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Nuevos Salesianos Cooperadores para la provincia Antillas

El pasado domingo 21 de mayo, en el maravilloso Santuario del Sagrado Corazón de Jesús, en Moca, provincia Espaillat, Alexander Rodríguez, Dalis Guzma´n, Fernando Gómez, Lerne del Valle y Yajaira Basara, ante la presencia del P. Inspector, José Pastor Ramírez, realizaron sus promesas como Salesianos Coorperadores.

En una hermosa ceremonia litúrgica y acompañados de otros hermanos Cooperadores, en especial del consejo local y provincial, estas personas le dijeron “sí” a Dios para seguir el camino de Cristo y servir a su iglesia por medio de la congregación salesiana, siguiendo el carisma de su fundador San Juan Bosco.

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De igual manera, el miércoles 24 de mayo, 5 damas que aman profundamente a María Auxiliadora, pertenecientes al centro Local P. Vandor de Santa Clara, Cuba realizaron sus pormesas como Salesianas Coorperadoras. María Rafaela, Elaine Liset, Idania Vargas, Bety Abreu y Esther Lilliam también le dijeron “sí” al Señor por medio de la congregación salesiana.

Los Salesianos Cooperadores son una asociación eclesial pública de fieles fundada por San Juan Bosco el 9 de mayo de 1876 en Turín, Italia. Realizan un trabajo maravilloso y muy significativo a favor de los jóvenes más pobres y necesitados.

¡Enhorabuena y saludando! Retomando el diezmo que más disfruto, el de reencontrarme con ustedes a través de la lectura y este valioso espacio.

En esta ocasión, quiero reconocer un ejercicio que, a decir verdad, puede que nos regale paz, y por ende, buen sueño. Se trata del ejercicio más practicado en estos últimos años: el famoso arte de “hacernos de la vista gorda”; que reitero, ya no es gorda, se ha convertido en obesa, y nos está alejando de la posibilidad de vivir en el paraíso cuando pasemos a mejor vida.

Hoy día existe una “moda” - que podríamos llamar costumbre - de que en los semáforos algunos indigentes y enajenados mentales toquen el vidrio de los conductores privados para pedirles dinero, y si estos se niegan, le lanzan objetos o les sueltan improperios. Amparándose en sus condiciones físicas y mentales, esas personas actúan sin nosotros poder hacer nada al respeto, y lo peor de todo es cuando el resto de la población (choferes, policías de tránsito y autoridades pertinentes) que está circulando en las vías, se hacen “de la vista gorda” alegando que no es “problema suyo”.

Lamentablemente hemos llegado al punto en el cual el accionar de estos individuos han causado daños materiales, físicos y psicológicos. Conductores y transeúntes se han visto envueltos en desagradables situaciones e incluso han llegado a perder la vida. Ante esta situación, los organismos que deberían regular la buena conducta y comportamiento cívico se “hacen los de la vista gorda”. Voy más allá, hasta nosotros mismos nos desentendemos de ciertas situaciones, poniendo como excusa que nada podemos hacer desde nuestro contexto, pues cuando la bola no nos pica cerca “no es problema nuestro”; pero cuánto cambia la situación cuando ya empieza a afectarnos personalmente.

El ejercicio se repite con esta ola de violencia de género que en los últimos meses a todos nos tiene pávidos y en shock. Si bien es cierto que, en culturas como la árabe, el tema de la violencia contra la mujer es costumbre, la realidad es que se trata de una situación desagradable, un mal social, enmarcado dentro de unas leyes que deberían proteger a las mujeres, y que invitan a la ciudadanía a denunciar este tipo de actos. No obstante, estas situaciones forman parte de nuestro día a día y volvemos a “hacernos los de la vista gorda”, alegando que: “en pleitos de marido y mujer, nadie se mete”.

El análisis al que quiero llegar, y aprovecho para invitarles a realizar un ejercicio de introspección, es: ¿a cuántas “vistas gordas” haz accedido últimamente? ¿Ante cuáles situaciones te pones las gafas de la indiferencia para “no parar loco o loca”?

No basta con decir ser buenos cristianos, necesitamos aparentarlo, o mejor dicho, practicarlo; ser coherentes con nosotros mismos, nuestros principios, valores y creencias, y demostrar que no son solo palabras que se las lleva el viento. No es cierto que desde nuestra realidad no podemos hacer nada; siempre se puede aportar para evitar o revertir un problema, pero es más cómodo y barato no hacerlo - lo digo por conocimiento de causa. Yo sé que drena, sé que cuesta tiempo y recursos, también sé que puede quitarnos el sueño accionar ante toda problemática ajena, pero vivimos en sociedad y el problema del prójimo debería representar, cuanto menos, un llamado de atención para mi.

Decir ser cristianos católicos implica una empatía ante todo tipo de situación. Abortemos el “can de los brazos cruzados” para sumarnos como válvula de escape y solución para nuestros hermanos.