Poemas Errantes por Francisco Angeli

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Francisco Angeli Poemas Errantes

Francisco Angeli Freundt Colección Narrativa y Poesía 2023
Pre-textos Poemas Errantes

Pre-Textos Poemas Errantes

Autor: Francisco Angeli Freundt

1ra. Edición Agosto 2023

Edición 500 ejemplares

Páginas 55 páginas

Idioma: Español

Revisión Técnica: Francisco Angeli Freundt

Editado por: Francisco Angeli Freundt

Impreso por computadora

Jr. Centenario Block A3 Depto. 303, La Molina

Ediciones Awareness

Copyright © 2023

Derechos reservados

© Francisco Angeli Freundt Impreso en Lima, Perú

Se prohíbe la reproducción total o parcial, por cualquier medio electrónico, o mecánico incluyendo fotocopias, grabación magnetofónica y/o cualquier otro sistema de almacenamiento de información, sin la autorización escrita del editor.

A la naturaleza muerta, Al ciclo constante del día y la noche, Al fluir de las emociones.

Índice La oscuridad visible -o7Mis ríos profundos -o8Sesenta minutos -o9Nostalgias -1oCuando la noche despierta -11Boulevard…30 años -12El espejo vacío -13¿Y si partieras? -14No puedo fechar los recuerdos -15La caída -16Dos cuentos antes de morir -17La criatura imaginaria -18Al arrullo de Seiko -19Algoritmo del amor -2oEterna amante escondida -21El fuego de la creación -22Una simple cotidianeidad -23A la sombra de los años -24La inefable inmanencia del tiempo -25La rutina -26Del absurdo al desasosiego -27Silenciosa y apacible compañera -28Seis minutos a las seis de la tarde -29Humanamente tan cerca -3oPrólogo a una carta anónima -31El cuerpo que nos separa -32Silentes olivos de medianoche -33Detrás de no verte -34Los miedos que me alejan -35Una tarde, una tarde, una noche -36-
Naturaleza partida, las aves -37Vuelo de regreso, los adioses -38El pozo -39Aquí no es allá -4oY si la eternidad fuera… -41Migraciones en estado animal -42Tal vez caigas al amanecer -43La muerte de una ilusión -44Transiciones -45Y así fuimos olvidando -46Instantes antes de partir -47A horas de volver -48¿Eres tú la que está ahí? -49Una parte del que soy -5oDel padre para el padre -51Infancia a mano libre -52De tormentos y espejismos -53El último baile -54-

La Oscuridad Visible

Vienes a hurtadillas, queriendo seducirme, te acercas silenciosa, a cada vuelta de campana. Mientras este tiempo pasa inexorablemente, no hay pausa ni estación que te detenga.

Soy mudo y estático testigo, de infinitas horas, tal parece que disfrutas, esta especie de agonía, donde sólo un martilleo acompaña, minuto a minuto, a este solitario pasajero llamado silencio.

Estamos enfrentados, casi en duelo a muerte, sabemos bien que sólo uno vencerá y no seré yo.

Mis armas sucumben ante tu ímpetu voraz, presiento así cada vez más cerca mi derrota.

En último y desesperado esfuerzo, quemo mis naves, ave cansada al vuelo, sin hallar horizonte próximo. Acepto frente a mí, cual brillo de lanza furiosa, ese destello de tu triunfo…Amanece.

-o7-

Mis ríos profundos

Son todos y son tantos, confluyen afluentes de emociones varias. Inundan y desbordan, tempestad en torrentes de vivencias incontroladas.

Transitan sin permiso y se instalan, invitados abruptos que no solo mueven y agitan el pecho, cortando la voz con viva fuerza en caudalosos raudales.

Cuando crees que tu lucha ha terminado, una tregua inexistente en tu interna, una calma de primavera pasajera, un soplo exangüe, un suspiro. Se desata la tormenta y su evidencia.

A tus pies, como huellas, quedan los rezagos, no es más el gris cielo que se muestra. Sino tu azul y abierto espejo que lo rechaza, con una mirada al interior aceptas que son tuyos.

Surcan ahora, en brotes imparables, sin cesar, me pregunto si ellos, mis ríos profundos serán.

-o8-

Sesenta Minutos

Primer Cuarto Aún hay esperanza en esta oscuridad, naturaleza, alerta entre los esbozos de sombras sigilosas. Viento que susurra, gorjeos escondidos.

Segundo Cuarto Personajes permanentes, almas serenas, escape del tumulto, del caos ensordecedor, agotando la media vida breve. Alarmas, voces, despierta Babilonia.

Tercer Cuarto Dragón de 7 cabezas, ciego miras agazapado, bestias proféticas salen de tu estrecha boca, arden tus ojos, quema tu alma. Sangre, agua, tierra, fuego.

Último Cuarto, el repliegue Arrinconado por el peso del nuevo amanecer, luz enceguecedora, cantos vueltos en gritos, casi aullidos anuncian el pronto retroceso. Sobrevivir en el sueño diurno, hasta una nueva oscuridad.

-o9-

Nostalgias

Extraña mezcla de tinto y gotas saladas, entre éstas trémulas y temblorosas manos agitadas, sin voluntad al paso de los años. Pensamientos, respiran en mi angustiada y erizada piel.

En la garganta, el nudo de palabras enfila, en lucha por priorizar un vertiginoso escape. No escondes una falsa elegancia, eres la misma marea. Incontenible y caótica.

Un ayer tan distante, como un pasado cercano, resultan confundidos en destellos, de ingobernables recuerdos que hoy despiertan a la puesta de un marchito sol de verano.

De otrora tardes agitadas, quedan sólo recuerdos tenues, a la caída de la noche, el viento y una mirada perdida en el horizonte acompañan esta copa salada.

-1o-

Cuando la noche despierta

Es entonces, que los motores se van sosegando y las risas comienzan a calmarse, se acallan las voces, como si miles de murmullos se apagaran al inicio de la obra.

Duerme el sol, al arrullo de una luna serena. Mientras, las ramas del galán comienzan a danzar al ritmo, casi hipnótico del viento, el mismo que acaricia las ya platinadas sienes de mi otoño.

Despierta entonces la tan ansiada calma, la que detiene relojes, saborea el café y contempla interiores, que a tientas asoman en un territorio casi devastado. Una mueca, entre el sarcasmo y la ironía.

Este nuevo amanecer nocturno, mundo que giras hacia atrás, blandiendo la espada de victorias efímeras, eternas luchas de una guerra interminable. Suspiras confidente a la noche, esa fiel compañera de batalla.

-11-

Boulevard… 30 años

30 años después, estar aquí, el mismo cuerpo, hoy nutrido de eso llamado experiencia. Cambiaste la tarde bulliciosa de los 20, por la noche silenciosa de un nuevo siglo.

Adoquines teñidos de tinto, eternamente transitados, decorados por Olivos casi olvidados. Ambos, testigos mudos del tiempo y su tránsito inexorable.

Huella sin rastro tras cada paso, sólo farolas que acompañan, con su mortecino brillo, lucen como perennes soldados al pie de las banquetas ahora vacías.

Lo que hace 30 años… una vida. ¿Acaso estaré aquí en 30 años? Ésta vida que es fugaz, efímera y transitoria. En el mismo sendero, donde quizá no haya nuevos 30 años, saberlo es crecer.

Las pocas luces tras las ventanas, se duermen, así duerme el Boulevard.

-12-

El espejo vacío

De pie, tú y el único testigo, ese otro yo, ambos, pero solo tú aparentas ser visible.

Un rostro para dos impresiones subjetivas. Eres carne cotidiana, y no por ello más real, lo que se oculta tras esos surcos interiores.

