UNA VEZ UN BARCO EN UNA BOTELLA

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O, flexamina atque omnium regina rerum, oratio 路1路


Carlos Redondo Garc铆a

UNA VEZ UN BARCO EN UNA BOTELLA *

Editorial LEDORIA J M R

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I

Si haces tan difícil esta distancia habrá más de cien discursos clamando un árbitro para esta amarga contienda. Podré descubrir el amago en la zaga, te gano en cierta retaguardia cuando el astro brilla, en la madrugada; espero que anule esta lóbrega niebla, que a mis ojos como paño de seda me diluye en la distancia. Los jinetes ya saben la llanura, que guardo silencio cuando es más un duelo, y tú, … sí, sólo tú... Tú, en tu corazón, haces escalas para darme lo que no te di cuando para ti lejos estaba. Una estrella fugaz, se fuga el humo de la hoguera, se fuga; mi deseo en la sombra duda, el anhelo a tu vida me anuda.

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II

Remonto los ríos del norte sin sextante, no importa el rumbo, no pregunto, quizá no importe dónde. Sólo si hallo tus huellas en lechos de agua éstas animan mi paso y mi porte. La esencia de lirios de agua llevan de boca en boca mensajes que gane la vida en triste derrota. No eterna, sí etérea, coraje, camufle; las lágrimas dicen de mí, hablan de la piedra y del golpe del yunque. Dicen las lenguas que soy el recurso, el pulso del río que guío esta noche, que mis velas se azoran si viro mis vientos. Y, a punto, cruzo el alcázar y firmo en la espuma de avezadas olas con rostro enjuto.

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POEMARIO 路23路


primero

Plato vacío, cama vacía, mente angustiada ante el paso raudo de la vida. Ésta vira, pero hay día con mañana y esperanza en nuevos días. En modo operativa, no distante, vivo intermitente, paso por la plaza buscando una salida, está vacía, insidia de sumas cotas que claman, son la marca en una valla donde saltas. Alardes por defecto y, en efecto, hacia mis conclusiones atento, espero como en la nueva huida, y tras de mí, como en agua clara, dejo reflejos de mi vida. De los lugares que me invento escapo a la rutina con la velocidad que giran, alrededor del mundo los satélites como testigos, desde lejos, plegarias por el mundo.

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segundo

Aceptando por descaro y elocuente acepté de todos los presidentes electos el beneplácito de estar presente. Acumula la experiencia, aquellos que han sucumbido en las calles tienen lápidas de cal y arena; deja que las lágrimas en las madres sean por piedad las nuevas regentes. Combinando apuesten la derrota en la costumbre. Empuña la promesa de las normas en la casa de la sidra y haz que tu silencio sea el voto obligado en la democracia, que tantas lágrimas y vidas ha robado. Padezco resignado con la cabeza en bandeja de plata si siento que falla por algo. Es la gravedad del pensamiento más que la posible acción en los actos, instaurados como la imagen de Churchill en barrios y plazas, ya vigente e ilegal que por tiempo hace parecer necesario e insuficiente.

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tercero

¡¡Despierta!! Ahora es el momento, esta realidad exige vida, las llamas del lamento quedan olvidadas, pues es lo único que por gracias hoy tenemos. ¡¡Volvemos!! Hay más que razones para no precipitarse, sólo arriesgaré ante algo que mas allá nos une, en los desfiladeros nos consumen. ¡¡Es perfecto!! Elegir en cada momento, tenemos un compromiso con el mundo, sea cual sea nuestra órbita, y dónde está nuestro rumbo. ¡¡Despierta!! Ha cubierto demasiado el deshielo en los valles, deja ver colores de nuevos movimientos. ¡¡Todos atentos!! Hoy una bala que viaja y rápido cruza el tiempo y para en el pecho de héroes al descubierto. ¡¡Es el momento!! A cara o cruz o luz ·27·


y sombras al cambiar; quedar es la repuesta que temen o clamar谩s.

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centésimo décimo primero

Al margen de esta declama, con los oídos lejos de mi casa, con las manos pidiendo calma en otra dialéctica batalla. Haced de esto un atributo para despojar al ser de armas, sólo sus lenguas desnudas en alardes para salvar la locura. Así bien cae el sol cada tarde, mientras los chopos se despojan y arden al calor de la hoguera sentase, mientras como yo, otro preso fugase. ¿Quién pondría la mano en estas ascuas? Si tuviera que amar la derrota y contener por amargor las lágrimas, desead que nada hoy acabe, que siega en verano el campo y en invierno el aroma del rastro.

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centésimo décimo segundo

Mis ojos cierran los libros antes que las manos, no hay clemencia en el adiós, sólo una inclinación y volver al depositario. Me alejo entre estrechos pasillos con una ovación por pañuelos blancos yo, un guiño y un emisario. Testigo de la buenaventura, de la tragedia y de la dulzura, otros pliegos vendrán a contarme lo que en sueños vivo con locura.

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centésimo décimo tercero

Y cuando ya no queda cuerda, la espera espolea la premura, estás lozano en los riscos y caen ligeras gotas de amargura. Cuando el aire susurra en tu boca, la mirada al vacío, y llanuras pidiendo paz tras la pronta derrota. Serán mis ángeles aquellos sin gloria, o firmaré en el libro cerrado de tantas palabras lleno, sacie, y mis pasos pasarán con pesadez a la historia. Ya ven que de soledad muere el hombre que cuando el sol sale, se cae y se rompe; a ciegas busco piedras en la plaza, con llagas en mis manos y en mi casa. Si es más triste un telar con desconsuelo, hebras bordan mis ásperos labios, ámalos con hiel y bramante para gestarlos, no olvides que vivo en cada páramo. Serán estas palabras de héroes si Herodes manifiesta odio por sartas, a tu lado pondrán una daga y una mesa, y antes de hablar sonará el metal en la puerta.

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Dulcedo quedam mentis advenit

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