Los estados de la materia

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LaOpinión DE MÁLAGA

DOMINGO, 25 DE SEPTIEMBRE DE 2022 | 19

Opinión

La infelicidad como vía hacia el bienestar OBLICUIDAD

Matías Vallés

A

lejandro Cencerrado ha recibido una atención notable pero insuficiente por su manifiesto En defensa de la infelicidad. Por fin un objetivo asequible, frente a la detestable autoayuda que exige cambios inasumibles en la dieta y en la sonrisa. Se necesita un libro para exponerlo, porque nadie dijo que el conformismo fuera sencillo. El logro personal queda enturbiado por la dificultad que entraña convencer a los demás de que acepten nuestra deficiencia de felicidad. La gente es muy intolera-

P

uedo citar a Hannah Arendt: «Queríamos reconstruir nuestro hogar, eso era todo. Habíamos perdido nuestro antiguo hogar, lo que significa perder la familiaridad con el mundo y habíamos perdido nuestro oficio o trabajo, lo que significa perder la sensación de que éramos útiles para el mundo». Lo cierto es que migrar, desafortunadamente, no es convertir un sueño en realidad -no para los que por circunstancias ajenas a nuestra voluntad tuvimos que dejar nuestras realidades, nuestro confort, nuestra familia, nuestra identidad, entre otros- porque somos conscientes de que a pesar de los avances de nuestras sociedades seguimos lejos de aquella premisa fundamental que debería ser pilar de igualdad como es el vernos los unos a los otros por lo que somos, aportamos y valemos. Sin temor a equivocarme, podría decir que pisar una tierra que irónicamente no consideramos nuestra es muy difícil…vienes solo, a pesar de estar acompañado, con un miedo que no alcanzas a dimensionar, no hay casa de mamá a donde puedas dirigirte en caso de necesidad, de angustia, de tristeza, de soledad. Tus estados se convierten en una constante de dimes y diretes para mezclarse con el nuevo entorno y, a pesar de compartir el mismo idioma, debes aprender que algunas palabras no significan lo mismo y que, en mi caso, puedes sentir frustración por no poderte comunicar, encontrarse en la vulnerabilidad de aprender y desaprender. Ahora, cambiando el discurso generalizado, hablaré desde mi experiencia y perspectiva, algunas veces subjetivade mi nueva realidad. Luego de sentir todo aquello, pensé en cómo ensanchar el mundo y recurrí a mí, a mi esencia que creo inmutable, pero de ninguna manera al antropocentrismo ni al

La batalla en pos de la infelicidad conllevará la culminación adicional de la disidencia, de aprender a decir que no

ble con la desgracia ajena, sobre todo en un país de alegría oficial y obligatoria. Los sondeos del CIS corroboran que los españoles se sienten las personas más felices del mundo, aunque no necesariamente por su adscripción nacional. Por tanto, la batalla en pos de la infelicidad conllevará la culminación adicional de la disidencia, de aprender a decir que no. El propio Cencerrado tuvo que remover sus convicciones más sólidas para asentarse en su propuesta contracorriente. A raíz del fallecimiento de un familiar, se plantea sin contemplaciones «Qué clase de monstruo, de psicópata sin sentimientos, no sufre ante la muerte de alguien a quien quiere». Escogió la sinceridad. La implantación de la tiranía emocional ha conllevado una felicidad reglamentada, que no surge de una pulsión interna sino de la obligatoriedad de acoplarse al colectivo, de no discrepar. La propuesta de Cencerrado no es lineal, su iconoclastia hacia la mitología feelgood le lleva a refutar a esos asesores tan valorados que gozan de la prerrogativa de seña-

Los estados de la materia MÁLAGA SOLIDARIA

Ana María Rodríguez

Filósofa humanista. Solicitante de protección internacional que Málaga Acoge apoya en Torre del Mar L.O.

ego, y recordé aquella frase de cajón: «quien busca, encuentra». En este ejercicio de emancipación de mis miedos recordé que hay algo que siempre tendrá poder, y es la información. Así que al investigar (ya den-

Las trabajadoras sociales, con su disponibilidad, amabilidad y empatía, lograron que haya recuperado mi identidad

tro de una denominada fase 0) supe que existían entidades cuyo propósito es ayudar a los solicitantes de asilo político en el proceso de adquirir autonomía para poder integrarse a su nueva sociedad, lo cual, por cierto, no es una tarea fácil. Por eso es imperativo resaltar, en este escrito, la labor de las trabajadoras sociales, cuya disponibilidad, amabilidad, empatía y demás, lograron que haya ido recuperando poco a poco mi identidad y mi confianza, esa que tanto me urge recuperar. Y en especial la labor de esa trabajadora que por suerte me ha caído, sin desme-

larnos nuestros errores, por indigesto que resulte soportar sus pomposas correcciones. En defensa de la infelicidad se muestra inflexible al respecto, hay que «sacar de nuestras vidas a esas personas que no nos hacen bien». Se enfrenta con determinación a la tesis de que Putin desencadenó una guerra por no disponer de nadie a su alrededor con la capacidad de criticarle, sin sufrir un misterioso envenenamiento. Es imprescindible anotar que Cencerrado trabaja en el Instituto de la Felicidad de Copenhague, aunque el rótulo colisione frontalmente contra la denominación laboral. Para moldear su manifiesto, el autor lleva dos décadas midiendo su felicidad diaria en una escala de cero a diez, donde ni una sola jornada ha merecido una puntuación extrema. En una sociedad que abomina de Woody Allen pero preserva el sentimiento de culpa inherente a sus personajes, la conquista de la infelicidad orgullosa causaría menos estropicios y guerras que la fe en su risueña antagonista.

ritar ni un poco a su noble y dulce compañera. Al emigrar debes volver a nacer, a aprender, a existir. Recuerdo ese emotivo recibimiento por parte de aquellas personas, las trabajadoras, y que me permite encontrarme en los rastros de la similitud, del calco, de las esencias. De repente, puedes ver la solidaridad en los ojos del otro, en ese ejercicio de introspección que genera, en algunos – en los otros-, la empatía. Es posible que mi rostro, a esos ojos, les empezara a parecer familiar y viceversa -o eso pienso yo-. En este recorrido, aparecen también: un abogado cuya personalidad y actitud son increíbles, su trabajo es humanizar desde el derecho un relato en pro de una respuesta que resignifique su misión; una técnica laboral muy amable, por cierto, que hace lo posible por vincularme al mundo de la productividad; una comunicadora y periodista que se emociona cuando le cuento mi historia y que, por alguna razón, se siente familiar; por último, una extraordinaria psicóloga que, a mi juicio, tiene una labor bellísima: la de escuchar, porque no es lo mismo que el ejercicio sensitivo de oír, y que logra adentrarse y que te adentres en las profundidades de la primera y última causa emocional. Entonces comienzas a reconocer y también a conjugar desde tus sentimientos –por cierto, bien descolocados- el verbo confiar que es sumamente importante porque uno confía en y ese “en” significa estar dentro.

Pisar una tierra que no consideramos nuestra es muy difícil… vienes solo, con un miedo que no alcanzas a dimensionar


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