Cuadernícolas Nº1

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Los Ilustrados

opinanlosilustrados.blogspot.com


Editorial

Primera Impresión

Nerön Navarrete

“Es este el primer paso, el primer número, de lo que esperamos se convierta…” Ir más allá bastaría para meternos en la cuadrícula. De hecho, la inhabilidad diestra o siniestra en la doble línea, se anudó a la necesidad de sentirnos caprichosos. Hemos escogido uno que otro escondido, y dándonos cuenta, teníamos estos papeles sueltos grapados en un Cuadernícola. Si Bernardo Davanzati prefería arrojar sus escritos a la basura, nosotros dejamos que el lector decida, o los amontone, conserve, les meta candela o se los devore. Acaso, habrá uno que otro hijo pródigo volviendo a casa. No lo sabemos. Pero están reunidos por una razón: las sensaciones exploradas por las letras, que son ahora más desconocidas; la humanidad y lo complejo de hilvanar en páginas desperdigadas sobre el escritorio, fragmentos disueltos de horas y recuerdos. Sin meternos entre las cuatro líneas de igual longitud, formando ángulos rectos, sí esperamos que se convierta... ojalá en desordenada y asimétrica pila de mentirillas piadosas. Total, estamos convencidos que no existe perversión semejante a nunca pasarse de la raya, o por lo menos, salirse un poco de ella. P. D. Si hasta este punto tiene una mala impresión, denos la oportunidad de cambiársela por una buena. Comience bien su arrume de Cuadernícolas. Usted tampoco sabe…

Cuadernícolas

Revista literaria mensual revistacuadernicolas@gmail.com Director: Momo Suheskun momo.lamusa@gmail.com Editor: Nerön Navarrete neronnavarrete@gmail.com Diseño y Diagramación: La Musa, Factoría de Proyectos Creativos info.lamusa@gmail.com Mercadeo y Ventas: Diana Soto 314 850 8656 dianasoto.lamusa@gmail.com Colaboradores: Daniel Correa / Diego Hernández / Jota López

Foto en portada: “Como nuestra libertad” Momo Suheskun Caricatura: Nerön Navarrete Escritores: Crisistina Rubichati / Mateitoh / Momo Suheskun / Nerön Navarrete / Partenón / Vichugo / @morcheros Impresión: Editorial San Matías 444 4913 proyectoeditorial.sanmatias@yahoo.es


Contenido

Última noche… sin posdata

por Crisistina Rubichati

Cuerpos Desnudos

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por @morcheros

La Huida

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por Partenón

Hasta el minuto de la muerte

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por Vichugo

De a Poco

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por Mateitoh

Sapos, al enemigo no se le ayuda

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14 por Momo Suheskun

Fidelidad por Nerön Navarrete

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Cuadernícolas

Última noche… sin posdata

Crisistina Rubichati

No confío en el filo de mi navaja, en la fuerza que pueda ejercer mi mano izquierda sobre la muñeca derecha. Me temblará la mano, lo sé. Miro el reloj, descubro que es el fin de la noche y no tengo más dinero para otro día en el hotel, él nunca vendrá, sabía que corría el riesgo, no necesitaba nada más que su salvación. No puedo hacerlo, camino con desespero por la habitación y no encuentro la manera. Llevaré también el cuchillo de filo infalible por si la navaja oxidada me falla. Recuerdo que hay un vaso al lado del televisor, lo puedo romper y usar un vidrio. Mi piel será más firme ese día, el agua no estará lo suficientemente caliente. No podré hacerlo, él pensará que sólo pretendía molestarlo y tendré que enfrentar muchas caras largas, tal vez pagar una multa por manchar las sabanas. -¡Todo es tan blanco, no lo soporto! ¡Ah!- grito de desesperación. Me duermo de nuevo, sueño con un matrimonio y todo el mundo está bien vestido, nunca logro ver al novio, pero la novia está feliz. Estaré recordando su última voz y sentiré enojo, luego tristeza, comenzaré a llorar, no me gusta que haga la voz neutra conmigo, no lo puedo soportar. Son más de las 12, apagué todas las luces, duermo de nuevo, es el efecto de las 22 pastillas para el dolor de cabeza. No confío en el filo de mi navaja, mi mente me hace la jugada, la mimada, la enamorada de su recuerdo; la soñadora, ella, baja el brazo y comienza a llorar en silencio, su nariz se congestiona y no puede hacerlo. Es miércoles y ese es mi día favorito, papá me toma del brazo y me lleva a pescar en el lago. Tuve un sueño terrible.

