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GACETA DE LITERATURA Y GRÁFICA ◊ NUEVA ÉPOCA ◊ NÚMERO 44 ◊ DISTRIBUCIÓN GRATUITA

Los pellejos llameantes

* Reinaldo Arenas, quien preguntó al sol si sabía por qué los fantasmas se enamoraban de las flores, quien buscó en sus propios ojos el origen del mar y sólo halló caballos negros comiendo nubes, defecando relámpagos, y pensó que el final de los tiempos lo hallaría si le prendía fuego al arco iris, quien se quedó solo después de la extinción de los dinosaurios, mirando con gárgaras de querosén, sin poder quejarse, cómo estallaban sus libros,

* Reinaldo Arenas, que nació de Sumadre y de Supadre, el día cero del Año-que-nació-reinaldo-arenas, sin detenerse a respirar, todavía sin saber escribir, escribiendo todo como si nada hubiera existido antes, y lo que escribió fue el mundo a partir de entonces, con todas sus estrellas y todos sus milagros por cumplirse, y los ángeles y las sirenas cantaron por primera vez como arrancados de las piedras,

* Reinaldo Arenas, que le puso a los días el mismo nombre, su nombre, y a las semanas lo mismo, y a los meses y a los años, porque era él todos los júbilos y todos las fiestas, era él todas las conmemoraciones y todos los buques cargados de azúcar y de niños coronados de flores sonriendo, porque era él la muchedumbre llevando banderas, el trabajo diario que termina con fuegos pirotécnicos,

1ER LUGAR Viktor Ibarra Calavera

* Reinaldo Arenas, lo mismo que el porvenir acampando en este dulce trozo de país en llamas, lo mismo que el mar bailando para salirse del foso, enardecida pileta de matanzas, lo mismo que la juventud alzándose sobre los tentáculos, vaciándose de sí por llegar al fondo, extinguirse, correrse de tan vivos, lo mismo que garras o dentelladas arruinando órganos vitales, * Reinaldo Arenas, constelación de islas a punto de soltarse en llanto, cuenta regresiva, cañón de nieve apuntando contra la nariz enrojecida de las estatuas, yegua precoz con bigotes de luna abierta por el pecho, largas pesuñas de arco iris, títulos redondos, chocolate por el culo, luces que vuelven escribiendo, * Reinaldo Arenas, cortejo de ruinas, josémartí resucitado, libro a mano de tu propia boca, josémartícabezade caballo, josémartibuenosdíasatodos, josémartí quesalevolando, josémartílechejazminesy azúcarquemada, josémartícocodrilos despanzurrados, josémartípielroja, josémartí todoslostelevisoresdelmundotransmitiendo lamismapropagandamatacucarachas * Reinaldo Arenas, viejo lustroso que creció como un árbol para despedirse de los vicios lanzando rayos láser, sin olvidar ni perdonar, ni detenerse ante los disparos en su contra, invencible amor de trastos húmedos, vientre de carcoma, selvática grupa de anunciación, * Reinaldo Arenas, comandante heroico, infra-americano, pájaro campesino, esposo del anochecer, * unpasoalfrente, sin titubear, repito, Un Paso Al Frente. ◊

Ciro Beltrán / De la serie Dibujos teóricos / Chile

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2º LUGAR Fabián Treides

(tiempo de armisticio) I tú/tu melodía como serpientes desovando el huracán sin ojo como un manjar de espadas enjuagadas por ascetas tu/tú esqueleto barnizado con sonidos aves escurriéndose en el útero de los espejos el paraíso tiene la lengua anudada en las direcciones que las brújulas nunca señalan tu/tú cayendo con la pupa mordida por manadas de viento lo has dicho todo: nuestros hijos serán un revólver cargado de futuro ◊

3ER LUGAR Manuel De J. Jiménez

Hiperdictadura Desde el lado simbólico del terror un ángel lustró su espada con nuestras banderas Un ángulo en los ríos formó el signo de la “H” Las monedas cercenaban los brazos Los cráneos se envolvían en oropel al final del día Un poeta hizo la interpretación de sus sueños y las pesadillas más turbias se inyectaron en los ojos de naciones eternas Sabíamos que “ningún garabato es más fuerte que la voluntad” Sabíamos que la expansión de su odio no llegaría a una página como la nuestra Sabíamos que ellos “hablan de derechos como si fueran figuras retóricas” Sabíamos de su intento de contragolpe Sabíamos de la electricidad y los decapitados Sabíamos cada uno de los gestos políticos en el cuerpo Y al caer no nos faltó valor para seguir ◊

Ciro Beltrán / De la serie Dibujos teóricos / Chile

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Emmanuel Vizcaya

José Rivera Guadarrama

Solar

Fragmento

Ojo solar.

