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Estado de situación

Estado de situación

El cambio demográfico es uno de los grandes retos a los que se enfrenta nuestro país, puesto que afecta al equilibrio de nuestro sistema de bienestar. Este desequilibrio demográfico tiene una fuerte dimensión territorial, que ha hecho que la población se concentre en el ámbito urbano, despoblando la España interior. Esta tendencia es extremadamente marcada entre la población rural joven, que aún hoy emigra a las ciudades, y la urbana, que permanece en ellas y para las que el campo no es una opción. La consecuencia de todo ello es la quiebra de un sistema económico y demográfico sostenible en el ámbito rural español. La realidad rural es muy diversa, aunque en líneas generales pueda señalarse la presencia de visibles desequilibrios en la composición por edad de la población rural, con menor peso de las edades infantiles y jóvenes y mayor en las edades más avanzadas, así como en su composición por sexo en las edades intermedias, muy masculinizadas. También en líneas generales, se trata de una población con menor nivel de renta que la urbana, más dificultades de acceso a servicios públicos y de proximidad, y menos dotación de infraestructuras y equipamientos. La información sobre ruralidad en España es escasa. Si bien es fácil encontrar la diversidad de fuentes estadísticas mostradas en esta Estrategia desglosadas por variables como sexo o edad, no es tan común encontrarlas desglosadas por tipo de entorno y por tanto comparar entre entornos rurales, urbanos e intermedios. El desglose territorial estadístico suele ofrecerse a nivel autonómico o provincial, pero no con la misma frecuencia a nivel geográfico transversal, describiendo el entorno rural. La Secretaría General para el Reto Demográfico está construyendo un indicador (Proyecto Insiste), junto con las CC. AA., para identificar la vulnerabilidad territorial.

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Despoblación joven y envejecimiento del mundo rural

Solo el 14,5 % de la población que vive en municipios rurales medianos y pequeños (1.330.000 personas) son jóvenes entre 15 y 29 años. Los jóvenes rurales apenas representan el 3,5 % del total de la población (Vázquez, G. y Peligros, C.: 2018). Desde el año 2000, el 63 % de los más de 8.000 municipios que hay en España ha perdido habitantes, mientras que la población del país ha crecido en cerca de 6,2 millones de personas. En el año 2000, el 29 % de los habitantes de municipios rurales tenían más de 65 años, mientras que la media estatal se situaba en el 17 % (Sevilla, J.: 2021). Las últimas proyecciones demográficas de Eurostat (Eurostat: 2019) indican que, de mantenerse las tendencias poblacionales actuales, las zonas rurales de nuestro país perderán, en el año 2050, cerca de un 18 % de su población. La cifra dobla prácticamente la media de la Unión Europea, que se mueve en torno al 10 %, y nos sitúa como

el séptimo país de la Unión Europea donde más acusada será la pérdida de habitantes en el medio rural en las próximas tres décadas. Al mismo tiempo, la población de las zonas urbanas aumentará cerca de un 12 %.

Gráfico 31. Densidad de población por tipo de municipio en habitantes por km2

Fuente: Registro de Entidades Locales del Ministerio de Política Territorial y Función Pública: https://ssweb. seap.minhap.es/REL/frontend/inicio/municipios/all/all

La brecha territorial: pobreza rural, falta de servicios y alto abandono escolar

La facilidad en el acceso a servicios por parte de los ciudadanos de un país o de una región puede considerarse un indicador de su grado de desarrollo económico y social. A este respecto, el Banco de España (BE: 2021) indica que, en España, las áreas rurales presentan una peor accesibilidad a servicios que sus homólogas europeas, en particular en lo que se refiere al acceso a servicios locales. Casi el 25 % de los hogares de zonas rurales no disponen de ningún tipo de ordenador en casa. En cuanto a la conectividad en telecomunicaciones, especialmente en la conexión a internet de muy alta velocidad, la brecha entre el mundo rural y el urbano alcanza los 34 puntos porcentuales. Por otro lado, cuanto menores son los niveles de renta de los territorios más despoblados y rurales, más elevadas son las tasas de pobreza. Esta brecha provoca que las zonas rurales y del interior dejen de ser atractivas para muchos ciudadanos ante la falta de oportunidades laborales o de servicios públicos de calidad, especialmente para los jóvenes y las mujeres, dos de los colectivos que menos oportunidades encuentran en estas áreas. Según AROPE: 2020, en el año 2019 el 25,3 % de la población española se encontraba en riesgo de pobreza o exclusión social. De las personas afectadas, una de cada tres vive en una zona rural o poco poblada, porcentaje muy superior a la cuota que le correspondería si la pobreza se distribuyera equitativamente entre las zonas (Sevilla, J.: 2021).

