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Un caos en forma gráfica

La lectura de poesía del próximo martes se complementa con el taller de plantas medicinales que empieza en dos horas. Esa banda que siempre he querido ver, va a tocar este viernes. La otra banda que me gusta tocó anoche y va a presentarse otra vez el jueves dentro de dos semanas. El Festival de Circo. Una proyección de documental. Un paseo nocturno en bicicleta. No hemos ido a la Biblioteca Infantil últimamente. El taller sobre dinosaurios parece súper interesante. ¡Chin!, fue la semana pasada. Tours de comida. Tours de chocolate. Tours de mezcal.

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Estoy esperando a una amiga en una esquina del centro. Es buen momento para ponerse al día con los ‘posters’, la colección de preciosos anuncios tamaño doble carta de los eventos que se aproximan. El sistema de la biblioteca usa solamente posters en blanco y negro, una estética fuerte, que sin duda también les permite ahorrar dinero. Tomo foto de las fechas y lugares que quiero recordar.

También tomo una foto de un evento pasado porque pienso que la imagen es espectacular y quiero estudiar el efecto acuarela que usaron en sus fotos. Ya tengo un plan para el próximo domingo en la tarde: un espectáculo de marionetas en el Museo Infantil de Oaxaca (MIO) con mi hija. Ya le mandé un correo a mi amigo que viene a visitarme el próximo mes, con los detalles del tour gastronómico. Me arrepiento de haberme perdido el taller de plantas medicinales pero ya encontré la página de Facebook de la instructora y ya la estoy siguiendo.

Todo aquel que haya paseado por el centro de Oaxaca puede dar testimonio del encanto de sus posters. Y es probablemente por eso que: “mucha gente aquí aún camina. Camina al trabajo y para dejar a sus hijos en las escuelas… Tienen tiempo de detenerse y observar (los posters) mientras están esperando a alguien o simplemente en el camino”. Le pregunté a Brenda, una joven que trabaja pegando posters y cobra tres pesos cada uno, por qué piensa que el uso de los posters prevalece en esta ciudad a pesar de la proliferación de las redes sociales. Esta chica pega posters para las bibliotecas y algunos bares, además de trabajar para clientes privados que obtienen su contacto de boca en boca. Hace poco le pedí que pegara 75 posters para una campaña de recaudación de fondos. Es la primera vez que contrato su servicio, antes lo había hecho yo misma. También está pegando 250 posters para un festival de música, así que carga 3 bolsas de posters y 3 rollos de cinta en su muñeca. Me pregunto en voz alta si imprimí suficientes. “Sólo tengo que pensar bien en donde los voy a pegar. Los del festival quieren que sature la ciudad con posters”. Dicho y hecho, dos días después veo el festival por todas partes.

Oaxaca, con toda su tradición artística colorida, ya había adoptado el street art como medio de expresión y forma de protesta mucho antes de que los murales ‘instagrameables’ se convirtieran en un atractivo turístico. Los collages de posters en las esquinas de las calles y los tableros de anuncios parecen una extensión de la escena

del street art. Es una tapicería de imágenes clipart manipuladas, fotos, ilustraciones, todo un caleidoscopio de gráfica y tipografía que captan nuestra atención al mismo tiempo que se entrelazan, dando como resultado un comentario singular sobre lo que acontece en Oaxaca en la actualidad.

“Hay muchos diseñadores gráficos y artistas en Oaxaca. Ésta es una muy buena manera de trabajar y de que los vean”, afirma Brenda. Un grabado colgado en una galería pasa desapercibido en comparación con 250 copias impresas pegadas por toda la ciudad. El diseño de posters parece ser menos comercial que muchas otras formas de publicidad y es considerada como un arte. De hecho, hay varias exposiciones de colecciones de posters durante todo el año, por ejemplo, la serie en curso Screenadelica en Convivio, al igual que una colección reciente de posters con temática ciclista en el MIO y un concurso anual de diseño de posters en el Museo de Filatelia (MUFI).

Andrea, una chica que trabaja en una imprenta, dice que se imprimen dos docenas de diseños de posters a la semana. “A veces los clientes imprimen en papel tamaño carta, pero la mayoría quieren doble carta o tabloide para causar impacto. Lo puedes ver desde lejos, es más llamativo, hay más formación”. Ella no piensa que la afinidad oaxaqueña por los posters llegue pronto a su fin. “Es buena publicidad en una ciudad pequeña. Es también parte de lo que vemos en la ciudad, un caos de actividades en forma de gráfica”.

“Tomé un taller donde me dijeron que se necesita ver un anuncio siete veces para poder recordarlo”. Mi amigo Bruno usa los posters para promocionar su banda. Estoy impresionada por su pragmatismo en el uso de posters. Después se ríe y dice: “Además, me siento como una estrella de rock cuando veo mi nombre en el póster”. El método Top of Mind ha sido usado y comprobado. Un estudio de 2015 realizado por los investigadores Schmidt y Eisend indicó que la mayoría de la gente no registra un anuncio la primera vez que lo ve y no es sino hasta la octava vez que el espectador se involucra con la imagen. Cuando veo el poster de la lectura de poesía del siguiente martes en la mañana y decido ir, cuento en mi cabeza las veces que he visto el anuncio. Lo vi en Facebook por lo menos dos veces, después en la página de Qué Pasa Oaxaca y en tres posters. Un total de seis veces.

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