En esta ciudad, he visto llorar a muchas mujeres sentadas en las banquetas más sucias; a toda hora sus vidas peligran, tienen los ojos irritados por tanta lágrima, el cabello revuelto y las mejillas manchadas de amaneceres fríos;

Furia solar. Ojos que arden y recorren y arden y recorren y arden cuanto más vislumbran desde el núcleo de la flama. Ojos de los que se arranca una centella peligrosa que no filtran las ventanas de los cuerpos que se queman y se queman. Todo arde en triángulos naranjas como en un caleidoscopio térmico de lenguas y de incandescentes olas. Apenas conocí la llama, su calor erógeno, su orgánica materia; y mientras tanto yo que soy de viento me arriesgaré a tornar piel en cenizas si en verdad abrasas y consumes con los mismos ánimos del fuego. ◊

las he visto consumidas por el abandono de hombres que les han retirado el abrazo y el saludo de buenos días y el beso de buenas noches y la mano que las guiaba y del cuerpo que las cubría con palabras de ánimo que antes les decían al momento de darles un beso; han encontrado hombres desechables en bares nocturnos, con ellos se acuestan dos o tres veces para redimir sus culpas; en esta ciudad, en la noche las calles están repletas de autos en la entrada de moteles que anuncian ofertas con luz neón, ahí gimen de placer, de su placer femenino extraviado en las aceras que mitigan el sopor de vagabundos; la ciudad no hace preguntas, divaga en ella misma al encuentro de multitudes que al mismo tiempo la niegan y no la reconocen; el sopor de la noche las ha disuelto en algún tugurio o salón burlesque se exponen a quien las seduce con tranquilidad bohemia vestidos con gabardina y sombrero de alpaca son mujeres que se llenan de preguntas el pecho y su hablar ya es demasiado seco aún antes de cumplir los treinta. ◊

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Robin Myers

Alberto at the Halfway Point Ánuar Zúñiga Naime

Borderline 1 Todo empieza con teléfonos arrancados de la pared, con maletas hechas de madrugada y platos rotos, con llorar durante ciertas películas, tomar café sin azúcar en presencia de más gente y temerle a las avenidas grandes. 2 He sabido de hombres que pasan las tardes de los sábados tirando condimentos del refrigerador; que pasan las noches raspando los ojos contra el techo. Hombres que se aferran por años a la punta de una mujer mientras Ω tira desde el otro extremo. 3 El cielo amaneció astillado. Reviso la alacena y no encuentro el frasco con lo poco Ω que nos quedaba. El niño está en su cuna tirando dientes y tú me sonríes catálogos, hablamos Fisher Price y listas del súper. El domingo avanza nadando en brea y las manos [las nuestras] no nos tocan sin rompernos. 4 ¿Tú en cuáles abismos has caído? ¿En qué pasillos de luz nublada jugaste el tazo de tu infancia? ¿En qué charcos fuiste náufrago? ¿Máscara [cáscara] labios partidos cerveza tibia dejada a la mitad? ◊

I am sensible and disappointed and I don’t know what else to be. My hands are getting softer. I am in danger of turning forty-three. I am stubborn and I am smart; I sit still all day long; I plant eucalyptus trees in flowerpots and almost comically they just keep living. I learn fast. I’m learning French. I fall in love at least once a week, I think, but just keep sitting. I increasingly turn on the coffee pot without any water in it. My back hurts at night when I admit it. I’d like to unlearn how to drive. I have a lot to say about my house at 3 a.m. I hold my son close against me as he falls asleep, and he blinds me, he stops my heart, this is not a joke or threat, to love this much, I want to leave but how would or could I go? I unlearn slow. I am learning that I won’t light up or burn out, that my life will press and sputter, that there will be no crush of heat or killing freeze but that whatever warmth I’ve scratched up or sapped or made or given off will keep on all by itself, when I want it and when I don’t. I want it less and want it more than ever. I’ll say these things forever.