Casi en un reflejo, bajas la vista avergonzada, los años reposan huellas en tu espíritu. Buscas aún alguna energía final, el quizá último florecer, un hálito de esperanza para esa hoy oscura y marchita incertidumbre.

Y si al verte de nuevo, el reflejo es solo nada, ahí encierras, todas esas dudas y angustias.

¿Entonces qué es lo que queda? Ni luz ni sombra, ni espejismos ni realidades, ni ideas ni ilusión, ahí está el espejo y tú.

-13-

¿Y si partieras?

Y si una tarde lluviosa de otoño partieras, ¿Dónde irías? Acaso, una nota escrita, doblada temblorosamente, mientras el pulso de tu trazo refleja aquellas nubes grises de una tormenta en ciernes.

Sobre la mesa, el vaso o la copa, o ambos, dentro del cajón más de media vida. ¿Dónde irías? Rumbos marcados por remotas ilusiones o por profundas lógicas de desveladas noches insomnes.

¿Cuál, el motivo que te alejaría? Parajes desconocidos para el alma recorren tus pasos, anhelante viajas.

No hay retorno, ni la certeza de un péndulo, una partida con inicio pero sin ticket confirmado.

Un retorno inexistente, un amanecer… ¿quién sabe?

Ni siquiera un ¿por qué? Un lugar de llegada, la nada, muchas preguntas, y por respuesta incertidumbres, necesarias pero ciertas.

-14-

No puedo fechar los recuerdos

No puedo fechar los recuerdos. Solo sé que soy un niño, recuerdos vagos, tan solo acciones, hechos, situaciones. Dolores, risas, reminiscencias aisladas.

Momentos, jardines convertidos en barrosos parques, patios enlocetados. Tiempos eternos, tiempos cortos, escenas teatrales envueltas en pinturas, recuerdos estáticos. Tendría ocho o tendría doce.

Vaivenes oscilantes entremezclan las fechas, recuerdos de casa, de barrio, de escuela, recuerdos de niñez, una niñez perdida y recordada a trozos, desmembrada en acontecimientos.

Caen, las hojas secas de mi árbol(alma), mudo mi piel, se desprenden y dejan al descubierto mis tinieblas en su más cruda desnudez.

Una y acaso otra manchita hoja lucha por no caer, por no caer en el olvido. Ese olvido que hoy no me permite… fechar los recuerdos.

-15-

La caída

Rostro de mirada ausente, de perfecta imperfección. Silla vacía, que habitaste hace un minuto. Así transcurre la vida, se desliza sutil entre los dedos.

Piernas aún firmes, el físico, una apariencia para los silencios de la mente. Una mano, solo una, sobre el pomo frío, redondo. Un giro, un adiós.

Tras de ti, cierras la puerta por vez final. Una calle, como un túnel en el tiempo, un alumbramiento invertido. Una vuelta a nacer.

Los escalones son las manecillas de un tiempo que ya no marca la hora, un espacio sin lugar, el proceso mismo, la esencia, la expresión sin voz, la mirada a ojos cerrados.

Post-mortem, curiosos comentarios, cosas ya sin importancia, nimias. Un tumulto de extraños, sombras de gentes, voces distantes. Va cayendo la noche como un susurro casi apagado, una pregunta que, casi a punto de dormir se responde con otra.

-16-

Dos cuentos antes de morir

No quiero morir aún… me faltan dos cuentos. Cuentos de angustia o angustia por los cuentos. Despierto inquieto, con ideas reiteradas, esas que me persiguen y obsesionan.

Una noche que se corta, abrupta e incierta, una lluvia de verano, un florecer de otoño.

Miradas de soslayo, enigmática presencia, mis propios fantasmas, aquellos que salen de mi boca y de mis manos.

Vuelven los temores, vuelven los terrores, ellos toman el control, ese control que pierdo, soy entonces ese Quijote enloquecido y delirante. Soy el fuego mismo que me calcina soy el viento que me esparce sin rumbo.

Mis demonios son mi obra y mi necesidad, sin ellos no hay poema, no hay cuento, solo vacío, solo oscuridad. Necesito de este círculo vicioso, de este ladrón furtivo que a la vida le está robando el tiempo, tiempo urgente, tiempo violento, un poco más de tiempo, solo un poco para dos cuentos más antes de morir.

-17-

La criatura imaginaria

Luciérnaga errante, confusa, tu destello tenue, como la luz al ocaso de una tarde de primavera. Te posas, casi invisible, brillas en un mundo que ya no ve, otras luces hoy nos ciegan.

Te haces escuchar, aunque ya nadie te oiga. Una evolución dispuesta a separar antes que unir. Atrapado entre pequeñas rocas que hoy parecen los muros de la desilusión, un grillo es silenciado por el mundo.

He ido perdiendo el color y casi sin darme cuenta desapareciendo, soy de los que algunos llaman en extinción, soy prescindible, no soy humano, entonces no cuento.

La suerte de mis alas aún me permite escapar, un último vuelo en este mundo hostil. Ya no voy de flor en flor, ya casi no las encuentro.

Por ellas y por todas, por las que fueron y ya no son. Aquellas que alguna vez, ya lejana, no necesitaban hacerse ver. Las que no volverán y las que estando aún, se pierden en el paso inexorable del tiempo y la indiferencia.

-18-

Al

Podría decir que eres hermosa, casi asegurarlo, aunque enigmática, como un mundo inexpugnable. Puedes helarme la sangre con tu indiferencia o rasgarme el corazón sin piedad.

Nada podría describirte mejor que adorable, amante apasionada de tus propios secretos. Sigilosa te muestras, siempre de lado, tu andar, un casi flotar en las nubes.

Tu debilidad nada en el mar, tu mirada se pierde de la mía, desaparece todo lo demás, nada importa. Conversación convertida en monólogo, tu rostro penetrante ya no está en mí, lo sé.

Huidiza, otra vez, fugas de este mundo extraño y sin sentido. Tu futuro es ya un pasado superado, así por siempre Seiko, indescifrable. Sin mediar circunstancia, eres camino imprevisto.

Eres un gesto, una voz, casi un fantasma solamente. Tu presencia es un ovillo a mis pies y allí me arrullas para luego desaparecer, entonces un esperar sin sentido, una llamada sin respuesta, cualquier pretexto es válido para justificar tu ausencia.

-19-

Algoritmo del amor

Lucho por ordenar mis sentimientos, hoy dispersos en este caótico cosmos, búsqueda del vector que direccione la palabra precisa para una operación exacta, una matemática del afecto.

Existen las coordenadas que nos sitúan tan lejos en el plano, un infinito nos alienta y nos destruye. Seres sin materia ni cuerpo que permitan encontrar la equidistancia en una ecuación no lineal.

Ando tras el ángulo perfecto y la medida precisa en un mundo atemporal, un cartesiano inexistente. Ecuación que se repite. Colapsa mi estructura, soy, una base sin pilares, un arquitecto sin ideas.

Así nos construimos, una fantasía vuelta dígitos, un etéreo sin molde, sin lugar, sin espacio, una irrealidad. Nos aferramos al obtuso imposible. El ímpetu corroe este anhelo de encontrar el algoritmo del amor, un imperfecto amor.

Debe acabar ya, sólo decimales nos permiten sujetar un producto nulo, no hay futuro para el experimento, se apagan las esperanzas de este agónico mechero sin alcohol, soplamos la vela de un problema sin final.

-2o-

Eterna amante escondida

Acuéstate mientras me miras a los ojos, mientras te despides sin expresión alguna. Te dejas caer sobre un vasto lecho, sin principio ni final. Sincronía en este punto de encuentro nuestro.