Contacto pandava16@hotmail.com fruteroverde.blogspot.com LA POESÍA La POESÍA cruza la tierra sola, apoya su voz en el dolor del mundo y nada pide -ni siquiera palabras. Llega de lejos y sin hora, nunca avisa; tiene la llave de la puerta. Al entrar siempre se detiene a mirarnos. Después abre su mano y nos entrega una flor o un guijarro, algo secreto, pero tan intenso que el corazón palpita demasiado veloz. Y despertamos. Eugenio Montejo (1938-2008) Caracas, Venezuela

Cra. 42 # 54-58 Tel: 239 39 94 Medellín libreriapalinuro@gmail.com

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Cuadernícolas

Cuerpos desnudos

Mateitoh

Juan estaba ansioso, pero esto no le impedía desbordarse de alegría e ilusión. Después de tantos años soñando con este momento por fin tenía la oportunidad de realizar sus añoranzas. Recordó sus fracasos iniciales, llenos de fallas inocentes y torpes que acumuladas terminaban por apagar la fogosidad del momento. Precisamente, debido a estos fallos y pequeñas estupideces de procedimiento es que cada vez le era más difícil encontrar a alguien, hallar ese ser especial a quien abrirle su alma e interior, ese ser privilegiado a quien mostrarle el Juan profundo y trascendental, interesante y reflexivo, el filósofo de la vida y el arte. Y no es que Juan pensara que solamente existiese una persona que pudiera ser la “elegida”, ese ser a quién abrirse tal como era. Por el contrario, estaba plenamente convencido de que esa conexión especial no dependía de ninguna intercesión externa, que si esta surgía no era porque se tratara de un alma gemela o porque el destino hubiera maquinado para un encuentro disfrazado de casualidad. Para nada; Juan tenía su conciencia puesta en el presente y sabía que este vínculo entre dos seres puede aparecer en cualquier momento y espacio, que no depende más que de decidir construirlo, buscar al otro y acogerlo, aprender a conocerlo, no solamente aceptar y tolerar sus percepciones, sino dejarse tocar por ellas, atreverse a dejarse influir por la esencia ajena y así evolucionar en su propia individualidad, crecer y saberse satisfecho de aprender cada vez más, madurar a fin de cuentas. Y esta maduración no dependía de nadie más que de él, de su propio proceso de existencia, de su propia conciencia de sí mismo y de los demás. Ese era el verdadero sentido de la humildad para Juan. El encontrarse con ese “otro” requiere precisamente un acto de decisión, una iniciativa primordial de apertura; Juan estaba cada vez más cerca de lograr la perfección. Poco a poco reconocía las reacciones que generaban sus esfuerzos, las consecuencias de sus actos, las pequeñas imposiciones que él creía inexistentes y que aprendió a ceder lentamente. Poco a poco, mientras el sentimiento del otro era más genuino y espontáneo, más verdadero, su propio goce crecía a lugares inimaginados. Estaba comprendiendo verdaderamente lo que era compartir una experiencia. Pero a pesar de tener su propia perspectiva, a la vez tan particular y llena de lecciones para todos nosotros, sabía que su principal carencia era de procedimiento. La praxis se le estaba dificultando al punto de que vio frustrados sus propios deseos muchas veces, incluso después de largos y sudorosos intercambios con otras personas a quienes consideraba preciosas. Tuvo que soportar otra prueba de humildad; aprender a escuchar a otros que como él se especializaban en el fino y exclusivo arte de desmembrar campesinos vivos. Callarse la boca y atender con sumisión a verdaderos expertos en el tema, que si bien sus actos y obras eran vanos y carentes de sentido estético aportado por el autor, estos rozaban la perfección técnica que a él tanta falta le estaba haciendo. Poco a poco, consejo tras consejo, intento tras error cometido fue aprendiendo y afinando su propio estilo, su propio procedimiento, su propia techné y ahora se sentía seguro, después de mucho tiempo de no disfrutar la confianza en sí mismo, esta vez él sabía que iba a concretar su mejor obra. Respiró profundo, la puerta se abrió y por fin le trajeron una niña de 15 años, ansiosa y chillona, su familia había acabado de ser ejecutada por no vender sus tierras y Juan le agradecía a la naturaleza la posibilidad de estar parado frente a semejante criatura tan llena de vida y belleza.

