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Dale que va – Gustavo Manfredi

Dale, Qué Va.

Crearon el dólar soja. Sumaron un nuevo tipo de cambio a la desvencijada canasta de cotizaciones y con la impronta de Massa, el sultán Fernández sigue haciendo más corso en el carnaval de la política kirchnerista. El clima y los aumentos en la estructura de costos agrícolas ponen alertas en la próxima gruesa y la misma cosecha fina.

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Gustavo Andrés Manfredi

agronomomanfredi@gmail.com

Llegó Massa y comenzó la fiesta. La invitación a la Mesa de Enlace de Entidades Agropecuarias, para analizar los cuestionamientos del sector tardó en llegar. Fueron promesas al principio y un compás de espera típico de quién acostumbra a vender humo. El primer intento del dólar diferenciado no tuvo efecto. Después volvió con una nueva propuesta: La divisa a $200 y un sistema bancario con cuentas dedicadas a la liquidación de la oleaginosa. También llegaron las advertencias vía Banco Central: Si tienes financiamiento bancario

y atesoras soja sin vender te pueden aumentar la tasa de interés. Un “correctivo” común en las maniobras políticas del oficialismo. La oposición, bien. Algún Larreta en campaña y un cacareó un par de veces y nada más. La interna partidaria sigue siendo la agenda principal para el 2023.

El “dólar soja” en las decisiones de los productores de cara a la inminente campaña gruesa, indican que la medida fue presentada cómo “temporaria”. El economista del Ieral, Juan Manuel Garzón opinó que los precios de las commodities tienen diferentes tendencias en función de los grupos que integran. Garzón también dijo que aunque los precios internacionales están entre un cinco por ciento y 15% arriba interanual dependiendo del producto, hay que tener en cuenta que la inflación a nivel mundial está entre ocho por ciento en Estados Unidos y entre nueve y 10 por ciento en la Unión Europea. “Es decir, los precios están acompañándola”.

El panorama que plantea Garzón, apunta a las perspectivas de los precios que dependen de la oferta y demanda. En este escenario, quienes definen en una parte del tablero, como Estados Unidos y Brasil presentan, en el primer caso, una campaña agrícola “razonable” pero que “no voltea precios”. Por su lado, los brasileños se entusiasman con una “gran campaña”, lo que implica una presión a la baja.

Otro capítulo de su análisis pasa por la demanda mundial; el crecimiento de la economía es menor, hay temor a la inflación y políticas más contractivas. “China crece a la mitad o menos y aflojó la demanda de granos -aclara Garzón-. El país se sobre stockeó con la pandemia y, con esas existencias y menos crecimiento, compra menos y eso tiene efecto en precios. Es clave que se entone”.

La sequía, un factor determinante Néstor Roulet, productor y dirigente ruralista, apuntó: “La decisión es entre poner debajo de la tierra US$800 que representa el costo del maíz o los US$400 que sale la soja; el primero necesita momentos críticos el agua; la soja es más elástica”. También aclara que en base a los precios internacionales, el productor hace un margen bruto y con el clima busca cómo se defiende mejor.

El mundo gira y no se detiene

Debido a las disrupciones en el intercambio y la producción de productos en insumos agrícolas generadas por la guerra entre Rusia y Ucrania, el Banco Mundial evaluó que la expectativa es que las subas registradas hasta ahora se moderen en 2023 y 2024. El factor climático es siempre el componente inmanejable que genera más recaudos a la hora de invertir en un contexto global tan vertiginoso.

Inflación, gasto público y emisión de moneda sin respaldo, el cóctel que sigue embriagando a los jerarcas burócratas en medio de una crisis sin precedentes en la Argentina. Pero el campo tiene un objetivo en común, producir alimentos y energía. Dale que va. Hasta la próxima.

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