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Turquía y Siria, tragedia y devastación a las puertas de Europa

La Casa Don Bosco Alepo, considerada durante la guerra «un oasis de paz» para la población, pasó a convertirse después del terremoto en «un hogar de esperanza». Los misioneros salesianos acogen a los desplazados que lo han perdido todo y les ofrecen refugio, alimentación, acompañamiento espiritual y esperanza.

Un fuerte terremoto, con epicentro en el sur de Turquía, sacudió la tierra el 6 de febrero y sembró de caos y devastación una zona que en las últimas décadas siempre ha estado castigada por la guerra. A las 4.17 horas de la madrugada el suelo tembló con una magnitud de 7,8 y sacó a la calle, en medio del frío y la lluvia, a los supervivientes; 9 horas después, una fuerte réplica de 7,5 acabó por derrumbar muchos edificios dañados. Los seísmos, los más fuertes en la zona desde 1939, se sintieron en 14 países y tuvieron más de mil réplicas en los primeros días.

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Miles de personas quedaron sepultadas bajo los escombros mientras dormían y las peores previsiones de fallecidos, heridos y desaparecidos se vieron desbordadas; de decenas de muertos se pasó a cientos, a miles en un par de días y en una semana ya se había superado la cifra de 35.000. En Turquía miles de edificios colapsaron por la mala calidad de los materiales, y en Siria, después de 12 años de guerra, las viviendas dañadas por los bombardeos tampoco resistieron los seísmos.

“El terremoto fue muy fuerte y duró mucho tiempo”, explicó Alejandro León, inspector de los Salesianos en Oriente Medio. “En Alepo muchas familias vinieron a refugiarse al Centro Don Bosco porque nuestra casa apenas sufrió daños. Después, con el segundo temblor, casi 500 personas pasaron la primera noche con nosotros”.

Doce años en guerra

Siria cumple este mes 12 años en guerra. El conflicto contabiliza, según Naciones Unidas, más de 387.000 falleci- dos, 6,7 millones de desplazados internos y 6,6 millones de refugiados. Alepo, la segunda ciudad más importante del país, revive tras el terremoto y las continuas réplicas imágenes de los peores momentos de la guerra.

Cientos de edificios colapsaron como consecuencia del fuerte terremoto. Esta imagen muestra la destrucción por las calles de Alepo (Siria).

Atención en el ‘Don Bosco Alepo’ a los supervivientes y damnificados por el temblor de tierra la misma noche de la catástrofe natural que afectó principalmente a Siria y Turquía.

La ayuda internacional se volcó desde el primer momento con Turquía, donde la catástrofe y el número de afectados han sido mayores, pero fue así por un sencillo motivo: el bloqueo y sanciones internacionales que sufre Siria impidieron que la ayuda humanitaria y los equipos de rescate entraran en el país. Siria sólo tiene dos horas de electricidad al día, el precio del combustible y alimentos resulta inalcanzable por la elevada inflación y el desempleo, y la población, que ya vivía en una situación de emergencia humanitaria, se enfrenta ahora en muchos casos a la pobreza extrema.

Mientras las casas salesianas sirias de Damasco y Kafroun iniciaron una recogida de bienes de primera necesidad para trasladarlos a Alepo, los voluntarios y educadores que atienden el oratorio y el centro juvenil se organizaron para atender a la población desplazada que llegaba a Don Bosco: recoger la ayuda material, cocinar, repartir los alimentos, organizar actividades para los más pequeños y acompañar e infundir esperanza a los mayores.

En Siria más de 11 millones de personas necesitan ayuda humanitaria urgente para vivir por la guerra. Una semana después de los terremotos, más de 5,3 millones de personas estaban también sin hogar. “En los primeros días la población tenía pánico a las réplicas, un miedo justificado. Iban a sus casas a recoger ropa o documentos y se daban cuenta del desastre. Las plazas estaban llenas de gente sin casa y muchos dormían en los coches”, explica León.

