Buchaca Generosa #04

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BUCHACA GENEROSA #04


ÍNDICE 01 02

CÓMO LA HUERTA DE MI ABUELO ME ENSEÑÓ A SOBREVIVIR SIENDO NEGRO Y QUEER AMIRIO FREEMAN.TRADUCIDO POR KEVIN A. PÉREZ

DIBUJANDO LÍNEAS: CONTRAPUNTOS DESDE EL INTERIOR DE LA PLANTACIÓN, ESTADO(S) DE EMERGENCIA(S) Y CRISIS DE PERTENENCIA AL HOGAR ANNALEE DAVIS

03

DIFUMINAR LA PRÁCTICA

04

CÁPSULA AGRICOPANDÉMICA

05

CONVERSACIONES EN AISLAMIENTO

06

ENTRE BROMA Y BROMA

07

CORAZÓN DE CUERDA ( 1996)

08

RECETARI O COLECTI VO

ENTREVISTA A ADÁN VALLECILLO

CARLOS FERNÁNDEZ

LUDWIKA RUBY VEGA, MARÍA JACINTA XÓN RIQUIAC,BEATRIZ CORTEZ Y HOLLY BYNOE

PAULA PIEDRA Y PABLO GUARDIOLA

SUSSY VARGAS

INGRID CORDERO, PABLO CIANCA, SOFÍA SUAREZ, CRISTINA RAMIREZ Y FEDERICO MONTERO.


BUCHACA GENEROSA – ED. 04 15 MAYO 2020 El estado emocional y físico que la cuarentena y la pandemia traen consigo puede significar una novedad, buena o mala, para muchas de las personas que nos hemos visto obligadas a convivir con ellas durante las últimas semanas. Alejarse del espacio público, limitar los contactos, o salir e ingeniárselas para moverse en un ambiente adverso y vigilante. Para otras muchas personas, sin embargo, todo este escenario de emergencia solo representa la extensión de diversas batallas que se vienen librando desde hace tiempo.

En nuestra cuarta Buchaca Generosa quisimos reunir y compartir algunas de sus voces. Con urgencia, denuncia y creatividad, estas contribuciones tratan de pensar en los escenarios de crisis como nichos para proyectar otras formas de vincularnos entre nosotros mismos, con otros seres y con el entorno. Las prácticas de consumo, la relación que construimos con la tierra, las plantaciones y sociabilidad de los alimentos también parecen cobrar un nuevo sentido en este momento y desde contextos en los cuales, con o sin virus, siempre ha habido que ingeniárselas para poder sobrevivir.


Cómo la huerta de mi abuelo me enseñó a sobrevivir siendo negro y queer Por

Amirio

Freeman.

Traducido

por

Kevin

A.

Pérez

"Hay cosas malas sucediendo en esta tierra". Estas son palabras de John Handcox, un músico folk, inquilino granjero, organizador sindical y hombre negro que vio, una tras otra, la maduración de las “cosas malas” cosechadas dentro del paisaje estadounidense de Jim Crow. Hoy día, aún hay manos mal intencionadas que perpetúan la siembra de "cosas malas", rezando para que estas echen raíces, penetren en la superficie de la tierra y se conviertan en leyes y actitudes que continúen haciendo que el suelo estadounidense sea nutritivo para algunos y árido para la mayoría. "Hay cosas malas sucediendo en esta tierra". Y sin embargo, "la mayoría" de nosotros — los indocumentados, los discapacitados, los pobres, los musulmanes y, como yo, los negros y los queer— todavía estamos aquí, eligiendo vivir, una y otra vez. O, al menos, estamos intentado todo lo posible por hacerlo. El hecho de que Estados Unidos sea tan hostil con los cuerpos que se parecen al mío y que aman como el mío es un hecho que me ha desgastado las retinas: veo los titulares con los nombres de mujeres negras transgénero brutalizadas; veo el decaimiento en la salud de mi padre causado por décadas de microagresiones laborales; veo las estadísticas sobre las crisis del VIH/SIDA que estallan en las comunidades negras y queer; y veo las imágenes de cuerpos negros sin vida esparcidas por las redes sociales. El desarraigo de las personas de color y queer ocurre con suficiente frecuencia en Estados Unidos como para ser pronosticado en un calendario, lo cual nos obliga a convertirnos en supervivientes; deseando, constantemente, alejarnos de los bordes del apocalipsis, luchando, constantemente, para que no se deshagan de nosotros. El difícil arte de permanecer vivo en este país a menudo requiere de adaptación. Para mí, formar parte del micelio digital (grupos de Facebook, chats grupales) es un intento de adaptarme. Tomarme selfies, y afirmar profundamente mi negritud reluciente y queer, se ha convertido en otro intento. Me tomo el tiempo para comunicarme conmigo mismo en mi habitación, refugiándome temporalmente de los agentes del racismo, la homofobia, la transfobia y la femmefobia. Hacer siestas también es un ungüento confiable contra los efectos de la supremacía blanca, y bailar es un remedio que consumo con frecuencia para inhibir el marchitamiento físico y psíquico. Las lágrimas sanan. Si bien esta adaptación me ha ayudado a sobrellevar la carga que se produce al habitar la negritud y la rareza (queerness), esa carga sigue siendo pesada. Residir en un mundo alimentado por la ruptura de nuestro cuerpo requiere más que encontrar consuelo en la desintegración violenta del mismo —sobrevivir en un mundo así requiere conjurar nuevas posibilidades de vida. Nuevos horizontes. Mundos completamente nuevos para ocupar. De todos esos lugares, he encontrado mundos nuevos en la huerta de mi abuelo. Ubicada en un pedazo de tierra en Carolina del Sur, hay una huerta que pertenece a mi abuelo materno— abuelo William. Durante innumerables visitas de verano a lo largo de mi infancia, esquivando el tiránico calor del sur, me sentaba en el patio trasero del abuelo William y lo observaba —con su atuendo característico de colores oscuros, camisa gastada, sombrero de ala ancha, pantalones cortos descoloridos y medias altas— darle amor a su parcela de tierra. Manipulando con cuidado el suelo y actuando como una especie de doula para producir maravillas ricas y brillantes. La okra. Los tomates. Los pepinos. La calabaza. Las verduras. Todos esperan ser encurtidos, congelados o comidos directamente del suelo con la cantidad justa de sal, pimienta y vinagre. Incluso hoy, mi abuelo todavía cuida su huerta, siempre trabajando para perfeccionar una sabiduría agrícola que se ha transmitido por generaciones. Su huerta es mi herencia. Y también mi maestra. Mi aliada y co-conspiradora.


