Nota de tapa // MORDAZA EN LA WEB

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HACE APENAS TRES MESES TODOS HABLABAN DE LA LEY SOPA., EL ENCARCELAMIENTO DEL FUNDADOR DE MEGAUPLOAD Y LAS DESCARGAS ILEGALES. TEMAS QUE -PARECIERA- YA QUEDARON EN EL OLVIDO. PERO ESTE SILENCIO, LEJOS DE SIGNIFICAR QUE LA CUESTION ESTA RESUELTA, ESCONDE UNA GUERRA EN PLENA EBULLICION. UNA CORTINA DE HIERRO QUE INTENTA FRENAR LA REVOLUCION DIGITAL. TEXTO FEDERICO KUKSO FOTOS F. BAIGORRI Y ARCHIVO INFOMEDIA PRODUCCION ANDY BENEGAS

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AU

nque suene descabellado, los diarios, las revistas, los noticieros y demás exponentes del periodismo tienen un vínculo secreto e íntimo con la geología. Como los sedimentos que se acumulan a lo largo de millones de años formando montañas, colinas y mesetas, las noticias se pisan unas a las otras. El escándalo de ayer es suplantado por el escándalo de hoy que, a su vez, será suplantado por el

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de mañana. Y así sigue, en un loop esquizofrénico y eterno que conduce a una amnesia globalizada: tal o cual acontecimiento que atrapó la atención de millones de un momento a otro parece -y sólo parece- haberse esfumado por obra de magia, dejando a unos pocos lectores o televidentes memoriosos con una pregunta pendiente en algún rincón de la conciencia: “¿Y qué pasó con...?”. Como dicen muchos neurocientíficos, para recordar hay que olvidar. Pero eso no significa que los acontecimientos que alguna vez aterrizaron en primera plana como novedad hayan desaparecido.


Más bien, muchos siguen aún ahí, desplegándose, pese a la indiferencia mediática. Uno de los ejemplos más notorios de este Alzheimer inducido nos involucra a todos: aunque no se escuchen bombazos ni misiles cruzando el cielo, en estos momentos, detrás de cada clic, detrás de cada sitio visitado y mail enviado, se desarrolla una guerra muda pero crucial, en la que el futuro de lo que hoy conocemos como Internet está en juego. Fue hace apenas unos meses cuando un cardumen de siglas y nombres extraños nos envolvió hasta conducirnos a la desesperación. De un día para el otro, todos hablaban de SOPA, PIPA, ACTA, ley Sinde y Megaupload como si se tratara de un dialecto privado. Aunque, en realidad, se trataba de algo mucho peor: un cerrojo a la libertad de expresión, acciones y proyectos de ley dirigidos a restringir la esencia de la red, su libertad, la circulación de contenidos; propuestas que de aprobarse desalentarían la libre creación, la promoción y la difusión del conocimiento. Hablamos de olvido y de memoria. Pero puede ser peor. Esta indiferencia mediática, que poco tiene de ingenua, esconde detrás algo que puede ser mucho más grave. Si no escuchamos las bombas de esta guerra virtual, entonces no corremos a protegernos. Si no vemos las rejas que se están levantando delante de nosotros, nos creemos libres. Es decir: hay casos, como en este, en que el silencio no augura nada bueno; por el contrario, la ausencia de noticias y de gritos es tal vez la señal más clara de que estamos siendo vencidos. Todo comenzó cuando el republicano Lamar S. Smith presentó en el Congreso de Estados Unidos el 26 de octubre de 2011 el proyecto de Ley H.R. 3261, conocido como SOPA (sigla en inglés de Stop Online Piracy Act, acta de cese a la piratería en línea), con el fin de “proteger a los consumidores, negocios y empleos de ladrones extranjeros que roban la propiedad intelectual de Estados Unidos”. La realidad, sin embargo, era otra. Como explicaba el recomendado sitio Derechoaleer.org: “Como el también proyecto de Ley PIPA -Protect IP Act-, este proyecto establecía el uso de un mecanismo de censura sobre Internet semejante al utilizado en China, Irán o Siria, pero con la excusa de ‘perseguir la piratería online’, es decir, combatir aquellas prácticas sociales que históricamente la gente utilizó para acceder alternativamente a cualquier obra cultural: intercambiar, compartir, prestar... tal como ocurre siempre en las bibliotecas”. El proyecto compartía el mismo espíritu draconiano que la llamada Ley Sinde española: de aprobarse, cualquier sitio web y servidores podrían ser sancionados por alojar o linkear contenidos con derechos de autor. Sólo bastaría con la sospecha: sin orden judicial, un sitio podría ser cerrado de mediar la denuncia de un supuesto damnificado. El fantasma de la censura (y lo que es peor, la autocensura), así, comenzaría a desparramarse por la red como una mancha de aceite. Apenas se dio a conocer el proyecto, comenzaron a sonar las alarmas y a armarse frentes de defensa de los derechos de millones de usuarios como Netcoalition.com y AmericanCensorship.org., Amazon, Wikipedia, Google, Facebook, Twitter, eBay y Mozilla,

