Revista Modernícolas Febrero

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#5 Febrero

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.bienvenidos,

modernĂ­colas!

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y además...

PUÑO AMERICANO & HIS PUÑETTES. P.8-9

P.6-7 · Editorial & Staff. P.10-11 · Teatro: Antígona en Nueva York.

BEBE. P.12-15

P.16-17 · Concierto + Entrevista: Ellos. P.18 · Concierto: Nouvelle Vague. P.24 · Teatro: Contraacciones.

LOQUILLO. P.20-23

P.25 · Concierto: Eric Fuentes. P.28-29 · Teatro + Entrevista: André y Dorine.

RUSSIAN RED. P.26-27

P.31 · Teatro: En la Luna.

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OH, TRIKELIANS! + HAVALINA. P.40-41


sumario. CRACK! P.19

... P.32-35 · Concierto: Erik Truffaz.

BAJOTIERRA TEATRO. P.30

P.36 · Teatro: Monstruos Monstruosos. P.37 · Teatro: Danzacalí. P.38 · Concierto: North by Southwest.

EL BEBÉ OSO. P.39

P.42-45 · Concierto: Falsalarma. P.46 · Teatro: La Celestina.

NACHO VEGAS. P.48-51

P.47 · Teatro: La Lupi. P.52-53 · Teatro + Entrevista: ¿Por qué John Lennon lleva falda?

OJODEMODERNÍCOLA. P.54-59

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.editorial DE AGRADECIMIENTOS Y DESCUBRIMIENTOS.

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Nos asombra la gratitud de la gente. No importa si son conocidos o no: los artistas sobre los que escribimos suelen tener siempre una palabra amable y entusiasta con nosotros. También quienes nos leen. Todos coinciden en que Modernícolas hacía falta en Málaga. Hacía falta que alguien se ocupara con pasión de lo local, de quienes empiezan a crear, de quienes llevan toda la vida en ello. Hacía falta, nos dicen, un lugar en el que saber todo lo que puedes hacer en la ciudad sin necesidad de investigar tú mismo de qué iba aquello que se anunciaba en los carteles. Hacía falta mimo y dedicación en unos contenidos que hablasen con el mismo respeto y seriedad de un grupo de teatro independiente que del fenómeno musical llena-estadios. Con la misma imaginación y con el mismo cariño. Hacía falta salirse del discurso del qué-cuándo-dónde, de las entradillas de periódico. Sentir y escribir con libertad. Por supuesto, a veces también recibimos un toque bien merecido: “¡Os habéis olvidado de incluir a tal compañía!” “¡Habéis puesto mal mi nombre!” Y, por supuesto, ni todos ni siempre están de acuerdo con nuestra opinión -es una característica intrínseca de las propias opiniones-. Pero estamos contentos, y seguimos asombrados. Y ni que decir tiene que lo estamos pasando rematadamente bien: hemos ido a espectáculos a los que jamás soñaríamos acudir, ya sea por limitaciones meramente económicas, por falta de compañía o, simplemente, porque no es “nuestro estilo”. Y nos hemos llevado enormes sorpresas, en todos los sentidos. Porque nos hemos reafirmado en nuestra forma de mirar, hemos abierto fronteras; siendo Modernícola ya no importa ir solo a un concierto o al teatro. Siendo Modernícola no da vergüenza subirse a una barra de bar para sacar las mejores fotos del concierto y aprovechar (¡por fin!) nuestra flamante

cámara de fotos. De hecho, siendo Modernícola uno piensa: ¿y por qué no comprarse una cámara? O ¿por qué no ponerme a escribir, aunque nunca lo haya hecho? De hecho, entre nosotros hay quienes, de alguna forma, han encontrado su sitio. Gente que hacía tiempo que no se sentaba delante de un papel en blanco; gente que está empezando y no sabe si lo que quiere para su vida es un continuo papel en blanco. Gente un poco perdida en los avatares de lo-que-se-debe-hacer que ha descubierto que se siente mejor haciendo justamente esto que nunca pensó. Gente que al principio no está segura de cómo hacerlo, pero que, en unas semanas, protagoniza lo más leído. Gente que ama tanto la cultura que necesita hacérselo saber a los demás. Gente que ama tanto la cultura que quiere ir a tres espectáculos a la semana y, ahora que no tiene que costearselos, lo hace por fin. Además, hemos re-descubierto una ciudad que esconde mucho más de lo que muestra. Ya no nos asfixia tanto como antes a quienes continuamente queríamos escapar a algún lugar en el que por fin pasara algo. Aquí pasa de todo, ya lo sabes. Y ahora, cuando eches un vistazo a las siguientes páginas, entenderás que no sólo te estamos contando qué pasó, si no cómo nos pasó. Estarás mirando a través de nuestros ojos un trocito de nuestro febrero: la tarde que fuimos a ver flamenco por primera vez, el día que hablamos con tal actor que siempre nos gustó, el entusiasmo que sentimos al ver en directo a nuestro cantante preferido... Que lo disfrutes tanto como nosotros lo hemos hecho, Modernícola.


staff. Ana Gámiz · Laura Luna Rivas · Smara Archivald · Edu Centeno · Diego M. Garau · Lily Sánchez · Raissa Modesto Lima · Ana March · Cristina Gandarias · José C. Valderrama · Susana Martín · Kris León · Rocío Cebrero · Antonio Yuste · Miriam Cortés · Claudia Morales · Cris De La Torre · Irene Jurado · Marta González · Carmen Serrano.

REDACCIÓN.

Hugo Espresati · Manu Rocha · Paula Vargas · Manu Navarro · Macarena Teixeira · Rubén Lerma · Marco Takashi.

FOTOGRAFÍA.

Delia Márquez · Javier Martínez · Virginia Rota · José A. González · Bea García · Diego Armando Alías · Ana I. Richart · Borja Espresati · Miguel A. García · Irene Quirante.

REDACCIÓN + FOTOGRAFÍA.

Omar Janaan · Xero Fernández · Mayra Ganzinotti · Marco Antonio · Mónica de Bustos · Antonio Duarte · Alba Bernal.

ILUSTRACIÓN.

Marta Sader (Creadora/Directora) · Elisabeth Torres (Coordinadora) · Alejandro Berlanga (Diseñador Gráfico) · Ramiro De Heras (Infografista) · Iñaki Serrano (Webmaster) · J.J. Serrano (Diseñador Gráfico) · Joseba Fernández (Realizador).

Y TAMBIÉN...

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.conciertos

Irrumpe la dictadura del rock. Texto: Laura Luna Rivas Foto: Miguel A. García

“¡Quieto tol mundo! ¡La dictadura del rock & roll ha llegado!” Da comienzo un show lleno de música y ruido petado con una energía sin concesiones durante más de una hora en el Echegaray. Dani (o Gomi, como prefieran) vestido con capa y tricornio ha salido al escenario y “¡Se levanten coño!” porque, como oí decir a los de al lado “¿Tú te crees que se puede ver un concierto sentado ‘vieo’?” Pues así estuvimos y así pasamos un rato de libertad musical brutal. Antes que nada, daremos la bienvenida a la tercera Puñette y última incorporación del grupo: ¡Antonia la del pelucón amarillo! Menos mal que no era ese espécimen disfrazado porque, después de la broma, apareció Inma, “la niña con la sonrisa más bonita de todo Sevilla” (como decía Gomi, la voz del grupo) que junto a Aki y Eva fueron las preciosas chicas del rockabilly de la noche. Después de escuchar poco sus coros (a veces las cuestiones técnicas no acompañaban) y justo en el momento en el que nos íbamos a preguntar “¿Pero las niñas cantan?”, llega el momento en el que, con botas y minifalda, sueltan sus caderas y sus voces al son de Shake your hips. A Juanillo Basura lo habían encerrado con su batería en una pecera así que Dani no pudo meterse mucho con él pero Too Drunk to fuck de los Dead Kennedys sonó igual de gamberro. A la guitarra, Mario, y al bajo eléctrico, Jose, para ir recalentando el ambiente y que no nos cueste imaginarnos el espectáculo con el lanzallamas que suelen llevar pero que, cosas, les prohibieron terminantemente traerse esta noche. Nos calmamos para llegar al punto más western, Dani saca la bombona de helio, aspira un poquito… y entonces entendemos por qué en su gira por Alemania los chicos se le acercaban pensándose de él lo que no es, pero es que esa vocecita de Helio shake va provocando, Dani. La mezcla no quedó ahí y aparece el flamenco de nuestra tierra arrejuntao con el rock para crear el novísimo género del flamencobilly (¡si no lo conoces, no te pierdas su próximo concierto porque es genuino y original!). Las niñas retoman el control en These boots are made for walkin’ llevándolo a un vándalo garage y dejando a Nancy Sinatra en un recuerdo lejano. 8

El concierto va pasando, las piernas van temblando las gradas y “¿Ha venido el Beto? ¿No? ¡Pues dedico la canción a quien la quiera!” grita Dani y Demoler, Hey monkey, monkey o Little Lil se nos cuelan hasta liberarnos de la silla. Eso o que nos amenazaron con no hacer bis si no nos levantábamos, así que con la excusa todos de pie para escuchar su gran noche (ese hit de Raphael, Mi gran noche) llevado a un clímax alegre y potente. Dionisio, excomponente del grupo, fue recordado por su santa paciencia y “seguir yendo a todos sus conciertos” y tuvo, en este final de noche, su aparición estelar. Por suerte el grupo es malagueño y no va a escapar muy lejos de aquí, así que estaremos

atentos para verlos pronto con sus accesorios y parafernalia pero, esperemos, igual de potentes.


.conciertos

“En nuestro show hay lanzallamas, bazookas y helio” Entrevista: Irene Jurado

La barra del bar nos separa. Me ofrece un Mexikaner, la última adquisición germana de este grupo de gamberros. “No querrás probar ninguna otra cosa, va a ser la nueva moda”, afirma Dani, componente y, diría que, general de la tropa de Puño Americano & His Puñettes. Este jueves es el segundo aniversario de la banda y hay que dejar constancia. Qué mejor lugar que el Teatro Echegaray para montar una fiesta destroyer (musicalmente hablando). Pero antes, los Modernícolas hemos querido pasar un rato con él y, después de que me enseñara su nuevo tatuaje y su significado (“una corona por cada Puñette, un hueco del puño por cada miembro de la banda, una estrella por los hermanos: Los Creyentes, The Obsidians & The Mentalettes y por los que vienen con nosotros a todos sitios, y otra estrella por los que fueron y serán parte de la banda”), estaba claro que con mi pasado como cotilla de barrio, tenía que saber mucho mas de ellos. Modernícolas! : ¿De dónde viene el nombre de vuestra banda? Dani: Era un nombre que ya me venía unos años atrás rondando por la cabeza. De hecho, se lo propuse a unos amigos como nombre de su banda, ellos no lo tomaron y, cuando decidimos montar el grupo y el tipo de de estilo y show que queríamos hacer, pensamos que era ideal. M!: Para alguien que no os haya escuchado nunca, ¿qué es lo que hacéis? D: Nadamos en aguas internacionales, digámoslo así; una mezcla de estilos entre el rockabilly, el garaje y el punk rock. Hacemos un show salvaje y divertido, en el que si no te gusta la música, básicamente te dará igual. Te dejaremos boquiabierto y muerto de risa con nuestros artefactos caseros, como el lanzallamas, el bazooka o la bombona de helio. Es una lástima que algunos de estos artilugios se nos hayan prohibido rotundamente para la actuación en el Teatro Echegaray, pero habrá más sorpresas. M!: Os formasteis en la barra del Drunko pero, ¿de dónde bebe el sonido vuestra banda? D: Todos los chicos provenimos del rockabilly y las chicas de movidas muy diferentes. Obviamente no somos puristas, estamos muy influenciados por bandas de punk rock y garaje, como Los Ramones o Los Sonics, y aún seguimos flipando con Eddie Cochran o Gene Vincent. También nos hemos dejado influir por bandas nacionales como Los Chicos o Los Creyentes en su concepto musical y de show sobre el escenario. No nos gusta limitarnos a tocar, hay que hacer que la gente se divierta. M!: Nacisteis en 2009 y habéis tenido varias formaciones. ¿Cómo ha cambiado vuestro sonido? D: Empezamos con Mane tocando el contrabajo y, pese a no ser puristas, sí que teníamos un sonido mas rockabilly, muy sucio, pero rockabilly a fin de cuentas. Cuando Mane dejo el grupo, “fichamos” a José y a su bajo eléctrico. José provenía de los Toxic Womb, donde hacia un estilo más leñero. Con el bajo eléctrico sonamos mucho más contundentes y demoledores, que es lo que

