Boletín Salesiano 157

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PRESENTACION Añádase a ello el clima fuertemente erótico que caracteriza la cultura actual y que se expresa en todas sus dimensiones: música, cine, moda, publicidad… En vez de rendirnos ante la avalancha y acobardarnos por tener que ir contra corriente, los educadores cristianos estamos enfrentados a un reto descomunal: cómo ayudar a la generación joven a salvar su dimensión sexual. Que descubran la belleza y urgencia de la castidad. Que se entrenen en la ardua conquista de la fidelidad.

Sexualidad: de la banalización a la humanización

Con tal de que optemos por presentarles la riqueza de la sexualidad humana y los prevengamos de los riesgos de su deshumanización, alentados éstos por la cultura que nos toca vivir. Ni abandono del campo por un mal complejo de sentirnos avasallados. Ni continuar con una visión moralista, asustadiza y favorecedora de conductas reprimidas que termina por dar lástima u ocasionar daños lamentables.

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Quien se anime hoy a hablar a los jóvenes sobre los valores cristianos de la sexualidad humana debería armarse de coraje, pues corre el riesgo de hacer el ridículo. La reacción más benigna a su discurso podría ser el desdén: «Te oiremos otro día». En los años sesenta irrumpió la revolución sexual como un alud que hizo trizas todos los resguardos sociales, muchas veces en forma de tabúes, que regían los comportamientos sexuales.

Desde entonces, la liberalización sexual ha ido in crescendo hasta reducir la sexualidad a algo banal. El consumismo propio de nuestro tiempo ofrece la actividad sexual como una diversión inocua, carente de significado y responsabilidad. El narcisismo típico de hoy convierte a la sexualidad en una búsqueda de placer egoísta, despersonalizada.

Somos hijos de Don Bosco, un educador que supo cultivar en sus jóvenes– dentro de los esquemas culturales de su tiempo – el amor por la virtud de la castidad como el camino obligado para que ellos crecieran alegres y responsables. La fragilidad es un dato ineludible de todo ser humano y, por tanto, está presente también en la sexualidad. Pero la antropología cristiana nos indica que la sexualidad es educable y debe encuadrarse en criterios morales exigentes si quiere contribuir a la humanización de la persona. Y la propuesta cristiana es tan optimista que llega hasta a presentar el matrimonio como sacramento y ofrecer la opción de la virginidad consagrada. Heriberto Herrera BS Don Bosco en Centroamérica

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EDUCAR COMO DON BOSCO

Cuando los hijos nos disgustan BRUNO FERRERO

40 años del Concilio: Rejuvenecer el rostro

Todos los padres sienten, alguna vez, las ganas de mandar, a sus hijos, de paseo. Aunque sea difícil de admitir, frecuentemente se sienten desilusionados y desesperados por su comportamiento.

Antes de imaginarse que engendraron a un malvado, los padres deberían preguntarse si esas conductas no son más que una fase normal de su desarrollo. Aunque algunas etapas resulten más conflictivas que otras, lo cierto es que todas reclaman nuevos aprendizajes y correcciones. Teniéndolo presente, se evita caer en el pánico, porque el problema es temporal.

Las dificultades con los hijos e hijas nacen, a menudo, de expectativas no realistas. Los padres que se enfurecen porque su hijo, de dos años, no permanece sentado y quieto, a la mesa, después del primer plato; o que se fastidian porque se resiste a compartir sus juguetes con otros; o que quieren que, a los cuatro años, no interrumpa una conversación entre adultos; esos padres, pretenden lo imposible. Es lo mismo que la mamá y el papá que expresan su desagrado porque la hija de trece años ‘vive’ masticando chicle, y se viste con horribles jeans desgastados en sitios estratégicos.

Nuestro hijo, ¿sabe claramente qué esperamos de él? Con frecuencia los corregimos sin expresar claramente lo que queremos: “No hagas eso”, “Quédate

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Expectativas no realistas quieto”, “Sal de ahí”. Los ‘educamos’ con indicaciones vagas como :”Pórtate bien”, “Sé un buen chico”, “Come con educación”. Los más grandes pueden comprender, pero los más pequeños necesitan instrucciones más concretas: “Habla con voz normal; no grites”, “Deja que tu amigo juegue con tu triciclo”, “Mastica con la boca cerrada”...

