Vida y obra de Marina Abramovic - The Artist is present

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Escrituras Vida de Terenci Moix La vibrante biografía literaria del escritor barcelonés centra ‘El tiempo es un sueño pop’ de Juan Bonilla, premio Gaziel 2011 Página 6

En directo Ópera abierta El Teatro Real estrena una ópera sobre Marina Abramovic, artista de la performance que es además protagonista de un filme documental Reciclaje Rock censurado El franquismo se dedicó también a cortar y alterar canciones y discos de Bob Dylan, Leonard Cohen, los Rolling Stones, Lou Reed o el grupo Veneno Página 30

Licencia para prohibir Gracias a la apertura de archivos sabemos cómo actuó la censura franquista contra los escritores Páginas 2 a 5

MIÉRCOLES 11 DE ABRIL DEL 2012

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FOTO LUCIE JANSCH

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Cultura|s La Vanguardia

Miércoles, 11 abril 2012

Un instante de la ópera que se estrena en el Real de Madrid

Marina Abramovic Pionera del arte de la performance, el Teatro Real de Madrid estrena una ópera sobre su vida y obra. La actualidad de la artista serbia incluye también un documental y una exposición

El entierro de la performer FERRAN MATEO

Nadie está vacunado para los nervios en los estrenos. A Marina Abramovic le preocupa la reacción que pueda tener el público del Real ante su obra. “Me han dicho que es bastante conservador”, me comenta desde Nueva York. Le respondo que tal vez Peter Sellars le ha allanado el camino. Semanas más tarde, al hacerme el mismo comentario desde Milán, le aviso que con Alain Platel no ha ido demasiado bien. Para concertar estas llamadas he hablado con tres asistentes. Hace tiempo que Marina Abramovic dejó de ser la performer que vivía en una furgoneta con su pareja Ulay. Ahora tiene detrás toda una infraestructura, cuida al detalle su legado y Rem Kolhaas proyecta su futuro Centro para la Preservación del Arte de la Performance. Le pregunto qué se siente al asistir a su propio entierro, aun siendo una ficción teatral. “La muerte siempre ha formado parte de mi vida”, responde. Me cuenta la historia de su bisabuela, que reunió a toda la familia cuando creyó que le había llegado la hora. Tenía la ropa prepara-

da desde hacía muchos años. Ya había leído este pasaje de su vida, pero no la interrumpo. Hago caso a James Westcott, autor de la biografía When Marina Abramovic dies: “Cada vez que Marina explica una historia, la mejora”, condición necesaria para construir un mito. La muerte también planeó en algunas de sus performances, como cuando dejó un arma cargada a merced

ka, un ayunador enjaulado hace las delicias del público. La expectación crece cada día que pasa sin comer. Se queda mirando el vacío, delante de sí, con ojos semicerrados, y sólo de vez en cuando bebe agua. Ochenta años después Abramovic ejecutó The House with the Ocean View en la neoyorquina galería Sean Kelly. Fueron doce días de ayuno viviendo en tres cubículos

Hemos pasado del artista que desvelaba la verdad de algo al artista que descubre la verdad de sí mismo; en eso, Abramovic es ejemplar del público (Rythm 0), se tumbó en el centro de una estrella de fuego (Rythm 5) o se dejó apuntar por una flecha (Rest energy). Y no contenta con ello, en su testamento ha dejado estipulado cómo serán sus exequias. Tres féretros, uno con su cuerpo y dos vacíos, se enterrarán en tres ciudades distintas. Y se servirá un pastel con la forma de la artista, elemento digno de una película de Greenaway. Abramovic no se cansa de mejorar la historia. En El artista del hambre, de Kaf-

abiertos al público, anclados a la pared. En cada uno reposaba una escalera cuyos peldaños eran cuchillos. Cuando al artista de Kafka le preguntan por qué no puede evitar la práctica del ayuno responde que no come porque no ha encontrado un alimento de su gusto. La vida y el arte del ayunador eran indisolubles. Lo mismo puede decirse de la artista serbia, que ha situado la herida íntima (literalmente) en el centro de su obra, como el corte en las telas de Lucio Fontana

o las brechas en las esculturas de Anish Kapoor. Siempre ha afirmado que su “terrible infancia”, en el contexto del sacrificado y heroico comunismo de Tito, la había surtido de materia prima para su arte. Susan Sontag, con quien trabó fuerte amistad, escribió El artista como sufridor ejemplar sobre los diarios de Pavese. ¿Por qué nos interesa la vida íntima del artista? Según Sontag, nuestra curiosidad no se debe al afán por comprender mejor su obra sino que exigimos, como en las épocas de fe religiosa respecto al sacrificio humano, “la desnudez del autor”. Participar de su introspección, además de descubrir su yo, supone descubrir un yo que sufre. En la conciencia contemporánea el artista es el sufridor ejemplar y, con el sufrimiento como moneda de cambio, este se mueve en la economía del arte. Hemos pasado de un artista que desvelaba la verdad de algo al artista que descubre la verdad de sí mismo. En eso, Abramovic es ejemplar. No es la primera vez que la artista pone en bandeja a un director de escena su exploración de los lí-