desde primera hora queríamos Mario, Juan y yo (los tres que tuvimos la genial idea de montar la banda). No es que no nos gustara lo que hacíamos antes, ya que básicamente es lo mismo, sólo que el sonido del bajo eléctrico es mejor para nuestro estilo. M!: Os declaráis como “la peor banda del mundo”. Ahora de verdad, ¿ensayáis más el espectáculo o vuestras canciones? D: Lo de la peor banda del mundo quedo atrás hace tiempo, sólo que ese título nobiliario nos sigue gustando. Ensayamos las canciones, el show lo improvisamos; somos así por naturaleza, hemos dado más de 50 conciertos en dos años y nunca hemos ensayado mucho el show, está claro que sabemos cuando hay que meter el lanzallamas y cuando el helio. Pero las idioteces que decimos, las cosas que rompemos, las veces que nos caemos… son más bien por la cantidad de alcohol que bebemos, antes, durante y después de los conciertos. M!: Queréis dedicarle más tiempo a vuestros temas, pero cuando creáis ¿qué llega antes, el sonido o las letras? D: Es difícil dedicarle tiempo a nuestros temas; por suerte siempre hay muchos conciertos y no hay tiempo para esto. Habíamos decidido parar un poco los próximos meses para crear y grabar algo con nuestro nuevo bajista en el estudio de Maxi de los Hollers, ya que suena diferente, como dije antes. Pero una tarde empezó a sonar el teléfono sin parar y… “¡raca!” del tirón cerramos siete conciertos nuevos. Respecto a qué fue antes si el huevo o la gallina, pues depende; a veces llega Mario con una cancioncilla y yo le trato de colar la letra, y otras se me va ocurriendo a mí la melodía junto a la letra y la grabo en el móvil mismo, luego la llevo al local y le empezamos a dar forma. M!: Una furgoneta, mucho frío, un país diferente. ¿Cuáles han sido las mejores anécdotas de vuestro particular Germany Deportation Tour? D: Sería difícil escoger unas cuantas, lo de Alemania ha sido maravilloso y divertidísimo. Así, a bote pronto, se me ocurre que en Dresden, después de tocar, hasta tres chicos diferentes, cada uno por su cuenta y riesgo, trataron de ligar conmigo. Sí, he dicho chicos, no sé qué me verían, pero tuve que estar huyendo de “mis fans” el resto de la noche. También tuve una curiosa confusión entre “Facebook” y “fuck me”; por muy malo que sea mi inglés creo que aquel alemán quiso entender lo que le daba la gana. (Risas). No sé si conocéis Hamburgo, pero tiene cierto parecido con Las Vegas: casinos, locales de striptease y prostíbulos en la calle Reeperbahn. Así que, como se suele decir de Las Vegas, lo que paso en Hamburgo se queda en Hamburgo. M!: ¿Qué proyectos tenéis de aquí en adelante? D: La prioridad es dedicarle más tiempo a nuestros temas, que están todos a medio sacar y grabar con la formación y sonido actual. Lo demás, pues al más puro estilo Puño Americano: tal y como vaya surgiendo.

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.teatro

Tendrás derecho a una ambulancia cuando mueras. Texto: Susana Martín Romero Foto: Manuel Ruíz Toribio (LaMordiente Teatro)

“La policía es la encargada de mantener las cosas en orden. Si las cosas están bien, toda la policía es buena. Si las cosas están mal, toda la policía es mala” – escribía Bukowski en uno de sus cuentos. Antígona en Nueva York viene a romper con el orden establecido. El orden que permite que la policía te golpee si sacas los pies del tiesto. El orden que otorga derechos y obligaciones según las jerarquías. Los protagonistas de esta obra son indigentes. Estamos tan acostumbrados a ellos, a que pululen por los cajeros o que nos pidan limosna en la plaza de la Merced, hasta cinco o seis diferentes en una hora, que ya no reflexionamos sobre cómo habrán acabado mendigando, ni en los responsables que los mantienen en esa situación. Justificamos nuestra pasividad con eufemismos tales como “no quieren trabajar” o decidimos que son alcohólicos y drogadictos para mirar hacia otro lado con total impunidad. Al Estado le basta con permitir algunos asilos con la esperanza de que se hacinen allí para que la calle Larios no pierda su esplendor. 10

Antígona en Nueva York nos recuerda que todos podríamos ser un “sin techo” porque hemos conformado un orden que lo permite. El montaje de la obra combina varios elementos- que no quiero desvelar – , que permiten que te introduzcas en la historia de una manera muy fibral. Te sientes policía y mendigo, víctima y verdugo. Sé que me estoy “saliendo del tiesto” , que me desvío del tema, pero el teatro también es o debería ser una forma de remover las conciencias, de hurgar en la herida. Y LaMordiente teatro lo tiene muy claro. Recupera la ideología de grandes personajes como Moliére, Victor Hugo o Bertolt Bretch. Nos da de bofetadas sin manos, y te vas del teatro con un sólo pensamiento: “tenemos que hacer algo”. Confiemos en que su trabajo no sea de esos que sirven para abrir los ojos y después, se olvida.


.teatro

Un teatro que muerde. Entrevista: Susana Martín Romero

LaMordiente Teatro es una compañía joven, pero viene pegando fuerte; y no me refiero sólo a sus premios, sino a la forma y al contenido de su trabajo. No tienen piedad para “los patos cojos”. Los temas controvertidos que nos afectan directamente como seres humanos -responsables de lo que nos sucede- son su punto de mira, y han elegido el teatro como arma para disparar sus objeciones. Acaban de estrenar Crack! (estuvimos allí!) en la pasada edición del Festival de Teatro de Málaga y el próximo sábado representarán Antígona en Nueva York en La Caja Blanca. Pedro Lanzas, director de la compañía, contesta algunas preguntas para Modernícolas. Modernícolas!: ¿Cómo nace la compañía? LaMordiente: Si tenemos que poner una fecha de expulsión al inhóspito mundo exterior, el parto se produjo allá por el 2007 en Málaga, al amparo de la desconchada Escuela de Arte Dramático. En los pasillos del centro fue donde se conocieron sus integrantes y donde empezaron a hacer teatro juntos. Primero fue La excepción y la regla de Bertolt Brecht, después Tito Andrónico de Shakespeare y en 2007 llegó Reventado, una obra cruda y directa de la autora británica Sarah Kane, que vomitaba con descarnada poesía muchas de las ideas que rondaban por nuestras cabezas a través de los grandes conflictos del ser humano: la guerra, la muerte, el amor. A partir de aquí comenzamos a trabajar buscado una identidad propia en la que reflejar nuestra visión del mundo y los problemas que hoy día acucian a nuestra sociedad a través de un teatro comprometido con esa realidad social, intelectual y política actual.

cumplir una función estética, articulen el tema de nuestras obras. Con Crack! pretendemos reflejar una realidad que nos incumbe a todos.. M!: ¿Qué ha significado para vosotros ganar el MálagaCrea? LM: La verdad es que, además de ingresos para generar más montajes, la alegría de que se valore nuestro trabajo. M!: El sábado volvemos a tener la oportunidad de disfrutar de vuestro trabajo con Antígona en Nueva York en La Caja Blanca, ¿qué podéis contarnos sobre esta obra? LM: Antígona en Nueva York fue la segunda obra de la compañía, allá por el año 2008. Dentro de un marco realista, muy alejado de Crack!, Antígona cuenta la historia de tres personas sin hogar que deciden dar sepultura a un amigo que va a ser enterrado forzosamente en una fosa común. Esta historia, basada en hechos reales, tuvo lugar en Nueva York, en el Tompkins Square Park, cuando el alcalde de la ciudad decidió convertir una de las zonas más deprimidas de la ciudad en un barrio lleno de centros comerciales, galerías de arte y edificios para clase media-alta. El problema eran los sin techo que pululaban por allí. Durante los disturbios, la policía cargó de manera brutal e indiscriminada contra todos los que de alguna manera se opusieron a ese pelotazo urbanístico. La ternura con que se muestran los personajes, el contraste entre el humor negro y la más completa ausencia de humanidad dan forma a esta tragicomedia del autor polaco afincado en Nueva York Janusz Glowacki..

M!: ¿De dónde surge ese nombre tan provocador? LM: Buscábamos un nombre con el que identificarnos. Después de algunos como Altair4 Teatro, me vino a la cabeza una palabra que utilizaba mucho en los ensayos: “mordiente”. La asocio con lo vertical, con un corte fino y profundo que no deja marca exterior. M!: Habéis elegido una profesión, sin duda, muy difícil. ¿Para qué hacéis teatro? LM: Hacemos teatro para expresar lo que nos pasa por dentro. Creemos que es la mejor forma de hablar de los temas que nos preocupan. M!: Vuestros personajes son seres en conflicto que surgen y se rompen para reaparecer después. ¿Están en construcción o en deconstrucción? LM: Siempre en construcción. Lo que pasa es que algunos se construyen deconstruyéndolos. Otros simplemente están en continúa destrucción, creo que esos son los que más me gustan como director. M!: Después de ver Crack! el público se queda con una sensación de haber sido zarandeado, ¿es esto lo que pretendéis? LM: Sí, entendemos el teatro como un arma de lucha y un poderoso instrumento para la denuncia que debe utilizarse para remover interiores. Nos apoyamos en un lenguaje claro y explícito con imágenes potentes que, además de 11


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BEBE.

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.conciertos

Atrevida, indignada, cariñosa: Bebe. Texto: Raissa Modesto Lima Foto: Álvaro Martín

Ocho años separan a la Bebe de Malo de la Bebe de Kiéreme. Aquella joven cantante extremeña que se dio a conocer retratando el lado más canalla del macho ibérico ahora proclama a los cuatro vientos su particular romanticismo en un nuevo disco cargado de buenas letras y una producción de alto nivel. Más sexy, más optimista y muy a gusto fue como la vimos en la Sala París 15 durante el segundo concierto de la gira Un pokito de rocanroll. “Soy una montaña rusa que sube, que baja”, cantaba Bebe abriendo la noche y confirmando al público malagueño que es una artista en cambio permanente. A sus 34 años, la María Nieves es mamá de Candela, y esto de la maternidad le ha dado, 14

al parecer, más dulzura, pero sin perder su identidad agria. En los primeros minutos del concierto agradeció las rosas regaladas por una fan, y dijo que el calor de los tres centenares de asistentes (entre los cuales había un numeroso grupo de seguidores acérrimo) era recíproco. Así comenzaba una noche en la que Bebe y su banda se entregaron en cuerpo y alma a una actuación en la que el diálogo con el variopinto público, en el que había desde señoras mayores a jovencitos con pulseritas de España, fue constante. En medio de los cuatro chicos de su banda, Bebe destilaba sus éxitos y sus nuevas composiciones como Kiéreme, un indiscutible hit que a mí, particularmente, me ha enganchado (llevo días con el sampler en la cabeza). En él se aprecia de manera nítida la producción de Renaud Letang, el “alquimista” francés responsable de algunos de los éxitos de Vampire Weekend y Manu Chao, entre otros. Guiada por Letang, Bebe estuvo viviendo y grabando durante tres meses en la capital del amor. Y suponemos que por lo menos el “ménage à trois”

está más que aprendido… ¡musicalmente! Entre el guitarra y el bajo, Bebe cierra el trío perfecto y ofrece al público momentos de pura seducción en Pa una isla, canción del disco Y. Ni Madonna en Like a Virgin se sintió tan cómoda en el suelo de un escenario. Pero la Bebe “paz y amor” no olvida sus orígenes y no se muerde la lengua, así que saca un pitillo para dejar claro su defensa de los fumadores. “¿Es que ya nadie tiene tabaco? No voy a consentir que peguen a nadie en mi concierto”, avisaba a la producción de la casa, que se encargaba de apagar los posibles focos de la protesta. Atrevida, indignada, cariñosa. Bebe es ante todo una artista que propaga el amor. “¡Besaros, hostias!”, gritaba al ver en el público a una pareja entregada a Cupido. Y la cara se le iluminaba. Parecía satisfecha de haber estado allí durante dos horas compartiendo amor y música. “Que tiemble la tierra, pero que nosotros sintamos cosas”. Es que Bebe es puro sentimiento.