Vistes con las mejores galas al atardecer, me regalas el brillo enceguecedor de tu breve resplandor antes del ocaso. Eres profunda y distante, escapas presurosa.

Ocultas lo más bello cuando estás a un paso de marcharte, como queriendo retenerlo hasta otra cita clandestina, perversa ladrona de mi voluntad.

Aunque sé que siempre estarás, nunca serás solo para mí. No hay tarde sin sorpresa bajo tu velo, amo la nostalgia angustiante de tu separación, tus hasta pronto son el elixir que me permite soportar la torturante y eterna noche, noche que llora tu ausencia.

Estoy condenado a compartirte con el mundo, con el que te ignora y el que se afana pretendiéndose tu dueño. Levanto los ojos y otra vez desapareces incendiando el cielo en tu partida. Tu rabiosa despedida no me deja más huella que un recuerdo.

-21-

El fuego de la creación

Quizá debiera arder entre feroces llamas y verme consumido, dejar que éstas lenguas venenosas hagan su silencioso trabajo envuelto en fuego y ceniza.

Luego, disperso por el viento, sin un destino, sin un porvenir, a la espera incierta de lo que la vida misma pueda disponer, un azar o un futuro quizá predestinado.

O, tal vez, esperar a que el agua clara, limpia y purificadora, aplaque este incendio interior. Que limpie, lave y elimine mi dolor antes del desenlace, permíteme destapar lo que la voz reprime.

Interior de huesos, células y sangre. Humano e íntimo, nutrido de tantas pequeñas miserias, de alma, de dolor, de ese infierno mismo que quema mis entrañas y mi carne, fuego sin par, fuego creador, llama viva.

Extírpame los sesos y seguiré creando, más que con la mente y el pensamiento, con el corazón y con la rabia interior, creación infinita, entre el juego del absurdo y la locura.

Porque la destrucción es el germen de la creación y porque la creación misma me terminará destruyendo o salvando, a eso vamos, eso somos por ahora, agonía.

-22-

Una simple cotidianeidad

Olas que danzan en la pantalla del móvil, me acompaña un pausado jazz, el de cada tarde. Mientras un bochorno, asfixiante, me distrae del libro, aún abierto en la página 273.

La lluvia ha cesado, tan abrupta como llegó, el calor de un verano que no se anima a despedirse abruma mi conciencia, se aferra, cual tentáculos viscosos a mi piel y mis poros.

Sentado, a la izquierda la ventana abierta de par en par, sin brisa alguna que aclare la mente, sólo deja filtrarse el ajetreo del exterior, una mezcla de risas, voces de alborotados jóvenes, aquellos que hoy siento tan distantes.

Fuera, un mundo a otro ritmo, un auto en cuarta velocidad amplía la distancia, sigo sentado, del café, solo restos en la taza, la página detenida, igual que la hormiga con sus ojos puestos en mí, ella también aguarda en el marco de la ventana.

Busco reconectar, volver al tercer mundo, lo habito en paralelo, se refugia en mi mente, un vaivén entre aquí y allá, intento volver a la página que espera allí, siempre paciente, dispuesta compañera de viaje, escucho tu llamado.

-23-

A la sombra de los años

En un punto fijo, la mirada, entre la eternidad y un pasado ya casi desteñido o a punto de ser lanzado, indolente en el olvido, en los altos o el desván.

Hoy estático, como detenido en el tiempo, miras sin ver, ojos vacíos al mundo real, aquel que va perdiendo sentido. Te vuelves, entonces, al interior, seguro, cálido e íntimo.

Profanas tus propios secretos, en afanosa búsqueda, arrancas de cuajo las ocultas raíces llenas de barro pero aún grabadas en la retina de tu infancia.

Y todo cobra sentido, te sumerges en la nueva niñez, a paso lento, a tientas, confiando en el bastón que soporta el paso de los años.

Un tiempo ya sin calendario, acoge borrosos y relampagueantes mezclas de absurdos, casi delirantes, de risas histéricas y ahogadas lágrimas que la lógica no encuentra en el recuerdo.

Un descuido convertirá el mañana en una vida nueva, otro sueño, seres desconocidos jugando papeles casi teatrales en una función por estrenar.

-24-

La inefable inmanencia del tiempo

Tiempos remotos, tiempos idos o tiempos de un futuro incierto, tiempos que llegan, acaso en una permanente incertidumbre. Mientras el presente, ese brevísimo instante, va construyendo la perennización del pasado.

Presente, motivado por unos segundos de acción tratando eternizarse, tiempo que pretende alcanzar al futuro distante, aun sabiéndose ya tardío, anclas para la posteridad, recuerdos, de un pasado al que, a veces, casi, casi olvidamos acoger.

Es la lucha por perpetuar ese presente que se desvanece, casi etéreo, es el inefable reloj del tiempo, de la vida, es la búsqueda de la inmortalidad en un hecho concreto, palpable, que se resiste a partir, a quedar en lo subjetivo.

Hechos, que trasciendan a la propia existencia de uno mismo. Atrapado en la platónica caverna, eres mudo actor de la función de la tragedia humana.

Efímeros instantes que al notarlos ya pasaron, como pasan los hechos, risas, puestas de sol o amargas despedidas, todo lo importante ya es pasado, construimos esos adioses sin conciencia, aquellos que añoraremos, recordaremos o trataremos de evadir siempre.

-25-

La rutina

Hoy, nuevamente llegue temprano, otro amanecer que recién despierta. El día abriendo sus ojos, lo de cada mañana, las ruedas quedan a un lado, la ducha fría templa el espíritu, un desayuno frugal.

Orden en mi desorden, paz antes de la locura, a salto de mata, las hojas del libro casi vuelan en el tiempo por solo unos minutos que parecen segundos, a mis espaldas el mueble atesora papel, aquello que se perderá fácilmente.

Lo presente y los recuerdos, lo pasado y actual se entrecruzan, cosas que el tiempo dejará en el olvido, y otras que misteriosas se ocultan, resistiéndose a desaparecer, como la vejez le rehúye a la muerte que la acecha tan cercana.

Un poco de todo, sellos, algunas ligas, lapiceros que dejaron de pintar antes de ser usados, la tasa de café, innumerables cosas, inimaginables, una máquina de afeitar, hojas de coca, trozos de jabón, un libro arrumado hace años no leído, perfumes que perdieron ya el aroma.

La puerta se cierra crujiente, presintiendo quizá, recuerdos que pronto se irán, apagándose en el olvido, serán parte del pasado, rutina que en poco tiempo dejará de serlo, una mesa, cuatro sillas, un ambiente cuenta el paso de los años.

-26-

Del absurdo al desasosiego

A veces me abordan y atormentan terribles temores, presagios dolorosos, como si el ánima me abandonara, hacia el final, un túnel, profundo y silencioso, angustiado sobre si la vida alcanzaría a durarme toda la vida.

Me intriga si estaré vivo hacia el final, o tal vez ando ya transformándome en un ser kafkiano, conflictuado, acaso sería peor serlo sin darme cuenta. Existir es un ropaje, la piel exterior con la que camuflo mis sentimientos más profundos.

Camino, ando sin saber, un transitar sin sentir, cual autómata, un ente, sin pasiones, con sombras paralelas, envuelto en la noche que me absorbe y luego expulsa, como si la vida fuera aquel Cronos y yo, uno de sus hijos.

Me estrello contra el fondo, un fondo que me devuelve al momento actual, que le da un cierto sabor amargo o agridulce a los insípidos hechos de la existencia.

Temores que me atenazan por los hombros, me sacuden en idas y venidas del espíritu, vuelvo aturdido, no desde el pensamiento sino desde las vísceras y las penumbras del sueño, amarguras de terror a perder la certeza de que existo y que estoy aquí.