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Cuadernícolas Le secó las lágrimas derramadas sobre las suaves mejillas, la besó tiernamente en la frente y desenfundó su herramienta plateada y brillante. Los ojos de la niña se deslumbraron ante el reflejo de luz y el sonido metálico. Juan probó primero el filo de la herramienta, delicadamente, sobre su dedo meñique izquierdo, chupó su propia sangre mientras la niña lloriqueaba y suplicaba. Él levantó su pincel plateado, escuchando serenamente, saboreando el aroma a sudor rancio en el aire, palpando el suave cuello juvenil de su lienzo; su propio corazón se salía, una lágrima de conmoción, una sonrisa satisfecha llenó su rostro y respiró profundo: No hay privilegio más genuino para la raza humana, sólo aquí, sólo entre nosotros, y con más de 200 años de tradición.

Contacto mateitoh@gmail.com elamoreslacausa.blogspot.com

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Cuadernícolas

Sapos, al enemigo no se le ayuda

Vichugo

Con el primer trueno un pito agudo se incrustó en mis oídos, debieron ser tres, pues cuando sentí el primero vi un relámpago que iluminó toda la habitación, no pasó mucho tiempo para que dos más rompieran de nuevo la oscuridad y descubrieran todos los objetos del cuarto como si encendieran y apagaran la luz en el mismo instante. Una fuerza extraña no permitió que de mi boca saliera ruido alguno, en medio de la oscuridad sólo sentía el ensordecedor pito en mis oídos, mi cuerpo estaba paralizado, mis extremidades no respondían a mi deseo de moverme y colocarme de pie y mi respiración se dificultaba. Después de unos cuantos segundos, logré escuchar a Luis que lloraba a gritos, con su llanto volvieron las fuerzas a mí y pude levantarme, estiré mi mano para buscar la lámpara en la mesita de noche pero no la encontré, sólo sentí mis aretes allí. Llamé a Luis y sólo respondían sus gritos de llanto, no pude evitarlo, lloré también. Grité con fuerzas para llamar a mamá Tulia, pero no respondía, los gritos de Luis no paraban y la oscuridad me impedía saber qué estaba sucediendo. Caminé a tientas, lento, buscando el interruptor de la luz de la habitación y, mientras, seguí llamando a mamá Tulia, pero no recibí respuesta alguna. El llanto de Luis y el silencio de mamá Tulia hacían que mi temor aumentara. Al encender la luz pude ver a Luis parado sobre su cama llorando asustado, cuando él me vio estiró sus manos y dijo mi nombre. Con Luis en mis brazos caminé hacia la sala, que hacía a su vez, como habitación de mamá Tulia, aún estaba oscura, mientras caminaba trataba de consolar a Luis que seguía llorando y apretaba con todas sus fuerzas mi cuello en un abrazo, podía sentir cómo su pequeño cuerpo temblaba de miedo. El radio-reloj de mamá Tulia mostraba con números rojos y cuadriculados las 2:14 de la mañana, lo recuerdo muy bien, hacía mucho frío y abracé con fuerza a Luis, encendí la luz y vi que las cortinas de la ventana de la sala se movieron por causa del viento que se colaba por la puerta. Ahí estaba mamá Tulia, acostada en su cama, inmóvil, con sus cobijas revueltas que sólo cubrían su pierna izquierda, con los ojos abiertos, su rostro reflejaba dolor. Luis ya no lloraba, pero seguía temblando, yo me acerqué a mamá Tulia. Su cuerpo estaba tibio y en él se veían tres manchas de sangre, ya no respiraba, no respondía a mis llamados, no me miraba, no miraba a Luis. Recorrí el lugar con la vista, no faltaba nada de lo poco que teníamos, descargué a Luis y tomados de la mano nos dirigimos hasta la entrada de la casa, el frío era insoportable. Cuando llegamos hasta la puerta Luis soltó mi mano y abrazó mi pierna, no se sentía ruido alguno en la calle, volví a mirar a mamá Tulia, lloré de nuevo. En la puerta había un papel colgado de un pedazo de cinta, lo tomé y en él hallé una nota que decía con letra grande de color negro: “Sapos, al enemigo no se le ayuda”. El frío no cesa, el sol empieza a aparecer, el silencio de la noche se esfumó, la casa está llena de gente, en la calle están todos los vecinos, los agentes de la policía no me permiten acercarme a mamá Tulia que sigue acostada en su cama, cubierta por completo con una sábana blanca. A Luis se lo llevaron hace rato dos señoras, le dijeron que más tarde me llevarían con él. Yo sigo sentada en uno de los taburetes de la sala, de mi lado no se separa una señora que me pide que le cuente qué vi, lo que escuché.