A menudo olvidamos que los espacios naturales siempre han funcionado como escapatoria para la supervivencia de los más marginados. Harriet Tubman leía las estrellas para refugiarse a sí misma en la libertad. Hoy, millennials negros están recurriendo a las cosmologías botánico-religiosas para reclamar su poder en una sociedad que los considera impotentes. Los círculos queer están aprendiendo a desmantelar los sistemas opresivos mediante el estudio de la alineación de los planetas. Yo, tras haber presenciado la relación de mi abuelo con la tierra a lo largo de los años, he leído entre líneas la huerta, revelando escrituras en la tierra que delinean posibilidades de florecer cuando se está anclado en suelos inciertos. Delineando también modos de transformar por completo los suelos mismos. De cada maleza arrancada, de cada riego de la tierra y de cada semilla plantada, he aprendido un lenguaje que me enseña a florecer en Estados Unidos, especialmente siendo queer y negro. Lección uno: de la huerta de mi abuelo, aprendí que ir más allá de la supervivencia requiere inclinarse hacia la fe. Pero una fe en la continua existencia. Fe en el hecho de que la vida que uno ha cultivado seguirá siendo ininterrumpida. Fe en la capacidad de los espacios de muerte para transformarse en extensiones de la vida. El abuelo William confía en la fe todos los días que cultiva su huerta. Con cada semilla que planta en el suelo de Carolina del Sur —un suelo marcado por los vestigios de barcos de esclavos, cadáveres negros y bustos de Confederados— mi abuelo tiene la fe de que, después de estar en la oscuridad durante un tiempo, cada semilla explotará y luchará para ver la luz y eventualmente dar un fruto. Un derroche de vida. Con cada siembra, mi abuelo está seguro de que una tierra que fue preparada para provocar su aniquilación, le dará alimento. Al adoptar esos gestos de fe, cada mañana, me impregno de la certeza de que mi cuerpo persistirá, y se levantará al día siguiente. Lección dos: de la huerta aprendí que ir más allá de la simple supervivencia requiere perturbar las tranquilas aguas del status quo. Dentro de su refugio de vides, lombrices de tierra y cielo, el abuelo William se deshace de identidades desajustadas y raídas, y se vuelve poroso hacia otros yoes, incluidos aquellos que son vistos como insurreccionales en un mundo sostenido por imágenes de matones negros y brutos. Yoes en los que él se muestra vulnerable, cuando murmura palabras de ternura y coraje a sus plantas. Yoes en los que él se muestra tierno, incluso cuando labra con fuerza la tierra. Yoes con los que se involucra en una intimidad profunda y fluida, olvidando dónde termina su propia existencia y comienza la del suelo. Abuelo, en su huerta, se involucra en los actos de creación del mundo, cada vez más encarnado, más presente. La huerta me reta a superar los límites de este mundo para imaginar mis propios paisajes negros y queers, donde mi existencia está suavemente acunada. He aprendido a perturbar las tranquilas aguas del orden normativo de las cosas en Estados Unidos, especialmente, para evitar mi propio ahogamiento. Y lección tres: de la huerta aprendí que ir más allá de la supervivencia requiere involucrarse en un "trabajo de raíz". No me refiero al trabajo de raíz como la práctica mágica de la curación de la diáspora africana, sino al trabajo de raíz que implica la resurrección de las raíces, del pasado de uno mismo, con el propósito de permanecer enraizados y sostenidos. Mi abuelo reconoce el poder de este trabajo de raíz cada vez que almacena semillas provenientes de su huerta. Para él, cada semilla es un archivo agrario que puede activar en cualquier momento para proveer alimentos a sí mismo y a sus seres queridos. Cada semilla es un recuerdo, una memoria, una mirada retrospectiva y una fuente dadora de vida que necesita de un conocimiento pasado para marcar el comienzo de la prosperidad futura. El almacenamiento de las semillas me ha empujado a hacer mi propio trabajo de raíz, lo que me ha llevado a preguntarme constantemente: ¿qué puedo aprender de aquellos que han soportado lo que estoy viviendo ahora? ¿Qué hay para aprender de la resistencia de mis antepasados? ¿Cuáles epistemologías de la prosperidad puedo extraer de los ancianos sobre cuyos hombros estoy parado? El verano pasado, mientras visitaba al abuelo William, le pregunté por qué trabajaba la tierra. ¿De acuerdo con qué modelaba él su sociabilidad con la tierra? Estaba buscando una historia sobre su origen. Sentados en la mesa de su cocina, me contó que su padre, J. B. Singletary, fue agricultor. Para ganar dinero, para ganarse la vida, para mantener a su familia, para sobrevivir a la atmósfera racial de principios del siglo XX, mi bisabuelo se dedicó al trabajo agrícola y se convirtió así en la fuente del conocimiento agrario de mi abuelo. En mi familia, la tierra siempre ha sido una herramienta para esquivar la muerte, para lidiar con el hecho de que "nunca estuvimos destinados a sobrevivir". Lo diré una vez más: "Hay cosas malas sucediendo en esta tierra". Y, sin embargo, la tierra ha sido mi salvación. Si bien todos los días son una lucha para navegar en una casa de sustos —la bala de un oficial de policía, el agua envenenada, el mal modo de las masculinidades tóxicas en la calle— la huerta de mi abuelo ha servido como un conocimiento de lo común, ofreciendo no solo lecciones sobre cómo sobrevivir, sino también sobre cómo florecer. Expandirse. Sentirse completo. Inaugurar mejores formas de vida. Como una persona negra y queer que está bajo ataques constantes, mi muerte siempre es una posibilidad, haciendo que la idea de regresar a la tierra sea algo que generalmente me da miedo. Pero regresar a la tierra, por medio de entender la pedagogía de supervivencia de las huertas, se ha convertido en una clave crucial para mi respiración sostenida.


Amirio Freeman (@plantasia_barrino). Originario de Hampton, Virginia, y actual residente de Washington D.C., Amirio Freeman es un artista negro y queer defensor de los sistemas alimentarios. Actualmente se desempeña como especialista en defensa para una organización nacional dedicada a mitigar el hambre. El trabajo de Amirio se puede encontrar en: beinggreenwhileblack.club.

Texto original en inglés - Aquí


Dibujando Líneas:

Contrapuntos desde el interior de la plantación, estado(s) de emergencia(s) y crisis de pertenencia al hogar

ANNALEE DAVIS

Annalee Davis, artista y activista creativa de Barbados, traza en este ensayo diferentes contrapuntos sobre las plantaciones: desde los constructos fijos que habitualmente conocemos, a las posibilidades creativas,

luchas

y

compromisos

de

su

experiencia

vivida

ahí.

Asimismo, por medio de su trabajo, nos ayuda a comprender que una práctica contextualizada en el Caribe implica el conocimiento de un pasado complicado pero también el reconcilio de la historia con múltiples biografías, y que si las trazamos como líneas sobre papel, pondrían en evidencia infinitas posibilidades de conexión.

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Entrevista a Adán Vallecillo

Difuminar la práctica:

En 2019, TEOR/éTica se propuso invitar a agentes que habían sido parte de su historia reciente y pasada para celebrar su 20 aniversario. Una de esas propuestas concluyó en Ingesta, una exposición colectiva, curada por Adán Vallecillo, a partir de un diálogo con Paula Piedra y Miguel A. López. La exposición estuvo abierta al público de setiembre, 2019, a febrero, 2020. Sin embargo, el proceso de desarrollo y diálogo fue mucho más profundo. En esta entrevista, invitamos a Adán —colaborador cercano de TEOR/éTica desde hace ya muchos años— a hacer una reflexión de lo que fue esta experiencia. ¿Qué significaba para vos curar una exposición en TEOR/éTica en su 20 aniversario, habiendo sido parte de la historia de la institución, primero como artista y ahora como curador? En cierto sentido ha sido como cerrar un ciclo. Resulta que Virginia se enteró de mi práctica artística un par de años después de conocernos. Aunque ya la admiraba, había estado en algunas de sus conferencias organizadas en Honduras por Mujeres en las Artes, y también había leído varios de sus ensayos. Nuestro primer encuentro tuvo lugar en 2003, en el espacio del colectivo La Cuartería, en la colonia Villa Olímpica de la capital, Tegucigalpa. Allí nos juntábamos Fernando Cortés, Tania Flores, Ernesto Rodezno, Cesar Manzanares, Gabriel Galeano, Leonardo González, Celeste Ponce, Dina Lagos, el crítico de arte Ramón Caballero, así como otros artistas más y vecinos del barrio, para discutir textos de arte y filosofía, hacer muestras, cocina colectiva y planear intervenciones y protestas. Fueron años de mucha actividad en el pequeño circuito del arte contemporáneo en Tegucigalpa. Virginia había escuchado de nuestra existencia y, llevada por la curiosidad que le caracterizaba, vino a nuestro barrio junto al curador español Santiago Olmo, a ver una muestra colectiva y revisar portafolios de los integrantes del grupo. Les llamó particularmente la atención un proyecto de arte público que organizamos en la ciudad universitaria de la UNAH, al que llamamos 20 Pesos. La idea fue invitar artistas a realizar sus performances con un presupuesto de 20 lempiras, que en ese entonces era el equivalente a un dólar. De allí, Virginia seleccionó una obra de Leonardo González para la Bienal de Cuenca. En aquel entonces quedamos muy emocionados con su visita, aunque no se quedaran mucho tiempo, porque tenían otros compromisos que atender en su corto viaje, por lo que no hubo espacio para mostrarles mi portafolio. Por otro lado, en la muestra, no habían obras de mi autoría, ya que mi participación había sido como curador. Sin embargo, debido a esa admiración y respeto que siempre tuve hacia ella, quise imaginar que ese sólo era el primero de muchos encuentros y colaboraciones que vendrían más adelante. Luego, en agosto de 2005 fui invitado a San José, como ponente para el encuentro teórico Situaciones Artísticas Latinoamericanas II. Allí fue que, accidentalmente, se enteró de mis obras, mientras yo le mostraba mi portafolio a mi amiga y curadora cubana Tamara Díaz. Después de eso, en 2006, ellas me invitaron a Estrecho Dudoso, y un año después recibí muy emocionado su invitación para montar mi primera muestra personal en Costa Rica, que se tituló Denominaciones y Retroscopías.