-27-

Silenciosa y apacible compañera

Te caíste del plumero, una tarde cualquiera, y mientras habitabas ahí, a mis pies, casi yo sin darme cuenta, mi vida continué. Así transitábamos los días, en un imperturbable silencio.

Soportábamos, estoicos, las inclemencias del calor de estas noches de otoño que más se parecen a un verano asfixiante y donde el viento, es el invitado ausente.

Fue entonces que te vi, casi una mirada de soslayo y ahí estabas, sola e indefensa, agazapada, en un rincón como a hurtadillas, aquella noche mientras escribía una historia como esta.

Reposabas, plácida, como si el reloj del tiempo se hubiera detenido para ti, mientras tu serenidad despertaba en mí la envidia por una existencia que asemeja dos mundos paralelos.

Hoy sigues ahí, igual que ayer, nos acompañamos, cada quien a su manera. Tú, vestida de amarillo pálido y yo buscando aire fresco en esta oscura y cerrada noche de finales de marzo.

Acompáñame, con esa silenciosa presencia que llena este momento, tal vez irrepetible, aquí, a menos de un metro de distancia, tan cerca que casi puedo tocarte sin que lo descubras.

-28-

Seis minutos a las seis de la tarde

Exactamente, a las seis en punto de la tarde, cada día, sin excepción alguna, el balcón era testigo de una vespertina obsesión. Sentado, con el horizonte entre ambos ojos, el soliloquio comenzaba y 360 segundos tardaría.

Seis minutos tan solo, ni uno más, ni uno menos, para luego, inexplicablemente, callar una vez más.

Jubilado por un mundo incomprensible, desechado e impotente ante una masa que vive, respira y produce en códigos de serie nada humanos.

Una mañana, así de simple, como ocurren los misterios, la mirada fija en el vacío de fuera o en el esplendor de un interior enceguecedor, no se movió, no habló más. Una pausa existencial, quizá necesaria, tal vez imprescindible, un salvavidas para no sucumbir ahogado en las olas del día a día.

Hasta que el reloj marcó las seis, como el tren, que llega puntual a la estación, sin importar si nadie espera en el andén. Se anunció, dijo lo que tenía que decir y calló en breve.

El tren silbó a su hora, siempre exacto, sin esperar a la amada, partió. Hasta un nuevo ocaso no hablará, no hay ciencia que lo explique, ni Dios que lo juzgue, menos razón que se anime a intentar comprenderlo.

-29-

Humanamente tan cerca

Caminé lento hacia un punto fijo, esperaba allí encontrar el aposento pausado, el espacio necesario para meditar, para encontrar lo que buscaba y disipar la carga de mis cansados hombros.

Esperaba, ya dispuesto, la posición justa y la mente en proceso, es allí que recordé que no te vi al pasar, extraña sensación teniéndote tan cerca.

Tu pieza es corta pero tu cama tan larga como una agobiante noche de verano y tan ancha como mi paciencia en los días malos. Aquello me hizo dudar de si estarías aún.

Raudo salí a verte, aún dormías, arrinconada, como haciendo equilibrio al filo de un abismo insondable y a su vez tan tranquila y serena.

Tu alma, sellada por tu cuerpo a través de un profundo sueño, me impedía acceder a tus recuerdos. Pregunté entonces a las sombras si me permitirían conocerte más allá de las posibilidades físicas.

Será acaso posible abrir tu mente y sacar tus recuerdos sin perturbarte, podré tomar tu mente sin violentar tu tranquilidad, podré enjugar las lágrimas de tu alma sin desvelarte.

-3o-

Prólogo a una carta anónima

Aquella carta daba tumbos por la vereda, danzaba el baile de la indiferente soledad, se movía, al ritmo que imprimía la música del viento, mientras, como único público, mis pies, impidiendo su camino. Accidentalmente llegó a mis manos, me pregunté entonces quién escribe cartas en este tiempo o será acaso un simple papel de desecho lo que tengo ante mí.

Casi transgrediendo la intimidad de una persona, sintiéndome un fisgón, que solapado se esconde a observar por una rendija o cerradura sin ser visto, así me animé a leerla, empezando allí mi sorpresa. Aquella carta me dejó pensando, aquella carta que encontré sin quererlo o quizá ella me encontró a mí, casi perdiéndose en el tiempo. Aquella carta lo tenía todo, sentimientos, preguntas, desbordaba afecto y compromiso de forma tan intensa como inquietud y desesperación al mismo tiempo.

No podía más que despertar mi curiosidad, más aún después de leerla una y otra vez. No dejaba de pensar en ella, me cuestionaba su contenido. Hoy la carta sigue sobre mi mesa de noche, un poco más borrosa y arrugada que la primera vez, ya no baila al ritmo del viento, solo descansa ante la fría indiferencia del ajetreo diario.

No hay noche en que no me sienta inquieto, vuelvo a ella, a tomarla una vez más, descubrir algo nuevo, ya no de ella sino de mí mismo, como si se alimentara de mis vivencias. Al sentir aquello, me perturba una sensación de vacío, como si un ser extraño hurgara en mí, conociéndome, o quizá sabiendo más de mí que yo mismo, una carta sin firma ni remitente.

-31-

El cuerpo que nos separa

Esa carta, que expresaba abierta y descarnada, un grito, una muestra de la existencia y un cuestionamiento a la misma, una respuesta a la duda, ¿qué es lo que crea nuestra identidad?, será un código generado, acaso el ADN, o tal vez un conjunto de costumbres, hábitos y manías, eso que suele hacernos llamar humanos.

Si no fuera por algo que no lograba descifrar en ella y me cuestionaba, comenzaba a dudar de mi conocimiento de las gentes, en realidad, ¿conozco a los seres que están a mi lado?, aquellos a los que aparentemente digo conocer, tan solo porque vivo, trabajo o comparto largas horas, acaso eso me hace conocerlos, eso me hace saber lo que son, sienten o anhelan, lo que esperan, sus sueños, sus triunfos fallidos o dignas derrotas.

Me pregunto si tal vez los conozco menos que a mi anónimo compañero de la carta prologada. He llegado a creer que la carne impide el conocimiento más profundo del alma y que el cuerpo llega a ser una barrera del espíritu mismo, casi una cárcel. Quizá entonces, a estas personas las conozca menos que a ese personaje indescifrable que anida sentimientos ocultos en aquel manuscrito.

Habré descubierto, en mi ignorancia, la puerta secreta a la esperanza nueva, al lugar dónde se funden la mente, el espíritu y las pasiones, al espacio, que impide que el cuerpo se corrompa, donde se escriben los episodios verdaderos, trascendentes donde el amor besa a un corazón sin forma y sin materia.

-32-

Silentes olivos de medianoche

No tuve que esperar 30 años, una apuesta peligrosa y que hubiera sido muy arriesgada, a mis cincuenta, pese a ello, todo es distinto, la acera hoy luce de brillante y lustroso color, aunque gastado y áspero, maquillaje que no oculta el tránsito del tiempo que construyen las generaciones.

Como las suelas de zapatos de aquellos carteros de antaño, hoy ya casi olvidados, se han borrado las huellas salpicadas de los frutos del Olivo, silente testigo. Pronto será medianoche, las luces del semáforo, frente a mi alternan sus colores.

El pase de un verde, a veces parpadeante, se intercala a cada instante con el alto del efímero rojo, ambos dejan su estela en el camino, cual invitación sin remitente. La noche y las luces se confabulan en una danza desenfrenada, mientras las reglas se diluyen en las conciencias cuando el vigía desaparece, caos y anarquía reinan.