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ÓPERA The Life and Death of Marina Abramovic (Vida y muerte de Marina Abramovic)

Una imagen de la artista serbia tal y como aparece en el documental ‘The artist is present’

TEATRO REAL MADRID

DOCUMENTAL Marina Abramovic. The Artist is Present Director: Matthew Akers. El documental sigue los preparativos de la exposición retrospectiva y performance de la artista en el MoMA de Nueva York. Presentado en los festivales de Berlín (premio del Público) y Sundance 2012, está previsto su estreno en España el próximo septiembre EXPOSICIÓN Marina Abramovic Selected Early Works LA FÁBRICA GALERÍA MADRID

Fotografías y vídeos de algunas de las más destacadas performances de la artista. Hasta el 2 de junio. www.lafabrica. com LIBRO Marina Abramovic The Kitchen LA FÁBRICA EDITORIAL

Edición limitada del trabajo ‘The Kitchen. Homenaje a Santa Teresa’, una serie de fotografías sobre la performance realizada en las cocinas de La Laboral de Gijón. www.lafabrica. com

‘The artist is present’

Documentando lo efímero Desde la acción de Joseph Beuys I like America and America likes me (1974) ninguna performance había dejado huella tan honda en EE.UU. Cuando la máquina de legitimación, el museo, abrió las puertas a su retrospectiva, la abuela de la performance se encontró con que el tiempo había pasado, pero la institución por antonomasia del arte aún no había resuelto la manera de acoger el género, como sí lo había hecho con el vídeo, la fotografía o el arte digital. ¿Podemos contentarnos con la documentación del arte de acción, que nunca sustituirá su esencia, la experiencia directa y efímera, o permitimos que se reinterprete como si fuera una partitura o una coreografía para que siga vivo? La pregunta sigue en el aire. Al museo se le escurre el presente, tiempo verbal del arte de acción. The artist is present, la performance que se desarrolló durante los 90 días de la retrospectiva del mismo título en el MoMA, se considera la esencia de toda su trayectoria, el suprematismo de la acción. Las verdaderas obras de arte, escribió Kandinski, nacen misteriosamente del artista por la vía de la mística. Sentada en una silla en el centro de un perímetro cuadrado, la artista esperaba inmóvil, sin descansos, el intercambio de energía con los visitantes del museo. Si 30 segundos es el promedio que nos detenemos ante una obra de arte, el espectador sostuvo la mirada sentado ante Abramovic 20 minutos de media. Es una relectura de Nightsea crossing que, entre 1981-86, practicó con Ulay: uno sentado frente al otro, en silencio, hasta el límite de las fuerzas. En el MoMA el público tomaba el asiento de Ulay si-

guiendo la premisa de que el público es quien completa la obra de arte. ¿Y por qué eso lo es? Para la artista balcánica es arte porque transforma, crea un espacio fuera del tiempo en que el artista es un espejo que muestra lo que refleja, pero nunca el propio espejo. Y esa embriaguez del arte, alcanzada tal vez en algún instante de ese intercambio, decía Baudelaire que era la más apta para velar los terrores del abismo. HBO se embarcó en la producción del documental, codirigido por Matthew Akers y Jeff Dupre. Se presentó en la última Berlinale y recibió el premio del Público. ¿Documental? Aspira a algo más,