Else What is it really about, this need to compare everything, to make things like other things, to metaphor our way into a kind of calm that may not be like a scaffold erected around the air, but truly that? I sat in a church in Masaya, Nicaragua, in late afternoon, chose the pew because of how the light was on the floor, filtered through the stained glass window at the top and let down red. I looked at that light, and thought, it’s a little like blood seeping into something soft, then left in the sun; or, it’s more like the water of a watermelon on white sheets. But, in the end, it most honestly looked like red light on the floor of a church in Masaya, Nicaragua, in late afternoon. Forgive me for pulling that light away from itself, for announcing that the moon tonight is as thin as a penny in water, for telling you that you are like a lit match when you laugh. I would live from flash to singular blinding flash if I could, if that didn’t mean some species of despair, some dissolution of faith, if that’s a metaphor I may borrow; a tragic unjigsaw-puzzling of ourselves and the connectedness we invent and demand; completion, of course, being a secondary, more sorrowful concern. For each breath really is like every other breath, and if it isn’t, then I must believe that what is carried over, shared, or at least remembered, is where it’s going, why it happens, why I need it; is everything, everything else. ◊

Ciro Beltrán / De la serie Dibujos teóricos / Chile

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Robin Myers, Nueva York, 1987. Versión de

Ezequiel Zaidenwerg, Buenos Aires, 1981.

Alberto en el medio del camino Soy sensato y estoy decepcionado, y ya no sé qué más podría ser. Las manos se me están reblandeciendo. Corro peligro de cumplir cuarenta y tres. Soy terco y, además, inteligente; me paso todo el día aquí sentado, quieto; planto eucaliptos en macetas, y casi como un chiste, siempre crecen. Aprendo rápido. Ahora mismo estoy aprendiendo francés. Creo que me enamoro una vez por semana, por lo menos, y aun así me paso el día aquí sentado. Cada vez más, pongo la cafetera pero me olvido de cargarle el agua. A la noche me duele la espalda al admitirlo. Quiero desaprender a manejar. Tendría mucho que decir acerca de mi casa a las tres de la mañana. Abrazo fuerte a mi hijo hasta que al fin se duerme, y él me ciega, me para el corazón. Esto no es una broma, tampoco una amenaza, amar de esta manera. Quisiera irme, pero ¿cómo podría hacerlo? Tardo en desaprender. Ahora estoy aprendiendo que mi vida va a parpadear, apenas, como una llama al viento, y que no habrá un calor abrasador ni una helada aplastante, sino que la tibieza que pude conseguir o absorbí de algún lado o fabriqué yo mismo o entregué seguirá su camino por sí sola, sin importar si yo lo quiero o no. Lo quiero menos y lo quiero más que nunca. Voy a seguir diciendo estas cosas por siempre.

Lo demás ¿De qué se trata en realidad, esta necesidad de compararlo todo, de hacer que cada cosa se parezca a otra cosa, de abrirse paso a fuerza de metáforas hacia un tipo de calma que no sea parecida a un andamio construido alrededor del aire, sino concretamente eso?] Me senté en una iglesia en Masaya, Nicaragua, mientras caía la tarde, elegí el banco por la forma en que la luz bañaba el suelo, filtrándose a través de los vitrales con reflejos rojos. Pensaba, al observarla, que esa luz se parecía un poco a una mancha de sangre que se fuera extendiendo sobre algo blando y luego se la dejara al sol; quizá se pareciera más] al jugo de sandía derramado sobre sábanas blancas. Pero al final, honestamente, se parecía más a una luz roja reflejada en el suelo de una iglesia en Masaya, Nicaragua,] mientras caía la tarde. Y te pido perdón por apartar esa luz de sí misma, por anunciarte que esta noche la luna es más delgada que una moneda sumergida en agua, por decirte que cuando te ríes te pareces a un fósforo al momento de encenderse. Yo, si pudiera, viviría de un fogonazo cegador a otro, si aquello no entrañara alguna forma de desesperación, un debilitamiento de la fe, si es que puedo tomar prestada esa metáfora; un desarmarnos a nosotros mismos como un rompecabezas,] junto con cada vínculo que establecemos y pedimos; la plenitud, sin duda, es algo secundario y más penoso. Puesto que cada vez que respiramos es en verdad igual a la vez anterior; caso contrario, tengo que creer que eso que se transmite, se comparte, o al menos se recuerda, es hacia dónde va esa respiración,] por qué sucede, por qué la necesito; es todo, todo lo demás. ◊