Estoy confuso, todos transitan, banquetas llenas, no hay tregua, gente camina, habla, se agita, casi no logro escuchar mis propios pasos, no me gusta lo que veo, miradas me cruzan, cuerpos presentes, luchan por ganarle al amanecer. Troncos y ramas retorcidas me despiden, camino, casi huyendo, sobre mí también la luna trata de abrirse paso entre las nubes en esta negra noche.

-33-

Detrás de no verte

Te vi sin verte por la ventana, a través de una maraña de hojas y ramas te escondías, o me escondían de la realidad, tan solo imaginarte me era permitido, crear una ilusión, así ésta tuviera rasgos de macabra pesadilla, mezcla de trozos deformes de verdad con todas mis posibles fantasías, temores, fantasmas y demás.

Te escuché reír detrás de aquellas sombras de verdes diversos, una risa transformada en sudor frío recorriéndome, en mi imaginario, volviéndose un angustiante quejido, el resoplido que anticipa una muerte cercana, un respirar intranquilo que no podía descifrar, un mar calmo azotado por una tempestad, olas que discurren furiosas en la orilla para retirarse en silencio casi acariciando la arena, en ese instante todo se calló.

Inclusive mi mente y mis pensamientos parecían embotados, aletargados. Mi vida corría en paralelo a la tuya, y si presentir lo que ocurría me ahogaba, a la vez me traía de retorno una leve esperanza, la realidad entonces apagaba sin alegar alguna posibilidad, una despedida sin voz, sin mirada, ni cercanía que pudiera estrecharnos.

-34-

Los miedos que me alejan

Una confusión de sentimientos se entremezcla con ideas donde la psicología de lo inexplicable nos termina aturdiendo dentro de la embriagadora y seductora cuna del absurdo. Hoy me siento vacío, ni el café terrenal ni la búsqueda del viento puede generar el espacio de libertad, necesario, casi indispensable para resistir.

Tuve que dejarte partir, mientras mi garganta se atragantaba con palabras que no podían encontrar sentido, un adiós que no se pudo postergar, el anhelo perdido de compartirte por años, esos años que ya no serán lo deseado, solo vacío, una despedida.

Soy un loco que teme tanto por ti, que te mata en la ficción para tratar de evadir algún dolor en la realidad, así escapo, así me evado, entretejiendo pactos silenciosos con el inconsciente para huir como un cobarde de las penurias del sufrimiento. Mis ideas y mi pensar se convierten en la tortura, cadenas que arrastro, dejando al paso mi propia destrucción y soledad.

Una historia matizada, puertas que abren sorpresas ocultas e insospechadas y que solapan solo por un tiempo estos miedos, estos muros que me alejan.

-35-

Una tarde, una tarde, una noche

Hay días así, de intensa intranquilidad, en donde un vacío lo llena todo a mi alrededor, se percibe desde la boca del estómago hasta la entraña más profunda, donde ni el hambre es transparente o visible y las páginas que, desesperado, coges por la mañana, pierden su sentido o significado, es allí que corres, desorientado, en busca de un salvavidas, cualquiera que este sea.

La tarde se acerca, a veces sin motivos que permitan formar una convicción del para qué seguir, que insinúen, a través de la brújula, la posibilidad de hallar una intención oculta, dentro de las páginas que, a tientas, a ciegas persiguen una quimera. A punto de desfallecer sueltas el ancla, casi indefenso, a merced de la devoradora y despiadada máquina del tiempo que opaca la verdad con la llegada del ocaso.

La noche cae, encontrándome agobiado, como si esas nubes negras fueran el presagio de lo inevitable, la fuente a punto de romperse, la furia húmeda derramándose sin piedad, persistente, sin llegar a saber si realmente viene de arriba o desde la profundidad de mí mismo, hoy no tengo que decir, callaré como calla la noche.

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Naturaleza partida, las aves

Brazos que acompañan imperceptibles movimientos alados, despiden un calor de cercanía, una danza a punto de empezar. Cortejos de parejas, asoman sobre sus cuellos miradas cómplices, expanden sus colores.

Movimientos que van tornándose acompasados, sutiles, casi hipnóticos. Nostalgias, de aves en un vuelo distante, caminos que se ensanchan ante nosotros para compartir en su esplendor el brillante transitar de la paciente búsqueda.

Los caminos se van disipando hacia el final, minúsculos puntos oscilantes luchan por no desaparecer ante la vista, aleteos que se van perdiendo.

Vuelan en paralelo al rojo fuego, llamas fugaces brillan, el marco justo ante estáticas nubes que con curiosas formas despiden el cielo otoñal aún brillante.

Acordes de piano que renuevan recuerdos en el bamboleante vaivén de los aún presentes momentos que juntos construyen una historia, una mente que escarba sutil, aquellos rastros dejados por los que antecedieron.

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Vuelo de regreso, los adioses

Ni flamencos, ni águilas, tan solo somos una mínima parte de estos adioses casi desapercibidos en el tumulto de la masa, casi invisibles salvo para nosotros, vemos volar una historia que nos pertenece, así sucede con cada uno, nos despedimos para los tuyos y los míos, mientras a nuestro alrededor continúan incontables vuelos.

Luchamos por ascender a la cumbre más elevada para luego atravesar nuestras propias vidas escarpadas. Llegar a plácidas planicies se convierte en el anhelo, donde nos esperan en la complicidad secreta de nuestra íntima soledad, los secretos guardados al vuelo, únicamente compartidos con algunos elegidos.

El ajeno vuelo es la frescura de la noche, reclama la inmensidad, allí apartado, aquel faro solitario de pálidas luces, que inútilmente trata de iluminar aquellas sombras con agónicos intentos.

Destellos se apagan en la habitación del moribundo, otros solitarios que se suman en forzada compañía se diluyen ante el sombrío mundo paralelo, donde el silencio es la voz que arrulla y calma el griterío.

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El pozo

Cuando el pozo es tan profundo, nada existe además de una leve conciencia, que adormecida se va perdiendo, como las hojas del árbol a principios del otoño.

Una conciencia que se va diluyendo en el tiempo, hasta que ya no diferencias si realmente estuvo presente o simplemente fue el fruto de un lejano imaginario, un sueño sin tiempo y sin espacio.

Un pozo donde solamente oscuridad, delirios y sombras son tus fieles compañeras o quizá tu propia voz. Tan solo un minúsculo punto sobre tu cabeza te distrae allá arriba.

Una luz inalcanzable acompañada de una voz, un conjunto de palabras errantes e inconexas que te invitan a pensar que no estás solo, dudas si será real o un simple juego de la imaginación que te lleva y trae a su antojo.

Poco a poco en la penumbra se abre una esperanza, tus manos y tu ingenio se activan en un arranque de lucidez, pequeños peldaños, toscos y rudimentarios pero útiles al fin te muestran un posible horizonte, la ilusión de subir, de salir del fondo, tu propio fondo.

Llegas afuera, tan solo a olfatear la superficie, encuentras púas, heridas abiertas y quejumbre, en un mundo tan distante y tan distinto. Hasta hoy no logras recordar qué fue lo que te empujó, pero te tiró de vuelta, más hondo, más profundo, llegar a descubrir y casi saborear lo que había para luego caer, más doloroso.

Ver las mieles de la realidad y no poder acceder a ellas, un mundo paralelo a ese oscuro y ciego pozo, pero no menos turbio, egoísta y tenebroso. Las carnes al alcance del hambriento que te son arrebatadas por la podredumbre del otro pozo, ese que está afuera.

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Aquí no es allá

Tuvieron que mutilar aquellos brazos para poder ver la realidad nuevamente, aquellos tentáculos que asfixiantes impedían ver el mundo de abajo, aquel que hoy se abre ante mis ojos, como una Atlántida redescubierta.