El filme, que recoge la performance de la artista en el MoMA. no renuncia a la subjetividad como El sol de membrillo de Erice, pero con la dificultad ontológica de que no sólo sigue los preparativos y motivaciones, sino la propia performance, su esencia intangible; no hay aquí el movimiento de un pincel, sólo miradas. Akers comenta lo que ha supuesto este reto: “Al principio pensaba que era posible crear una película con un estilo basado en la observación cuyo eje sería la retrospectiva, la nueva acción y los preparativos. Pero luego en posproducción creamos un artificio con el sonido, el montaje musical y la edición que, además de comunicar conceptos clave de la obra,transmitiera algo parecido a lo que sentimos nosotros. Después de trabajar en muchos documentales esta-

ba precavido y sabía que este género miente más que el cine de ficción, porque se vende como real pero es siempre subjetivo. No creo que la misión fuera ser verdadero sino contar una historia convincente. Por eso mientras rodábamos intentábamos estetizar la imagen y, en la sala de edición, las escenas se impregnaron de tensión y estímulos. A diferencia de las performances, el cine es ante todo entretenimiento. Pero creo que esta película permanece en el recuerdo no a pesar de sino gracias a la subjetividad que destila”. El documental se condimenta con detalles biográficos o personajes que remueven los sentimientos de la artista y con ello se fuerza la empatía del espectador. Por eso Ulay tiene un peso tan específico como notario del “quién te ha visto y quién te ve”. Su reencuentro en el MoMA, sentado de nuevo ante Abramovic, es uno de los clímax de la cinta. Si bien el documental parece no posicionarse respecto a un personaje que el comisario de la exposición dice que siempre está actuando, sí muestra de manera sutil sus debilidades y contradicciones, lo cual ayuda a tener una idea aún más compleja de Abramovic, comediante para unos, chamán para otros. De haberse excedido en la crítica, el espectador se habría despistado del principal objetivo: (re)vivir la experiencia. Pero como en el MoMA, no deja de ser un acto íntimo, frustrante o exitoso pero íntimo. Abramovic hace tiempo que busca un arte sin objetos y The artist is present es su alegato. “Por desgracia, hoy en día sentarse simplemente ante alguien y mirarle a los ojos es una idea profunda”, dice Akers. F.M.

Cultura|s La Vanguardia

Miércoles, 11 abril 2012

Una creación de Marina Abramovic y Robert Wilson. Director musical, compositor y letrista: Antony Hegarty. Del 11 al 22 de abril. www.teatro-real.com

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mites del cuerpo y la mente. Fue necesaria la crisis existencial posterior a la separación de su pareja artística durante doce años, Uwe Laysiepen (Ulay), cuyo final sublimaron en la performance The lovers: cada uno avanzó desde un extremo de la Muralla china hasta encontrarse en un punto donde, tras un abrazo, se separaron para siempre. Ulay se enamoró de su traductora. Marina atravesó un periodo de inseguridad, necesitaba reivindicarse como la artista autónoma que había sido antes de la relación. En Biography (1992), Charles Atlas puso en escena una lectura de la vida y obra de Abramovic. Aunque la artista volvía a reproducir algunas de sus performances nada tenía que ver con la esencia del género: impredecible, vulnerable, no repetible. Pero el fin era otro, coger perspectiva de sí misma, proyectar sus deseos, ser extravagante y barroca cuando todavía estaba rehaciendo su carrera y vida personal. El constructo teatral se fue enriqueciendo con nuevos episodios. Le siguieron Delusional (1994) con el mismo director, que incluyó un viaje a los Balcanes, y The Biography Remix (2005) de Michael Laug, estrenada en Aviñón, donde por primera vez cede la ejecución de sus performances a sus alumnos. Tras el estreno en Manchester, es el turno de Robert Wilson. A la manera de Diághilev, La vida y la muerte de Marina Abramovic presenta un repóquer de nombres de disciplinas distintas: además de la performer, están Willem Dafoe como narrador, el cantante Antony Hegarty, el compositor William Basinski, el vestuario de Jacques Reynaud y la dirección de Wilson. Pero de todo el menú, el director texano es el plato especial. Si primero trabajó con el dolor, Abramovic ahora se centra en la duración, el tiempo mental moldeable como elemento transformativo. En ese sentido, Robert Wilson es su alma gemela en el teatro. Él también ha planteado duros desafíos al público, como una producción de siete días ininterrumpidos o las doce horas de The life and times of Joseph Stalin. Pero también les une la conciencia del cuerpo, la lentitud, el flujo de energías que atraviesa el escenario modelado por la luz en la creación de un tableau vivant, la invitación a la contemplación. De la misma generación que Abramovic, Wilson no nació en la Yugoslavia de Tito, pero sí en el Waco de la segregación racial y la homofobia. Ambos huyeron del nido y crecieron con el arte de acción y la danza contemporánea. En esta ocasión, Wilson se ha centrado en la biografía de Abramovic, que hará de sí misma y de su madre. Asistirá primero a su funeral y luego le seguirá un largo flashback desde su infancia hasta la muerte, de la luz a la oscuridad. Sólo queda averiguar si, en el Real, Abramovic mejorará su historia. |


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