Desde entonces, pasaron 12 años entre esa muestra personal y la invitación a curar un proyecto como Ingesta que para mí ha sido tan significativo. En síntesis, muchas vivencias y aprendizajes, pero sobre todo la alegría de los encuentros y TEOR/éTica como plataforma aglutinadora de esas entrañables experiencias. ¿Cómo se traslapan y se separan tus roles de curador y artista? Más que traslaparse o separarse quisiera pensar que se difuminan. Es decir, que abrazo la ambigüedad y me niego a seguir esos modelos en los que no cabe “la opacidad de nuestra existencia” un concepto que retomo del poeta martiniqués Edouard Glissant. Ha sido un proceso de reconocimiento que me ha permitido fortalecer vínculos profesionales y afectivos con la comunidad de artistas de Centroamérica, estar al tanto de su producción. Al mismo tiempo, he aprendido a respetar y valorar los aportes de curadores de la región, entablando diálogos, discusiones y colaboraciones que me ayudan a entender mejor las dinámicas de sus contextos, así como el rumbo de sus ideas. Por otro lado, creo que resulta sano (de vez en cuando) desviarnos de nuestros roles, ir más allá de las restricciones y esencialismos autoimpuestos. De alguna manera siento que esa deriva en el oficio, por su carácter dual, facilita la realización de proyectos que desde posiciones más definidas serían imposibles de hacer. En TEOR/éTica venimos pensando las dimensiones de la colaboración y en cómo ciertos ejercicios pueden construir colectividad, parte de la motivación de invitarte era porque nos interesaba trabajar con otres. ¿Cómo fue el trabajo de la curaduría en diálogo con los codirectores, Paula Piedra y Miguel A. López? ¿Cómo enriqueció el proceso y cuáles fueron los retos? Sencillamente mostrar la calidad y fuerza de las obras que componen Ingesta hubiera sido insuficiente sin la dedicación y los aportes de Paula y Miguel. Ambos me apoyaron desde el inicio, por un lado, como interlocutores críticos, y por otro, acompañando la articulación y edición del texto curatorial, la selección, producción y montaje de las obras y fichas técnicas. Posteriormente, mientras estuvo abierta la muestra, se desarrollaron actividades complementarias bajo su responsabilidad que salieron de maravilla. Como por ejemplo el taller de Carlos Fernández, Trazando el Vínculo: una excusa para compartir alimentos. La verdad es que no resulta fácil ponerse de acuerdo en colectivo (más aún, si no se ha tenido la oportunidad anteriormente, como fue el caso), ya que conozco a Paula y Miguel de antes, pero hasta ahora no habíamos compartido trabajo. Eso tuvo sus ventajas, ya que, contrario a lo que puede suceder cuando la gente se conoce en el ámbito laboral y son amigos al mismo tiempo, a veces no se dicen las cosas para no herir susceptibilidades o generar conflictos. Pero en este caso, creo que tanto Paula como Miguel se sintieron con la tranquilidad de decir lo que pensaban y escuchar respetuosamente lo que yo tenía que decir aunque no siempre estuvimos de acuerdo. Aprendí cantidad, fueron además de profesionales, muy cálidos, detallistas y divertidos, siento que encontramos un buen balance. Estaré siempre agradecido por la invitación y encantado si se da la oportunidad de volver a hacer algo juntos. Viendo el resultado final de la exposición ¿Qué cosas sentís que no funcionaron, y qué otras te hubiera gustado que se dieran y no pudieron ser? ¿Por qué? Pues, me hubiera gustado compartir con más artistas de la muestra durante y después de la inauguración, poder conversar alrededor de sus obras y escuchar personalmente sus puntos de vista. Nunca me había pasado algo así, de 20 artistas sólo estaba una (Stephanie Williams). Pero claro, como suele suceder, la presencia o no de los artistas participantes en una exhibición internacional, depende de los límites del presupuesto, y en este caso, la fecha de inauguración coincidió también con que los otros artistas locales se encontraban fuera de Costa Rica.


Constantemente volvemos a la pregunta de cómo entender Centroamérica desde el arte, qué nos une, qué nos hace diferentes como países y comunidades. En este caso, la comida fue una manera de pensar en un punto de encuentro que incluso supera las fronteras de la región. ¿Cómo surgió este planteamiento? ¿Qué otros aspectos crees que podrían explorarse a futuro en una línea similar? Es un territorio complejo, uno no deja de descubrir distintas coordenadas discursivas a partir de su historia, diferencias culturales entre uno y otro de los países, sus luchas sociales y desafíos. Pero también se descubren paralelismos y sintonías, como la permeabilidad del arte a influencias que no vienen de la tradición racionalista. Más bien destacan elementos que vienen de una riqueza visual y cultural que trasciende algunas veces la estética asimilada en términos occidentales o la moral individualista dominante. Me queda la sensación —no sólo con Ingesta— de que en Centroamérica constantemente hacemos micropolítica en el sentido que lo plantea Suely Rolnik cuando dice que: “una se junta con los otros, se coopera distinto porque es desde una resonancia, desde el saber del cuerpo, de una resonancia entre los cuerpos, de las subjetividades en resistencia. Lo que está empezando a germinar, frente a un ahogo de las fuerzas de la vida”. Entonces, se genera pensamiento desde la generosidad.No pasa directamente por una relación con occidente y su historia del arte o, en otros casos, esa relación con el mundo occidental aparece en términos críticos. De esas coordenadas discursivas se desprende la selección de obras para la muestra. La comida está presente de muchas maneras, aparece orgánicamente ligada a las historias personales, pero también asociada indirectamente a nuestra condición de países productores de materias primas, porque históricamente nuestra dependencia de la economía global ha sido impuesta en esos términos. Entonces, profundizar más en esas dimensiones políticas de la comida y cómo atraviesan la producción artística en Centroamérica es algo que me sigue interesando. Sobre todo en estos tiempos de pandemia y confinamiento colectivo, cuando la producción y distribución de alimentos cada vez más adquieren dimensiones políticas que parecían impensables y descartadas por el modelo neoliberal imperante hasta la llegada del COVID-19.


CÁPSULA AGRICOPANDÉMICA CARLOS FERNÁNDEZ

El artista visual Carlos Fernández presenta este video como un anecdotario que da cuenta de su conocimiento sobre la agricultura orgánica para apoyar a quienes estén trabajando o iniciándose en esta práctica tan antigua pero tan actual en este momento: sembrar nuestros propios alimentos. Con este video-texto Carlos no pretende dar una cátedra sobre el tema, más bien compartir desde la intimidad de su cuarentena, actividades, prácticas y observaciones que ha ido desarrollando desde su propia experiencia dentro del contexto agrícola. Con este video, además, Carlos responde tanto a una solicitud de colaboración para la Buchaca Generosa de TEOR/éTica como a la comisión de una obra por parte de la Bienal FEMSA.

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Conversaciones en aislamiento LUDWIKA RUBY VEGA MARÍA JACINTA XÓN RIQUIAC BEATRIZ CORTEZ

BUCHACA GENEROSA #04 WWW.TEORETICA.ORG


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“El COVID-19 representa una doble amenaza para la supervivencia de la comunidad transgénero” CONVERSACIÓN CON LUDWIKA RUBY VEGA

Miguel A. López (MAL): ¿Cómo estás personalmente, y cómo la situación del COVID-19 ha afectado tu vida diaria y trabajo? Ludwika Ruby Vega (LRV): Quisiera presentarme para quienes no me conocen. Soy Ludwika Vega, mujer transgénero, nicaragüense, y sobreviviente: en primer lugar, porque tengo 36 años, y en segundo, porque intentaron asesinarme y ahora me encuentro mejor luego de múltiples cirugías de reconstrucción de varias partes de mi cuerpo. Tengo también 7 años de haber sido diagnosticada con diabetes. La situación que vivimos me ha afectado mucho. El martes 28 de abril estuve en el hospital con 437 de azúcar alta, me pusieron insulina, pero desde entonces el nivel de azúcar sigue alto (entre 200 y 275) y no me baja. Esto me hace más vulnerable y propensa a contraer COVID-19. Esta condición crónica afecta mi vida personal y profesional: hace que no pueda salir mucho a la calle sin proteccion, pero mi trabajo es de campo, mi activismo es de andar de un lugar a otro acompañando a las compañeras (ya sea acompañamiento médico, psicosocial o jurídico). Me ha afectado también ya que estoy acostumbrada a realizar encuentros, talleres con mujeres trans, y las nuevas medidas de seguridad nos obliga a estar aisladas por la aceleración del contagio. MAL: ¿Cómo se está viviendo el avance de la pandemia en Nicaragua? LRV: Nos está afectando mucho. Hemos tenido que detener las labores de lucha por los derechos humanos LGBTIQ+ para defendernos ante la pandemia. Las organizaciones han virado sus prioridades para poder brindar apoyos sanitarios ya que los pocos paquetes higiénicos que existen no están llegando a toda la población, son materiales escasos y ha habido también un aprovechamiento del comercio a través del alza de los precios. Nicaragua, un país con 6.5 millones de habitantes, ha informado oficialmente que entre el 18 de marzo y el 22 abril ha diagnosticado 10 casos de COVID-19, de los cuales han fallecido 3 personas que tenían varias enfermedades crónicas, entre ellas el VIH. Sin embargo, la información que brinda el gobierno a través del Ministerio de Salud (MINSA) es ambigua, generando mucha desconfianza en la población. Además de ello, las acciones gubernamentales no han promovido el distanciamiento social. Aun cuando la OPS/OMS (Organización Panamericana de la Salud / Organización Mundial de la Salud) ha solicitado tomar medidas higiénicas y de aislamiento, el gobierno ha convocado a actividades masivas, exponiendo a la sociedad civil y especialmente a los allegados a su partido. Las autoridades han dicho que Nicaragua no puede darse el lujo de cerrar su economía ya que el país depende del comercio exterior y de los ingresos del trabajo diario, señalando que el país no tiene grandes fuentes de dinero y que el cierre no se justificaba en una situación en la que supuestamente no habían muchos casos de COVID-19. Sin embargo, a pesar que el MINSA insiste en que no hay transmisión comunitaria, muchas voces desde sectores de la oposición alegan que las cifras oficiales son inexactas y que en realidad el gobierno no está haciendo nada para combatir la pandemia. Al parecer el número bajo de casos confirmados se debe a que no han aplicado pruebas masivas en la población. Recientemente, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) expresó su preocupación sobre la situación en Nicaragua. En opinión de ellos, “la falta de transparencia e información confiable y pormenorizada sobre las medidas de prevención de contagios y contención de la pandemia… contribuyen a incrementar la desconfianza pública ya existente en el país y a reducir la capacidad de las autoridades de tomar medidas y políticas adecuadas para proteger y garantizar la salud de la población”. Hay que añadir que en el país la mayoría de personas viven del trabajo independiente e informal, y sus ingresos y sustento familiar dependen de poder trabajar día tras día. MAL: La comunidad transgénero ha sido siempre la más amenazada y violentada. Muchas de ustedes son agredidas en las calles y numerosas activistas trans han sido brutalmente golpeadas o asesinadas. Hace pocos meses, tú sobreviviste a un salvaje ataque por desconocidos en la sede de la Asociación Nicaragüense de Transgénero (ANIT), de la cual eres presidenta. ¿Cuál es el efecto de la pandemia en la comunidad transgénero?