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Cuadernícolas Aún no entiendo qué sucedió, no sé por qué Luis no está conmigo y con mamá Tulia ahora. Sólo recuerdo que anoche, antes de acostarnos a dormir, cuando rezábamos el santo rosario, tres hombres vestidos de militar golpearon la puerta y rogaron por algo de comer, mamá Tulia les ofreció agua de panela con pan y galletas, y cuando terminaron pidieron a mamá Tulia la bendición y se marcharon.

Contacto victorh183@hotmail.com yovichugo.blogspot.com

Asociación de Entidades Culturales Nacida en el año de 1979 como iniciativa de un grupo de gestores y artistas de la ciudad, la Asociación ha trabajado por el fortalecimiento y proyección del gremio cultural. Fue declarada Patrimonio Cultural de Medellín en 1992. En su sitio web puede encontrar contenidos periodísticos, reflexión sobre políticas públicas, avances del sector, y agenda. www.asencultura.com

De a Poco Partenón Y de a poco los sueños se fueron cayendo, los besos se fueron secando y las promesas se fueron rompiendo. De a poco, la felicidad se fue convirtiendo en una muy linda pero inalcanzable utopía. De a poco, fue haciéndose más lento el latir de mi corazón… de a poco… Y de a poco, te das cuenta de que las estrellas están muy lejanas y no tienes la posibilidad de atrapar una fugaz para que cumpla tus ansiados deseos. De a poco, descubres que el sol más que iluminar tu sonrisa desvanece tu juventud. De a poco, comprendes que el agua calma al sediento de la misma manera que lo desecha ahogándolo. De a poco, recuerdas que el fuego interior de tu alma se convierte en la chispa que sofoca tus pensamientos y agobia tu existencia. De a poco, reconoces que los favores nunca son nobles y más temprano que tarde debes pagar por lo que te fue dado… finalmente, de a poco… aprendes que la última exhalación, en el lecho mortal, es el inicio del recuerdo que nunca llegaremos a ser.

Contacto jupa419@gmail.com letras-tragedias.blogspot.com

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Cuadernícolas

Hasta el minuto de la muerte

@morcheros

Pues ocurre a veces que nada pasa; O nada importante; O nada que el oráculo considere importante... Y entonces toca esperar. Noche tibia, noche lenta. Pasan los minutos. El menú del día está servido: Muerte, “drama” -esa maldita y facilista palabra casi siempre asociada al pueblo cuando llora-, FARC, uniformados sin corazón, secuestro, pobres inundados, ricos con aspiraciones de más poder, paras, droga, hombres que multiplican el dinero y los seguidores a sus sectas; los mismos políticos mentirosos, las mismas declaraciones de guerra, el folclore, los más atroces rumores -casi siempre certeros- que como las cordilleras atraviezan el país y que llegan hasta la fría capital con un leve olor metálico, con la presunción de que ese aroma globuloso al que nos hemos acostumbrado esté cargado de balas... un día en la eternamente agreste Colombia. Como diría la cuña: “Uno, dos, tres... grabando”. Y ahí se van deslizando por el aire -sabrán cómo esos hombres tristes cuadriculados y lúgubres a quienes aquí llaman “inges”- las imágenes, los sonidos. Con todo lo bueno y todo lo malo que pueden producir esas imágenes, esos sonidos. “Aquí están las noticias”. Las imágenes son tozudas, rebeldes. Por más que las quiera modificar el sonido, ellas van con el veneno en su interior. El video de una “humilde morada” no oculta la verdad tras el rancho de miseria que es. Y nada pasa. Dicen. Pero la verdad es que muchas cosas pasan. Hay un bar donde las niñas de bien bailan hasta entrada la madrugada. Como es un día escolar, dicen en sus casas que andan estudiando. Y nada pasa. Los amantes hacen el amor con desgano porque a la final, hoy fue un día muy pesado en la oficina. Y nada pasa. Luego los borrachines y marihuaneros pasean por las calles como si aquellos muros que los rodean necesitaran de un vigilante con los estados alterados. Y nada pasa. Así va dando vueltas el mundo, un mundo que.... Suena el petardo. Me tengo que ir. Suenan los teléfonos. Se acabó la espera. Suena la radio. No quería que llegara este momento, el que cada noche con resignación espero; el instante indeseado y tan inevitable, como la muerte que ahora ronda en la ciudad, que acaba de llegar.