Es peligroso proyectarles defectos ajenos Muchos padres detestan en sus hijos lo que detestan en sí mismos. Ven en los hijos sus mismos errores. Quienes siempre combatieron contra su propia pereza, su agresividad, o su timidez, son quienes se alarman en exceso si creen que sus hijos reproducen esos comportamientos.

También somos hostiles cuando muestran tendencias asociadas a un miembro de la familia poco apreciado: ‘Es como el tío Alfredo’; ‘Testarudo como tu padre’. Son mensajes que lo culpabilizan, injustamente. Todo hijo es un sujeto único, y si proyectamos sobre él nuestros sentimientos hacia otra persona, le negamos su propia identidad.

Prohibido etiquetar negativamente a los hijos e hijas Una vez que se comienza a decir o a pensar ‘Es desobediente... irresponsable... un desastre en matemáticas...’ o ‘es una niña inútil... mentirosa’... se forma un terremoto en la armonía familiar y en el desarrollo de la identidad personal de los hijos e hijas. La etiqueta puede ser una descripción que se autorealiza. BS Don Bosco en Centroamérica

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EDUCAR COMO DON BOSCO

¿Qué hacer? Siempre es importante destacar su lado bueno. Podemos fácilmente caer en el error de ver sólo los defectos. Si somos críticos constantes y quisquillosos (de palabra o de mente) debemos esforzarnos, conscientemente, para invertir la tendencia. Una observación positiva tiene doble efecto: nos da el placer de decirles alguna cosa linda, en vez de estar siempre gritando y recriminando; y les hace sentir mejores y más dispuestos a colaborar con nosotros.

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Es útil hablar con alguien que no se disguste con nuestros hijos (los abuelos están puestos como a propósito) y esforzarnos en ver las cosas desde su punto de vista. Un ejercicio práctico es observarlos mientras duermen, (es difícil tener sentimientos negativos hacia un niño dormido). Y mientras tanto, pensar en su vida: qué cosas le motivan y le hacen sentir mejor y feliz, y cuáles le frustran y le perturban; y cómo mejorar la vida familiar en lo cotidiano. Siempre es conveniente programar actividades en común y compartir los propios sentimientos con los hijos e hijas: la jornada puede ser agotadora para todos y provoca comportamientos desagradables a todos. Otro ejercicio útil es saludar siempre a los hijos con afecto. Es un pequeño pero eficaz modo de manifestarles la alegría de vivir con ellos.

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Cuando el hijo sabe que sus papás lo consideran incompetente, agresivo, o cualquier otra cosa, comienza a pensar como tal, y obran en consecuencia: ‘¿Sabes?, Soy la oveja negra de la familia’. Esto no significa que no debemos ser críticos ante su conducta, pero una cosa es llamarle la atención por su conducta perezosa, desconsiderada (o lo que sea), y otra, muy distinta, es decirle que es perezoso, o grosero, o lo que se nos ocurra.

Comunicar sin palabras: La sonrisa Nuestro mejor medio de comunicación con los demás es la sonrisa. Todos tenemos una. Y podemos usarla a cualquier hora. Es un medio de comunicación barato, ecológico, limpio, sencillo. No necesita cursillos de aprendizaje. Sólo hay que hacer mucha práctica. Y se entiende en cualquier idioma.