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.conciertos

Ellos: Himnos pop y diversión. Texto: Marta Sader Foto: Borja Espresati

“Ayer los granadinos estuvieron muy sosos”, dicen Ellos nada más subirse al escenario del Vive Le Rock. Y ya sea porque los malagueños somos de reto fácil o por verdadera convicción fanática (me inclino más por lo segundo), el bar se hace una sola voz desde la primera canción. Es alucinante: ¡todo el mundo se sabe todas las letras de todas las canciones que cantarán durante la noche! y no paran de gritarlas, de saltar y de bailar desde el primer acorde. Así, sí. Parece que los de Purapasta han acertado con su primera apuesta por la música en el centro. Ellos -esta vez, sólo Santi y Guille sobre el escenario- enlazan lo que parece ser un hit tras otro, y los acompañan de insólitas proyecciones sobre la pared. De este modo, mientras tocan esos luminosos y divertidos temas suyos ayudados por la mesa de mezclas, podemos ver a divas de los años noventa en sus mejores momentos, una sucesión de imágenes psicodélicas, persecuciones e incluso a Fred Astaire bailando claqué. Lo dieron todo encima y abajo del escenario. El ambiente era de guateque 16

de los setenta, con ese buen rollo vital y esas ganas de pasarlo bien aunque sea con ponche sin alcohol. Las canciones sonaban a himno de toda la vida: no sólo porque se cantaban sin pensar y con esa alegría tan auténtica que proporciona el escuchar por fin en directo los temas que llevas años tatareando, sino porque estaban hechas con el manual de la canción popular en la mano: estrofa-estribillo-estrofa-estribillo. Nada de inventos raros, sólo pop consistente y eficaz. Después de una hora en lo más alto y de haberse bajado imaginariamente del escenario hasta en dos ocasiones (la infraestructura no daba para bajar físicamente), Ellos cerraron un concierto apoteósico en el que incluso cedieron el micro al público. Y, por fin, el merecido premio a tanta adrenalina: “¡Mucho mejor que en Granada!”.


.conciertos

“Somos de todo menos modernos” Entrevista: Marta Sader

Refresca la honestidad de Ellos tanto en las largas distancias (pongamos, desde que sus letras salen del estudio hasta que llegan a tus oídos) como en las cortas. Guille Mostaza, a un día de pisar Málaga para celebrar la fiesta que significa la música en el centro, y dar un concierto en Vive Le Rock, contesta a nuestras preguntas con todo el bagage que dan 13 años de experiencia. Sin poses, sin ínfulas. Pero eso sí: con la espontaneidad del primer día. Modernícolas!: Dices en tu blog: “Si alguien hiciese un top con los diez blogs más sinceros de la historia, seguro que éste estaba en él”. Y nos parece del todo cierto. ¿Por qué tanta honestidad? Guille Mostaza: Porque creo que la verdad se falsea mucho. Con esto de la promoción a toda costa y el marketing la tendencia es mostrar que los grupos van bien, que todo va bien y que es todo fantástico, asunto que odio. Si damos un concierto que es un exitazo y la sala se llena lo diré, si ocurre lo contrario también lo haré. No hay que mentirle a la gente que cree en ti. M!: Un buen día, Ellos se levantan y piensan: “¡Vamos a grabar nuestro nuevo disco con la orquesta de Bulgaria!” ¿O cómo fue exactamente la historia? G.M.: Es algo que siempre quisimos hacer. Jose Sánchez-Sanz, nuestro superteclista, también es director de orquesta y ya había trabajado previamente con la Orquesta Sinfónica de Bulgaria. Era garantía de que iba a salir bien. M!: “No me importa que me digan que lo que hacemos es una mierda” dijiste en una entrevista. ¿Realmente alguien os ha dicho a la cara algo tan tremendo de vuestra música? G.M.: A la cara nadie se ha atrevido, la verdad, aunque sí lo he leído alguna vez en internet. Gente que se esconde en el anonimato con un nick chungo.

M!: ¿Qué es lo más raro que puede pasar en un concierto vuestro? G.M.: Cualquier cosa, la verdad es que por norma general somos bastante impredecibles. Para nosotros mismos también. M!: Sonáis a buen pop guatequero y consistente. ¿Creéis que hubiéseis sido estrellas nacionales en los 70? G.M.: Qué va, ni de coña. En los 70 había una música excepcionalmente buena en los circuitos comerciales, sería imposible competir. Cuestionario Modernícola! M!: ¿Qué cantáis en la ducha? Bravo samurai (de la ganadora del Festival OTI en 1987, Vicky Larraz). M!: Si decimos amor, Ellos dice... Que venga. M!: ¡Nos vamos de gira! ¿Qué lleváis siempre en la maleta? Una almohada, para los viajes. Imprescindible. M!: Una canción para olvidar que el mundo existe... Everyday, de Buddy Holly. M! Si Ellos fuese un escritor, sería... Raymond Carver, sin duda.

M!: Si os comparan con Astrud pensáis… G.M.: Qué antiguo, por Dios. M!: Sin promoción ni management, Ellos llena conciertos porque… G.M.: Supongo que porque llevamos trece años de carrera y tenemos seguidores muy fieles. Y el boca a boca también influye. La gente se lo suele pasar muy bien en nuestros conciertos y luego lo comenta en sus redes sociales, a sus amigos, familiares… esas cosillas. M!: Echamos un vistazo a la imagen de Ellos (fotos, carátulas…) ¡Pero si lleváis siendo modernos desde antes que se inventara el término! G.M.: Somos de todo menos modernos. De hecho, somos de un clasicazo apestoso. M!: Humor, rencor, sinceridad y cotidianeidad. ¿Qué más hay en las letras de Ellos? G.M.: Amor. Mucho amor. 17


.conciertos

Nouvelle Vague, música para gourmets. Texto: Miguel A. García Foto: Montse Carné

Si Nouvelle Vague fuera un plato, estaríamos ante un canapé exquisito. Con aspecto inocente y sabor intenso, lo recordaríamos toda la noche mientras platos principales y postres intentan, sin éxito, convencernos de lo contrario. Toma nota, los ingredientes son: guitarra, piano, contrabajo, batería y las extraordinarias voces de Liset Alea y Melanie Pain. Se puede tocar más alto, más eléctrico, con pirotecnia y hasta llevar banda de gaitas. Pero, ¿es posible hacerlo con más clase que el grupo de Marc Collin? El viernes en el Auditorio de la Diputación lo pusieron realmente difícil. La lenta y atmosférica Je Suis Déjà Partie de su último disco inicia la noche. El grupo suena compacto y claro, consiguiendo que casi olvidemos los problemas de sonido que, por suerte, no duran mucho. Durante la primera mitad del concierto tocan a sus versiones más recientes, pero no pueden evitar volver a su primer disco con Guns of Brixton y Too drunk to fuck. Pain confiesa que le han escrito en el setlist: “Too drunk to follar” y con la versión de Dead Kennedys el auditorio se pone en pie por primera vez. Vueltas por el escenario, articulaciones a punto dislocarse, gritos, mucha sensualidad y complicidad entre las vocalistas, que terminan la canción por los suelos. Alea habla español perfectamente —es cubana, aunque su nombre engañe— y miente mucho mejor: “En francia usamos esta palabra para todo” dice para presentar Putain, Putain. Cuando terminan la canción todos abandonan el escenario a excepción de ella y el batería que interpretan la sorpresa de la noche: una alucinante versión de Rapture de Blondie, repopularizada por Alicia Keys. Después ceden el turno a Melanie Pain que sale con Olivier Libaux a la guitarra. God save the Queen parece una broma macabra en sus manos: con tan inocente y aparentemente inofensiva interpretación, y una letra que incita a derrocar coronas. Nos acercamos al final y no podían faltar clásicos de los 70 y de los 80 como So lonely de Police, Dance with me de The Lords of the New Church y Love will tear us apart de Joy Division. Al finalizar salen rápido del escenario, todo el público se pone en pie y los aplausos se prolongan durante unos minutos hasta que el grupo vuelve: tres canciones 18

de propina y la última no podía ser otra que In a manner of speaking. Pain y Alea sentadas en el borde del escenario pidiéndonos que les digamos todo y nada, los escalofríos nos recorren la espalda. Ahora sí: todo el grupo se despide en el centro del escenario. ¿Todos? Marc Collin ha desaparecido entre vítores. Nos dicen que se encuentra a la salida vendiendo discos y camisetas. Como diría un francés: “Les affaires sont les affaires”.


.teatro

‘Crack!’. Hora y media de realidad. Texto y Foto: Virginia Rota

Esta no es una crónica ortodoxa, porque no se acompaña ni siquiera de un ápice de objetividad. Se trata pues, de una crónica escrita directamente desde la nostalgia con un leve apículo de cobardía. Un trío de cuerpos se coloca en el centro del escenario del Teatro Echegaray, y más de la mitad de las butacas ocupadas por mentes clavan sigilosamente las pupilas en ellos. Pero esta noche los protagonistas no sólo son los que se mueven frente a nosotros, los protagonistas de CRACK! La rebelión de las lágrimas somos todos. Tú que estás leyendo, y yo que estoy escribiendo en este mismo instante, independientemente de donde ambos nos encontremos. Todos somos protagonistas de CRACK!; porque todos estamos en este mundo mudo girando en el sentido de unas agujas que marcan un futuro aterrador sin hacer absolutamente nada excepto girar, girar y girar sobre una rueda que no puede hacer más sino dar las mismas vueltas. Ayer, en el teatro, recordé que estoy muerta de miedo. Y que me levanto cada día pensando en qué pasará, sin hacer definitivamente nada por evitar todo lo que va a venir -que no es poco-. Una voz en off nos habló sobre la ambición que corona la pirámide de Maslow, sobre la ambición como característica intrínseca en los humanos, sobre la ambición como causante de que vivamos en un constante intento por estar tan, tan, tan arriba que el resto de los mortales nos parezcan hormiguitas. Y me he sentido mal; porque se supone que todos somos iguales y que estamos aquí para intentar sobrevivir lo mejor posible. Pero cada construcción tiene por coste destrucción; y nos estamos autodestruyendo sin darnos cuenta de que el mundo se cae a trozos y sólo nosotros podemos sostenerlo. CRACK! se separa de este miedo absurdo en el que venimos nadando desde hace ya algún tiempo y rompe el silencio a base de un realismo exento de sutilezas. Es como un jarro de agua fría en pleno invierno: una sensación sumamente escalofriante que te recorre el cuerpo por completo, desde la punta de los pies hasta el último poro de la cabeza. Aquel que ha visto CRACK! La rebelión de las lágrimas no se olvida en la vida. Esta crónica va dirigida con amor, con amor del bueno –de ese que ya no queda en el aire-, a todos

esos curiosos que ayer fueron a descubrir esta dosis de realismo, y a todos los que irán en los próximos días. Porque arrancarse la venda de vez en cuando no está nada mal; y porque a lo mejor, después de ver la realidad escenificada, nos da por apagar la caja tonta e intentar cambiar el mundo.

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LOQUILLO.