LRV: Para los grupos históricamente discriminados, como la población LGBTIQ+, la emergencia de salud pública producida por el COVID-19 aumenta significativamente los riesgos a los que están expuestos cotidianamente. Esto es así en todos lados y especialmente en Nicaragua. Dentro de la comunidad LGBTIQ+ hay personas con un mayor nivel de vulnerabilidad, como aquellos que viven con la enfermedad crónica de VIH, los hombres gays, las mujeres transgéneros, las y los trabajadoras sexuales. A ello se suma que el alto consumo de tabaco, alcohol y drogas los hace más propensos a enfermarse, lo cual incrementa las experiencias de discriminación y agresión durante la atención médica. Antes del COVID-19, la atención en el sistema público de salud para la población LGBTIQ+ estaba solo vinculada a tratar el VIH/SIDA, aún cuando es evidente y necesario la implementación de una atención integral que responda a las necesidades específicas de la identidad de género y sexual. Por otro lado, como lo han demostrado varios estudios, la salud mental de personas LGBTIQ+ se ve afectada desde edades muy tempranas, debido al rechazo familiar y el acoso escolar, y más tarde, por la discriminación en ambientes sociales y laborales. Dichas situaciones se traducen en un aumento de episodios depresivos y de ideas suicidas. El aislamiento social, medida preventiva para evitar la propagación del virus, es un factor de riesgo para su bienestar psíquico y emocional ya que muchas veces las personas no cuentan con redes de apoyo –en especial familiares– para sobrellevar el confinamiento. Otro aspecto que vulnera a la comunidad LGBTIQ+ es la ausencia de espacios laborales que les permita tener un ingreso mensual para sobrevivir. En el estudio “Una mirada hacia la diversidad sexual”, realizado en el año 2010 por el Grupo Estratégico por la Diversidad Sexual en Nicaragua (GEDS), se afirma que “las transgéneros femeninas tenemos una situación laboral y económica más precaria, tanto en relación con la población en general como con el resto de las identidades sexuales”. MAL: Esa situación de precariedad laboral está asociada a que muchas autoridades aún les niegan el derecho a la autodeterminación de su nombre y género. Estos discursos transfóbicos se enmascaran en ideas religiosas conservadoras que obstruyen las condiciones de una vida digna y orillan a las personas a la muerte temprana. LRV: Efectivamente. La negación de la identidad es otro gran problema. No ser reconocidas como personas transgéneros, no sentir que se acepta nuestra propia identidad y expresión de género, constituye un acto de discriminación institucional que nos expone a situaciones de riesgo y nos obliga a buscar alternativas de sobrevivencia económica, entre ellas, el trabajo sexual. Estas acciones negativas se siguen acumulando y forman imaginarios o patrones de estigmatización, invisibilización y violencia hacia las personas transgénero. Estas acciones nos afectan profundamente en lo individual, ya que por lo general en estos ambiente hostiles nos sentimos expropiadas del poder para reclamar nuestro espacio, ya sea en el seno familiar o en nuestra sociedad. Si tuviéramos que resumir estas causas y consecuencias podríamos decir que en Nicaragua las personas LGTBIQ+, y en especial la comunidad transgénero, somos altamente vulnerables y estamos siempre expuestas a morir, por lo cual el COVID-19 se convierte en un obstáculo adicional que fragiliza nuestra calidad de vida, y en una doble amenaza a nuestra supervivencia. Y sobre las muertes, en estas últimas semanas de pandemia en Nicaragua, en la Asociación Nicaragüense de Transgéneros (ANIT) hemos acogido seis casos de agresiones hacia mujeres trans que han estado ejerciendo el trabajo en la calle. Claramente la violencia ha aumentado y los robos están a la orden del dia. MAL: En diversos lugares de América Latina, colectivas de trabajadoras sexuales han colocado demandas públicas sobre la desprotección en que viven, pero en gran medida son ignoradas por las autoridades ¿Cómo ves esta situación en Nicaragua y el efecto del COVID-19 en el trabajo sexual? LRV: En Nicaragua no se ha decretado ningún tipo de aislamiento, cuarentena, y hasta hace poco eran mínimas las medidas de seguridad implementadas por el gobierno. Hace tan solo tres días [28 de abril] la señora Rosario Murillo [vicepresidenta de Nicaragua] pidió públicamente, con poco interés, que las personas se aíslen y usen mascarillas. Así, durante todo este tiempo las trabajadoras sexuales trans y cisgénero han seguido ejerciendo en las calles, en night clubs, y en otros lugares como bares o puntos de encuentro sexual. Es muy grande el riesgo que corren. No tienen medidas de protección ante la avance de la pandemia. Nosotros desde ANIT hemos entregado alcohol, mascarillas y guantes, pero la falta de oportunidades laborales las obliga a seguir exponiéndose diariamente, ya que es el único ingreso económico que muchas de tienen. Tristemente, Nicaragua es el único país de la región que tiene tan poco interés en proteger a los ciudadanos.

San José / Managua, 1 de mayo de 2020


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“Mi investigación no solo es culinaria, es una revolución antineoliberal a través de la resignificación de lo doméstico” CONVERSACIÓN CON MARÍA JACINTA XÓN RIQUIAC

Miguel A. López (MAL): ¿Cómo estás personalmente, y cómo ha afectado el COVID-19 tu vida cotidiana y tu trabajo? Maria Jacinta Xón Riquiac (MJXR): Me siento como mucha gente en el mundo: tengo incertidumbre por mi futuro existencial, físico y económico, por el de la gente a la quiero, por la gente a la que conozco y por los que no conozco. Me siento impotente porque si la extrema pobreza era un día a día en Guatemala desde hace siglos, esta situación lo evidencia crudamente. También experimento aversión por el destino de los préstamos multimillonarios que el gobierno hizo, los cuales son el festín de la corrupción y la historia política de este país. MAL: Tu trabajo intelectual analiza y desmantela la forma en que los conocimientos que las ciencias occidentales establecen una subordinación frente a los conocimientos indígenas. ¿Cómo opera esta relación de poder en la gestión de la pandemia en Guatemala? ¿Hay allí una nueva imposición occidental y una desvalorización de sistemas de conocimiento indígena? MJXR: Para responderte, creo que debemos aclarar que las ciencias occidentales “modernas” son mecanismos sociales, políticos, económicos y culturales especializadas en sus áreas disciplinarias, para el funcionamiento, gestión y control de los grupos sociales. Este principio no funciona en sociedades como la guatemalteca, desde que se dice “moderna”. Pues, por siglos, el Estado ha sido una maquinaria de explotación y subordinación al estilo colonial. La modernidad como imposición occidental la vivimos como una aspiración civilizatoria impuesta como política de Estado dado que el capitalismo, al igual que Europa en la colonia, considera que los recursos naturales y la mano de obra no remunerada –o muy mal remunerada– son un botín. Claro, la diferencia es que en la contemporaneidad ya no es solo Europa, sino que también Estados Unidos y China están en la competencia por la expropiación, quienes además nos consideran potenciales consumidores. De esta forma, la extrema pobreza que evidencia crudamente la pandemia, así como el aparato estatal que permite legal y descaradamente la corrupción a niveles absurdos, nos recuerda que nunca dejamos de funcionar como territorio colonial de explotación y exterminio. Entonces, no hay nueva imposición occidental, solo seguimos en la explotación histórica que cambia de nombre. A mi parecer –disculpas por la ironía–, el virus no tiene una intención específica de desvalorización de los sistemas de conocimiento indígenas. Esta pandemia, sus efectos y víctimas, cuestiona las formas de vida humanas, evidencia las desigualdades sociales, las violencias, el impacto del hacer humano al planeta, eso sí, entre tantísimas otras cosas. ¿Cómo se viene gestionando la pandemia en Guatemala? ¡Terrible! Solo ver la cantidad de denuncias por falta de insumos médicos en todo el sistema de salud, las condiciones en los que los hospitales temporales operan, las banderas blancas en cada rincón del país, etc., y las millonadas de quetzales en préstamos que jamás aliviarán las necesidades inmediatas, ni de mediano plazo de la población indígena y mestiza extremadamente pobre, y la que se creía clase media por profesionalizada, te imaginarás… Es un panorama nada alentador. MAL: Además de antropóloga, eres directora del proyecto culinario Tux –“resugir” en Maya K’iche’–, ubicado en Chichicastenango. Desde allí propones un reencuentro con la ciencia y los saberes alimentarios de los pueblos indígenas, históricamente interrumpidos por la violencia colonial. Quería preguntarte por la dimensión ritual y colectiva en el acto de comer: no solo qué comemos, sino con quiénes comemos. ¿Cómo la pandemia ha afectado Tux? ¿Y qué efectos tiene en las formas de socialización a través del comer, en particular visto desde una perspectiva indígena? MJXR: “El Proyecto Tux. Culinaria, arte y textil” es un centro de investigación de economía autosostenible que es posible gracias a su restaurante, que se llama “Proyecto Tux. Cocina Gourmet de Origen”. En sus inicios nos enfocamos en el estudio de la comida indígena prehispánica y preindustrial, y a partir de esta investigación entendimos que la comida, el comer, cómo comer, qué comer, dónde comer, etc., son un acto social, histórico, cultural y principalmente político. Nuestro fin es el fortalecimiento de la epistemología indígena desde la ciencia de las mujeres indígenas y sus opresiones/resistencias en el espacio doméstico. Por la pandemia y las restricciones de movilidad en el turismo internacional y nacional, el restaurante se ha visto seriamente afectado ante la incertidumbre de las personas de contagiarse con el virus.