Una ciudad fantasma, oculta y perdida en el tiempo, pero conservada en perfecto estado, bajo el velo de la ceguera, una ceguera de tiempos que se fueron haciendo permanentes hasta formar parte de lo cotidiano.

El misterio de la percepción es tan cambiante, experiencias que transforman lo físico, pensamientos que se vuelven materia y cuerpos que se destruyen o desintegran en el olvido.

Como si una bóveda nos mantuviera aislados de esta otra realidad, es extraño percibir ahora, que yo vivía en el mundo de la oscuridad, de la soledad y las sombras, apartado, mientras abajo la vida discurría exenta de mi existencia.

Hoy ya no lo imagino desde la fantasía, hoy puedo ver con todos los sentidos, así no interactúe, puedo seguir el hilo de Ariadna que me lleve hasta el Minotauro.

Podrán aparecer cisnes o monstruos, gritos o estrellas, ráfagas fugaces de vida, tal vez solo baste aguzar la mirada, observar y esperar. Hoy el hacha corrió las cortinas de la penumbra sin derramar ni una gota de sangre ni una lágrima.

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Y

si la eternidad fuera…

La naturaleza tiene sus tiempos, algunos específicos, impostergables, como una ley universal, nunca amanecerá de tarde ni escribiremos que vimos brillar las estrellas a mediodía, con la única certeza de saber que jamás se detiene.

Vivimos ello, en los surcos del rostro, el temblor de las manos o el sonido distante. La dimensión de las experiencias nuevas se tornan inversamente proporcionales a la acumulación de recuerdos y cuadernos llenos de pasado, un pasado que parece una letanía.

Pese a mis angustias, la vida sigue y no invierte jamás sus papeles, los roles de los actores no varían, la obra ha sido ensayada eternamente, las cartas están sobre la mesa y el hecho consumado, la función sigue.

El felino siempre acechará a su presa y sus ojos brillarán en la oscuridad, las olas romperán las rocas sobre la orilla retirándose con un susurro y el viento hará crujir las hojas en los árboles, para luego caer muriendo a nuestros pies, pero ni aquello será eterno.

Entre saltos, llantos, risas, ausencias o apuros el tránsito de las manillas del reloj avanza imperturbable, nos hacemos viejos desde el nacer.

Llevamos en las manos lo mismo que trajimos… nada, dejando sólo tras los pasos, aquellas huellas de un transitar efímero, ellas nos sobrevivirán mientras dure la memoria de algunos y el olvido de los otros.

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Migraciones en estado animal

Se cierran ciclos bajo la caída de las hojas del calendario, fechas que van dejando atrás otroras rutinas. Años que grabaron a golpe de persistencia innumerables quehaceres que hoy empiezan a ser juegos de la memoria.

Se respira un aire distinto, lo puedo captar en la piel, hasta en mi lengua, cual reptil, descifro este extraño contacto con el exterior. El día ha dejado el brillo cegador, pasando a la sombría penumbra, más acorde, más sincera y más real.

Seis escalones de frío cemento al lado de la puerta son mudos testigos de la piel que voy mutando, soy el animal que entra en hibernación, a su vez la oruga que forcejea para extender sus alas, soy el miedo y el anhelo, la esclavitud y la libertad misma.

Hoy la agenda marca un día más, indiferente, en el incesante ciclo, para mí son … días para iniciar el vuelo, las alas están listas, las pruebas, mil veces realizadas en sueños, simulaciones en patrones controlados, no evitan que las pulsaciones reaccionen ante la cada vez más cercana proximidad con la realidad.

Juego con piezas negras en una partida en la que tengo una atípica apertura. Cambio el prado y sus ondulantes colinas que también saben ocultar el moho verde, por el espinoso mundo incierto del desierto, desecho el ruido exterior por la callada quietud de mi soledad.

Pronto la puerta cubrirá aquella salida, entonces la arena y el otoño recibirán al animal salvaje, que rompe cadenas, deja el capullo y migra de piel.

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Tal vez caigas al amanecer

Te precipitabas, cual incesante aguacero, a ratos intensa y persistente, mientras que, inexplicablemente, amenguabas, convirtiéndote en un velo casi imperceptible, una caricia, un beso levemente húmedo.

Llegabas sin anunciarte, ciertas veces convertías la paz en un delicioso caos, en un reto ingenioso a la inventiva. Generabas, con tu presencia, un bálsamo de frescura, tenerte cerca desataba un sinfín de emociones, tan diversas como extrañas.

Compartirte era un placer, aunque quisiera tenerte solo mía, eras parte de la vida, una vida sentida, más que conocida, aun así, creo que llegué a conocerte, de alguna forma, con mi propio cuerpo, mi piel y mis sentidos, más que con mi vaga conciencia.

Provocabas en mí, un misterio maravilloso y una tormenta a la vez, nunca estaba listo, porque jamás pude acostumbrarme, cuando te creía mía ya te estabas marchando, sin una mirada, sin un adiós.

Tan solo la intuición ciega, la variación del viento o la más leve sospecha, manifiesta en un sexto sentido, me podía anticipar el cataclismo emocional que supondría tu próxima partida.

Así me quedaba y por compañera, la resignación, vestida con el atuendo de saberse atemporal a la vez eterna, dispuesta de gala para mí a su momento, e irremediablemente distante en un instante, saber que, para encontrarte otra vez, tendré que inevitablemente perderte una y mil veces, como hoy.

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La muerte de una ilusión

Comenzó a llorar el piano, con aquellas notas de nostálgica despedida, los violines eran el telón de fondo que pretendían, inútilmente, contener la enorme tristeza, mientras los recuerdos profanaban las heridas aún sangrantes.

Son tiempos de partidas, las maletas llevan como equipaje tan sólo la nada, no hay posesiones que quepan en el corazón, no hay materia, ningún objeto con registro de salida. El polvo será el nuevo reloj que mida el tiempo del olvido.

Cada espacio perdió la dinámica de la vida, hoy sólo son fotos desiguales, pinturas desteñidas, casi arrugadas, como un diario de fechas caducadas o cual pétalos de una flor marchita por el paso de los meses.

Tal vez sea yo quien se haya estacionado en el tiempo, con mis pasos detenidos, la mirada absorta y los ojos fijos volteados hacia adentro, mirando mis propias desgracias, escondidas para el exterior y expuestas ante mis temores.

Ilusión efímera, pareces hecha con endebles palillos y papel fino, atada a un hilo transparente, vuelas al primer viento, sin mano que te sujete, sin norte que te guíe, ni freno que te contenga.

Vuela Ave de acuarela, huye errante de la flor, huye que no hay otro florecer, te vas, vas y vas como la vida, a la misma vez que vienes y vienes, inexorable como la muerte, la otra pasajera que aguarda en el vagón adjunto.

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Transiciones

Este mundo, que de pronto se transformó en un lugar hurtado para mí. Dejó de inspirarme tu presencia, hoy me agobias, saberte aquí es mantener el barullo de la media tarde en mis oídos, taladrar mis sienes o intentar nadar en aguas pantanosas.

Eres, mezclar el apretón sobre la garganta con un vacío en el estómago, esta persistente sensación de náusea, querer vomitar esta nada, buscar, a tientas, algo que me despeje por dentro.

El cuerpo llama cuando la angustia escondes o pretendes encerrarla, un recipiente no puede contenerla, te quiebras, para luego terminar por romperte definitivamente por ello.

Lárgate lejos y no me sigas, no dejes huellas tras de mí, no las quiero, ni las físicas y menos las de la memoria, aunque con ello pierda todo lo demás.

