

Rincon de Amiguitos

Era un día de verano como cualquier otro. Me levanté temprano para pasar un rato con mi amigo, JJ, ya que su mamá tenía que trabajar temprano, para luego ir al campamento de verano al que íbamos cada año. Allí haríamos las cosas que siempre hacíamos: orar, jugar a los quemados, nadar, ver una película, jugar a los quemados y nadar una vez más, y luego despedirnos y prometer que seguiríamos viéndonos durante el año escolar. La única diferencia entre este día y cualquier otro es que se trataba del último día de campamento, y al cumplir 13 años, ya no podría volver el siguiente año. Sin embargo, mis amigos y yo estábamos seguros de que seguiríamos siendo amigos para siempre, y que la secundaria no nos cambiaría. ¡Nuestros lazos de amistad durarían para siempre!

Muy pronto la idea de seguir viendo a los amigos con los que iba al campamento de verano desde el jardín de infantes se fue desvaneciendo. La familia de JJ se mudó a otro lugar, así que él empezó a ir a una nueva escuela secundaria pública, mientras que yo asistí a la escuela adventista que estaba en mi calle. Asistía a la misma escuela secundaria que Sean, otro amigo, y mantuvimos nuestra amistad hasta que él empezó a frecuentar a otras personas y a distanciarse lentamente. Así, ese grupo de amigos tan unidos con los que crecí pasó a ser simplemente un grato recuerdo.

Tal vez tú recuerdes experiencias similares, o quizá estés pasando por algo así en estos momentos. Si este es tu caso, recuerda que el final de una cosa suele ser el comienzo de otra. Cuando entré a la secundaria, mis intereses y pasatiempos comenzaron a cambiar. Aunque fue triste dejar atrás a mis amigos, las nuevas amistades dejaron algunos de los mejores recuerdos de mi vida, aunque fueran cosas tan simples como ir a Taco Bell o decidir en qué casa reunirnos el fin de semana. De hecho, sigo siendo amigo de algunos de ellos en la actualidad.

Lo grandioso de todo esto es que, aunque hacer amigos puede ser algo difícil, Dios sabe exactamente qué necesitamos y cuándo lo necesitamos. Los amigos son maravillosos, así que trato de atesorar el tiempo que pasamos juntos.

Cuando aceptas a Jesús como tu mejor amigo, te haces del mejor amigo para siempre. Porque, aunque tengo la suerte de contar con algunos amigos fantásticos, aún ellos pueden decepcionar en ocasiones. Jesús, en cambio, es un amigo que promete no defraudarnos jamás. Deuteronomio 31:6 nos dice: “Contigo marcha el Señor tu Dios, y él no te dejará ni te desamparará”. Esa es la clase de amigo que todos podemos aspirar a ser, y la clase de amigo que Jesús ya es para nosotros. Así que, el día de hoy, toma un momento para agradecer a tus amistades por formar parte de tu vida, y para agradecer a Jesús por llamarnos sus amigos para siempre.