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Loquillo: Lleno y ovación cerrada. Texto: José A. González Foto: Álvaro Luengo

Hay noches en Málaga que se reservan para los más esperados eventos, noches universitarias que dejan de ser alcoholizadas, noches de jueves para artistas de carrera, sobresalientes funcionarios de la música. Y este jueves era de Loquillo. Desembarcaba en la capital costasoleña uno de los grandes del país, un músico que no necesita carta de presentación, un ídolo en pasado, presente y futuro, y Su nombre era el de todas las mujeres fue la excusa oficial para ofrecernos una velada de intensos versos y un pizca del rock de siempre. La primera vez que Loquillo se acercó al repertorio de Luis Alberto de Cuenca fue “con Noche Blanca, allá por el 98”. Rememorar esa fecha le ofreció la 22

excusa perfecta para pensar en Los viejos amigos, canción con la que provocó los primero sofocos en los palcos. La nostalgia daría paso a la melancolía que le invade “al pasear solo por un lugar emblemático de Madrid que se llama Paseo de la Castellana”. Los versos de Bernardo Achaga y John Keats veían la luz de las tablas justo antes de que el cantante de Barcelona nos contase en confidencia que él es “un hombre de edad indeterminada, que tiene amigos de edad también indeterminada”. Loquillo en estado puro. La mala reputación se paseaba por el escenario volviendo loco al público. Quizá la cantó porque, como dijo, él siempre había sido “un independiente” (“¿ahora los llaman indies, no?”, añadió). En esta línea y recordando anécdotas de su carrera, rememoró el momento en el que quiso grabar un disco basándose en la obra del poeta Cesare Pavone: la única forma que tuvo de que el directivo de la compañía se leyera el libro fue “decirle que lo había escrito un jugador de futbol“. Los versos de Benedetti se acercaban a los oídos del

patio de butacas en forma de pequeños y poéticos piropos. Era el momento para otra rememoración: “Ya en el 93 una emisora llamada Ali Baba y los 40 ladrones se quedaba con los derechos de autor -en todo el mundo- de las canciones que pinchaban. Aún sigue sucediendo”. Después de una bomba así, Jacques Brel permitió a Loquillo despedirse -momentaneamente- Con elegancia. Para los bises, el lider de los -¿extintos?- Trogloditas se atavió con el vestir de los canallas: camisa blanca, copa de whisky y cigarro. “Jaime (Stinus) y yo discutimos a veces sobre quién es más antiguo, pero la cuestión es que somos tipos vintage”. Los últimos temas, escuchados con el temor de lo que desgraciadamente acaba, se volvieron más intensos en la voz del artista madrileño de adopción. Más de dos minutos de aplausos desde las butacas y el saludo de toda la banda cerraba las puertas del Cervantes, dejando aún dentro el vibrar de los musicalizados versos, los nerviosos vítores del público y la complicidad de uno de los grandes.


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Contracciones ahorcadas en multinacionales. Texto: Laura Luna Rivas Ilustración: Mayra Ganzinotti

“Buenos días. ¿Cómo estás?” (tú, a lo tuyo, escribe en la libreta.) “¿Yo? Bien, gracias. Siéntate.” (Apunta. No dejes de apuntar). Entramos en una gran empresa. Grande, de las que ocupan edificios inmensos y ningún vecino sabría decir qué se fabrica allí. El ambiente solemne se carga de rostros con gesto de saber dónde están. Porque es difícil trabajar para una multinacional. No es un McDonalds, no llegas con la cara de granos y te ponen frente al ordenador. Llegar a hacer el gesto exacto que exprese que tú sí tienes idea de lo que allí se fabrica es mucho más difícil. “¿La cláusula que prohíbe mantener relaciones románticas o sexuales con compañeros? Sí, la he leído.” De hecho es una cláusula existente en casi la mitad de los contratos que se firman en las multinacionales y Mike Bartlett, el autor, vio ahí su leitmotiv. Algunos espectadores nos sentamos en sillas dispuestas en el mismo escenario. Tacón, tacón, falda y traje de chaqueta. Sentada enfrente de su jefa, Emma (Goizalde Núñez) cree revelarle a su superior que tiene una aventura sentimental con un colega. Como si su intimidad importara algo, aunque sea ínfimamente, al bloque de hielo que se le sienta delante, que solo hace el cálculo de cuánto va a durar esa relación y minuta el momento en el que los dos amantes callan durante una discusión en el comedor de la empresa que quedó grabado, claro está, por una cámara del bloque. Diez minutos, eso duró el silencio. El texto de Mike Bartlett va soltando las palabras medidas hasta dejarlas sin connotación más que la puramente informativa. Emma, la mujer segura del comienzo, va empequeñeciéndose para dar paso a su gran mente esclava del mundo laboral que, como su jefa (Pilar Massa), dejará de sangrar para que nada interfiera en sus porcentajes de venta. La comicidad primera cuando se intenta definir la palabra “romántico” se encrudece hasta vomitar porque algo reclama su espacio en el vientre de Emma. Pero ese algo, si Emma quiere seguir en la empresa, habrá que ahogarlo. Porque, ¿se puede desear algo más que el éxito? El fracaso y el juego son palabras demasiado humanas, ahí está la sangre pero, -”llegamos a un acuerdo, ¿no?”-, aquí no interesa tu sangre. Las actrices afi24

lan sus sonrisas de medio lado y apostillan el texto con un ritmo de disparos y silencios que provocan la risa desubicada del espectador y, al momento, la lágrima por verse tan débil en el reflejo cuando la realidad se nos impone. “Revelarse no es la realidad, eso hubiera sido lo anecdótico, lo heroico -dice Pilar Massa en el coloquio posterior- y esta obra transmite un trozo de la realidad que nos toca y nos remueve”. Pilar y Goizalde coincidieron hace unos diez años en la Compañía Nacional de Teatro Clásico y deseaban volver a trabajar juntas. “Goizalde es, además de una actriz estupenda, una profesional y un ser humano excelente”, dice Pilar, que, con

este, ha dirigido ya unos diecisiete montajes. Buscó mucho hasta que dio con el texto adecuado: “La tradición anglosajona ha creado un estilo de diálogo especial” y las intérpretes han transmitido ese estilo directo sin artificio. Viendo la acogida que ha tenido su propuesta, a Pilar no le queda la más mínima duda de que al público, si le ofreces calidad, responde. “Creo en los espectadores”, me dice por teléfono horas antes de la función. El público malagueño respondió el sábado y el coloquio que tuvimos después de la obra se llenó de las dudas y la agrura de quienes se resisten a ver un mundo devorado por multinacionales sin una gota de sangre.


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El Mal triunfa pese a la estupidez. Texto: Miguel A. García Foto: José A. González

Los conciertos, como cualquier actividad escénica, tienen tres requisitos: una propuesta, un espacio y un organizador. Esta crónica es musical, sí, pero además quiero reflexionar sobre “todo lo demás”, lo que no percibo cuando las cosas salen bien. Comenzamos por el concierto. Eric Fuentes y Bernat Sánchez suben al escenario de la Sala Vivero. Hoy tocan en acústico y se hacen llamar Eric Fuentes & El Mal Menor, en contraste con El Mal, que es la banda en eléctrico. Piano, guitarra y voz son las herramientas para llevar a otro terreno las composiciones del barcelonés. Aclara que van a tocar “los temazos” y, acto seguido, los acordes de Rainfrogs inundan la sala. Esta canción, junto a otros dos temas de su anterior grupo -The Unfinished Sympathy- nos calientan los oídos. Para tocar I put my life into boxes Eric deja a un lado la guitarra. El sonido es claro y profundo: piano y voz hacen un cocktail maestro. Se pueden seguir las letras y escuchar la respiración que marca los cambios de intensidad de las teclas. Pero el mejor momento llega con la interpretación de It was a very good year, canción popularizada por Frank Sinatra. Se nos encoge el corazón y el tiempo se detiene durante unos minutos. Para no dejar a nadie con la espinita también caen una versión “cabaret” de su hit Growl, algún bis de propina y para casita. Suena bien, ¿eh? Habría sido una noche perfecta, de no ser porque el público lo formábamos dos Modernícolas y un espectador. Y ahí estaban, un grupazo que ha estado en el Primavera Sound y una sala profesional casi vacía. A la salida no podía parar de repetirme: ¿por qué? El historiador italiano Carlo M. Cipolla formuló unas “leyes de la estupidez”. La idea es que las personas estúpidas son más peligrosas que las malvadas porque perjudican a los demás sin obtener beneficio alguno para ellos mismos. Yo no voy a hablar de personas estúpidas, pero sí de decisiones. Me parecen poco inteligentes por parte de un organizador varias cosas: no hacer una campaña publicitaria suficiente, no vender entradas anticipadas ni informar de su precio y no anunciar correctamente el nombre del grupo -aparecía como Eric Fuentes & El Mal-. Tras esperar a la llegada de un hipotético público, Eric salío del camerino y nos dijo que tocaría, que era feliz

hubiera tres personas o 475. Y nosotros, más contentos todavía; nuestros entusiastas aplausos retumbaban en la sala y él aprovechaba para bromear sobre la situación. Mientras, muchos seguidores estarían un viernes sin plan y con los ocho euros que costaba la entrada quemándoles los bolsillos. Afortunadamente, El Mal triunfó bajo las órdenes de Eric Fuentes, del que esperamos su vuelta con el cartel de Sold out colgado.

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La reinvención de Russian Red. El patio de butacas se va llenando poco a poco, sin prisas. Suena jazz de fondo. El escenario alberga los instrumentos. El ambiente es, pese a la fría noche, acogedor. Unas trescientas personas aguardan desde sus asientos la llegada de Russian Red. Lourdes, a la voz y la guitarra rítmica; Brian Hunt, a la guitarra y Pablo Serrano haciendo de hombre orquesta de la percusión -dentro de un extenso montaje instrumental-, defienden esta nueva propuesta musical de la banda. Los temas se suceden. Llega Everyday, everynight, una animosa canción -en lo musical-, que habla, sin embargo, de la tristeza producida por un distancimiento que se agranda cada vez más. Acto seguido suena I hate you, but I love you, un tema que ahonda en las profundas contradicciones del amor. El escenario está lleno de torres de bombillas y luces de colores. Llega el quinto tema: The sun, the trees. Una canción jovial y fresca: la más alegre y vital de todo el repertorio. Otro de los singles de Fuerteventura. Tras esta; Braver Soldier. Lourdes comenta: “Bra26

ver Soldier habla sobre como una mujer ama a un hombre y eso tiene mucho de soldado valiente”. El repertorio avanza hasta el décimo corte. Llega Cigarettes. Lourdes lo confecciona con el único acompañamiento de su propia guitarra. Brian le toma el relevo y lo canta, a solas: “Cause I’m wasting time, now I’m wasting money again; and all the cigarettes that I have never smoked…” para, finalmente, cerrarlo a dúo. Tras una docena de títulos, llega January 14th; el tema con el que Russian Red tiene previsto dar el cierre al concierto. Se trata de un bonita canción -interpretada con pasión- en el que la guitarra y la batería destacan en la faceta musical. Los tres miembros de la banda abandonan el escenario. El público patalea sobre las tablas del suelo y logra que Russian Red vuelve al escenario con tres nuevas canciones. Lourdes presenta la primera: “Esta canción la grabamos Brian y yo hace tres años… no, hace cuatro, en Córdoba”. Se trata del tema No past land, un corte interpretado con fuerza por la madrileña. Le sigue Loving strangers, el sencillo

que servía de banda sonora en la película Habitación en Roma. Finalmente, el bis es rematado con una delicada versión de un tema de Leonard Cohen. La banda abandona, por segunda vez, la escena. La gente vuelve a patalear. Tras unos instantes, Lourdes regresa: “Nos hemos ido para que hicierais lo de los pies”. A la madrileña le queda, aún, un último as en la manga. El tema en cuestión se titula Mi Canción 7. Se trata de un potente corte en el que los tres músicos, en un alarde sonoro, sacan adelante una composición que se sustenta en el poderío de la percusión. La música retumba dentro de nosotros. Suena como un corazón delator a punto de estallar… ¡bump! ¡bump! ¡bump!: “I have cried cause you were mine; Nobody says the same; Boy you are my precious one; and hope is what it takes; Cause this is the love we share”. El tema acaba, de forma súbita. La gente sale con una sonrisa en la cara. Ha sido una gran noche. Texto: Marco Antonio Jiménez Foto: Manu Rocha


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André y Dorine: Una lección sobre teatro y vida. Texto: Diego Armando Alías Foto: Gonzalo Jerez