por ejemplo, manifestaron su rechazo a este cepo informático. El escenario se recrudeció con el cierre de Megaupload, el popular sitio de intercambio de archivos, realizado en enero pasado por el FBI, bajo cargos de conspiración para cometer un crimen y violación de la propiedad intelectual. “La libertad universal que permitió la creación de Internet hace tres décadas está actualmente amenazada por la acción de fuerzas muy poderosas que quieren controlarlo”, llegó a decir el cofundador de Google, Sergey Brin. Por primera vez se enfrentaban en el ring dos pesos pesados: las empresas de Silicon Valley -que defendían la libre circulación de contenidos y veían en estos proyectos un perjuicio para la innovación- y los estudios de Hollywood que, como dinosaurios tecnológicos sin capacidad de adaptación ante las nuevas reglas de la economía simbólica -un meteorito que les cayó desde el cielo-, se enfilaban tras la Ley SOPA junto con las discográficas. Las quejas individuales se fueron sucediendo una tras otra hasta combinarse en un gran “¡no!” expresado en forma de apagón organizado por organizaciones como Fightforthefuture.org desde la página www.sopastrike.com el 18 de enero pasado. Durante casi 24 horas, Internet se convirtió en un continente sin luz: diez mil sitios encabezados por Wikipedia o bien bajaron sus persianas o bien alteraron sus portadas. “Imaginen un mundo sin conocimiento gratuito -se leía en letras blancas sobre fondo negro en la gran enciclopedia virtual creada por Jimmy Wales-. Ahora mismo, el

Esta indiferencia mediática esconde algo que puede ser mucho más grave. Si no escuchamos las bombas de esta guerra virtual, no corremos a protegernos. Si no vemos las rejas frente a nosotros, nos creemos libres.

Congreso de EE. UU. está sopesando una legislación que podría perjudicar gravemente el Internet gratis y abierto.” Fue la mayor protesta online jamás organizada en la breve historia de Internet. Y tuvo un efecto directo: con más críticas que apoyos (la Casa Blanca salió a fustigarla), estas amenazas legislativas se debilitaron y su debate fue aplazado hasta nuevo aviso. El mensaje fue claro: la protección de los derechos de autor no puede ser utilizada como pretexto frente a la libertad en Internet. La historia, sin embargo, aún no tuvo un final feliz.

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Los ciberactivistas son los héroes del siglo XXI, la última línea de defensa ante los avances inescrupulosos de las corporaciones y el poder.

operacion represalia Más allá de sus oscuros objetivos, la Ley SOPA tuvo en el fondo algo bueno: movió el avispero virtual. Sacó a millones de usuarios de su cómoda pasividad y puso de manifiesto las intenciones de unos pocos que afectarían las vidas de muchos. Y algo más: coronó a un grupo de ciberactivistas -o hacktivistas- como los héroes del siglo XXI, la última línea de defensa ante los avances inescrupulosos de las corporaciones y el poder. En unos pocos meses, Anonymous pasó de ser un colectivo de hackers conocido puertas adentro de la red a convertirse en una fuerza de ataque contra cualquier intento de tiranía. En menos de un año, sus enemigos se multiplicaron de uno -la secta de la Cienciología- a muchos. “Internet, al menos como la conocemos hoy -aseguran-, está al borde de la destrucción.” Operación represalia fue el nombre clave de la movida desplegada por este grupo de hackers luego del cierre de Megaupload. Sin previo aviso, los sitios del Departamento de Justicia estadounidense y de la productora Universal Music fueron virtualmente atacados. Con la Operación Blackout, respondieron al avance del proyecto de la Ley Sopa. En la Argentina, por ejemplo, Anonymous atacó la página web de la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas (Capif ). “No a la SOPA”, se pudo leer en el sitio con una imagen de Mafalda. En defensa de la libertad de expresión, por los derechos humanos y por la transparencia, este movimiento heterogéneo sin líderes y que

