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Fundación Don Bosco

ana maría martínez

Esta iniciativa se enmarca en las acciones del proyecto “Inserción socio-laboral de jóvenes en situación de riesgo y vulnerabilidad de la República Dominicana”, que se desarrolla desde la Fundación Salesiana Don Bosco, con fondos de Cooperación Delegada de la Unión Europea a través de la Agencia de Cooperación Española (AECID).

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El señor Franklin Ortega, de la Fundación Salesiana Don Bosco, detalló el alcance de esta firma y agradeció al ministro por esta oportunidad de colaboración.

Además de los alumnos del Instituto Técnico Salesiano (ITESA) y el Centro Educativo Oratorio María Auxiliadora (OMA) tomaron parte en el acto la directora del Servicio Nacional de Empleo (SENAE), Sra. Vivian Jacobo; el Delegado de Pastoral Juvenil, P. Patricio Ramírez; y el Director de la Obra Salesiana de María Auxiliadora, P. Ronny Stephan.

Año 2023, celebración de los 50 años de sacerdocio, “un año de gracia”, un año maravilloso que quiero vivir en plenitud, un año de renovación y de compromiso.

Me sale del alma compartir la experiencia de mi vocación sacerdotal, a lo largo de estos cincuenta años, con todas aquellas personas que son parte de mi vida. En este momento les pido que me ayuden a hacer realidad la tarea que me propongo: renovarme y comprometerme con mi vocación sacerdotal hasta el final.

Precisamente, fue el 22 abril de 1973 cuando, junto a otros 35 compañeros, fui ordenado sacerdote, en Salamanca, España. Era el Domingo de Pascua y afortunadamente mi sacerdocio quedó marcado por la maravillosa fuerza de Jesús Resucitado.

Es providencial que esté escribiendo este mensaje en Las Antillas, donde me encuentro en estos días de enero, la tierra que Dios me regaló para ejercer, en abundancia, la misión sacerdotal. De este modo me siento estar volviendo a “mi Galilea”, allí donde he vivido esta misión y donde puedo renovar el fuego del “primer amor”.

La figura con la que siempre me he querido identificar ha sido la del “Buen Pastor”, pues está cargada de dinamismo pastoral, de alegría y de esperanza, que pretendo sean las características de mi vocación.

Un día Jesús me encontró, allí donde yo estaba, y me invitó a “remar mar adentro”, acepté el desafío y, con confianza, asumí la hermosa misión que se me encomendada.

Durante estos 50 años los retos y aventuras aparecidas en el ejercicio de mi vocación, tanto en el acompañamiento de la juventud como de los niños/as, adolescentes y jóvenes en situación de alto riesgo, han sido muy abundantes. Muchas llenas de Gracia, porque han dado vida, porque han sido verdaderos milagros de Dios. Otras pueden haber producido heridas o desencantos como consecuencia de mis errores y pecados cometidos. Todo ello, hoy, lo pongo en las misericordiosas manos de Dios y renuevo mi lema sacerdotal: “Heme aquí, Señor”.

Cada día de este año quiero testimoniar lo maravillosa y bella que es la vocación sacerdotal, y que ella es la que hace real y concreta la felicidad de mi vida.

En este “año de gracia”, iluminado e imitando el testimonio del Papa Francisco, quiero renovar las dimensiones de la vocación de Pastor.

Se trata de hacer realidad cuatro “cercanías”.

La primera, la cercanía a Dios. Necesito vivir en intimidad con Dios para que el ministerio sea fecundo y sea una herramienta portadora de alegría, de multiplicación de panes, de milagros y de curaciones.

La celebración de la Eucaristía es para mí el momento privilegiado de esta intimidad. Compruebo que solamente la cercanía a Jesús puede darme un corazón suficientemente “ensanchado” para ser portador de su Amor a los demás, especialmente a los jóvenes.

La segunda, la cercanía a los “superiores”. La Obediencia para la misión es un don que me da la posibilidad de escuchar la voluntad de Dios, creando el vínculo de misión - comunión, y, de este modo, no poder caer en la tentación del aislamiento y del protagonismo personal.

Como tercera dimensión está, la cercanía a los hermanos. Así, me comprometo a caminar en fraternidad para llegar más lejos. Además, ser profeta de fraternidad es una tarea muy hermosa en una sociedad tan dividida. Y, sobre todo, me comprometo a vivir la fraternidad en la misión compartida.

La cuarta dimensión es, la cercanía al pueblo. El ser capaz de amar a la gente es una gracia de Dios. Estar cerca de la vida de la gente es el lugar propio del pastor y su misión se convierte en una pasión por su pueblo. Esta cercanía ha de manifestarse, especialmente, en expresiones de ternura que me permitirán ser un Buen Samaritano. Quiero que el ejercicio sacerdotal en mi vida sea “cercano”, según estas cuatro dimensiones que se interrelacionan de manera transversal entre sí, que me dan la posibilidad de parecerme más al modelo de mi vida sacerdotal que es Jesús, el Buen Pastor.

Les pido me ayuden a vivir este “año de gracia”. ¡Gracias de corazón!

Siria - Mientras el número de víctimas del terrible terremoto continúa aumentando, los esfuerzos de los socorredores para ayudar a los sobrevivientes no se detienen. En Siria, los salesianos trabajan incansablemente para garantizar cobijo a quienes lo han perdido todo. Muchos en Alepo y sus alrededores se han quedado sin hogar, sin las necesidades básicas, sin un lugar adonde ir. Así, los salesianos abrieron sus puertas, recordando que “la Iglesia es la casa de Dios y es la casa de todos”. Gracias al apoyo de muchos benefactores,

Procuras Misioneras Salesianas, Oficinas de Planificación y Desarrollo y ONG Salesianas, ha comenzado una gran movilización para llevar ayuda a todos los necesitados.