La investigación de la ciencia de las mujeres indígenas nos hace tomar conciencia en la contemporaneidad de algo que ha sido obvio en la historia de la humanidad sobre el comer y la comida disponible para sobrevivir. La escasez de alimentos, la escasez de dinero para comprarla y transformar en digerible y rico los pocos recursos disponibles, nos recuerdan los niveles de dependencia contemporánea a la industrialización alimentaria. No sé si a eso te refieres como socialización del comer. Más que una noción determinista –de que solo las comunidades indígenas o todas las comunidades indígenas tenemos una socialización del comer y del qué comer–, la situación a la que nos enfrenta la pandemia nos hace tomar conciencia de la relación tierra-trabajo-sustentabilidad de la producción-libre derecho al resguardo, producción, intercambio y consumo de las semillas nativas y criollas, así como intercambios de valor equitativos = soberanía alimentaria. Una especie de código abierto respecto a la producción de semillas, que implica algo político a nivel global en la contemporaneidad. Por ahora, lamentablemente, es un ideal . En mi pueblo, los que tienen un poco de tierra y cosecharon suficiente el año pasado dicen: “tenemos maíz y frijol, no moriremos de hambre, las lluvias llegaron, ya toca sembrar maíz y frijol otra vez”, hay indígenas y ladino/mestizos. No obstante, entre los que no tienen tierra para cultivar y ya se están muriendo de hambre, hay indígenas y también ladino/mestizos. Con esto lo que quiero decir es que no se trata de si el indígena tiene más o menos ventaja, se trata de que la humanidad que sufre la pandemia es producto de una historia de explotación y explotadores, de desigualdades, de corrupción, de la violencia generada por el patriarcado, del racismo y del racialismo. Cuando hablo de lo doméstico como espacio de opresión/resistencia y lo valoro como un espacio histórico en donde las mujeres han hecho ciencia, no procuro que sea únicamente el lugar de desenvolvimiento de las mujeres, pues la participación pública de las mujeres también es importante. Mis reflexiones giran principalmente en torno a que el neoliberalismo como sistema aspiracional –es decir, como el deseo de tener un ‘nombre’ en lo público y poseer siempre ‘cuánto más’– expropia aquello que debería ser lo más importante para la humanidad: la continuidad de la vida. La continuidad de la vida entonces, nos debería hacer pensar en la sostenibilidad de la vida y lo que implica el impacto de la humanidad en su casa, la Tierra. MAL: ¿Qué crees que puede ofrecer social y políticamente la investigación culinaria en este momento de crisis sistémica global para repensar la organización del mundo? ¿En qué medida permite replantear el significado social de conceptos como dieta, sostenibilidad o soberanía? MJXR: El hecho de quedarse en casa implica muchas cosas en la contemporaneidad, no solo el aspecto culinario, sino la socialización de la vida humana, como decías en tu pregunta anterior. Por eso, mi investigación no solo es culinaria, es sobre la reproducción de la vida, sobre la soberanía alimentaria, una revolución antineoliberal a través de la resignificación de lo doméstico; entendiendo lo doméstico como un espacio en el que se ponen en marcha relaciones sociales y procesos de aprendizaje de los otros (plantas y animales) para el aprovechamiento sostenible y la reproducción de la vida. Por una parte, las luchas feministas blancas y algunas vertientes poscoloniales y decoloniales intentan liberar a las mujeres de lo privado y lo doméstico, porque se considera un espacio solo de opresión. La profesionalización laboral se considera la estrategia de integración social pública para la autonomía económica de la mujer por excelencia. Por otra parte, el patriarcado determina a los hombres como entes de y en lo público. Lo doméstico es, para el patriarcado, un lugar de mujeres. Irónicamente, tanto el patriarcado y los feminismos subestiman el papel de experimentación, creatividad y resistencia que han tenido las mujeres en lo doméstico. Y esta pandemia lo recuerda. El llamado y la imposición del encierro en lo doméstico que está ocurriendo en algunos lugares, debería al menos ponernos a reflexionar sobre lo que éste espacio ha significado históricamente para las mujeres, ya que, desde mis investigaciones, es un espacio de opresión/resistencia. Y puede ser un espacio de resistencia y soberanía alimentaria para el futuro de la humanidad; claro que lo será solo si es resignificado más allá del patriarcado. También es importante que estemos conscientes de que lo doméstico es un espacio de contradicciones y lamentablemente peligroso, en algunos casos, para niños, mujeres y ancianos. La reflexión debe ser fundamental en la contemporaneidad porque, en tiempos de explotación laboral –remunerada y mal remunerada– y de incentivo al consumismo voraz, el espacio de lo “agrícola” y de lo “doméstico” deben de ser reapropiados como lugares de independencia del mercado global. Cultivar alimentos para la reproducción de la vida colectiva, transformar los alimentos, recrear o crear recetas, por ejemplo, son actos rebeldes y revolucionarios frente a la mercantilización alimenticia. El espacio agrícola biodiverso y el espacio doméstico de resguardo personal o familiar, no son el patriarcado, sino un lugar que el patriarcado ha controlado por siglos. Mujeres y hombres deben resignificarlos. Al fin y al cabo, la reproducción de la biodiversidad y de la vida pasa ahí, en el campo, pasa ahí en la cocina, en el hogar. Por lo tanto, y a la par de la resignificación de lo doméstico, sueño con que la humanidad decida articular sus esfuerzos por proteger el agua, los ríos y los bosques. San José / Chichicastenango, 14 de mayo de 2020


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“Al sobrevivir al virus también estamos cruzando especies: un devenir posthumano” CONVERSACIÓN CON BEATRIZ CORTEZ

Miguel A. López (MAL): ¿Cómo estás personalmente, y cómo ha afectado el COVID-19 tu vida cotidiana y tu trabajo? Beatriz Cortez (BC): Estoy bien, pero en una situación complicada. Escribo esto el 11 de mayo. El último día que pude reunirme con el equipo de artistas que trabaja en mi estudio fue el 20 de marzo. Cuando empezó la cuarentena estaba trabajando con todas mis energías en una escultura a gran escala que estará en exhibición en el Rockefeller Center de Nueva York. Detener el proceso fue intelectual y emocionalmente difícil porque es una obra muy compleja que absorbía todas mis energías desde hacía semanas. Fue muy difícil para mí desmantelarla, dejarla para más tarde. Poco a poco hemos podido retomar este proyecto, vamos a paso lento pues tenemos que tomar turnos. También he estado trabajando en casa en una instalación futura en colaboración con Kang Seung Lee para el Museo de Arte Contemporáneo de Seúl, y en unas piezas de bordado sobre acero. Sobre todo me he dedicado a escribir. A pesar de la situación, me siento afortunada de tener todos estos proyectos que me permiten seguir creando y establecer conversaciones con muchas otras personas. La pandemia ha afectado mi programa de exhibiciones y, por ende, mis contratos y pagos. Entre las exhibiciones pospuestas se encuentran Sculpture Frieze en Nueva York, mi exposición individual titulada “Otras frecuencias” programada originalmente para finales de marzo en el Commonwealth and Council en Los Ángeles, y varias otras exhibiciones en San Salvador, Wisconsin, Londres, Ciudad de Panamá, y en Boston. Otras exposiciones en las que iba a participar se cancelaron definitivamente. Tenía también programadas algunas charlas, algunas canceladas y otras que realizamos de forma virtual. Ha sido necesario ser paciente y flexible con todos los cambios. MAL: Una parte importante de tu investigación y obra artística establece un diálogo con la ciencia ficción para especular posibilidades distintas del futuro, imaginando la regeneración del planeta a través de las semillas o de la sabiduría indígena largamente despreciada por la vida neoliberal contemporánea. ¿Cómo visualizar el futuro desde la pandemia que atravesamos? ¿Qué enseñanzas nos deja? BC: Mientras escribo esto, los casos diagnosticados de COVID-19 en los Estados Unidos han sobrepasado los 1.3 millones y el número de muertos ya casi llega a 80,000. En el Estado de California hay 68,052 personas que se han enfermado con el virus y unas 2,769 personas han fallecido. En la ciudad de Los Ángeles, que es donde yo vivo, 31,677 personas se han contagiado y han muerto 1,530 personas. Es una situación muy dura y peligrosa, sobre todo considerando que la mayoría de los enfermos y muertos son personas latinas y afroamericanas, gente de clase trabajadora, personas de nuestras comunidades. Los inmigrantes indocumentados corren peligro, no tienen apoyo ni acceso a programas de salud ni a planes de apoyo económico. En este momento es muy importante no solo contar con los imaginarios de ciencia ficción que nos arrancan de nuestro contexto sino también imaginar posibles futuros. Incluso al estar rodeados de tanta muerte, pensar acaso, como escribe la filósofa Rosi Braidotti, en la muerte como una potencialidad, como un devenir cósmico. De la pandemia trato de aprender que hay muchas cosas que todavía no sabemos y que no tenemos bajo control control lo que ocurre en el planeta. Esto es algo que la sabiduría indígena de las Américas también nos ha enseñado: que hay un componente espiritual más grande que el ser humano. Nuestra economía depende primero de la vida y la vida no siempre está en nuestras manos. Hay tanto sobre el virus que no comprendemos. A pesar de ello, es posible recibir algunas de las lecciones que el virus ofrece, sobre todo respecto a su forma de desmantelar el humanismo como la razón objetiva y como la única manera de comprender el mundo en el que estamos inmersos. Nuestro entendimiento del ser humano como una especie privilegiada en el planeta, como la especie que tiene derechos por sobre otras especies también queda en entredicho pues, al atravesarnos, el virus deja nuestros cuerpos transformados, con el código genético de un animal –tal vez de un murciélago– inscrito en nuestro sistema, transformado en anticuerpo. Como dijeron Deleuze y Guattari, “formamos un rizoma con nuestros virus, o más bien nuestros virus nos llevan a formar un rizoma con otros animales”. Es decir, que al sobrevivir al virus también estamos cruzando especies, estamos inmersos en un proceso de devenir animal, devenir otro, devenir posthumano.