Contacto @morcheros morcheros.blogspot.com

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l e g n a c Ar


Cuadernícolas

La Huida Momo Suheskun Cuando miré hacia atrás la primera vez, podía sentir mi corazón latir en la garganta, y al tiempo todas las partes de mi cuerpo latían a ese ritmo. Mis antecedentes de fumador estaban marcando una gran desventaja, correr ya no era lo mío, y ese no era el mejor momento para descubrirlo. Sólo había corrido unos cuantos metros y ya me quemaba la laringe, mis pulmones no se expandían lo suficiente, y me sentía casi sofocado. Decidí caminar un poco despacio al ver que ya no me seguía. Mantuve la mirada hacia adelante. El sudor resbalaba desde mi frente, algunas gotas llegaban hasta mi nariz y caían al suelo mientras las demás se infiltraban en mi boca por entre los labios. No podía pensar con claridad, aunque, por el momento, el susto había pasado. A veces miraba al frente y a los lados, y a pesar de no ver nada, mi mente creaba su sombra detrás de cada árbol, y el crujir de las hojas detrás de mí, no me dejaba aislar mi mente de su posible presencia. Mi escondite no había funcionado. Era muy probable que alguno de los que estaba conmigo me hubiera delatado a cambio de ser perdonado, pues todos sabían que ella me quería a mí. No sé por qué, pero era evidente desde el inicio, que yo era su objetivo principal. Y cuando la vi, por lo menos tuve algo de tiempo para reaccionar y salir corriendo. Fue espantoso cuando la sentía detrás, casi a un metro de distancia; sólo bastaba un tropezón, y era el fin. No entiendo cómo pude tomar tanta ventaja para escapar, debe ser esa tal fuerza que según los científicos se activa en esos momentos cuando nos sentimos en peligro. De alguna manera pude hacerlo; el caso es que logré escapar, o eso creía, pues la adrenalina seguía acelerando mi corazón cada vez que yo veía de reojo algún movimiento extraño en ese bosque. Lo pensé, y lo mejor era salir de allí, pero en ese momento un frío implacable recorrió mi cuerpo de pies a cabeza. Aquel rayo helado atravesó mi columna y desembocó en un escalofrío. Miré atrás y sentí mi corazón detenerse. Claro, el impacto fue tal, que parecía que todo iba en cámara lenta. Estaba a varios metros, pero ya venía con mucho impulso, y yo apenas estaba saliendo del letargo. Arranqué la carrera, aún sintiendo que respiraba fuego, y con los músculos ya molidos. Pero su mirada despiadada, con una sonrisa maquiavélica y una expresión decidida, era una motivación obligada para emprender la huida nuevamente. Yo no creía suficiente mi velocidad, sin embargo, sus cortas piernas me daban algo de ventaja. No podía confiar en que tendría suficiente energía para escapar otra vez. Debía considerar otra opción. El problema era que ella me asechaba de tal manera, que no me dejaba pensar. Su objetivo era agarrarme, y su actitud era implacable. Traté de no mirar atrás de nuevo, no la quería ver, pues su imagen era aterradora, me hacía estremecer, y mi corazón ya no podría soportar más acelere. De todas formas miré, y ya estaba a pocos metros. Mi esfuerzo era inútil. Tenía las manos dispuestas en una extraña manera, como un felino con sus garras desplegadas para asir a su presa. Y ya estaba tan cerca que podía sentir su respiración agitada. Parecía que alguno de los dos tendría que desplomarse pronto. Ninguno podría resistir mucho más, y yo tenía la esperanza de que fuera ella quien no aguantara...