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SEXUALIDAD

La sexualidad humana, misterio de alteridad e identidad POR JUTTA

BURGGRAF DOCTORA EN PEDAGOGÍA Y EN TEOLOGÍA Vamos a hablar de la sexualidad humana. Es un tema siempre presente en las noticias que difunden los mass-media en todo el mundo. Estamos acostumbrados a que se trate de un modo más bien impersonal, a veces agresivo y con ánimo de escandalizar a quienes ya no puede perturbar casi nada. Digo “casi” nada, porque sí que hay una cosa capaz de chocar en el ambiente cultural en el que nos movemos. Es justamente lo que hacemos nosotros. Quien designa la sexualidad como un “misterio” y habla del “misterio

nupcial”, sin duda va contra corriente, como contra corriente se encuentra cada persona que proclama una visión cristiana de la vida. ¿Por qué la sexualidad es un misterio? Porque hace referencia a una voluntad inefable de Dios. Al crear al hombre como varón y mujer Dios quiso que el ser humano se expresase de dos modos distintos y complementarios, igualmente bellos y valiosos. Ciertamente, Dios ama tanto a la mujer como al varón. Ha dado a ambos la dignidad de reflejar su imagen, y llama a ambos hacia la plenitud. Pero, ¿por qué les ha hecho diferentes? La procreación no puede ser la única razón, ya que ésa

sería también posible de forma partenogenética o bien asexual, o por otras posibilidades como las que se pueden encontrar, en gran diversidad, en el reino animal. Estas formas alternativas son al menos imaginables y darían testimonio de una cierta autosuficiencia. La sexualidad humana, en cambio, significa una clara disposición hacia el otro. Manifiesta que la plenitud humana reside precisamente en la relación, en el ser-para-el-otro. Impulsa a salir de sí mismo, buscar al otro y alegrarse en su presencia. Es como el sello del Dios del Amor en la estructura misma de la naturaleza humana. Aunque cada persona es querida por Dios por sí misma y llamada a una plenitud individual, no puede alcanzarla sino en comunión con otros. Está hecha para dar y recibir amor. De esto nos habla la condición sexual que tiene un inmenso valor en sí misma. Ambos sexos están llamados por el mismo Dios a actuar y vivir conjuntamenBS Don Bosco en Centroamérica

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TEMA DEL MES te. Esa es su vocación. Se puede incluso afirmar que Dios no ha creado al hombre varón y mujer para que engendre nuevos seres humanos, sino que, justo al revés, el hombre tiene la capacidad de engendrar para perpetuar la imagen divina que él mismo refleja en su condición sexuada.

La sexualidad habla a la vez de identidad y alteridad. Varón y mujer tienen la misma naturaleza humana, pero la tienen de modos distintos. En cierto sentido se complementan. “Ninguno de los dos puede ser por sí mismo todo el hombre,” destaca el teólogo Von Balthasar, “ante él está siempre la otra manera, para él inaccesible, de serlo.” Sin el otro, la persona humana se siente “sola”; experimenta su propia carencia. Por esto, el varón tiende “constitutivamente” a la mujer, y la mujer al varón. No buscan una unidad andrógena, como sugiere la mítica visión de Aristófanes en el “Banquete”, pero sí se necesitan mutuamente para desarrollar plenamente su humanidad. La mujer es dada como “ayuda” al varón, y viceversa, lo que no equivale a “siervo” ni expresa ningún desprecio. También el salmista dice a Dios: “Tú eres mi ayuda.” Tanto el varón como la mujer son capaces de cubrir una necesidad fundamental del otro. En su mutua relación uno hace al otro descubrirse y realizarse en su propia condición sexuada. Uno hace al otro consciente de ser llamado a la comunión y capaz para convertirse en “don”, en mutua subordinación amorosa.

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LA DIFERENCIA SEXUAL

sicas entre el varón y la mujer y su influencia en el amor corporal, hasta las diferencias psíquicas entre ambos y la forma diferente de manifestar su relación con Dios. En efecto, hasta la última célula el cuerpo masculino es masculino y el femenino es femenino. Y aunque no se pueda constatar ningún rasgo psicológico o espiritual atribuible a sólo uno de los sexos, hay, sin embargo, características que se presentan con una frecuencia especial y de manera pronunciada en los varones, y otras en las mujeres. Es una tarea sumamente difícil distinguir en este campo. Probablemente nunca será posible decidir con exactitud científica lo que es “típicamente masculino” o “típicamente femenino”, pues la naturaleza y la cultura, las dos grandes modeladoras, están entrelazadas, desde el principio, muy estrechamente. Pero el hecho de que varón y mujer experimentan el mundo de forma diferente, solucionan tareas de manera distinta, sienten, planean y reaccionan de manera desigual, lo puede percibir y reconocer cualquiera, sin necesidad de ninguna ciencia.