La vida es categórica cuando dejas de lado los matices, o lo tienes todo o decides abandonarlo, la tierra seguirá girando, el columpio será agitado por el viento y el canto tomará el lugar que hoy tiene el grito, los dedos que mueven los hilos del mundo serán cortados, más el curso del tiempo continuará.

Volverá el verde, el ave y el creído extinto saldrá a recuperar su espacio, entonces el río volverá a su cauce y quizá yo también pegue el retorno a estas tierras nuevas.

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Y así fuimos olvidando

Fuimos caminantes de terrenos pedregosos, anduvimos por senderos de eternos paisajes, perdidos en el horizonte, postales con alma, pero sin voz, con memoria y sin olvido.

Películas detenidas en un instante, respirar atrapado en el tiempo, dolor, amor o angustia congelados por la cegadora luz de un flash, un dedo en el botón que perenniza.

La vida es una experiencia, historia escondida en el cuaderno de imágenes, una lucha por hallar la secuencia, encajar las piezas del rompecabezas

No hay escena retocada, ni posibilidad de elección, la mueca, la risa o la sorpresa aparecen con vitalidad, se escurren sin solicitar permiso, sólo el juego de luz y sombra maquilla la instantánea.

Las historias no se pierden, no se impostan ni falsean, son pocas y por ello conmueven, se atesoran, son carne puesta en un papel, pasión en la tinta y complicidad en la penumbra.

Hoy la esencia se volvió banalidad, no tiene espacio ni textura, ni siquiera un aspecto físico, ¿cómo podré entonces perpetuarte? llevarte en la cartera, el cuadro o la mesa de noche, hoy se pierde tan fácil como llega, como una luz que pasa sin pausa, sin dejar estela a su paso, hoy cuesta dinero tenerla, pero teniéndola ya no posee valor.

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Instantes antes de partir

Detrás de la puerta sólo hay oscuridad, una noche más penetrante y profunda que la de afuera. Me sujeto, inseguro y temeroso, mientras ese vacío negro y silencioso me sobrecoge.

Los ojos buscan, inquietos, el más leve atisbo de luz que me pueda guiar, que sea capaz de orientar un rumbo, aunque como destino tenga mayor incertidumbre sobre el porvenir.

Aún en el instante más angustioso, en aquellos momentos en que nuestros sentidos multiplican su agudeza y lo captamos todo, hasta el caer de una hoja seca, donde las sensaciones se entremezclan con el miedo, aún ahí pienso, que siempre se puede estar peor.

Se puede caer, quedar encerrado en aquella maraña sin sentido que es la locura, esa especie de premura por poseer para llenar un vacío, iluminarse en la oscuridad, pero con un candelabro no se puede alumbrar el interior de uno mismo.

Cierra la puerta al salir, o pasa si deseas quedarte aquí, para realmente estar, con las manos limpias, sin más posesiones que las del alma, sin pretensiones, más que las de la propia curiosidad. Que nada traes y nada te llevas, cuando todos toquemos aquella puerta y allí entremos, no cabe nada, tan sólo nuestro propio ser.

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A horas de volver

La vida es un eterno retorno, migramos por diversos úteros, dejamos nuestros rastros regados, como hojas en la acera, retazos más o menos antiguos, hechos importantes y otros menos, que son recogidos como desechos y apartados en el recipiente del olvido.

Infancias plagadas de imágenes perennes, indelebles, grabadas como sellos particulares, huellas digitales, irrepetibles, solo entendibles por uno mismo, en la intimidad de la soledad al paso de mil y una noches.

Épocas de pan y llanto, casi al unísono con ecos de una indiferente risa nerviosa, de miradas de soslayo, voz inaudible, también de sudores, cansancio, sueños profundos y amaneceres angustiosos, de escenas circulares, así vamos avanzando.

Años de fantasías, vuelos imaginarios hacia mundos de amores seguros o de otros más dependientes, salva-vidas irreales. Vives entonces la explosión vital, un volcán que arde, expulsa su energía a borbotones, hasta saciar un hambre que no está en las vísceras sino en el alma.

A horas de volver, descubres que todo es un ensayo, permanente ejecución improvisada, una prueba constante, en donde los ajustes casi siempre quedan de lado, más parecen notas a pie de página o referencias nunca atendidas, porque cada volver es un recital nuevo, que se inicia como el amanecer, siempre incierto, cuando nuevamente suba el telón y sólo escuche lo que realmente mi voz me pueda decir.

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¿Eres tú la que está ahí?

Su voz sonaba ausente, casi metálica, algo no andaba bien, ¿sería yo tal vez?, el aparato, ya tibio en mis manos, esperaba una respuesta, no un patrón, tuve que tomar aliento, sentarme de súbito, estaba pasando nuevamente.

Debo de reconocer que te desconocí, aquella no eras tú, o quizá nunca me di cuenta, la frialdad de tus palabras me trajo a la mente inviernos pasados, caminatas solitarias en noches húmedas y sombrías.

Llegué a pensar que podría ser un mensaje, una grabación en la contestadora, impersonal, como a medida para cualquiera, ¿sería yo cualquiera también? imposible… no podrías ser realmente tú. Preferí colgar, suspender, dar por terminada esta especie de farsa.

Conversación sin diálogo, sin alma y sin sentido, tuve un vértigo, un sabor amargo en los labios, como un beso roto, un vacío en la boca del estómago.

Me tocó esperar, creo que más por mí, que, por ti misma, tenía que hacerlo, debía recomponerme, pensar, preguntarme ¿por qué?, a qué se debía aquella distancia, revise mis acciones últimas, mensajes, comentarios, nada, ninguna luz.

En ese momento supe, que todo había terminado, un ciclo concluido, una puerta cerrada, aunque quisiera negármelo, un eco me resonaba, ya no en la cabeza, sino en el pecho, un eco de cinco letras A-D-I-O-S

¿Será necesario comprobar lo obvio?, la fuerza de una ilusión ficticia, una esperanza irreal, me empujaba a ir por una última oportunidad, solo existente en mi imaginación. Te marqué, tal vez por última vez, la despedida lo rondaba todo, timbró y luego… el silencio respondió. -49-

Una parte del que soy

Soy un mar calmo, azotado en las profundidades por terribles tempestades, guardo en mi fondo, historias de barcas encalladas ante el mudo paso del tiempo, mientras, el faro, decora con su luz pálida y mortecina, aquellas madrugadas serenas de invierno o esas otras diáfanas y frescas, propias del verano de inicios de año.

Soy la hoja seca, mi propia muerte en evolución diaria, me transformo para nutrir, soy parte del proceso eterno del ciclo de la vida, no soy más ni menos, desde antes de partir el camino ya está trazado, un destino inevitable, naciendo comienzas a morir, una ruta en constante construcción.

Soy compañero de viaje de la flor marchita, del fruto maduro y de la semilla en brote, soy el nido vacío y el pájaro en pleno vuelo, abandono la comodidad del tibio lecho, me levanto, en la frialdad del aún oscuro amanecer, agito mis brazos alados, donde me muevo libre, seguro y con paso silencioso, me alejo para encontrarme, alzo vuelo para mirarme desde otra perspectiva.

Soy ave introspectiva en solitario viaje, soy íntima locura, arrebatos, constante combate con mis frustraciones, pongo frente al espejo todas mis debilidades, me convierto en la misma sala del juicio, donde soy juez, jurado y verdugo, soy el proceso de mi propio parto, soy madre y padre, en el alumbramiento de la persona, me construyo en el momento que me acepto, cuando asimilo y pongo dentro lo que es mío. -50-

Del padre para el padre

El homenaje es corto, sincero, aunque siempre quede el sabor a poco, a eterna deuda, porque las palabras no alcanzan para dibujar los detalles del alma, porque a veces los silencios dicen más, cuando van ligados a una mirada cercana, y es que nada es sencillo cuando los tiempos de vida son distintos, cuando nos separan esas largas vueltas de reloj llamadas años, a veces pocos, otras veces demasiados, quizá, lo más trágico sea, cuando nosotros mismos ensanchamos aquellas brechas con la frialdad de la indiferencia.