Por otra parte, el virus nos demuestra que las ideas fundacionales del racismo o de la eugenesia son insostenibles. No hay cuerpos puros. Nuestros cuerpos son porosos: no solamente somos cruzadores de fronteras sino que, como dice el filósofo Emanuele Coccia, compartimos atmósferas, respiramos juntos, nos respiramos el uno al otro. Como quedó escrito en el Popol Vuh y en otros de los textos que guardan la espiritualidad indígena de Mesoamérica, somos vulnerables los unos a los otros, y somos responsables por los otros. El virus también nos llama la atención sobre esta vulnerabilidad colectiva. Estamos en cuarentena no solamente para protegernos a nosotros mismos, sino para proteger a los demás. Pero más allá de esto, es claro que no estamos separados de los demás, no somos un ente individual. Como dice Karen Barad, somos materia enredada. MAL: No es lo mismo enfrentar la pandemia, y menos aún enfermarse, siendo un ciudadano que siendo un inmigrante indocumentado. La respuesta de muchos gobiernos a través de los estados de alarma han servido como formas de intensificación del control racista que se venía ejerciendo cotidianamente. ¿Cómo percibes la respuesta de las comunidades racializadas frente a ello? BC: Estando en cuarentena he escuchado a mis colegas y amigos discutir en nuestras reuniones virtuales sobre la situación de sus familiares en diferentes partes del mundo. Poco a poco me han inundado los recuerdos de mis días recién llegada a los Estados Unidos y me he dado cuenta de que desde entonces nuestras familias han estado separadas. En el caso de El Salvador, nuestras familias han estado fragmentadas desde hace 30 o 40 años, es decir, hemos vivido en una especie de cuarentena por décadas. Este pensamiento ha llenado de pesar mis días de cuarentena; aunque yo soy una optimista y cuando este pensamiento me sorprende, lo aparto, y trato de pensar en los poderes mágicos que he adquirido durante este largo tiempo con nuestras vidas desperdigadas: la posibilidad de estar en varios sitios a la vez, de estar donde estamos y también donde están nuestros seres queridos y nuestros espacios amados. Es un poder especulativo que completa lagunas, remienda lazos rotos, es lo que yo he llegado a llamar la simultaneidad. Sin embargo, hay una dimensión más dura de estas separaciones, una más reciente pero que ya era puesta en práctica desde antes que la pandemia nos alcanzara. Miles de inmigrantes que en su mayoría son centroamericanos y mexicanos, ya estaban sufriendo atropellos a sus derechos más básicos en los Estados Unidos. Las familias están siendo divididas intencionalmente como una forma de escarmiento y las niñas y niños de muy corta edad están enfrentándose solos a un sistema legal para adultos que los desprecia y los considera subhumanos. Aunque es contra la ley, hay niños que han estado detenidos por más de un año, muchos de ellos sin representación legal apropiada; hay niños indígenas sin acceso a traductores. Los centros de detención los tienen en jaulas de malla ciclón con temperaturas muy bajas y con cobijas de papel aluminio. Cuando la pandemia comenzó ya había varios niños que habían muerto de dengue y de otras enfermedades en estos centros de detención, muchos de ellos en centros privados que son un negocio redondo para sus inversionistas. Esta situación de los migrantes es una consecuencia más del racismo, de las inequidades de clase, y también una consecuencia más de las guerras que nos expulsaron a muchos de nosotros de nuestros hogares y que dispersaron a las personas centroamericanas por todo el mundo. MAL: De El Salvador recientemente circular fotografías de cientos de jóvenes pandilleros pegados unos a otros, con pantalonetas y tapabocas, en una prisión local. La imagen parecía construida como una forma de escarmiento público y como una reafirmación prepotente de las lógicas penitenciarias como forma efectiva de control social. Ahora mismo, miles de personas encarceladas están amotinándose en toda América Latina por el aumento de los contagios, la insuficiencia de condiciones sanitarias y el hacinamiento en las prisiones. ¿Cómo interpretas estas recientes fotografías, y qué nos dicen sobre (la gestión de) la pandemia? BC: El autoritarismo y el nacionalismo han sido algunos de los grandes beneficiados en esta pandemia. Lo que indican estas fotografías de El Salvador no es que el actual gobierno sufra de amnesia sino todo lo contrario: que el actual gobierno se aprovecha del trauma de la guerra que todavía persiste para edificar su poder. Durante las últimas semanas, en El Salvador hemos visto también al ejército patrullar las calles e ingresar a la Asamblea Legislativa, es decir el congreso. Hemos visto además imágenes terribles de fuera de las prisiones: la población empobrecida congregándose en las calles en busca de un pago de $300 por familia para sobrevivir. Es difícil no preguntarse si el pago fue distribuido de esta manera precisamente para asegurarse de que los pobres se contagien y mueran. Todas estas imágenes han sido muy dolorosas.


Pero me parece importante pensar en las prácticas de encarcelamiento más allá de las fronteras, y en este caso, más allá de la frontera entre Latinoamérica y Estados Unidos. Una forma de guerra contra los pobres y contra los cuerpos de piel oscura es circular esas imágenes que mencionás, y otra forma de esta misma guerra es mantener a la población bajo detención invisibilizados y sin acceso a sus derechos básicos. En el caso de las cárceles de migrantes, se trata de poblaciones que sufren de gran invisibilidad. No se permite que nadie los visite. Y, con la excusa de que los niños son menores de edad, no se permite que la prensa los entreviste. Hay muy pocas personas que han tenido acceso a estos niños. Se sabe que están experimentando trauma, que no tienen acceso a comida saludable, que no están en condiciones dignas, que no tienen privacidad, que no tienen jabón, pasta de dientes o abrigo apropiado. Es necesario darnos cuenta de que la guerra contra los pobres y contra las poblaciones marginadas continúa desde diferentes espacios a través de fronteras. No se ha invertido lo suficiente en la juventud, en los parques, en los programas educativos, en los proyectos sociales, en los espacios de arte. Y ahora con el virus, menos aún se protege a esta población. Cuando la pandemia termine, no necesitamos regresar a nuestras vidas de antes: necesitamos invertir en la juventud y en la niñez y cambiar los patrones racistas y clasistas que plagan los sistemas educativos, hacer el arte accesible, abrir el imaginario de los niños, para que ellos puedan construir un futuro diferente. Nosotros como humanos del presente no hemos hecho un buen trabajo. Gracias a una ley que se estableció en 1985 cuando la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) demandó al gobierno federal en nombre de Jeny Lisette Flores –una adolescente salvadoreña que cruzó la frontera y fue enviada a un centro de detención–, en tiempos recientes ha sido posible obtener algunos testimonios de los niños que se encuentran detenidos en una prisión migratoria en los Estados Unidos. Guardo conmigo algunas de esas declaraciones, sobre todo unas palabras que en estos días de cuarentena hemos ido bordando sobre una escultura de acero en mi estudio: Mi bebé está enfermo I am always hungry here Ya no he vuelto a ver a mi papá I sleep on the floor Tengo una cobija de metal.

San José / Los Ángeles, 11 de mayo de 2020


ENTRE BROMA Y BROMA Pablo Guardiola (Codirector Beta-Local, Puerto Rico) y Paula Piedra (Codirectora TEOR/ éTica, Costa Rica)

“Por eso nosotros no podemos hacer predicciones, lo que hacemos son anticipaciones.” “Todavía estamos sistematizando lo que aprendimos, después habrá tiempo para la interpretación” Mario Protti

[18/4/20 10:59:35] Pablo Guardiola: Así debería ser algunos días

[18/4/20 11:21:37] Paula Piedra: jajajajajajaja [19/4/20 11:09:09] Paula Piedra:

[19/4/20 11:10:26] Pablo Guardiola: Ja! Tengo varios amigos nuevos. Los gatos de la plaza frente a casa. [19/4/20 11:11:27] Paula Piedra: Awww 😻 [19/4/20 11:12:11] Paula Piedra: Cómo vas? [19/4/20 11:15:34] Pablo Guardiola: Bien. Estamos poco a poco comunicándonos con la Práctica y otros colegas que se quedaron colgando para ver qué y cómo lo hacemos. Ya luego el gobierno aceptó esta semana que tienen sus datos y estadísticas a lo loco… [19/4/20 11:15:43] Pablo Guardiola: Y tú?