Se escuchan las teclas de una antigua máquina de escribir y justo detrás de ellas descubrimos a André, un anciano que sigue conservando su pasión por la escritura. A la izquierda, un violonchelo que hace sonar Dorine, su esposa, una anciana que también sigue conservando su pasión, la música. Los sonidos de ambos instrumentos se cruzan y, entonces, la pareja entra en una discusión musical que no volverá a repetirse jamás. André y Dorine es una historia sobre el Alzhéimer, pero sobre todo es una historia sobre la superación, la lucha y el amor. Cuando pensamos en el teatro, debido a nuestras convenciones, casi siempre pensamos en uno textual con actores perfectamente amaestrados para ello. Pues bien, Kulunka Teatro demuestra con esta obra que no es necesario ni lo uno ni lo otro para contar una gran historia. Los personajes se construyen con máscaras y gestos; gestos que, dependiendo de la situación, consiguen que el propio espectador vea en la máscara diferentes expresiones, a pesar de que esta no cambia nunca. La historia la construyen sus acciones y movimientos, que consiguen comunicar tan bien o mejor que la palabra. Jose Dault, Garbiñe Insausti y Edu Cárcamo dan vida a varios personajes; complicada hazaña que superan magistralmente, pues todos ellos están bien planteados gracias a un minucioso trabajo coreográfico que, como dijimos, logra una expresividad extraordinaria. André y Dorine es una clase magistral de interpretación gestual, dirección y dramaturgia. Nada en el espacio está puesto por gusto, nada elegido arbitrariamente, todo tiene sentido y uso antes o después. Las fotografías de las paredes son un claro ejemplo de ello; no sólo adornan, también serán un elemento fundamental en esta historia sobre la pérdida del recuerdo. Cobran protagonismo en el momento en que Dorine las descuelga de la pared para que esos instantes de vida vuelvan a ella. Sin éxito en su desesperada acción pide ayuda a André y coloca en la mesa de su máquina de escribir todas las fotos para que él le escriba todos sus recuerdos. (Aquí fue la quinta o sexta vez que a este que les escribe se les inundaban los ojos). 28

La puesta en escena está llena de poesía, de preciosas composiciones, de momentos entrañables y de deliciosa comedia, algo que no podemos obviar. André y Dorine no es una obra sensiblera sobre una enfermedad dura, es una obra inteligente que no pierde el toque cómico en ningún momento ni siquiera en los más duros. Podría hacer un resumen del argumento pero no quiero, también podría señalar todas las cosas bonitas que suceden, pero tampoco quiero. Quiero que vayan al Teatro Echegaray a verla porque hay obras que debería ver todo el mundo y esta es una de ellas.


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“André y Dorine es casi una coreografía de movimientos” Entrevista: Marta Sader

Ella tiene un violonchelo; él, una máquina de escribir. El sonido de ambos artefactos sonaban antaño acompasados, pero ahora resultan disonantes. Son André y Dorine (Mejor Dramaturgia y Mejor Espectáculo en el Festival de Birmingham 2011), una singular pareja de ancianos cuyo amor ha caído en la desidia provocada por la rutina. Pero, extraordinariamente, el alzheimer aparecerá para hacerles empezar de nuevo. Kulunka pone en escena esta obra de teatro gestual con máscaras que se caracteriza por ser “tan emotiva que despierta la risa, y tan cómica que da ganas de llorar”. Hablamos con sus tres fundadores y actores acerca de las particularidades del género y de la pieza en sí. Modernícolas! : Antes de nada: ¿cómo nació esta obra? ¿Por qué el alzheimer como tema principal? Kulunka: En el 2007 leímos en un periódico la noticia de que el filósofo francés André Gorz y su esposa Dorine, habían decidido poner fin a sus vidas, juntos, a la edad de 84 años. Un año antes, André publicó una carta a Dorine, titulada CARTA a D. que recogía pasajes muy emotivos que nos impactaron y sobrecogieron de tal manera que empezamos a pensar en la idea de montar algo. Su historia nos sirvió de inspiración para, tres años después, crear la compañía y dar comienzo a la historia de nuestro propio André y nuestra propia Dorine. Queríamos contar una historia de amor en la vejez. Más tarde llegó la idea de plantear cómo una enfermedad puede modificar una relación. Y ahí llegó el Alzheimer. Pero no sólo hablamos de la enfermedad, hablamos en definitiva de las relaciones humanas. M!: ¿Desde cuándo lleváis trabajando el teatro gestual? ¿Cómo lo conocisteis? K: Kulunka Teatro es una compañía creada en 2010 por Garbiñe Insausti y José Daul. La mayoría de los integrantes nos hemos formado en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid y esta es la primera vez para todos, en la que abordamos un trabajo de máscaras. El trabajo de máscara expresiva lo conocimos a través de la compañía alemana Familie Floz, con quienes nos hemos formado posteriormente. Ahí descubrimos el poder que tiene la máscara a la hora de comunicar emociones. M!: Para vosotros, ¿cuál es la mejor obra del género, o vuestra preferida? K: De lo que hemos visto de teatro de máscaras, la que más destacaríamos es Teatro Delusio, de la Familie Floz. M!: No habláis y además lleváis máscaras. ¿Qué mecanismos utilizáis para comunicaros con el espectador? K: Nuestro objetivo es contar una historia. Todo está al servicio de la misma. Nuestra obsesión ha sido desde el principio, tratar de ser lo más claros posible para comunicar exactamente lo que queríamos expresar. Para eso ha hecho falta un gran trabajo de síntesis. Por eso cada movimiento, cada acción está pensada y meditada, se trata casi de una coreografía de movimientos.

M!: ¿Quién imagina las máscaras, en base a qué tendencia artística -o similar- las habéis creado? K: Las máscaras las ha realizado Garbiñe Insausti (una de las fundadoras y actrices) con una clara influencia de la Familie Floz. El trabajo de construcción de máscaras ha tenido dos vertientes: por un lado, trabajar en el taller para buscar y encontrar en base a las necesidades surgidas en el local de ensayos. Y por otro, trabajar en el taller encontrando nuevos personajes que después se han propuesto. M!: ¿Teatro sin palabras significa teatro universal, o existen limitaciones para ser entendidos fuera de las fronteras occidentales? K: A lo largo del último año, hemos tenido la inmensa suerte de poder mostrar nuestro trabajo en díez países diferentes en tres continentes. Desde España, a Nepal, a Colombia, Inglaterra, China, Argentina, Cuba, Ecuador, Turqúía… donde hemos podido comfirmar con asombro que a pesar de las diferencias culturales, sociales, lingüísticas, André y Dorine no tiene fronteras y puede disfrutarse igual en tan distintos rincones del mundo. M!: Vuestra apuesta es arriesgada. ¿Cómo convencéis a los espectadores de que tienen que ir a ver ‘André y Doriné’? K: Diciendo que cuenta la historia de personajes reales, cercanos, donde seguramente nos veremos identificados en muchos momentos, y que tendrán la oportunidad de reír y emocionarse casi al mismo tiempo. M!: ¿Cuál es el mayor miedo antes de estrenar una pieza de estas características? K: Que la historia se entienda, llegue al público, emocione. Ese fue nuestro mayor reto y nuestro mayor miedo. Sin embargo, pronto lo disipamos al ver la respuesta del público, y ver que éste seguía y vivía la historia a la perfección. M!: Si vosotros, como compañía, tuviéseis que ir por el mundo llevando una máscara, ¿cómo sería? K: (Risas) Es díficil responder a esa pregunta. Somos muy diferentes entre nosotros, pero formamos un equipo espléndido, donde la risa es constante, y es muy fácil trabajar. Nos escuchamos, respetamos, admiramos mutuamente… La máscara sólo la usamos sobre el escenario, fuera está siendo una agradable experiencia “desnudarnos” para empaparnos al máximo de lo que esta aventura que nos está proporcionando conocer a la gente cara a cara, sin máscaras ni armaduras.

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¿Estás buscando algo? Aquí no te lo encuentran. Texto: Marco Takashi Foto: Ben Albares

Quien no haya estado en Espacio Anfibio, que se imagine la habitación más cómoda y acogedora de su casa. En un ambiente tranquilo, familiar y extremadamente exclusivo, casi 20 personas son espectadores de la peculiar puesta en escena de Alberto Cortés, director de Bajotierra, con Estoy buscando algo que no sé lo que es. Todo comienza con la posibilidad de que el público pueda mandar pequeños textos para ser representados en la obra. Así que el espectáculo comienza con muchas expectativas. A escena entran Alessandra García, Ana Iglesias y Susana Almahano, las atrevidas actrices de la compañía (al día siguiente, Susana fue sustituida por Marity Manzanera). La representación es tan íntima que el sonido mi obturador haría que el público me echara de allí, así que aprovecho para hacer fotos en las demenciales manifestaciones físicas y gestuales que nos ofrecen mientras suenan canciones elegidas con gran acierto y mezcla insólita. Ellas se cansan. Y demuestran que no fingen poniéndonos nuestras manos 30

en sus propios pechos. La comunicación con los asistentes no cesa. El fuera de campo desconcierta a la gente y a la vez los introduce más en la historia. Porque, utilizado de forma correcta e inteligente, favorece a crear un lenguaje atractivo y característico. El espacio escénico es inexistente. Al final, el público se sube al escenario para ser fotografiados como testigos del evento. ¿Ha terminado ya? Aún hay tiempo para sorprender con representaciones dispares entre la risa y el llanto. La ambigüedad entre actuación, improvisación y realidad crean en nosotros un cóctel de emociones pocas veces sentido en cualquier obra teatral. Al terminar, tenemos la oportunidad de preguntarle a la compañía cualquier aspecto que queramos. Todo el mundo sabe que lo que atrae de las cosas no es encontrarlas, si no todo lo que conlleva su búsqueda. Espero que sigan buscando, porque mientras haya búsqueda, habrá encanto.


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Recuerdos desde la luna. Texto: Antonio Yuste Foto: Diego Armando Alías

Quince historias, seis actores y un escenario. De esto se vale Alfredo Sanzol para escribir y dirigir En la Luna, obra que cuenta ya como su quinto proyecto. El montaje, a cargo de La Abadía, llega este fin de semana al Teatro Cánovas. La obra presenta un sinfín de temas unidos por un hilo conductor: los vestigios de la memoria. Sanzol recoge aquí sus recuerdos de la primera infancia, que tienen lugar durante los años de la transición. La intensidad de estos recuerdos se recubre de un halo de irrealidad que nos conduce directamente a la superficie lunar. Los diálogos rozan lo absurdo empujando a la risa al espectador. Por otro lado, el sinsentido de la trama permite al autor abarcar las temáticas más dispares. Así, entre las distintas historias hay sitio para casi cualquier cosa. Desde una revisión de la fábula de las cabritillas y el lobo, hasta la hoy en día obligada reflexión sobre memoria histórica. Se puede estar más o menos de acuerdo sobre las ideas que presenta el texto.

Ahora bien, sobre la manera en que lo hace, hay poco que decir en contra. El lenguaje de Sanzol es claro e incisivo, llegando a veces a un erotismo explícito. Los personajes son hilarantes, tocando lo enfermizo. En los pocos minutos que dura cada escena, dejan conocer la pequeña profundidad que contienen. Dibujando finalmente una personalidad compleja y completa. Gran culpa de que todo esto ocurra la tiene el reparto. Los actores de La Abadía se configuran como componente esencial del éxito de esta comedia. Jugando con el vestuario, consiguen cambiar perfectamente de rol entre una y otra historia. La música que suena para enlazar las escenas da un toque cinematográfico al asunto y ayuda a crear el ambiente onírico. La escenografía presenta la inversión de la perspectiva normal humana que da título a la obra. En resumen, y atendiendo al principio economicista que domina nuestros días, merece la pena pagar la entrada. 31


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ERIK TRUFFAZ.