LOS NOMBRES DE LA DISPUTA

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se dejan ver en protestas detrás de la máscara de Guy Fawkes (que se hizo popular con la película V de Vendetta) atacó también a discográficas como Sony Music, Warner, EMI. No faltan, sin embargo, los que aseguran que tanto bombardeo digital, tanto despliegue mediático a largo plazo les podría terminar saliendo caro justamente en estos momentos en los que en la Cámara de Representantes de Estados Unidos se comienza a debatir el proyecto HR 3523 o CISPA (Cyber Intelligence Sharing and Protection Act) con el fin de aumentar drásticamente el control del Gobierno sobre Internet. “Los ataques de Anonymous dan a los gobierno razones para invertir en vigilancia y para aprobar leyes que restringen los derechos individuales -sostiene el escritor Evgeny Morozov, de la Universidad de Stanford y autor de The Net delusion: how not to liberate the world-. Los hacktivistas siguen proporcionando a la industria buenos ejemplos de por qué debiera emplearse más dinero público en fortalecer la vigilancia de Internet y en eliminar el anonimato online. Es como disparar con un bazooka en una sesión legislativa sobre el control de armas”. Con Irán y China como enemigos políticos y comerciales y un mundo que se desarticula para volverse nuevamente a articular, Estados Unidos mueve su legislación para evitar lo que consideran un futuro y probable Pearl Harbour informático: un ataque a sus redes que, con el fin de evitarlo, sus ciudadanos deberían ceder ciertas libertades. Además de acentuar la llamada “trinidad del autoritarismo” -censura, propaganda y vigilancia-, la ley CISPA permitiría que compañías privadas que operan en la red intercambien información sobre los usuarios con las agencias federales. La red, evidentemente, está mutando. Otra vez.

contenidos y el acceso universal a

editorial Random House, Motion

Perry Barlow, cofundador de la

la cultura. Del lado de los “malos”,

Picture Association of America

Fundación Fronter Electrónica

cerca de 130 organizaciones

(MPAA), Sony y Time Warner.

(EFF), una de las principales

respaldaron el proyecto.

Uno de los máximos lobbistas de

organizaciones que sigue el tema

Uno de los hombres más

la ley es Chris Dodd, exsenador

de libertad; Bram Cohen, jefe

Además de causar preocupación

acaudalados de la industria

estadounidense y ahora jefe de

científico de la red para compartir

en millones de internautas que

mediática, Rupert Murdoch,

la MPAA. “Si China encontró una

archivos BitTorrent; Pete Sunde,

salieron en defensa de una

llegó a atacar al presidente

manera de bloquear Internet,

cofundador del sitio Pirate

Internet libre, la Ley SOPA partió

Barack Obama por oponerse a

¿por qué nosotros no?”, llegó a

Bay; Jimmy Wales, presidente

la web en dos, en malos y buenos.

la propuesta. También llamó a

decir. Los principales estudios de

de Wikipedia (Fundación

Por un lado, los defensores de

Google el “líder de la piratería en

Hollywood incluso amenazaron

Wikimedia); el programador

una red restrictiva y paranoica,

Internet”.

con retirar las donaciones a

Aaron Swartz y Heather Brooke,

que vulnera las libertades en

En la lista figuran desde cadenas

Obama por rechazar la Ley SOPA.

periodista y precursora de la

nombre del copyright; y, por el

como la ABC, CBS, NBC, ESPN

Del otro lado del ring, en

campaña por la libertad de la

otro, aquellos que apuestan por la

hasta empresas como Walmart,

cambio, se sitúan los principales

información y contra la vigilancia

creatividad, la libre circulación de

Nike, Tiffany, L’Oreal, VISA, la

activistas de la web como John

del Estado.