[19/4/20 11:22:35] Paula Piedra: Pues personalmente bien...en Teor ha sido una aventura...al principio un poco en modo emergencia...y ahora poco a poco agarrando un nuevo ritmo de trabajo y reimaginando todo!!! Ahí vamos!!! [19/4/20 11:25:17] Pablo Guardiola: [19/4/20 11:25:47] Paula Piedra: [19/4/20 11:29:44] Pablo Guardiola:

[19/4/20 11:30:08] Pablo Guardiola: Me sospecho era casero y lo dejaron en la plaza. [19/4/20 11:30:18] Pablo Guardiola: Mi vecino los alimenta [19/4/20 11:32:49] Pablo Guardiola:


[19/4/20 11:34:37] Pablo Guardiola: Sí. Es un letrero con luces. Lo tenía afuera en la fachada de donde fue la expo. [19/4/20 11:34:50] Paula Piedra: Qué potente [19/4/20 11:35:03] Pablo Guardiola: Sale de una novela de Aira, El congreso de literatura. [19/4/20 11:35:23] Paula Piedra: Igual me encanta cómo se lee ahora [19/4/20 11:35:47] Pablo Guardiola: Sí. Tiene mucho de eso. [19/4/20 11:38:34] Paula Piedra: Me pregunté en algún momento cómo nos preparamos para algo como lo que está pasando ahora...y si por ejemplo en Puerto Rico, con las experiencias tan traumáticas de los últimos años eso les ha dado más herramientas? [19/4/20 11:39:38] Paula Piedra: Eso también me hace pensar el rótulo de tu expo... [19/4/20 11:46:18] Pablo Guardiola: Es inevitable analizar cómo la experiencia del Huracán María nos ha preparado para estos tiempos de pandemia. De manera extraña la comparación, en un primer nivel, me desorienta... [19/4/20 11:52:24] Paula Piedra: Igual lo que sí he tenido súper presente, y es algo con lo que me quedé después de ir a Puerto Rico el año pasado...es como una sensación de que a ustedes se les reorganizaron las prioridades…María dejó más claro cuáles eran las prioridades. Y yo ahora pienso mucho en eso... [19/4/20 11:54:30] Pablo Guardiola: Sí. Y en momentos se nos hace más fácil cancelar cosas innecesarias, je, je. En específico colaboraciones con gringos… [19/4/20 11:54:45] Paula Piedra: jajajajaja, eso está bien!! [19/4/20 11:55:00] Pablo Guardiola: ...en este tipo de instancias siempre es bueno volver a Illich. Tal vez es útil pensar en las herramientas y en las escalas. El Huracán fue un fenómeno total que en la isla experimentamos como tal. Fenomenología pura, siempre desde la experiencia del cuerpo. Luego todo el trabajo fue uno a escala humana, trabajábamos hasta donde se podía, aunque fuera extremo, pero dentro de nuestras escalas humanas. Las herramientas fueron convivenciales, a nuestro servicio y para lo que hacían falta. Un factor clave fue que toda la isla experimentó el colapso simultáneo, lo normal era imposible, todo tenía que parar. La pausa fue inevitable, y eso nos permitió observar y pensar, agudizando sentimientos y sensaciones. Dentro de estas dinámicas era necesario para la sobrevivencia estar cerca y juntos. Trabajábamos, comíamos, bebíamos juntas. En esos primeros días la cooperación no estaba institucionalizada ni profesionalizada, la ayuda entre vecinos era un acto de sentido común y de ser buenos vecinos, sin discursos excesivos de solidaridad, ayuda mutua y filantropía... [19/4/20 11:53:41] Paula Piedra: ¿Y ahora con la pandemia?


[20/4/20 16:07:33] Pablo Guardiola: Ahora con la pandemia, las herramientas no son convivenciales, ahora trabajamos para ellas. Por eso terminamos cada día con la sensación de que no nos da el tiempo. Aquí hablo de mi entorno, quienes más o menos todavía tenemos trabajo (pago), y hemos podido continuar, de manera modificada, trabajando. Tampoco podemos comer y beber en comunidad. Estas sensaciones me desorientan sobremanera. Bueno, hay que aceptar que este sentimiento lo voy a seguir sintiendo por mucho tiempo. Y a pesar de que el virus es una cosa bastante humana, su abstracción lo hace lejano e incomprensible... [20/4/20 16:08:33] Paula Piedra: ¿Lejano e incomprensible? [20/4/20 16:10:35] Pablo Guardiola: Sí, hace unos día una colega y amiga cercana hablaba de que la cuarentena es como la espera antes de un huracán, pero extendida a casi ya dos meses. Esa espera ante un fenómeno tan abstracto es la desorientación total. Otro buen amigo hablaba después de María de que las ráfagas fuertes estaban por venir, refiriéndose a la tormenta que el capitalismo del desastre desarrollaría. El otro día, ese mismo amigo volvió a mencionar de que a pesar de la larga espera tenemos que estar listos, esa otra tormenta también volverá a manifestarse, aunque realmente desde el 2017 de estos lares no se ha ido. [20/4/20 16:12:21] Pablo Guardiola: La desorientación también genera buenos chistes, no hay manera que no sea riéndose que se tolera un encierro efectuado por el villano, un gobierno corrupto e inepto, con poca tolerancia a la oposición ciudadana. Y que todo eso está dentro de los confines de un virus peligroso que no comprendemos. [21/4/20 14:32:38] Pablo Guardiola:


[21/4/20 14:33:18] Paula Piedra: jajajajaja [21/4/20 14:35:10] Paula Piedra: Me quedé pensando en ese cartel de tu expo que me enviaste y lo que conversamos y quería rumiar con vos sobre qué cosas que ya estábamos haciendo a modo de ensayo se sienten como las nuevas maneras de existir y operar??? [21/4/20 14:38:18] Pablo Guardiola: Chach, bien fuerte…palabras en boga como resiliente, emprender, reinventar, reactivar, repensar… dan mucha risa, y también mucha rabia. Con esperanza, estos chistes por lo general nos llevan a la irreverencia emancipadora...Ya fuera de chiste, el huracán nos preparó para navegar dentro de la desorientación. Sabemos detenernos para pensar con actitud y claridad, con el fin de generar pensamientos y acciones que sean útiles, no imprudentes. Desde el trabajo cultural para nosotros es importante saber distinguir que no es lo mismo la oportunidad que el oportunismo. Dentro de estas coordenadas estamos más que preparados para recibir las próximas ráfagas que por ahí se avecinan. Lo bueno es que este ejercicio no es en solitario, llevamos trabajando en esto por varios años, contamos con colegas que están cerca, pensando cerca desde coordenadas similares. El compartir y desarrollar colectivamente no sale de un vacío. Sin hacer ruido, eso se lleva ejecutando desde hace mucho tiempo. Así es más llevadera la cosa... [21/4/20 14:40:15] Paula Piedra: Volviendo a las metáforas del huracán...yo siento que todo esto ha sido como ese proceso del tsunami, en el que primero todo se contrae y parece que lo que antes eran unas olas vivas y juguetonas van quedando como un paisaje desértico...solo arena mojada. Pero - y no sé si es como en modo pesadilla- me parece que luego viene la fuerza avasalladora de una ola gigantesca que podría ser destructiva pero que se llevará consigo lo inútil...creo que es un poco apocalíptica mi visión o más bien un poco idealista...pero quisiera pensar que pasar por estos procesos arrasadores activará cambios y sacará a flote mecanismos que yacían ocultos…y que surgirán otras maneras de vivir...qué sé yo!!! [21/4/20 14:45:17 Paula Piedra: También he recordado todos los mensajes en las tazas que nos dejaron ustedes en su visita en agosto del 2017: DERECHO A LA PEREZA, EN DEFENSA DEL PLACER, FUERZA A TRAVÉS DEL GOZO, ESPERANDO LA REVOLUCIÓN, LA OBEDIENCIA ESCLAVIZA… [21/4/20 14:47:19 Paula Piedra:


[21/4/20 15:01:55] Pablo Guardiola: - ¿Cuál es tu sueño más grande? - ¿El que me da después del almuerzo? [21/4/20 15:03:15] Paula Piedra:

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SUSSY VARGAS

CORAZÓN DE CUERDA 1996 LA ARTISTA Y ACTIVISTA SUSSY VARGAS REFLEXIONA SOBRE UNA OBRA TEMPRANA EN LA QUE MEZCLA FOTOGRAFÍAS Y OBJETOS DE DEVOCIÓN PERSONAL EN UNA ESTRUCTURA

DE

MADERA

ENSAMBLADA

A

PARTIR

DE

TROZOS

DE

CASAS

DESTRUIDAS. EL ENSAMBLAJE FUNCIONA COMO UN EXVOTO O UN PEQUEÑO ALTAR QUE RINDE UN HOMENAJE AFECTIVO A SU MEMORIA ÍNTIMA Y FAMILIAR –Y A SU PROPIA EXPERIENCIA DE REBELDÍA– Y QUE BUSCA ENTENDER TAMBIÉN EL DOLOR Y EL DUELO ASOCIADO A LA MUERTE PRODUCTO DEL VIH/SIDA.