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El jazz que todos necesitábamos. Texto: Cristina Gandarias/Miguel A. García Foto: Manu Navarro

Viernes tarde, tres Modernícolas cubriendo a un genio del Jazz moderno. El primero de nosotros se encuentra en la FNAC, donde El Sr. Truffaz ofrece un aperitivo a una treintena de curiosos, seguidores y aficionados que forman un grupo de todas las edades; desde padres con sus hijos, hasta personas mayores y, por supuesto, jóvenes. En este ambiente va acompañado de Benoît Corboz al teclado, con quien ha interpretado cuatro o cinco piezas a un público que permanecía tan en silencio que a veces se escuchaba hasta el soplido de la trompeta (“shhhhh”), aunque de vez en cuando pasaba algún grupito hablando muy alto y conseguían turbar momentáneamente esta atmósfera. 34

Los otros dos Modernícolas –redactora y fotógrafo- lo esperábamos en el Auditorio de Diputación en calle Pacífico. Tomo asiento, el auditorio se está llenando hasta completar su aforo. Apagón; salen los músicos a escena y, con mucha sobriedad, se sitúan en sus posiciones. Comienza el teclado electrónico a emitir un sonido propio de alguna puerta estelar que se nos empieza a abrir dando paso a otra dimensión; es entonces cuando empieza Erik Trufazz las primeras notas de un concierto que duró alrededor de dos horas. El jazz que tocan el Erik Truffaz Quartet -a saber, Marcello Giuliani, Mark Erbetta y Benoît Corboz- se va mezclando con el aire del auditorio y nos cala hondo. Personalmente, tras un intenso día, se me empezaron a relajar los hombros, siguiendo con un terapéutico masaje por la espalda para qué, finalmente, las vibraciones que se producían en el suelo fueran subiendo desde los pies hasta la cabeza, provocando una relajación total que dio paso a la integración colectiva de movimientos de cabeza, manos palmeando sobre las piernas y dis-

frute de la sucesión de temas en las que la armonía, el jazz, la música electrónica y la complicidad entre los cuatro no dejo de estar presente en ningún momento. Destacable por su belleza fue la unión de la trompeta de Truffaz y el piano de cola de Corboz, así como la compenetración entre Giuliani –bajista- y Erbetta –bateria- por el “buen rollo” que emanaban con su música y su actitud. El concierto finalizó con una apoteosis de aplausos y risas provocados por Erbetta y su particular beat box; o al menos así hubiera sido de no ser por el pataleo colectivo del graderío que, cual manada de caballos salvajes a galope tendido, provocó que los músicos nos regalaran un bis en el que perdimos la cuenta del número de piezas. Aplausos, ovación y gente comprando su disco a la salida fue la calificación que se le dio a estos maestros dirigidos por uno de los grandes de la música contemporánea: Erik Trufazz.


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‘Pitumenda que Fachenda’, fiesta, música y color. Texto y Foto: Irene Jurado

Es domingo, los pequeños señoritos de la ciudad se ponen de punta en blanco. Poco a poco se van sentando en sus localidades, el Teatro Echegaray está lleno hasta los topes. Hay un aura especial, hoy se respira ilusión e inocencia, se refleja en sus caras. El vecindario monstruoso está oscureciendo, no se ve nada, tan sólo se escucha el viejo crujir de las tablas, ya están aquí los monstruos asquerosos. Primeras luces, en escena dos mal bichos verdes con pelo de lechuga “liándola muy parda”. Las primeras palabras del narrador despiertan las carcajadas de los niños, ¿quién puede resistirse a la frase “más feos que el culo de un mono”? Entre canciones es como se narra esta historia, Monstruos monstruosos, de dos padres malvados cuya creatividad perversa se agota. Su última idea es tener un hijo más ruin que ellos. Qué mejor que una pócima asquerosa. De repente, un volcán de espuma (como si mezclaras Cola y Mentos); “¡ahh!”, se escucha en la sala. Luces fuera, rayos, truenos y centellas: ha nacido un monstruo. 36

El pequeño orgullo de sus padres es presentado en sociedad a los monstruos de la comunidad. “¡Son robots!”, gritaba uno de los chavales. Una chimenea, el tambor de una lavadora vieja, una antena de televisión y una bolsa de basura conforman el simpático y a la vez maligno grupo de monstruos. Artilugios autómatas que se desplazaban por el escenario provocando que los “culillos” inquietos se despegaran de los asientos. Todos tenemos una dura adolescencia, pero este pequeño James Dean va a sacar de quicio a sus padres. Es un monstruo pero no quiere hacer el mal. Ante esto, sus padres no ven otra opción: hacer el bien para que él haga el mal. Y, finalmente, ante la falta de ideas (buenas) acuden a la juventud. La platea se ilumina, los protagonistas sacan libreta y bolígrafo, atentos a los consejos de los más pequeños de la sala. Los monstruos empiezan a hacer todas estas cosas, unos para engañar al otro y el otro para fastidiar a los unos; y se dan cuenta, como no podría ser de otra manera, que hacer el bien no está tan mal.


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El Cervantes tiene alma gitana. Texto y Foto: Virginia Rota

Pese a los resquicios de la ola de frío siberiano que aún permanecían por las calles y la época de crisis en la que nos encontramos sumergidos, Antonio El Pipa –máximo exponente del baile flamenco puro y racial en la actualidad- y su compañía han llenado este febrero una a una las butacas del Teatro Cervantes. Los Modernícolas solemos ir anotando lo que nos llama la atención durante el espectáculo, por miedo a olvidar detalles importantes. Sin embargo, Danzacalí captó mi atención con tal intensidad que me fue imposible despegar mis ojos de esas almas gitanas. Tan sólo cuando algún solista concluía un tema y el público se fundía en aplausos, miraba a mi alrededor y sabía a ciencia cierta que no era la única que estaba emocionada. A ratos, los chasquidos de dedos de Antonio el Pipa, que se derramaban por el espacio haciéndonos vibrar, conformaban el único sonido audible del Cervantes. A este señor se le notan las tablas sobre el escenario a leguas. Su danza es interna, no se inculca. Las venas de Antonio El Pipa y de cada uno

de los miembros de su compañía están hiladas con arte. La voz de Mara Rey es capaz de revivir a los muertos. Macarena Ramírez, bailaora solista, controla su cuerpo de manera casi asfixiante colocándolo al gusto de caprichosas melodías. Antonio El Pipa ha realizado un trabajo excelente; no sólo como bailaor principal, sino como director y coreógrafo de una obra que rompe con las posibles barreras de la raza gitana elevándonos a los allí presentes a un cielo libre de prejuicios. A más de uno, al terminar la función se nos escapó un zapatazo contra el suelo. Antonio El Pipa y su compañía de flamenco se dejaron la piel sobre el escenario con una generosidad propia de genios. Por eso, y porque el flamenco cobra sentido con Danzacalí, aquella fue una de esas noches en las que todo el teatro aplaudió con el alma.

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North by Southwest, dulce tormenta de versos y acordes. Texto: Kris León Ilustración: Mónica de Bustos

Si decir poesía y música equivale a decir placer, la palabra que deberíamos utilizar para referirnos a la unión de ambas cosas, equivaldría a dejar un espacio en blanco. Y es que el diccionario no recoge ningún término capaz de definir una mezcla que sobrepasa los meros sentidos. Tras esta deliciosa combinación se encuentran las guitarras y el teclado de Luis Arronte y Raúl Bernal -Jean Paul-, el contrabajo de Alfonso Alcalá y los versos de Cris Ferreiro. Raúl y Luis le ponen voz a las canciones, y Cris es la encargada de explorar esos espacios sonoros que van naciendo desde el escenario de La Cripta. Las canciones y los poemas se reconocen como mecanismos de búsqueda, como armas para buscar respuestas y formular preguntas. Los temas de Luis y de Raúl se suceden y de fondo, en la sala, tan solo se escuchan unos breves murmullos. Hay absoluta atención en un público que observa magnetizado esa nebulosa que se va dibujando, extraña y seductora al mismo tiempo. Cris permanece sentada frente una mesita, a la derecha. De repente enciende la lámpara roja situada frente a ella, y comienza a leer. Una pequeña luz irrumpe en escena. Y es que la poesía alumbra, iluminan esas palabras que van creciendo en su voz, que primero brillan con delicadeza para luego continuar creciendo, ascendiendo sobre nosotros, reptando, arañándonos, buscando una salida o una entrada, un lugar donde quedarse. Raúl canta “no somos amigos, apenas conocidos” y más tarde Luis repite que “ahora no, ahora no es excitante”. Conforme van pasando los minutos nos vamos sintiendo dentro de un mundo nuevo que se abre de par en par, y va subiendo la intensidad, y todo se percibe, cada vez, de forma más clara. Dentro, muy dentro. La música nos rasga las entrañas, la luz de la mesita vuelve a apagarse pero nada frena, nada acaba, no hay intersecciones, no hay fragmentos rotos. Folkrock, ruidismo envolvente, atmósferas delicadas, canción francesa, poemas… todo seguirá girando, hasta el final. Cris nos trae, de nuevo, no solo palabras sino imágenes, sabores, olores, interrogantes. Recita bajito, casi susurrando, “te huele la piel a whisky… te sabe la piel a sal”, pero después se pregunta por qué la gente no sabe inventar ya nada, y habla de que la vida no tendría que ser un restaurante de comida rápida, habla de 38

perder el control, hasta que calla. Se cierran los interrogantes y las exclamaciones, pero queda la música como respuesta, como eco. Luego Raúl nos canta un “sangra, saca todo el miedo que te come por dentro”, y vemos cómo la música recibe los restos de esos versos que antes gemían, cómo la poesía y la música se interrogan y se responden. “Lo que quiero es que te quedes aquí… lo que quiero es que tú vuelvas aquí” canta Luis, subiendo con nosotros una dura cuesta de enero. Cris mira y sonríe mientras Luis, Alberto y Raúl ellos siguen tocando, observa como si estuviera debajo del escenario contemplando la escena en lugar de formar parte de ella. Los cuatro son piezas que se rompen y

entre sí vuelven a encajarse. Y acercándonos al final, solo cabe la rendición. Nos dejamos ir. Algo va creciendo, se percibe, como si se aproximara una tormenta. El cielo se va cargando, nos rodea, nos aprieta. Nos dejamos ir, que llegue la tormenta y que descargue sobre nosotros, que descargue la música y la poesía, que explote, que nos bendiga el maldito caos, que nos limpie. Todo acaba. La tormenta de versos y acordes ha traído la paz. Huele a nuevo. Todo ha acabado.


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“Para ser diseñador no hay que ser creativo” Entrevista: Marta Sader

Había una vez un bebé oso. Le gustaba dibujar, como a su hermano mellizo, y todos los días después de hacer los deberes ilustraban hojas y más hojas de sus blocs. El bebé que nos ocupa se centraba más bien en la tinta china y el blanco y negro, por dos razones. La primera era que no se llevaba bien con los colores, tan vanidosos, tan insoportablemente distintos entre sí. La segunda, que quería parecerse a su padre oso, gran maestro de la tinta china y los detalles. Pasaron los años y el bebé oso fue forjándose un nombre como ganador perpetuo de los concursos de dibujos de navidad. Pero cuando creció y entendió que no se podía vivir de chocolatinas y peluches como premio a sus proezas artísticas, participó en certámenes distintos, uno de los cuales le permitió entrar a trabajar en una agencia. A partir de entonces, hizo del diseño y la ilustración su modo de vida. Hablamos con el ahora señor Bebé Oso. Modernícolas! : ¿Por qué ‘El Bebé Oso’? El Bebé Oso: La base de mi firma viene del típico apodo que le ponen a uno cuando es pequeño en el colegio. En la época en la que empiezan a entrar repetidores a clase, yo era uno de los más pequeños de estatura y si a eso le añades que de toda la vida me he rapado la cabeza, cuando llevaba varias semanas sin hacerlo, parecía un Jackson Five… Así que uno de estos compañeros un día le dio por decirme que parecía un oso de peluche. Al final tuvo tal repercusión, que hay gente en Sevilla que ni si quiera sabe que me llamo Antonio. Entonces cuando me puse a buscar el nombre para mi firma, no me gustaban las combinaciones de mi nombre y mis apellidos, no daba con la tecla. Curiosamente tenia una calculadora delante, empecé incluso a buscar cifras, fechas especiales, etc. Hasta que de pronto se me ocurrió poner 050383873, que al darle la vuelta se conseguía el que es actualmente mi nombre!. M!: Dices que de pequeño no te llevabas bien con los colores, pero ahora tienes muchas ilustraciones en color. ¿Cómo has hecho las paces con ellos?? EBO: Las hice el día que descubrí las tintas planas en Photoshop. Me daba la posibilidad de colorear de manera homogénea y borrar sin que quedara marca, fue mi salvación! Aun así, sé que es donde más flojeo. Me describiría como el inútil de las combinaciones cromáticas (risas). M!: ¿Qué era lo mejor de ganar los concursos de dibujo? EBO: ¿La popularidad infantil? (risas). M!: ¿Tu hermano mellizo se ha dedicado también a algo relacionado con el dibujo? EBO: Se podría decir que sí. Mi hermano Manolo tomó el camino de la ar-