Además, las zonas rurales sufren una mayor tasa de abandono escolar (en 2021 de 19,6 %, frente a 15,3 % en las grandes urbes). Esto refleja la menor cualificación demandada en zonas rurales, los costes directos e indirectos de proseguir la formación, y los mayores niveles educativos de los padres en las zonas más urbanas (CES: 2021; Sevilla, J.: 2021).

Empleo rural: un ámbito masculinizado

Las tasas de empleo y desempleo juvenil rurales son equiparables a las de las áreas urbanas e intermedias, debido a que, en términos generales, aquellos jóvenes que no encuentran una salida profesional en las áreas rurales tienden a emigrar hacia territorios con mayores oportunidades laborales. La tasa de desempleo juvenil para 15-24 años es, en las zonas rurales, inferior a las zonas urbanas e intermedias, y la de empleo es superior (Eurostat 2019, ver gráfico). Los jóvenes rurales de entre 16 y 29 años sufren una tasa de temporalidad alta, del 56 %, pero similar también a la de la juventud urbana. Cerca del 80 % de las personas de entre 16 y 29 años sigue residiendo en el domicilio familiar (Calderón: 2018).

Gráfico 32. Tasas de empleo y de paro por sexo y edad, según grado de urbanización. Año 2019

Fuente: Eurostat, 2019.

Donde sí se aprecian diferencias significativas con el ámbito urbano es en el caso de las mujeres rurales, que presentan, para la población de 15 a 24 años, peores tasas de empleo y desempleo que las jóvenes urbanas, y una brecha respecto de los varones rurales de 9 puntos en empleo (masculino 26,7 %, femenino, 17,7 %) y de 11 en desempleo (masculino 26,9 % por 37,8 % femenino). Parte de la explicación reside en que, aunque las mujeres representan más de un tercio de las personas que trabajan en las explotaciones agrarias familiares, son los hombres los que figuran como titulares de las explotaciones mientras que ellas aparecen como cónyuges en la categoría de “ayuda familiar”. El empleo en el sector agrario está muy masculinizado (el 77 % son varones, frente a una media del 54 % en el conjunto de la economía) y la edad media

es superior al del resto de actividades económicas. Con objeto de paliar esta situación de desigualdad e invisibilización del trabajo de las mujeres rurales en el sector agrario, el 5 de enero de 2012 entró en vigor la Ley 35/2011 sobre titularidad compartida de las explotaciones agrarias, con ventajas para recibir subvenciones directas aquellas explotaciones agrarias inscritas en el Registro de Titularidad Compartida (RETICOM). De constar un solo registro en 2011, han pasado a inscribirse 935 explotaciones en este régimen en 2021.

El éxodo rural: estudiantes, juventud y mujeres jóvenes

En la actualidad la emigración rural se produce entre los jóvenes de las clases medias y altas y afecta de forma muy destacada a las jóvenes. A temprana edad, muchos jóvenes se trasladan a centros educativos fuera de su localidad e incluso de su comarca por la falta de la adecuación de la oferta formativa de su zona. Gran parte de ellos no vuelven ya a sus localidades una vez finalizados los estudios o los cursos de formación.

Una segunda causa de migración de los y las jóvenes a las grandes ciudades es la búsqueda de empleos que no existen en el mundo rural, diversos, de alto valor añadido y mejor remunerados. Según la Encuesta de Condiciones de Vida 2020, la renta mediana de la población en las ciudades (percentil 50) es nada menos que 2.400 euros superior que en el campo. Y entre las rentas medias-altas (percentil 75) la brecha escala hasta cerca de los 5.000 euros. Dadas las diferencias salariales entre territorios, la periferia es incapaz de competir y las generaciones más jóvenes potencialmente más formadas abandonan estos territorios para aprovechar las externalidades positivas de las ciudades. La emigración joven tiene también importantes causas subjetivas, como la incertidumbre que genera la falta de perspectivas de futuro, la desmotivación provocada por la desestructuración social y cultural de las comunidades rurales, la propia escasez de jóvenes, que los sitúa en un entorno social en el que son minoría, dificultando establecer relaciones entre iguales, acceder a servicios más adaptados a sus necesidades, o favoreciendo una menor visibilidad de minorías, homosexualidad, o valores igualitarios. Las mujeres rurales sufren muchos más factores que les empujan a la emigración: la estructura de propiedad y productiva agraria masculinizada, el rol tradicional y muy marcado productivo y reproductivo (cuidados), la falta de diversificación del sector productivo rural y el déficit de infraestructuras y servicios del mundo rural. Además, las mujeres rurales poseen estudios superiores que las capacitan para la movilidad (CES: 2021). Como consecuencia del elevado éxodo de la mujer del ámbito rural, se refuerza la masculinización de las zonas rurales y por ende de las actividades agropecuarias. Según los datos del padrón del año 2014, el índice de masculinidad de los municipios del medio rural es del 107,9 % mientras que el nacional es del 96,6 %. Además, la escasez de mujeres jóvenes dificulta la sostenibilidad demográfica y social