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Ayes crepusculares (y II) G. Llorca

Ayescrepusculares (y II)

No quiero reflexionar, y de ello me saca aquella vela latina que la brisa hace deslizar en un plano azul color del cielo. Quiero sentirme gaviota y disfrutar del goce de ellas, que planean, de ese sol recién nacido y por ello virgen que empieza su andadura; de esas golondrinas que vuelan en bandadas que cazan los mosquitos con los que se alimentan; de los edificios viejos y nuevos con sus peculiaridades diversas, de los coches que cruzan el puente, de toda esa vida que late y que percibo y no vivo, porque el pensamiento me tiene en otro lugar. De pronto, un gorrión se posa en la barandilla, sus maneras denotan complacencia, mueve su cabecita escudriñando o quizás esperando, y así debe ser ya que ha aparecido otro congénere que se le coloca al lado; ella (debe ser por su delicadeza) le deja espacio; el macho (es por su imprudencia) empieza a molestarla, y entre huye y rehúye abren un flirteo para que yo ponga de mi parte mi inventiva y goce con ellos. Y con la sempiterna pretensión de juzgar y acomodar lo visionado a nuestro estado de ánimo (¿alma?) creo percibir o leer o entender y quiero ver los cuerpos y las almas de estos pajaritos. Pienso que sus almas son pequeñas en tamaño y esencia, pero almas al fin y al cabo, sin ellas la otra parte del pájaro son plumas, alas, picos y patas que ni vuelan, ni pican ni andan. Y volvemos a los reinos del hombre-dios.

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Y el alma crecida, envidiosa, menosprecia al cuerpo envejecido, que no le vale rebelarse ni tampoco claudicar. Con tanta inspiración en un vagar fresco y lisonjero voy escalando nuevos planos de dichas que ignoraba, y su novedad me da alas que muevo cada vez con más ahínco sin darme cuenta de la altura vertiginosa alcanzada. Y el límite, llamémosle “diablo”, nos corta el trayecto y caigo desprovisto de recursos en ese vacío oscuro, negro como las entrañas de la tierra, que me traga; mi miedo se rebela y con rabia justa pide que en la desdicha haya también límites y retorno, no piensa que nada dura, que por mucho que las desdichas o alegrías nos acosen la unión del cuerpo y del alma tienen un tiempo. Pues si es temporal, aprovechemos ese tiempo: no penas, no remordimientos, no cariños, ni bondades ni maldades, busquemos solamente lo que nos traiga placer y olvidémonos de lo demás, fuera cariño y respetos. Sí, sí, me dice el que piensa, pero no así el que siente. Y su separación es imposible, salvo en la muerte. Sin la unión de oxígeno e hidrógeno nunca tendremos agua. El H debe ser el alma ya que el O es la mitad, mande quien mande se necesitan uno del otro. Separados no hay agua ni hombre. Y todo este rosario de reflexiones es que el cuerpo, que no sé si aporta más que el alma, iba a decir que siempre está al servicio de las esencias del alma: la conciencia, el amor, el odio y la venganza. Pero todos esos sentimientos, virtudes y vicios, ¿quién los produce? Los destilan las glándulas, en resumen, las células en cualquiera de sus modalidades, y me pregunto por qué siendo de la misma clase e iguales en todo producen conceptos completamente opuestos, odio y amor, por ejemplo, nacidos del mismo lugar… será que unas están sanas y otras han enfermado; y la causa de su salud ¿de quién depende? ¿del alma? ¿Qué virus las envilece, las costumbres, la educación, el hábitat? ¿Por qué soy bueno y aquel es malo? ¿Por qué la conciencia juzga y es benévola en los de su reino y las mismas causas son malévolas en las del otro? ¿Y quién es el Juez Supremo, si dices que Dios no vale, que la religión es el opio y no sé cuántas otras cosas? Bueno, que sea el hombre que va examinando y estudiando todos los instintos y maneras de comportase de sus congéneres. Después los clasifica y ordena constituyendo leyes con las que hay que regirse.

Y la madeja que me voy creando viene, ahora recuerdo, viene de quien tiene el mando en la complejidad humana, dicen que todo viene del cerebro, o sea que es la morada del alma; otra estancia, una segunda vivienda que es el corazón, de este dudo pues bastante trabajo tiene en bombear sin parar, aunque bastantes infartos son por causas espirituales. Y se ve que una alteración cerebral afecta al alma, y si es espíritu, o sea que no tiene cuerpo ni forma, ¿cómo puede afectarle que su estancia esté en más o menos ruina? A los viejos se nos agrieta y aprieta la cavidad cerebral y el alma pierde tanto, no tiene recuerdos, reaccionamos tarde, mal, olvidamos rostros y cariños, nos volvemos bebés ¿será que el alma ha levantado el vuelo? Nos ha dejado hábitos y costumbres que son las que nos rigen, y claro es, la DEMENCIA SENIL que junto a la foto de mucho antes esculpen en la lápida para el próximo paso, cuando el cuerpo no pueda seguir viviendo sin nombre e identidad. Abuelo que esperas si te quedaba el querer y ya ni eso sabes lo que significa, márchate en busca de donde te hicieron, y el alma, si es que existió, se habrá unido a su elemento y como no tiene cuerpo formará esa Nada que sí ocupa lugar y espacio que nosotros nunca hemos descubierto y que ahora dicen van camino de conseguirlo.