quitectura técnica. Para mí es un auténtico arte el dibujo técnico. M!: ¿Sigue siendo tu padre el artista al que quieres parecerte? ¿Qué otros referentes tienes? EBO: En parte sí. A día de hoy todavía no he llegado a tener esa perfección milimétrica con la tinta. Creo que lo más importante si quieres hacer ese tipo de láminas es mucha paciencia y un pulso de acero. Referentes tengo muchos. Sigo aprendiendo de mis ex-compañeros de la escuela y, sobre todo, aprendí muchísimo de mi compañera Isabel López, la cual fue mi mentora durante los casi tres años que estuve en mi primera agencia en Sevilla. Ella reúne y enseña todos los aspectos que necesita alguien para ser un gran director de arte. M!: Naciste en Ronda pero te fuiste pronto a Sevilla. ¿Que te queda de aquí? EBO: Pues de Ronda me queda todo: familia, amigos, lugares… Aunque viva casi todo el tiempo en Sevilla, mi vida está en Ronda. M!: Tu empresa es “un lugar de encuentro” para gente relacionada con la creatividad... EBO: Creo que la base de un buen diseño “libre” es la creatividad. Por eso, cuando hago diseños independientes, me gusta estar rodeado de personas creativas. Para ser diseñador no hay que ser creativo y para ser creativo no hay que ser diseñador.... M!: Define tu estilo en tres palabras: EBO: Conceptual, sencillo e influenciado.

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Havalina: Rock. Emoción. Conmoción. El protocolo de la abuela dice que es de mala educación contar lo alucinante que ha sido algo a quien no ha podido disfrutarlo. Pero en Modernícolas ya os avisamos de que había una cita ineludible con Havalina y Oh, Trikelians! la noche del jueves. Y como el que avisa no es traidor… Oh Trikelians! pisaban el escenario a las diez en punto. Con guitarras a veces agresivas, a veces melosas, dresgranaron su último EP, Revelaciones. Las canciones, con título en nuestro idioma y letra en inglés, fueron calentando al público poco a poco. Pero también hubo lugar para echar la vista atrás: “No queremos olvidar los temas que hacíamos en aquella ludoteca escolar”, dijeron para presentar Sistema de clasificación de colores, un corte de su primer álbum que nos puso a bailar a todos. Para despedirse eligieron un tema “bonito”, como dijo el cantante con toda la razón. Emollergui fue creciendo en intensidad hasta desembocar en un coro épico. Todo el grupo y, por contagio, toda la sala cantó: “Oh, take me away”. Explosión de electricidad y final de un show muy bien defendido, so40

bre todo sabiendo quien encabezaba el cartel. El directo de Havalina no se puede plasmar con palabras: una combinación de tablas, talento y mucha entrega hizo del de ayer un concierto que tardaremos en olvidar. La introducción de Desierto nos transportó progresivamente al universo de la banda. Cuando el primer riff rompió el silencio, supimos que había merecido la pena venir. Cada asistente trazaba su propia historia con las letras introspectivas. Fue en la tercera canción cuando se escucharon los primeros coros: “Cuantas noches me he querido reecontrar con mis sueños de esquimal”. Pero el trío madrileño no necesita temas conocidos para volvernos locos. Viaje al Sol, aperitivo de su próximo disco, fue breve y contundente, como un golpe de gong que quedó resonando en nuestros tímpanos. Alguien no pudo contenerse y gritó: “¡Temazo!”, a lo que Manuel Cabezalí respondió: “Pues ese es el rollo”. El ambiente estaba más que caldeado y A golpe de bisturí hizo tararear a toda la París 15 su pegadizo estribillo. Parecía que habíamos llegado

a la última: Desinspiración. El título de una canción nunca mintió tanto; con una interpretación pausada y llena de matices, consiguieron esa magia tan difícil de alcanzar. Las luces bailaron con las estrofas y el aire se hizo más denso, el corazón se nos encogió; costaba respirar. A mitad de canción hicieron algo poco habitual en un directo: cuando el público ansioso se vino arriba haciendo palmas, ellos pidieron silencio para continuar su triunfal ascenso a la cumbre. Al llegar allí, con la tormenta de distorsión soplando desde los altavoces, dejaron el escenario. Algunos estábamos hechizados, y sólo los que lograron reaccionar pidieron más. David Cabezalí nos avisó de que el batería estaba sangrando, pero eso no impidió que siguiera el espectáculo. El último viaje estaba marcado en el setlist como: “Lo que diga Ignacio”, pero el bajista no habló y prefirió arrancarse con el riff de Incursiones. Bajamos miles de metros, atravesamos la corteza terrestre y llamamos a las puertas del mismísimo belcebú. ¿Pecado? La lujuria: “Siempre quise estar tumbado


y desnudo en tu habitación”. Todos cantábamos como zombies la letra y Havalina se crecieron hasta no caber en el escenario. Hicieron su propia incursión entre el público y, con un timbal y las palmas de todos, nos dijeron adiós. Entonces entendimos mejor que nunca por qué las despedidas son tan difíciles.

Texto: Miguel A. García Foto: Hugo Espresati

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Billete de ida hacia el drama. Texto: José C. Valderrama Foto: Hugo Espresati

Ver salir a las tablas al malagueño Leiterman con su 100% Barrio fue una grata sorpresa. En esta ocasión venía acompañado por Dj Ryfo, El Lele y Young Gage, un nigeriano afincado en Málaga que se sale con sus rapeos y sus estribillos melódicos en inglés. A cada canción la gente se animaba más y más. “Aunque seamos pocos vamos a liarla aquí, ¿eh?”, animaba Leiterman. El invitado de la noche fue El Niñato que salió para cantar Dissing haters junto a Leiterman y Young Gage. Leiterman, con su peculiar flow, se mueve con soltura y descaro sobre el escenario. La apuesta de este chico, guste o no, al menos es diferente a lo habitual, un soplo de aire fresco en un mundo tan sa44

turado como es el rap underground. A esto ayudan unas instrumentales sin complejos, que van desde las más tradicionales con loops y cajas de ritmos hasta otras más atrevidas donde calan el dubstep y otros estilos más sintéticos. Con el público en el bolsillo deja el ambiente caldeado para el plato fuerte, los barceloneses Falsalarma. El público pareció duplicarse para cuando Dj Neas se puso a los platos y gritó al micrófono un “¡Buenas noches, Málaga!” que fue respondido con euforia. Salen Titó y El Santo y las manos en el aire florecen por doquier. Esta gente no había venido a jugar; Falsalarma es rap maduro y sincero donde el contenido es igual de importante que la forma. Pero no nos equivoquemos, también habían venido a pasárselo bien y a convertir el concierto en una fiesta hip hop. Por los que se fueron, Mirando hacia las estrellas, y por los que quedan, Vidas de color malva: Sobre las cabezas surgen decenas de llamas –mecheros en ristre– creando una postal tan emotiva como la propia canción. Suben los grados de nuevo con

“una vista al pasado”, a su álbum Alquimia, y pocos eran los que no levantaban los brazos, pegaban botes, o, como poco, movían el cuello al ritmo del bombo y la caja. Ni Gordo Master ni Capaz pudieron subirse al escenario pero fueron homenajeados y el público respondió, especialmente con ¡A la voz de ya!, con todo el mundo cantando el trozo de Rafael Capaz de pe a pa. Cómo se nota que es el tema de Dramática que más ha llegado a la gente, o al menos a los malagueños. Falsalarma gasta el “último cartucho” con Full time y se despiden dejando atrás unos veinte cortes, hora y media de concierto y un temazo de electrónica como Nightcall de Kavinsky & Lovefoxxx sonando mientras desaparecían tras el telón.


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El placer por el placer. Texto: Laura Luna Rivas Ilustración: Antonio R. Duarte

Mariano de Paco, el director, decía que no prentendía investigar en las grandes preguntas ni dar otra vuelta de tuerca a los axiomas universales. No era su intención aportar un tratado fascinante sobre si Fernando de Rojas era judío, cristiano marrano o si, en realidad, nunca existió y no es más que un compendio de múltiples escritores bajo ese nombre -como sesudos investigadores plantean con Shakespeare-. “Quiero bucear en lo pequeño -decía Mariano-, mostrar la transparencia”. La literatura sobre la que se apoya ya es excelsa, completamente genial este texto escrito para estudiantes del siglo XV que perdieron el respeto miedoso hacia la palabra escrita. La imprenta había llegado y una nueva voz, más cercana al pueblo, supo conquistar su espacio. La escenografía es limpia y funcional. Los cambios de escenario son el movimiento de un módulo y ver el artificio conforma también a un narrador que te va guiando por una historia que engancha. Historia de acciones y deseos rápidos que no hurga en el más allá, ni siquiera hay tiempo para ello. Lo quieren, van. Parece tan fácil contar una historia cuando te la cuentan bien. Eduardo Galán reelaboró el texto original para hacerlo rápido y transmitir el carpe diem, tema central de la obra. Y los personajes lo recogen siendo corazón e instinto. No hay cabeza ni pensamiento y, sin embargo, consigue seducir esta frivolidad. Gemma Cuervo ríe como las adolescentes, se regocija en cada interacción, llega a ser repugnante, le gusta mirar, entrar, salir y el dinero. El peso ligero de quien disfruta sin gravedad, pero con las tablas del que conoce el arte de burlar. La Celestina complace a unos y a otros sin olvidarse, jamás, de ella misma. Gemma nos hace creer que la interpretación es asequible y sencilla. Puro placer. Lozanía y carne fresca son las Elicia y Areúsa (Rosa Merás y Natalia Erice fuera de escena). Unos cuerpos libres y alegres. El actor Santiago Nogués traza a un Pármeno gracioso y sobresaliente en su comienzo y Juan Calot (Sempronio) es estable y creíble. Pero es fácil ver el punto débil de un texto mil veces montado y teniendo en cuenta que, originalmente, se escribió para ser leído y no representado. Al contrario que el texto, algunas escenas se quedan en el estatismo y no brilla la imaginación para resolverlas; la lubricidad que lo empapa todo llega a neutralizar po46

sibles sobresaltos y el ritmo sostenido sufre un parón en el parlamento de Melibea (Olalla Escribano) antes de su suicidio. La propuesta es sencilla y hábil pero quizás se eche de menos una pasión más enraizada. La iluminación de Pedro Yagüe, al contrario, sí descubre sombras entre tanta luz (la paradoja del mejor planteamiento lumínico) y el vestuario también es efectivo y preciosista.


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La Lupi, malagueña grande. Texto: Cristina Gandarias/Manolo Albarracín Foto: Daniel Pérez

“Manué, que tengo entradas pa la Lupi, ¿te vienes?”. A las nueve menos diez de la noche estamos clavados a las puertas del teatro. Hay bullicio en la calle y dentro del teatro, entre el público vemos caras famosas como la de Diana Navarro o Antonio Cortés. Manuel -mi amigo- ha sido alumno suyo y además, en mayo, actuará en ese mismo escenario con su recién creada compañía ¿quién mejor que él para hablar de su maestra? En medio de las tablas, “el Pulga” sentado en una silla tocando su guitarra. Todo el escenario oscuro excepto él. Tras esta apertura, sale ella; ella es la reina mora que va a regir con manos y pies firmes, firmes pero con todo el arte con que nuestra cultura ha sido capaz de rellenar su cuerpo. “La Lupi”, vestida con una combinación negra, se nos presenta íntima, con el alma desnuda. Poco a poco se va vistiendo con su arroyador baile, sus intensos taconeos, sus apasionadas patadas, sus precisos y sinuosos movimientos de bata de cola, su

mantón, su abanico; todo va con ella, todo la acompaña y la arropa, y la música la protege. Un especial homenaje a Málaga como sólo “la Lupi” y su compañía lo puede hacer, una fusión de flamenco puro y movimientos contemporáneo que nos deja constancia de lo universal que es nuestro folclore (esos verdiales del principio no se olvidan fácilmente). De las tripas le sale a ella el flamenco, de las tripas y del corazón, sus movimientos desgarradores son la prolongación del sonido de la guitarra del grande Curro de María conformando entre todos un espectáculo redondo, reflejo del trabajo duro y el esfuerzo. Al finalizar, el abarrotado aforo en pie aplaudimos hasta que nos duelen los brazos. Los piropos acompasaban el incesante aplauso. Nadie queda impasible al ver a esta flamenca bailar, imposible quedarse callado y no decir “¡ole!”, imposible no querer repetir. La Lupi, malagueña y grande, muy grande. 47


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NACHO VEGAS.