Liliana Alarcón I “Como temía decirles que no, opté por conservar a todas las mujeres que he amado” Era una casa con tres habitaciones. Y ahí estaban ellas, tibias y juntas. Sus ronroneos sutiles me provocaban bailar por los pasillos. Cada hora, las besaba. Una por una, hasta detenerme en la preferida del día. Aquella preferida encerraba en sus ojos mi amor temporal; al día siguiente, cuando parpadeaba, se liberaba mi pasión individual, revoloteaba como mariposa y se posaba en los muslos de alguien diferente. ¡Qué locura el dar mi corazón por pedacitos! Aquel ramillete de coquetas era tan bello por la diferencia entre las flores. Cada noche, me iba de puntillas a la cama para no despertar a mis ninfas. Un solo paso en falso, y alguna espantaba su sueño para atormentarme con sus caricias. Mi educación extrema me impedía negar mi cuerpo a su deleite, pero tanto me agotaba mi generosidad que me dormía a media entrega, con mi desnudez incólume y pintada de plata... ◊

Ciro Beltrán / De la serie Dibujos teóricos / Chile

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Una carta para Pedro Frank Lozano

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a hoja en manos de Pedro se había humedecido tras los largos minutos que la sostuvo con sus dedos regordetes. Volvía una y otra vez sobre ella sin dejar de sostenerla. Solo la bajaba un poco, mientras elevaba la mirada al techo donde las aspas de un ventilador inmóvil, fungían como una estación de paso entre las letras y su angustia. El teléfono no dejaba de sonar. Era un viejo aparato de disco, Western Electric 500 a los que la era digital había condenado a un silencio inalámbrico e implacable. El tintineo invisible de la campanita incrustada en el aparato, resonaba como el torreón de una catedral a campo abierto. En ese aparato, recibió la llamada de su hermano Antonio, anunciándole la muerte de su madre. También fue el que usó para hablar con el Presidente, cuando ganó un premio nacional de composición de música sacra en el año 1971. Al mismo tiempo que sonaba el teléfono se activó una alarma electrónica, integrada a la pequeña radio de onda corta, marca Zenith, donde alguna vez escuchó la estremecedora noticia de que en Japón, Estados Unidos había lanzado una bomba atómica o de cuando Juan Belmonte Magdaleno anotó el primer gol para México en un mundial de fútbol, en el año de 1958 en Suecia. Su chillido, de cientos de ratas estrujadas, ni lo inmutó. El timbre de la casa –una desagradable chicharra, nido de arañas y polvo– sonaba al ritmo de unos nudillos que golpeaban la puerta de pino de la entrada. Después se escuchó el impacto de una piedra estrellándose contra el vidrio de la ventana ubicada frente a la minúscula sala comedor. Luego otra y otra pero nada, Pedro releía el escueto texto que le anunciaba un inminente cambio de vida. Una orquesta de llamados sucedían simultáneamente y por todos los conductos mientras Pedro se reclinaba pacíficamente en la silla de mimbre, que crujía como un esqueleto sacudido por una jauría de perros. Una tibia palidez, conjugada con un ligero mareo sacudían las entrañas del anciano. La sensación de la sangre en la cabeza, el nudo en la garganta y un ligero reflujo que ascendía amargo por su esófago, eran la respuesta física de un cuerpo que si bien, no enfrentaba por primera vez una emoción, avanzaba irremediablemente la senda de la desesperanza, la decadencia y la corrupción.