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RECETARIO COLECTIVO Ingrid Cordero, Pablo Cianca, Sofía Suarez, Cristina Ramirez y Federico Montero La cocina de TEOR/éTica tiene un piso con una cuadrícula de ajedrez y una nevera heredada de los años 50 que enfría a medias y nos derrite los helados; pero de la cual no nos deshacemos por cariño o por superstición. La cocina da a un patio que en algún momento tuvo el piso rosado y aveces alberga una hamaca. Es el espacio donde almorzamos casi todos los días, turnándonos entre once la mesita de tres puestos que está al lado de la ventana. La usamos para cocinaderas colectivas, para emborracharnos y para los ensayos de karaoke. Por ahora, compartimos nuestras cocinas y recetas desde lejos...


INGRID CORDERO PASTEL DE PLÁTANO MADURO La semana pasada hice un pastel de plátano maduro, y me di cuenta, mientras hacía el pastel, que todos esos días había estado haciendo cosas que hacía mi abuelita, creo que ese es el legítimo y más claro ejemplo y definición del comfort food porque, sin haberlo hecho conscientemente, es lo que he estado haciendo estos días. El pastel de plátano es una vaina super fácil y que además me parece una ticada a otro nivel. Básicamente son unos cuatro plátanos maduros, hervidos, tienen que estar muy muy maduros, hay que dejarlos casi que estén negros. Se majan como un puré normal, se le puede poner un poquito de mantequilla si querés, yo lo hago muy light, no le pongo mucha cosa, sobretodo porque el plátano está muy maduro. Preparo frijoles molidos, o en su caso unos frijolitos de paquete, se arreglan también. Adicional, lo que me encanta de los pasteles es que le meto lo que me queda en la refri, ese día me quedaban unos hongos, cebolla y espinaca, entonces hice un revoltijo de eso. Puse una capa de maduro, capa de frijoles negros, capa del menjurje mix de sofrito de espinaca hongos y cebolla, otra capa de plátano maduro y mozzarella encima. Y eso se mete al horno unos minutitos como para que nada más dore el queso y caliente y se compenetre ahí todo. Y es lo máximo del mundo mundial.


FEDERICO MONTERO SOPA DE COLORES Mi mamá llevaba días de estar enferma con dolor de cabeza y vértigo. Por tantas medicinas le dio gastritis. Yo estaba preocupado pues ella y mi papá (quien también está enfermo) almorzaron pizza ese día y después mi mamá vomitó. Cuando le pregunté por qué comieron pizza me dijo: Comemos lo que nos traen. Ahí me dije ok...entonces, si comen lo que les llevan, voy a hacerles y mandarles algo que funcione. Investigué qué puede ser bueno y nutritivo para el estómago y la gastritis. Mi papá me había dado unas zanahorias que cosechó en la finca unos días antes. Hice dos sopas para que tuvieran qué comer algo nutritivo y bueno, por lo menos para dos comidas. Una de zanahoria y cúrcuma y la otra de espinacas con papa. La receta la inventé Rosticé 6 zanahorias con cebolla y ajo, un poco de aceite de oliva, sal y pimienta en el horno por 30 min. a 350 grados. Licué la mezcla hasta que quedara con consistencia de crema. La puse en una olla, le agregué 1 cdta de cúrcuma, y jugo de limón, un poco más de sal, hasta darle ese "al gusto". La de espinacas Cociné 2 papas medianas, con agua y sal. Sancoché dos rollos de espinacas y se las puse a la olla con las papas. Licué todo junto, le agregué media taza de leche de almendra, un poco de leche entera. Puse todo de vuelta en la olla y cociné hasta que espesara, le puse la sal y listo. Lo que sobró de lo que le envié me quedó a mí, ví los dos colores muy chivas y dije: ¿qué pasaría si las mezclo las dos? Y puse medio plato con una y medio con otra.


CRISTINA RAMIREZ PICADILLO DE PAPA Cuarentena, día 35. Llevo casi nueve años ya de vivir sola, he pensado mucho en eso durante esta cuarentena, algunas cosas me siguen pareciendo geniales y otras no tanto, pero si hay que algo que he extrañado consistentemente durante todo este tiempo, es la comida de mami. ¿Ma, cómo haces el picadillo de papa? Sofreír ajo, cebolla y apio picado en un poquito de aceite, yo usé de oliva; añadir carne molida, yo tenía molida de pavo, si gusta puede omitir la carne. Agregar especias como pimienta negra, tomillo y cosas similares y que huelan bien, mami utiliza consomé de pollo pero yo prefiero no usarlo. Se cocina un poco todo a fuego lento y luego se agrega la papa en cuadritos, se cubre con agua, se añade sal al gusto. Hay que esperar a que se cocine mientras se consume poco a poco el agua. Yo no me despegué de la olla en todo ese tiempo, el arte culinario a veces se me parece más a un deporte extremo, no sé si estoy preparada para tomar tantos riesgos y cocinar no es uno de mis talentos. Finamente se suavizó y cocinó la papa, todo tenía una consistencia muy similar al del picadillo de mami. Ma me supervisó por fotos durante todo el proceso, dijo que se veía rico, pero que le faltaba color, así que agregué paprika y un poquito de culantro fresco. La verdad me quedó delicioso.


PABLO CIANCA HOJALDRAS PANAMEÑAS La fritanga como desayuno es una de las razones por las que amo la comida panameña. Lo lindo de las hojaldras es que son muy sencillas y aún así me remiten a un lugar que aprecio mucho. La antigua casa de mis abuelos en David, Chiriquí, el calor insoportable, los ventiladores girando, TVN, mi abuelo dormido con La Prensa en las manos, una ligera brisa caliente que entra por la puerta de vez en cuando y, ajá, fritanga de desayuno. Idealmente podría mojar las hojaldras en la salsa de un hígado encebollado, pero también es bueno descubrir que van bien con casi todo, un curry, por ejemplo. Usualmente, cuando no hay pandemias globales durante semana santa, visitamos la actual casa de mis abuelos (donde se crió mi abuela materna) en Potrerillos Arriba, a escucharlos contar historias repetidas mientras pelamos guandú. Ingredientes: 5 tazas de harina. 1 cda de polvo de hornear o bicarbonato. 1 cdta de sal. 1 cdta de azúcar. 1 taza de leche o agua. ¼ de barra de mantequilla o 2 cdas de aceite. 1 huevo. Aceite reutilizado para freír. Es difícil escribir recetas que son muy al cálculo, pero voy a intentarlo. Primero mezclan todos los ingredientes secos. Luego agregan la mantequilla y con un par de tenedores baten hasta que quede medianamente incorporada. Si usan aceite solo lo integran. Luego se agrega el huevo y se mezcla. Empiezan a amasar mientras van agregando el agua o la leche. La masa debería tener una textura un poco húmeda pero manejable, la cantidad es una sugerencia, entonces es bueno que lo vayan midiendo. Se amasa la mezcla hasta que esté bastante compacta. La prueba para saber si está lista es cortarla con un cuchillo, y si tiene burbujas de aire significa que está lista. Se deja reposar por media hora aprox. Con un poco de aceite en las manos, se divide la masa en bolitas y antes de freírlas se estiran lo más que puedan, intentando que no se le hagan huequitos, pero si sucede no es tan grave. Se fríen en bastante aceite, preferiblemente reutilizado (casi que obligatoriamente en realidad). Si lo hicieron bien deberían tener una masa frita crujiente por fuera con burbujas y algunas partes suavecitas.


SOFÍA SUAREZ GALLETAS DE CHISPAS DE CHOCOLATE Ayer hice unas galletas de chispas de chocolate con sprinkles de colores, además dividí la mezcla a la mitad y la otra mitad la hice de doble chocolate con chunks de chocolate blanco, porque mi hermana me las había pedido y tiene tantas entregas de la U últimamente que he querido chinearla. Pero la verdad es que lo hice porque antier me lesioné y se me inflamó el nervio ciático, entonces llevo 3 días sin poder hacer ejercicio (que era lo que más me mantenía sana y químicamente balanceada). En fin, el dolor ha sido un poco fuerte y no he podido hacer ni tu gentle yoga. Eso sumado al hecho de que había pasado toda la semana escribiendo un ensayo al que luego simplemente cerré y le di DISCARD CHANGES, irrecuperable. Entonces ayer tenía la página en blanco más el dolor de espalda y el confinamiento, sosteneme Dios del baking. En fin, eso sentía, aquí te va la recetica que me dio una de mis mejores amigas en nuestra búsqueda de la galleta perfecta, esta es menos chewy que tu regular chocolate chip cookie. Como escribí antes, la modifiqué para hacer una de doble chocolate. Entonces: Antes de agregar la chispas de chocolate, separar la masa en dos. Agregar 1/4 taza de cacao en polvo y chocolate blanco partido en chunks a una mitad y a la otra agregar chispas y sprinkles. Poner ambas mezclas en la refri por 30 min. colocar sobre una bandeja con papel para hornear o parchment, al menos 4cm entre cada una. Hornear por 25 min a 350F o 175C . Y eso es.


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