En ocasiones, hacia la madurez o al ocaso de la vida, uno corrige, enrumba el barco hacia el norte, y así navegamos, acompañándonos, en esa parte del camino, suerte poder hacerlo, hay quienes nunca llegan, eso es triste, desdichado y hasta vergonzoso.

Saberse cerca, casi a metros de distancia, en la misma barca compartida y pese a ello, dejarse arrastrar por la turbulencia de nuestros propios avatares, de una vida atareada por la insignificancia del sinsentido.

Quiero caminar cercano este tramo, para luego ser hombro de apoyo, no concibo otra forma de gratitud, que la que se da en el presente, con gestos y acciones. Son tiempos de descubrimientos, por mínimos que estos sean, detalles que la memoria nunca guardó, o que la simpleza de lo cotidiano no supo aquilatar.

Hoy cada día es, no solo importante, sino que indispensable. Los tiempos son siempre ciclos que se repiten y en menos de lo que pienso, seré quien buscará el hombro próximo, para apoyarme, en ese momento, voltearé y sabré que mi tiempo se va acercando, ya no estarás, pero a la vez estarás más presente que nunca, y así nos volveremos a ver, y cuando sea mi turno, me recibirás con la añoranza de antaño, comenzará, a su vez, mi tiempo de espera, tiempo de transiciones en el que luego yo recibiré a quién me extrañó, para repetir este eterno círculo.

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Infancia a mano libre

Coloqué el lápiz de carboncillo mi mano derecha aguardaba, esperaba aquella orden, como hace tantos años atrás, mano insegura, pequeña, en comparación con las dimensiones del imaginario mundo que silencioso me habitaba.

Aquel tiempo escondía secretos, ilusiones, pero, sobre todo, fantasías, aquellas hacían que, en las noches, los fantasmas y temores, se pudieran transformar en mundos seguros o al menos, en escenas cortas, relatos o hechos portentosos, que, al amparo de la oscuridad, parecían posibles, los mismos que se terminaban diluyendo, perdidos al amanecer, ante el cruel y despiadado zarpazo de la conciencia, como un latigazo repentino, que te despierta de un paisaje de ensueño.

Transitaba por tres mundos, ajenos entre sí, pero tan cercanos, como tres ciegos, que se cruzan por la misma calle, reconociéndose tan solo levemente por los olores, pisadas o la convicción de que algo o alguien comparte el espacio, sin saber cómo ni de qué manera.

La cama solía ser la puerta, el pasaje o una conexión tácita, solo abierta hacia la protección de la oscuridad, allí, la casa y la calle, cual pesadilla, luchaban por prevalecer, un forcejeo interminable se plasmaba, al caer la madrugada, perros rabiosos, persecuciones inacabadas o angustiosos temores, de personajes casi desfigurados, ingresando por paredes y techos, se mezclaban, incomprensiblemente con triunfos resonantes sobre dos ruedas o conciertos en pareja, recitales de a dos, hechos para nosotros, nuestro único público, hasta que un día, no sé cómo, ni cuándo, la magia desapareció, ese despertar llamado crecer.

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De tormentos y espejismos

Hasta el café perdió su gusto este domingo por la mañana, a veces tengo días así, de un terrible desasosiego, donde, más que vulnerable, me embarga una inmensa desazón y desesperanza, la que arrastra a mi mente y cuerpo en un espiral de profundo abatimiento.

Son instantes, quizá insignificantes, los que gatillan el principio, que luego, como en una onda expansiva, consiguen casi destruirme. Acaso un conjunto de hechos, que mi frágil disposición me hace absorber.

Soy esponja sin filtro, me veo a mí mismo, incapaz de repeler el ataque del enemigo que llevo dentro, mientras trato de evitar el flechazo mortal. Hasta la alternativa de un mundo paralelo parece obsoleta, distante o irreal.

Como el sediento que se abalanza, en alocada carrera, alucinado, frente al oasis inexistente que cree tener enfrente, pretendiendo beber hasta lo innecesario, para guardar, por miedo, reservas, en un intento espontáneo de lucha por la supervivencia.

Dónde se fue la apacible tranquilidad de este templado día, estoy en lucha, con mis puños apretados, el pecho casi colapsado por un aire sin oxígeno y la náusea provocando un estallido que trate de equilibrarme.

Es así que la ola me envuelve y pierdo esta mínima estabilidad, estoy a su merced, en inferioridad de condiciones, a mi lado pasan garras, colmillos y vidriosos ojos de furia, mi propia furia puesta aquí, mientras trato de sobrevivir a estos malos ratos.

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El último baile

Es aquel que sabe a melancólica despedida, danzando en las pupilas de quien despliega, en movimientos acompasados, y casi hipnóticos, un cortejo sensual, una sincronizada coreografía sin ensayo previo.

Es la carta escrita apasionadamente, entre una noche de interminable y febril insomnio y un amanecer sudoroso de temblorosa perplejidad, cuando la mano cobra vida propia y se deja llevar, transitando hacia el papel, todo aquello que nunca llegará al destinatario.

Es el camino no iniciado, la palabra no dicha y el abrazo frustrado, es la duda frente a saltar al vacío, o permanecer en la comodidad de ese limbo, esa encrucijada llamada nada, esperando unas huellas al menos borrosas, un balbuceo o el simple roce del calor de una piel.

Es abrir esa puerta por última vez, llorar aquella ocasión, presentirla última, que no ha de repetirse, jamás, porque hasta las rutinas terminan formando un sentido de pertenencia casi familiar, es buscar la valentía para cruzar, porque todo tránsito es un azar y una transición hacia lo desconocido.

El último baile es quemarte, recoger tus propias cenizas y soplarlas al viento, verlas volar y tomar su propio destino, es un nuevo inicio, es tomar aquellas y estas palabras, errantes en el tiempo, porque luego del último baile, otra pieza empezará a tocar, como hoy.

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1ra. Edición Agosto 2023 Edición 500 ejemplares Páginas 55 páginas

Impreso por computadora Jr. Centenario Block A3 Depto. 303, La Molina

Lima – Perú

Francisco Angeli Freundt (Lima, 29 de mayo de 1972) Es psicólogo y psicoterapeuta, labor que combina con su pasión por la literatura, escritura y el deporte. Ha publicado “Una Mirada desde el mapa infantil” 2015, así mismo ha escrito “El dragón y la princesa-metáforas”ylosrelatos“Lacasadelpiso rojo” y el cuento existencial “La caída” sin publicar.

Poemas Errantes, es el primer libro de poemas en prosa, unaexperienciaíntimaqueplasmasu sentir por aspectos como el amor, la soledad y la muerte. Indaga en sus propias emociones poniendo sobre el papel el miedo, las pasiones, la desilusión o el dolor, así como la crisisdel serhumano yladesidia por el medio ambiente.

Francisco considera que la principal virtud de una persona es la constante búsqueda, un ejercicio de permanente exploración y descubrimiento, tanto intelectual como emocional y espiritual. Mantener viva la llama del asombro es el germen de la creatividad.

Todos llevamos ocultos poemas en nuestro interior dispuestos a mostrarse, solo falta contactar con ellos, tomarlos en nuestras manos y plasmarlos de puño y letra, para que dejen de ser poemas errantes.

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