Los dolores, la deficiencia en la visión, el encorvamiento, la pérdida progresiva de dentadura, eran el lenguaje vivo del tiempo imprimiéndose sin prisa en la anatomía de Pedro. Pocas cosas –un trinchero con los discos de Arvo Pärt, una colección de literatura universal, una vajilla de porcelana china y unos cubiertos de plata que le obsequiaron cuando su matrimonio con su difunta Margarita celebró sus primeros y únicos veinticinco años; un sillón largo y la pequeña cocineta– oponían resistencia al ruido. Lo que sucedía al interior del departamento contrastaba con lo que ocurría afuera: un remanso de paz urbana, como el tímido preludio del inevitable porvenir. El lento movimiento de la mecedora era incapaz de ventilar el rostro abotagado de Pedro y de paso, borrar la calcinante marcha de Mayo por el pequeño departamento que, desde hacía dos años, habitaba en soledad, silencio y depresión, ante el barullo creciente de la voz interior. El navajazo constante de la conciencia no cesaba de abrir heridas, de ensanchar el hastío y dirigir el caótico coro de la vida que termina, como una vez terminó la palabra no escuchada, el te amo inaudible, el vuelve que quizá no pudo escuchar, el te extraño que únicamente puede ya comunicarse mediante esa áspera orgía de brazos partidos y caricias llenas de artritis. Por primera vez en veinticuatro meses, descorrió una de las dos cortinas negras que envolvían de sombras los dos únicos ambientes de la casi buhardilla, ubicada en el tercer piso de un edificio construido para pensionados. Quería leer esa carta con luz natural. También quería sentir por unos instantes que la luz del sol podría transformarse en la luz de su vida. Pedro había llegado a pensar que la oscuridad y el silencio eran un mismo escaño en su largo ascenso a la soledad. Tras largos minutos de ruidoso acoso –quizá quince o veinte– llegó el silencio. Pedro seguía meciéndose impávidamente en la mecedora hasta que finalmente se incorporó. Caminó a su habitación y fue ahí que vio la luz de alerta parpadeando en su intenso color rojo. Corrió de golpe la cortina. Una nube de polvo lo hizo estornudar. Se sobresaltó con la luz, caminó rápidamente al viejo teléfono y vio que la señal de mensajes escritos que le habían adaptado, parpadeaba; luego se asomó a la ventana, una sonrisa se dibujó en su rostro de casi noventa años; vio a su hija con varias piedras en las manos. Antes de abrir la puerta, tiró al suelo la carta donde acababa de leer la buena noticia que todo mundo intentaba darle, finalmente podrían operarle los oídos y volvería a escuchar. ◊

Ciro Beltrán / De la serie Dibujos teóricos / Chile

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Verdades de una historia con gat(rr)as Yanelys Encinosa Cabrera

L

a inocencia desvencijada (des)dibuja su impotencia ante el espejo. (De)construye la historia de dos ciudades: la que se mira ante el cristal y la que este juzga en respuesta a la imagen. La verdadera historia de las Kitties de la poeta mexicana Jocelyn Pantoja, cuaderno de poesía publicado por ediciones Honda Nómada en el 2010, se disfraza en forma y motivo de literatura para niños, pero en esencia rebasa la envoltura de las edades al destilar un tinte luctuoso y ácido, que deshaga todo maquillaje, pues precisa desenmascarar la violencia y la esquela de muerte que sacude la médula del continente americano.

Desde el título se juega con la Historia (con mayúscula), la noción de “verdadera” anuncia el desmontaje, relectura y reconstrucción de lo habitual conocido. En el primer episodio de la serie de cortometrajes animados de Piolín, filmados en 1942 por Bob Camplett, el título A Tale of two Kitties es una parodia de La Historia de dos ciudades de Charles Dickens. Esta alusión paródica a Dickens del animado puede ayudar a leer el cuaderno de Jocelyn, aunque la cercanía entre los referentes sea más incidental que de una intencionada intertextualidad. El motivo de las Kitties del cine para niños es vestidura lúdica, cobertura cuasipueril de un asunto serio, adulto, más emparentado en su esencia a los móviles de Dickens. Las dos citties que el novelista inglés desnuda en su obra, París y Londres, son escudriñadas desde las entrañas de la Revolución Francesa en plena vida del siglo XVIII para revelar el convulso clima revolucionario y denunciar las sangrientas ejecuciones y el aumento diario del número de víctimas por los crímenes violentos que generaba tal proceso. También de la producción para niños, también de Inglaterra, acaso patrón de Occidente, asoma en el cuaderno de la poeta mexicana otro Charles de la literatura inglesa, el que bajo el pseudónimo de Lewis Carrol inmortalizó a Alicia. Los exergos con citas de Alicia a través del espejo, con los que se abre el libro y se cierra en los dos poemas finales confieren un sentido empastado de circularidad y aportan coherencia al conjunto: el espejo de Carroll, citado al inicio y al final, es el hilo unitivo que cohesiona cada poema y lo conecta con los demás. Es el espejo quien media entre las dos ciudades, como vehículo de deconstrucción, de desmontaje. Kitty, el personaje que se busca en el espejo es un fetiche sin historia que el mercado ha colocado en el terreno de ventas para niños, figurilla comerciable desprovista de argumentos que justifiquen el interés de la compra. A diferencia de muchos personajes del cine para niños insertados en el mercado que provienen de las animaciones de Walt Disney, las Kitties adole-