Don Bosco, un hogar de esperanza

“En Don Bosco Alepo decidimos abrir las puertas las 24 horas para que todos pudieran entrar cuando lo necesitaran y salir también con libertad. Recibimos mantas y colchones de iglesias locales y de ONG que trabajan en Siria, organizamos juegos para los más pequeños, había momentos de música, muchos de los desplazados empezaban el día asistiendo a la eucaristía… y de esta forma decidimos transformar nuestra casa de un ‘oasis de paz’, como todo el mundo la conoce en Alepo, a un ‘hogar seguro de esperanza’ para cientos de personas desplazadas”, recalcan los Salesianos. Después de los primeros días, los misioneros salesianos comenzaron a preparar bolsas de alimentos para las familias acogidas. “Percibimos que el shock inicial pasó, pero la incertidumbre sobre sus vidas aumentó, así que decidimos que era el momento de comenzar una segunda fase, centrada en la reconstrucción de las personas, pero también de las casas dañadas para hacerlas habitables”, expresa Mateo Colmenares, voluntario en Don Bosco Alepo.

Un primer proyecto de emergencia en Siria en el que participa Misiones Salesianas servirá, gracias a la solidaridad salesiana mundial, para poder atender en las necesidades más básicas a 1200 personas en marzo. En Turquía, los Salesianos de Estambul también se movilizaron junto a Cáritas y a los cooperadores salesianos para desplazarse a la zona más afectada por el terremoto y desarrollar allí proyectos de emergencia.

“No se olviden de rezar por nosotros y por la población siria, que lleva 12 años de sufrimiento con la guerra, y que ahora con el terremoto necesita también esperanza”, finaliza el inspector de los Salesianos en Oriente Medio.

Alberto López Herrero

Comentario a los evangelios de los domingos de marzo

5 de marzo

II Domingo de Cuaresma

«Este es mi Hijo, el amado… Escuchadlo» (Mt 17,5)

Jesús acaba de anunciar a sus discípulos su muerte próxima y las exigencias que conlleva seguirlo. Se deja ver radiante ante tres de ellos, que oyen al Padre declararlo hijo suyo predilecto, al que hay que escuchar.

A quienes mucho va a exigir, Jesús permite que atisben su misterio personal. Junto a él, los momentos de intimidad y gozo son escasos: la ocupación permanente del discípulo es la escucha. No debemos esperar de él más consuelo que el de oír su voz. No deberíamos olvidarlo.

12 de marzo

III Domingo de Cuaresma

«Se quedó allí dos días… Y muchos más creyeron»

(Jn 4,42-43)

Como a la samaritana, Jesús nos invita a rehacer un itinerario personal de fe, agua viva que apaga nuestra necesidad y desvela el vacío sin rellenar que es nuestro corazón. Llama la atención que, mientras los discípulos quieran dar de comer a Jesús, él esté empeñado en hacer creyente a todo un pueblo. Para llevarnos a la fe, Jesús se nos hace el encontradizo. Permanecer con él, aunque sean solo dos días, pudo hacer creyente a todo un pueblo. ¿Cómo es que tras estar tantos años con Jesús aún no somos verdaderos creyentes?

19 de marzo

IV Domingo de Cuaresma

«He venido al mundo para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos» (Jn 9,39) Devolviendo visión a un ciego, Jesús demostró ser luz del mundo. El mal tiene un sentido, aunque haga mal a quien lo sufre y piensen mal quienes lo ven…, porque tiene en Dios su mortal enemigo. Donde vence el mal, el creyente sabe que Dios está por venir, como tras la noche siempre amanece.

¿Qué juicio me hago sobre el mal en el mundo, en el prójimo, en mi corazón? ¿Me acerco, como Jesús, a los que están mal? Como Jesús, ¿convierto el mal que encuentro en ocasión para hacer el bien?

26 de marzo

V Domingo de Cuaresma

«El que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre»

(Jn 9,26)

Junto a la tumba de un amigo, Jesús, emocionado, llora: ser la Vida no le hace insensible a la muerte. Quien cree en él es capaz de abrir sepulcros y ver a Dios, donde solo se percibe su ausencia. Ante la muerte victoriosa, Jesús reza. No pide un milagro, lo da por hecho. Por saberse hijo se sabe escuchado.

El creyente no espera, tras su muerte, un lugar donde vivir eternamente, sabe que una persona, todo un Dios, lo está esperando. Aun en vida el cristiano está ya siendo esperado por su Padre.

Nota

Julio de 1848. Aprobada la ley de libertad religiosa, la secta protestante de los valdenses intenta captar a los chicos del Oratorio. Paga 80 céntimos de lira a quienes asistan a sus reuniones. Algunos muchachos de Don Bosco se dejaron comprar (MBe III, 313-315).