Entre cuatro paredes

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Po r fa v o r h ag a si len c i o


El hospital es un espacio de recogimiento y reflexión ante la fragilidad de la vida, donde el anhelo más grande es recobrar la estabilidad perdida. Un mismo lugar donde extrañamente se combinan la angustia y la esperanza de unos con la rutina de otros. Entre cuatro paredes es el título que pretende hacer visible en imágenes una realidad en nuestra existencia: la vulnerabi lidad; además de llevar en sí las sensaciones ambivalentes que percibimos de un espacio cerrado tales como:aislamiento y soledad/ seguridad y protección. Jose Alberto Hernández


E l título de la exposición de José

Alberto Hernández, “entre Cuatro Paredes”, nos pone frente a ala dualidad, ante dos mundos separados. Lo que está adentro y lo que está afuera. Las “cuatro paredes” aluden la existencia de dos dimensiones diferentes, quizás antagónicas. Su obra nos hace penetrar espacios normalmente vedados o no conocidos; ignorados natural o intencionalmente. Los hospitales están allí, en las ciudades, en medio de la vida misma del ser humano. Desde afuera son sólo edificios, nombres, fachadas, colores, ventanas, inscripciones; son un elemento más del paisaje citadino. Fuera de ellos están el movimiento y el acontecer; la luz, la libertad y la salud. Dentro de ellos están la inercia y la espera; la penumbra, el encierro y la enfermedad. Afuera nos creemos cerca de la vida, adentro nos sentimos cerca de la muerte.


En principio, nadie quiere visitarlos o tener que ver con ellos. En principio, el umbral del hospital sólo se atraviesa en casos extremos, normalmente dolorosos. No se visitan los hospitales porque tienen acceso restringido, pero también porque nos asusta asomarnos en ellos. Con su cámara fotográfica y con su sensibilidad, José Alberto Hernández nos hace atravesar esa línea divisoria que separa dos dimensiones paralelas, yuxtapuestas e incluso entretejidas finamente la una con la otra. Sus obras, fundamentadas en el elemento dual, combinan imagen y texto, silencio y ruido, acción e inercia. Nos abren el paso por los espacios físicos del hospital, pero más aún por los espacios mentales y filosóficos. No es la primera vez que José Alberto Hernández se ocupa del binomio vida/muerte. Ésta es una preocupación antigua en su joven carrera artística. Esta vez nos acerca y confronta con nosotros mismos, con nuestra realidad de seres vulnerables y perecederos.


Nos hace cavilar sobre la eterna e ineludible igualdad que imponen el cuerpo y la enfermedad, sobre la muerte que todo lo nivela y unifica. Sus planteamientos visuales tienen un fondo espiritual cargado de inquie tudes acerca del sentido de la vida, acerca de la fragilidad de la materia, acerca de la fuerza del espíritu. Antes de ofrecer una idea fatalista, sus obras despiertan el sentido de la fe, la espe ranza, la solidaridad y la humildad. Nos presenta nuestra realidad en carne viva a través de imágenes sugerentes e inquietantes en las que el tiempo aparece detenido. Nos habla de la gran enseñanza que se obtiene de esos recintos en los que la vida pende de un hilo y el dolor físico contrae el horizonte y lo convierte en inmediatez. La obra de José Alberto, más que ninguna otra cosa, nos hace valorar lo que normalmente obviamos: la virtud de estar sanos y la maravilla de la vida. Eugenio Murillo


D esde niño y hasta hoy, el “ambiente

hospital” nunca me ha sido indiferente, los tonos de sus paredes, sábanas, batas; ese olor que lo caracteriza; las filas de espera, la tensión acrecentada por una emergencia. Equipos e instrumentos de trabajo, máquinas, lámparas y objetos metálicos que más parecieran hacernos daño que curarnos. Aditamentos artificiales (metálicos, plásticos, de hule) para el cuerpo en estado de recuperación o emergencia: mascarillas, mangueras, válvulas, tanques, bolsas, guantes, prótesis; ropa de enfermería, uniformes en general confirman el hecho de que allí dentro todos somos iguales. Grandes salones, camas una tras otra, si llas de ruedas, muchas pijamas arrugadas y amontonadas, me hacen meditar sobre una persona que pronto estará allí ; me provoca una sensación de vacío y pienso que habrá más allá de la muerte, el sentido de la vida, y si existe ya un destino.


Tales sensaciones me condujeron a que rer realizar, ahora que me dedico al Arte, un congelamiento de esas imágenes que forman parte del trajín de la vida y que en algún momento hemos vivido con diferente intensidad, de acuerdo a nuestras experiencias, y que ninguno escapa a ellas porque la vida es así de frágil. Al salir de allí nos damos cuenta del valor de cada cosa que podemos realizar por cuenta propia, comer, caminar, respirar y la bendición que significa conciliar el sueño serenamente sin que este provenga de un cuerpo rendido ante el dolor. Es en escencia meditar sobre la existencia; el contemplarnos en un espacio donde lo único que queda es vernos tal cual somos frágiles, vulnerables , dependientes del cuidado de otro. Todos aquí tenemos presente a Dios, ese creador de quien sostenernos ante la impotencia humana.


Contemplar el cuerpo desde este sitio donde queda desprovisto de cualquier culto , mito o concepción estético- erótica . La gente por lo general se ve mal, es el cuerpo agotado, desgastado, el cuerpo reducido a lo que es “simple materia”. El cuerpo reposado en una cama en posición de recogimiento o completamente extendido, postrado e inmóvil, me parece la forma más clara de contemplarle en su Realidad Absoluta, sobre ésto, sus derivaciones y asociaciones es que tengo mayor sensibilidad, me despierta temor, duda, emoción y deseo de interiorización. Esta propuesta representa un acercamiento, una manera de ponernos en contacto con ese mundo Entre cuatro paredes, un estar al frente de nuestra condición humana. El hospital como el lugar que nos deja a todos al mismo nivel, donde toda nuestra verdad queda al descubierto y nos muestra cuan vulnerables somos. José Alberto Hernández





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