cen de tramas y referentes pues no cuentan con una historia base que justifique su atractivo comercial. Cuando Jocelyn propone construir una historia “verdadera” para este personaje, está rozando lindes que trascienden el terreno infantil. Juega a cuestionar los modos capitalistas de dominio y manipulación de mercado. Con tono político, irónico, luctuoso pretende denunciar los soportes del capitalismo, sostenido por el dolor, la alienación y la violencia hacia el interior de Latinoamérica. La historia que hilvana el diálogo de Kitty y su reflejo es una reconstrucción de la historia americana, de aquella América sacudida por la violencia que acarrean los modos capitalistas de producción. Como desde un observatorio la mirada se mueve desde México hacia el norte y luego desciende de centro a sur, hacia la cordillera y hacia el Caribe, pues Kitty transmuta en citty, su traje de gatita pueril se transforma en ciudad adolorida, el rosa de las vestiduras de Kitty se tiñe en estos poemas del rojo sangriento de la muerte en las ciudades americanas. Cada paisaje recorrido, cada historia nacional del continente ha sido subvertida desde semejantes pérdidas, pues las aúna la triste coincidencia del terror, las drogas y la violencia del capitalismo. No es casual que falten en estas páginas Cuba y Venezuela: el silencio marca la diferencia. Por ser el reflejo más visceral para la poeta el poema dedicado a la mirada de México destila pesimismo y desconcierto, incisivo cuestionamiento de la historia patria, desde las quebraduras de su legado político y sociocultural. Jocelyn bebe de nutricios afluentes de la cultura mexicana, pero llegan a estos tiempos desabridos, descoloridos por la pérdida, por la devaluación que impone el régimen del capital. Se lee la historia y se actualiza. Recupera la música, la poesía, la plástica, la religión desde el actual contexto político de su país, sacudido por el crimen y la violencia, por la corrupción del poder, el bandidaje, los abusos sexuales a niños y mujeres, las macanas de la última plaga los policías PFP. La muerte que inunda obliga a estas lecturas desperanzadas. Por ello como quien llora un bolero mexicano el México mío, lindo, ahora es a veces querido, otras odiado, la princesa triste de Darío está desnuda y desnutrida como sus hermanas, y las plumas del quetzal se quiebran en la voz de tu mediocre sueño de surrealismo. Es una elegía a la pérdida de la cultura mexicana, antaño prolífica, aplastada ahora por la pseudoculturas del mercado: como algodones de azúcar cocinándose en las esquinas igual que la pobreza es tu folklor. Disfrazado de inocente juego, de diálogo pueril con las nuevas realidades del espejo, la palabra amordaza un desagravio. La perversión de un gato a rayas, protoburgués compañero de Alicia, símbolo de dobleces y fingimientos victorianos, se repite hoy en América con el rosa del fetiche o rojo sangre de una gatita de mercado. Acaso porque Carrol avizoró como Dickens en Londres y París, el principio de este fin que ahora padecemos. ◊ La Habana,18 de febrero de 2012

Ciro Beltrán / De la serie Dibujos teóricos / Chile

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El Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y Proyecto Literal

INVITAN a la presentación de los nuevos títulos de la colección - El Ghetto de Tamara Kamenzain - Contra Natura de Rodolfo Hinostroza - Pac-Pac- Pec-Pec de Soledad Fariña Presentan Editores del Proyecto Literal 30 de mayo 19 hs Casa del Poeta Café Bar "Las Hormigas" Alvaro Obregón 73

gaceta de literatura y gráfica número 44. Es una publicación independiente producida por LITERATURA Y ALTERNATIVAS EN SERVICIOS EDITORIALES S.C. Tiraje 1000 ejemplares. Dirección editorial: Jocelyn Pantoja. Edición: Andrés Márquez Mardones. Diseño gráfico: Hernán García Crespo. Consejo editorial: Javier Norambuena, Manuel De J. Jiménez y Javier Raya. Coordinación de difusión y promoción: Alina Hernández. Consejo editorial latinoamericano: Nicole Cecilia Delgado, María Eugenia López, Elma Murrugarra, Gema Santamaría y Mara Pastor. Equipo editorial: María José Farías y Jorge Hernández Rubio. Las opiniones expresadas en los textos no reflejan la opinión de Consejo Editorial y son responsabilidad de sus autores. Colaboraciones a: gacetaliteral@yahoo.com, www.vientos.info/literal y www.limonpartido.blogspot.com. IMPRESO EN MÉXICO. ABRIL 2012.


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