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Cuadernícolas Fue como si me hubiera chocado con algo. Todo mi cuerpo se detuvo súbitamente al sentir que lograba aferrarse a mi antebrazo. Inmediatamente caí entre las hojas secas, y pude ver su mano que me asía con fuerza, mientras sus uñas pintadas de color mandarina me rosaban y me dibujaban suaves líneas rojas en la piel. Era evidente que lo había conseguido, y yo estaba acabado, en el suelo, sin salida, desgastado físicamente, pues sentía mi garganta desgarrada y un insoportable ardor entre las fosas nasales. Y cuando creía que ya no podía ser peor, que ya había terminado, oí su voz cansada pero perversa. Aún hoy puedo escuchar sus palabras, pronunciadas como un grito de victoria: -- ¡La lleva! Y a mí no me gusta llevarla.

Contacto momosuescun@gmail.com momosidades.blogspot.com

Exfanfarria Teatro Fieles al legado de su fundador, José Manuel Freidel, la Exfanfarria continúa con toda una línea de creaciones donde lo urbano, lo vivencial, la emoción y la pasión participan de nuestra lectura de ciudad. Declarado Patrimonio Cultural de Medellín en 1992, este grupo representa en cada uno de sus relatos, la conexión tangible entre memoria y trazado de lo contemporáneo. Lo complicado y a la vez pleno de ser, condicionar, actuar y cambiar. Le invitamos a que se acerque a la Exfanfarria, y disfrute de un teatro que se plantea otras estéticas, otras narraciones, la alterna realidad que sube al escenario para pensar desde el misticismo. Calle 50 B Nro. 39-36 Teléfono: 217 83 64

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Cuadernícolas

Fidelidad Nerön Navarrete “…subí y bajé tantas veces del cielo al infierno Que desgasté las escaleras…” Caminar de noche, Enriqueta Antolín

Atónitos, sumergidos en la total incertidumbre, transcurrieron en silencio unos pocos segundos. Un llanto lastimero, sutil al inicio, luego estridente, colmaba el pequeño cuarto. Él fue el primero en voltearse y comenzar a mirarla tratando de encontrar una respuesta, una palabra acomodada, algo que sirviera como explicación sin serlo. Las lágrimas corrían por sus mejillas uniéndose en el mentón, para caer y empapar la blusa color azul. Se abalanzó hacia su cuerpo que temblaba y la abrazó con fuerza. –Por confiar, esto le pasa a uno por confiar-, afirmó conteniendo un alarido desesperado. Ella, reaccionando a su expresión o al momento, tapó su boca con ambas manos y gritó. Sólo un tenue sonido ahogado, cual eco perdido, logró escabullirse entre los dedos y salir como de un filtro. Pensó en la fidelidad. Sus ojos estaban vidriosos, resplandecientes, y lo miró. Advirtió en el rostro de Alberto la misma agonía, las lágrimas que ella sentía caer gota por gota en su blusa luego de recorrer sus mejillas. Al pobre Beto sólo se le ocurrió decir: -Es cuestión de esperar para que la vida nos de otra ocasión. Ahora no vamos a echar culpas y quedarnos en esas-. No la convenció. Golpeó el cojín del viejo sofá, y su rabia una vez más ascendió hasta su garganta, una vez más el nudo y la imposibilidad de gritar como lo hubiera deseado. -No, vos sabés que yo creía en esta oportunidad, creía que se podía, pero mirá-. Se paró y tomó la botella de vino que había puesto una hora antes sobre la mesa. Suspiró hondo. Con su mirada recorrió impotente el cuarto colmado por el llanto lastimero y salió sin decir nada más. Por ahora poco le importaba, y su reacción no era exagerada. Beto se limitó a enjugar sus lágrimas con la camiseta que tantas veces había apretado con orgullo. Este resultado los dejaba fuera de la final.

Contacto neronnavarrete@gmail.com lastablasdelacama.blogspot.com

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