Se ha hablado de una “recíproca complementariedad” entre los sexos. Ambos existen, según el Papa Juan Pablo II, dentro de una relación constitutiva de “unidad de dos”. Sin embargo, sabemos desde nuestras experiencias primarias que no se trata necesariamente de la relación entre un único varón y una única mujer. La reciprocidad se expresa en múltiples situaciones diversas de la vida, en una pluralidad polícroma de relaciones interpersonales, como las de la maternidad, la paternidad, la filiación y fraternidad, la colegialidad y amistad y tantas otras, que afectan contemporáneamente a cada persona. Algunos destacan, por tanto, que se trata de una “reciprocidad asimétrica”. ¿Cuáles son, entonces, las diferencias sexuales? Como la persona entera es varón o mujer, en la unidad de cuerpo y alma, la masculinidad o feminidad se extiende a todos los ámbitos de su ser: desde el profundo significado de las diferencias fí-

El varón y la mujer se distinguen, evidentemente, en la posibilidad de ser padre o madre. La procreación se encuentra ennoblecida en ellos por el amor en que se desarrolla y, precisamente por la vinculación al amor, ha sido puesta por Dios en el centro de la persona humana como labor conjunta de los dos sexos. Ahora bien, si afirmamos que la posibilidad de engendrar no puede ser la única razón de la diferencia entre los sexos, no debemos centrarnos exclusivamente en la paternidad común, aunque ésta, sin duda, muestra un especial protagonismo


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Considerando las cualidades específicas de la mujer, se ha reflexionado, a veces, sobre la “maternidad espiritual”; el Papa Juan Pablo II precisa este concepto y habla más oportunamente del “genio de la mujer”. Constituye una determinada actitud básica que corresponde a la estructura física de la mujer y se ve fomentada por ésta. En efecto, no parece descabellado suponer que la intensa relación que la mujer guarda con la vida pueda generar en ella unas disposiciones particulares. Así como durante el embarazo la mujer experimenta una cercanía única hacia un nuevo ser humano, así también su naturaleza favorece el encuentro interpersonal con quienes le rodean. El “genio de la mujer” se puede traducir en una delicada sensibilidad frente a las necesidades y requerimientos de los demás, en la capacidad de darse cuenta de sus posibles conflictos interiores y de comprenderlos. Se la puede identificar, cuidadosamente, con una especial capacidad de mostrar el amor de un modo concreto. Consiste en el talento de descubrir a cada uno dentro de la masa, en medio del ajetreo del trabajo profesional; de no olvidar que las personas son más importantes que las cosas. Significa romper el anonimato, escuchar a los demás, tomar en serio sus preocupaciones, mostrarse solidaria y buscar caminos con

ellos. A una mujer sencilla no le cuesta nada, normalmente, transmitir seguridad y crear una atmósfera en la que quienes la rodean puedan sentirse a gusto. Pero, evidentemente, no todas las mujeres son suaves y abnegadas. No todas ellas muestran su talento hacia la solidaridad, ni mucho menos. No es raro que, en determinados casos, un varón tenga más sensibilidad para acoger, para atender que la mayoría de las mujeres. Y puede ser más pacífico que su esposa. Por cierto, donde hay un “genio femenino” debe haber también un

ca, sino también en sentido espiritual. Puede llevarle a ser un amigo imperturbable, seguro y de confianza. Pero puede llevarle también, por otro lado, a un cierto desinterés por las cosas concretas y cotidianas, lo que, desgraciadamente, se ha favorecido en las épocas pasadas por una educación unilateral. Las diferencias sexuales comprenden puntos fuertes y flacos que se han expresado de múltiples formas a lo largo de la historia. Han sido, a la vez, objeto de apreciación diversa. La primacía de la fuerza física ha “producido” con frecuencia la prepotencia del varón y la minusvaloración de la mujer. Esta situación lamentable está cambiando desde la revolución feminista. Enriquecidos por estas experiencias desafortunadas parece encontrar nuestra generación un propio modo de vivir y convivir, un propio camino hacia la madurez en el trato de los sexos, tanto fuera como dentro del matrimonio. Pero este camino, en cuanto que realmente lleva a la plenitud, nunca puede prescindir del amor. BSCAM

y una confianza inmensa de Dios. Pero ser mujer, ser varón, no se agota en ser respectivamente madre o padre.