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Frágil y bella noche con Nacho Vegas. Texto: Kris León Foto: Manu Rocha

No había teloneros, no había marañas de cuerpos de pie frente al escenario, no había artificios. Solo él, su banda, nosotros en nuestros asientos y, por supuesto, ellas: sus canciones. Nuestras canciones. Hablo de una íntima, bella y delicada noche de viernes en la que todos los que nos acercamos al Auditorio íbamos preparados para recorrer esa zona sucia desprovista de orden y explicaciones porque, para Nacho, “las cosas interesantes proceden de lo imprevisto”. Él, vestido con traje de chaqueta, nos da las buenas noches. Después de eso, pocas palabras más saldrán de su boca, más allá de las canciones. La gran broma final es la encargada de abrir el re50

pertorio, y más tarde llegará Cuando te canses de mí. Las canciones se deslizan por un escenario donde se esparcen las velas, que son la única luz que permanece entre canción y canción, alumbrando silencios. Y es que, como dice otro de sus temas, “hay cosas que no hay que contar”. Nos toca remontarnos a ese tiempo de las cerezas que cantó junto a Enrique Bunbury, trayéndonos los Días extraños, antes de Perplejidad. Después, las palabras vienen del fondo de la sala. Una chica reclama: “¡tírame una púa!”, a lo que él contesta con un “luego, que no tengo muchas… a ver si llego”. Porque es pura fragilidad la figura que se sostiene sobre el escenario y sin embargo soporta el peso de todas esas vidas que se sienten parte de cada canción, que se suben a ellas como si de un barco se tratara, vidas que durante unas horas él rescata entre acordes, y con su voz. El momento de las confesiones llega con Cómo hacer crac, que más tarde acompañamos con un Dry martini, mientras él ruega un “piensa en mí como si me quisieras”.

Pero el momento más agridulce y emotivo está a punto de llegar: “Quiero dedicarle esta canción a una mujer que ha sido muy importante en mi vida… mi abuela”. Ella ha fallecido precisamente hoy, y antes de cantar Taberneros, rememora algunos instantes: “A ver si dejas ya la guitarra, que eso está bien para un rato”, le decía ella. Otros momentos fuertes de la noche son Ocho y medio, que interpretará hasta la mitad de la canción en soledad; y El hombre que casi conoció a Michi Panero, con un coro global cuando llega el “shalaralalá”. Cuando Nacho Vegas se marcha, piden su vuelta con palmas y silbidos, e incluso con fuertes pisadas. Él se hace de rogar, pero después reaparece esa frágil figura que ha conseguido provocar suspiros, miradas de complicidad o manos que se entrelazan. Es cierto que muchos temas hablan de heridas o las provocan, pero también nos salvan, porque hacen falta momentos así para exorcizar el dolor, para mostrarnos más transparentes, más vulnerables, más auténticos.


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Lennon: Con faldas y... a lo cuerdo. Texto: Marco A. Jiménez Foto: Luis M. Salido

La Palabra Teatro escenificó ayer en la Sala Espaciu, ante algo más de una docena de personas, las peripecias vitales de una pequeña mujer -de apenas catorce años-, que soñaba con ser, simplemente, ella misma. Las aventuras y desventuras de nuestra protagonista nacen bajo el rimbombante título de ¿Por qué John Lennon lleva falda? Un alegato, estructurado en dos actos, en el que se cuestiona el papel tradicional que la sociedad le ha otorgado a la mujer contemporánea. La gente toma asiento. El ambiente es íntimo y acogedor. Las tablas y el público armonizan en cercanía. En la escena vemos, apenas, un viejo pupitre de madera e hierro. No hace falta más. El destartalado mueble se constituye como hilo conductor de toda la historia. De allí saldrán todas las prendas de vestir que gestarán la evolución emocional de la protagonista, a lo largo de la noche. Se apagan las luces. Suena el tema Working class hero de The Beatles. Las imágenes se suceden al fondo. Cesa la música. Entra en escena nuestra protagonista. Se trata de una adolescente ataviada con un típico uniforme escolar. A nuestra chica le gusta su vestimenta; aunque a medias, como su vida. La parte de arriba -chaqueta, corbata y camisa- va en sintonía con su personalidad. Pero con la falda… sí que tiene serios problemas: odia ser mujer. No es un odio nacido de lo sexual, sino del rol de ser una fémina tal y como lo entiende la sociedad. Del hecho de tener que ajustarse a un estereotipo, a un modelo, a unas estrictas reglas, a unos hilos invisibles que la hacen sentir prisionera de su propia condición. Explota, se queja y reflexiona constantemente en tono de monólogo. Piensa en voz alta con nosotros. Se pregunta: “¡¿Por qué jugar a ser Barbie cuando el Superagente 86 es mucho más interesante?!”. Grita, salta, ríe. Se golpea, una y otra vez, con el muro de la vida. Pide el derecho a ser una mujer con iniciativas, a ser protagonista de su propia vida. A no ser un mero reclamo de los hombres. Piensa -en voz alta- sobre las otras mujeres: “Probablemente… ellas también odian ser femeninas”. Se auto-sugestiona: “La liberación de la mujer es como la Revolución Francesa”. Clama: “¡¿Por qué 52

las niñas no pueden ser como James Bond?!”. Esta pequeña hija de Claire Dowie -madre de la obra- siente que todos confabulan contra ella. Se siente atrapada. Odia, con toda la fuerza de su alma, ser como aquella niña “rosa esponjosa” que se sienta junto a ella en el autobús. No soporta ser lo que los demás piensan que debe ser. No puede ser un arquetipo. No desea ser un personaje secundario en la función de su propia vida. En definitiva, no quiere ser como Sandy Shaw…


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“Es duro saber de qué quieres trabajar y no poder hacerlo” Entrevista: Marco A. Jiménez

Apenas diez minutos después de la representación de ¿Por qué John Lennon lleva falda? Inma González, protagonista de la obra, accede a nuestra propuesta de entrevistarla. Nos vamos al camerino de la Sala Espaciu y nos acomodamos en unos sofás… Modernícolas!: ¿Qué es lo que os llevó a elegir esta obra para vuestras representaciones? Inma González: Estaba buscando monólogos para actrices, encontré un trozo de esta obra de teatro y me impresionó. Entonces, decidí leer la obra entera. Cuando la leí, Jamie y yo dijimos: “hay que traducirla y hacerla”. Fue tan simple como encontrar este texto y quedarme impactada. Hay muchas cosas con las que conecto; cosas que me hicieron reír, que me revolvieron también el estómago y, bueno, fue como un “enganche”. M!: ¿La primera adaptación de la obra (al castellano) es la vuestra? I.G.: Sí, es la primera traducción. No hay ninguna obra de Claire Dowie, todavía, traducida o publicada en España; aunque en otras partes, sí. Es la primera traducción que se hace de una de sus obras y, bueno, la elección fue por pura conexión. M!: ¿Por qué John Lennon lleva falda? es una comedia anglosajona. ¿Es igual el humor inglés que el español? ¿Cómo se adapta el humor británico? I.G.: Si te digo la verdad, no hay una adaptación del texto. Es una traducción tal cual. Eso quiere decir que los chistes que se hacen y todo lo que has visto esta noche –que, la verdad, el público ha sido maravilloso- funcionan allí igual que aquí, porque tocan cosas que todos hemos vivido como hombres y como mujeres. Todos estos clichés, que es de lo que se ríe la obra. Los clichés que marcan la sociedad y la cultura en la que vivimos con respecto a si eres hombre o mujer. M!: ¿Cómo se gestó el proceso de creación del personaje? ¿Está construido sobre algún referente concreto? I.G.: El proceso de creación del espectáculo se realizó, sobre todo, leyendo la obra mucho y entendiendo, muy bien, la historia. El cómo estaba escrita; cada vez que la leía encontraba cosas que conectaban conmigo, con mi propia naturaleza como mujer, con recuerdos que tenía de mi infancia o de la adolescencia. Cosas que he visto en otros lados, gente que he conocido, películas… Cuando hablas sobre el aspecto de alguna escena de cine, por ejemplo; todas esas escenas las hemos visto. O sea, el papel secundario de una chica o el típico personaje de secretaria, ¿sabes? No había que irse muy lejos para encontrar inspiración. M!: ¿Dentro de qué genero enmarcarías o catalogarías a ¿Por qué John Lennon lleva falda? I.G.: La catalogaría dentro de un género cara a cara con el público. Sincero e irónico, de comedia inteligente. Tiene su parte de drama, por supuesto, pero el drama visto desde un prisma del humor inteligente y muy cercano al público.

M!: La obra es un alegato que clama por un cambio, por romper estereotipos. ¿Crees que esto está ocurriendo hoy día en la vida real? I.G.: Hay cosas que han cambiado, claro que sí. Se han dado grandes pasos en cuanto a derechos de las mujeres y todo esto, pero hay cosas que son a nivel cultural ¿no?, que están muy, muy ancladas todavía. Tanto en los niños como en las niñas. También, en este sentido habla de todos los clichés que se marcan para los chicos. Yo todavía me pregunto si habrá chicos a los que les apetezca ponerse falda y ves que los chicos no se van a poner una falda. Se han dado avances en lo burocrático, pero en cuestiones culturales y sociales creo que hay muchas cosas que van muy lentas. Cosas que tienen que ver con la educación y con la memoria heredada o algo así. Tanto los padres como las madres se lo inculcan. Basta con ver la ropa que se les compra a los niños y a las niñas. M!: Bueno, cambiando de tercio y hablando de teatro en general… El actor, escritor y dramaturgo Fernando Fernán-Gómez retrató de manera magistral la difícil vida de los actores en su película El viaje a ninguna parte. Con los tiempos que corren… ¿cómo se hace teatro sin morir en el intento? I.G.: Pues… (suspiro). Trabajando, creyendo, conservando la esperanza. y… creyendo, de verdad, que hay gente ahí que quiere esto. Que quiere teatro. Que quiere ver nuevas formas de teatro y que quiere conocer textos, historias. Entonces, solo cabe trabajar y seguir luchando contra todas las dificultades y todos los muros que se te ponen por delante y buscándote la vida un poco. A veces, los que intentamos hacer teatro tenemos que trabajar de otras muchas cosas también. Es un poco difícil. Un amigo mío decía: “Qué duro es tener claro en lo que quieres trabajar pero no poder vivir de ello”. Siempre te empujan a buscar un trabajo con el que puedas vivir pero un trabajo que no te gusta. Pero bueno… ¡luchando!. M!: Por lo general, se tiene una visión frívola de los actores y directores de cine y, en general, de la gente vinculada, de una forma u otra, al mundo del espectáculo –o a las llamadas “profesiones liberales”-. ¿Qué hace falta para conseguir que el público deje de tener prejuicios hacia la profesión? I.G.: Jo, este es un tema muy largo. Nos podríamos tirar aquí hasta julio hablando de esto (risas). Bueno, yo creo que existe un poco ese cliché pero depende mucho de la propia persona que se dedica a ser actor, o la propia persona que se dedica a ser director. Puede que haya gente que sea más frívola, pero también hay otra que no. Luego ya depende de si la sociedad se queda con una imagen y generaliza.que nos está proporcionando conocer a la gente cara a cara, sin máscaras ni armaduras.

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