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Izq.: Cristián Alvarez, administrador de Cuevana en Chile, al ser detenido. Der.: Rupert Murdoch, uno de los principales lobbystas del establishment.

culpables Si leyes como SOPA hubieran existido hace diez años, al encender nuestras computadoras no encontraríamos ni el logo de Google ni la bandeja repleta de correos electrónicos de Gmail. Ni Facebook. Ni Wikipedia. Internet no sería un campo movido por la innovación, la replicación de ideas, un submundo de ebullición permanente. Sería, en cambio, un espacio estéril, un ámbito congelado por la paranoia y la persecución continuas. Uno de los máximos defensores de una Internet abierta es, vaya sorpresa, su propio creador, el físico inglés Tim Berners-Lee, que desde hace años viene advirtiendo sobre los cambios que hoy sacuden al mundo virtual. En 2010, por ejemplo, ya criticaba los intentos de los gobiernos para vigilar el comportamiento de la gente en la web a través de redes sociales. “Tenemos que ser más conscientes de que los lugares que parecen muy seguros, en el futuro pueden desaparecer -decía por entonces-. Las líneas de batalla se están preparando; pero es muy difícil de decir, si nos fijamos en el mundo ahora, lo que va a aparecer en unos meses.” Con una lluvia de demandas contra sitios locales como Cuevana y la comunidad virtual Taringa! como telón de fondo, se aprecia sobre todo un peligroso cambio de paradigma. El usuario, el navegante, el ciudadano de aquella gran nación conocida como Internet dejó de ser lo que hasta poco era, un individuo libre, al que este océano de links y ofertas le daba siempre una calurosa bienvenida, le abría sus puertas para comprar, exhibirse, mirar, y hasta reírse con desopilantes videos de gatitos en Youtube. Frente a los nuevos enfoques legislativos y la defensa espartana de un concepto anquilosado y sin adaptación como el de copyright, cualquiera es visto como un

criminal en potencia: ya sea por cantar una canción de nuestro artista favorito y subir el video a Youtube (acción perseguida por las grandes discográficas que hacen todo lo técnicamente posible para bajar esta clase de expresiones), por descargar una película o por compartir con amigos un PDF. Se asume que todos somos ladrones, cuando, para la gran mayoría, el único objetivo es compartir. Un nuevo estado policial se despliega: en vez de perseguir y castigar a las mafias que comercian con el trabajo ajeno (llámese manteros que ofrecen copias truchas de DVD en cualquier esquina de la Argentina con el aval policial o vendedores ambulantes que venden estrenos en el subte mucho antes de que aparezcan en las salas de cine), todos los ojos acusadores apuntan al usuario que descarga una película o un mp3 por simple curiosidad y sin pretensiones de hacerse rico con ello. En Inglaterra, por ejemplo, la Agencia Británica contra el Crimen Organizado (SOCA) amenaza con penas de diez años de cárcel por descarga ilegal de música escudándose en la Digital Economy Act. Francia aprobó en 2009 la ley HADOPI -ley promotora de la difusión y la protección de la creación en Internet- que permite cortar Internet a quienes hagan descargas ilegales después de tres avisos. En España, la polémica de la ley Sinde terminó enfrentando a autores e internautas. la fuerza de la creacion Proyectos de ley como SOPA y PIPA no son más que fisuras emergentes del choque entre un viejo orden y uno nuevo cuyas reglas parecen no ser aún comprendidas por varias industrias que apuntan contra las descargas y el intercambio de archivos. Pese a las propagandas

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Con Irán y China como enemigos políticos y comerciales, Estados Unidos mueve su legislación para evitar lo que consideran un futuro y probable “Pearl Harbour informático”.

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que estigmatizan a las llamadas redes P2P (como BitTorrent y demás), las investigaciones independientes, sin embargo, dicen todo lo contrario: más que dañar un sector, las descargas lo alientan. En un artículo titulado “The Effect of File Sharing on Record Sales: An Empirical Analysis”, por ejemplo, Felix Oberholzer-Gee y Koleman Strumpf, de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, concluyen que el uso compartido de archivos no desalentó la creatividad sino todo lo contrario. Aunque las ventas de CD han disminuido desde el año 2000, el número de álbumes que se han creado ha crecido. Gracias al intercambio de archivos digitales, se produjo un aumento en la producción artística y un mayor acceso del público a las obras. “Detectamos que el intercambio de archivos sólo tiene un efecto limitado en las ventas de discos -afirman-. Compartir archivos no ha desanimado a autores y editores. La publicación de nuevos libros ha aumentado un 66% en el período de 2002-2007. Desde 2000, la publicación de nuevos álbumes se ha más que duplicado y la producción de películas en el mundo desde 2003 ha crecido más del 30%”. Por ejemplo, según datos de Nielsen Soundscan, en el año 2000 se lanzaron unos 32.516 álbumes de música en el mundo. En 2008, la cifra trepó a 106.000. Y bajó a 75.000 en 2010 por los efectos de la recesión económica. Las discográficas, al parecer, ignoran el efecto de promoción incentivado por las descargas. El asunto que no quieren ver (o dar a conocer) es que con el intercambio de archivos los ingresos de las

CUEVANA Y TARINGA! Y LA INCOMPRENSION TECNOLOGICA

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as leyes, por lo general, no corren a la misma velocidad de las tecnologías y los cambios de paradigma a los que conducen. Así se explica cómo un sitio como Cuevana

-que linkeaba a películas y que le dio dinero a su creador, el sanjuanino Tomás Escobar- haya sido cercado por las denuncias judiciales de las cadenas norteamericanas Twentieth Century Fox, Disney, Paramount Pictures, Columbia, Universal City, Universal City Studios y Warner Bros. Incluso la policía de Chile detuvo al administrador del sitio en el país trasandino, Cristián Alvarez, acusado de infringir las leyes que protegen los derechos de autor. Otro caso similar es el de la comunidad Taringa! cuyos dueños y administradores -Matías y Hernán Botbol y Alberto Nakayamaserían juzgados bajo la acusación de permitir las descargas gratuitas de música, películas y libros sin autorización de sus autores en violación a la ley de propiedad intelectual, por lo que pueden ser condenados a seis años de prisión. Aún falta que la Cámara Nacional de Casación Penal se expida al respecto. La persecución a estos sitios, que no contienen material sino que linkean -o conectan-, sin embargo, expone la ignorancia de muchos denunciantes sobre el funcionamiento de la tecnología que millones de seres humanos utilizan para comunicarse todos los días. Como si fuera delito recomendar acá o en cualquier parte bibliotecas donde cualquiera puede acercarse y leer completo cualquier libro. Por lo que se ve, los impactos disruptores de la

Izq.: Kim Dotcom, fundador del sitio dado de baja Megaupload Der.: Cofundador de Wikipedia, y gran activista

digitalización -el traspaso de átomos (un libro, una película) a bitsno fueron entendidos por muchos.

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LOS GRANDES PLAYERS LA WEB ES EL CAMPO DE BATALLA DONDE SE LLEVA A CABO LA GUERRA TECNOLOGICA. Y YA HAY VARIOS CAIDOS EN ACCION. QUE, CLARO ESTA, PERTENECEN SIEMPRE A UN MISMO BANDO: AL MAS DEBIL.

discográficas disminuyen pero aumentan los de los músicos. El público gasta más dinero en música en vivo, yendo a recitales, que en comprar discos, lo que beneficia económicamente a los artistas más que a los sellos discográficos. Como se aprecia en la historia de la tecnología, cada innovación trae aparejado una amnesia dirigida. Los lobbistas que apoyan proyectos de leyes como SOPA y PIPA olvidan que cuando surgieron a principios de los 80 los videos VHS, los usuarios comenzaron a grabar programas de la televisión y a compartirlos. Lo mismo había ocurrido con los cassettes y los mixs. La fotocopiadora amplió el acceso académico de millones de estudiantes. Es increíble: como alguna vez recordó el gurú tecnológico Kevin Kelly, la red no tiene más de cinco mil días. En su breve historia, evolucionó como el cerebro externo

de la humanidad. Se convirtió en una megamáquina donde impera el mutualismo y en uno de los principales artefactos simbólicos de la historia de nuestra especie. En ella se aprecian las características que hacen única a la cultura humana: la cooperación, por ejemplo. Como explica el psicólogo cognitivo Michael Tomasello en su libro ¿Por qué cooperamos?: “Los homo sapiens estamos adaptados para actuar y pensar cooperativamente en grupos culturales hasta un grado desconocido. De hecho, las hazañas cognitivas más formidables de nuestra especie, sin excepción, no son producto de individuos que obraron solos sino de individuos que interactuaban entre sí”. Los promotores de leyes restrictivas deberían repasar la historia de la tecnología. Entonces, lo comprenderán: la fuerza de la creación y el espíritu cooperativo no se detienen ante cepos, cerrojos ni frenos corporativos.

En Internet impera el mutualismo y se aprecian las características que hacen única a la cultura humana, como la cooperación.

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