“genio masculino”. ¿Cuál es el talento específico del varón? Éste tiene por naturaleza una mayor distancia respecto a la vida concreta. Se encuentra siempre “fuera” del proceso de la gestación y del nacimiento, y sólo puede tener parte en ellos a través de su mujer. Precisamente esa mayor distancia le puede facilitar una acción más serena para proteger la vida, y asegurar su futuro. Puede llevarle a ser un verdadero padre, no sólo en la dimensión físi-

Hoy en día se está descubriendo de nuevo una vieja intuición de la sabiduría popular: el varón da amor para ser amado. La mujer, en cambio, quiere ser amada para dar amor, para entregarse gozosamente y sin reservas. Y ambos, desde perspectivas distintas, llegan a la propia felicidad sirviendo a la felicidad del otro.

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TEMA DEL MES

El hombre, en cuanto imagen de Dios, ha sido creado para amar. Esta verdad ha sido revelada plenamente en el Nuevo Testamento, junto con el misterio de la vida intratrinitaria: « Dios es amor (1 Jn 4, 8) y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano. Todo el sentido de la propia libertad, y del autodominio consiguiente, está orientado al don de sí en la comunión y en la amistad con Dios y con los demás.

El amor humano como don de sí La persona es, sin duda, capaz de un tipo de amor superior: no el de concupiscencia, que sólo ve objetos con los cuales satisfacer sus propios apetitos, sino el de amistad y entrega, capaz de conocer y amar a las personas por sí mismas. Un amor capaz de generosidad, a semejanza del amor de Dios: se ama al otro porque se le reconoce como digno de ser amado. Un amor que genera la comunión entre personas, ya que cada uno considera el bien del otro como propio. Es el don de sí hecho a quien se ama, en lo que

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Llamados al verdadero amor

se descubre y se actualiza la propia bondad, mediante la comunión de personas y donde se aprende el valor de amar y ser amado. Todo hombre es llamado al amor de amistad y de donación; y viene liberado de la tendencia al egoísmo por el amor de otros: en primer lugar de los padres o de quienes hacen sus veces, y, en definitiva, de Dios, de quien procede todo amor verdadero y en cuyo amor sólo el hombre descubre hasta qué punto es amado. Aquí se encuentra la raíz de la fuerza educativa del cristianismo: «¡El hombre es amado por Dios!» Este es el simplicísimo y sorprendente anuncio del que la Iglesia es deudora respecto del hombre. Es así como Cristo ha descubierto al hombre su verdadera identidad: Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. El amor revelado por Cristo, al que el apóstol Pablo dedicó un himno en la primera Carta a los Corintios, es ciertamente exigente. Su belleza está precisamente en el hecho de ser exigente, porque de este modo constituye el verdadero bien del

hombre y lo irradia también a los demás. Por tanto es un amor que respeta la persona y la edifica porque el amor es verdadero cuando crea el bien de las personas y de las comunidades, lo crea y lo da a los demás.

El amor y la sexualidad humana El hombre está llamado al amor y al don de sí en su unidad corpóreoespiritual. Feminidad y masculinidad son dones complementarios, en cuya virtud la sexualidad humana es parte integrante de la concreta capacidad de amar que Dios ha inscrito en el hombre y en la mujer. La sexualidad es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano. Esta capacidad de amar como don de sí tiene, por tanto, su encarnación en el carácter esponsal del cuerpo, en el cual está inscrita la masculinidad y la feminidad de la persona. El cuerpo humano, con su sexo, y con su masculinidad y feminidad visto en el misterio mismo de la creación, es no sólo fuente de fecundidad y de procreación, como en todo el orden natural, sino que incluye desde el principio el atributo esponsalicio, es decir, la capaci-


SEXUALIDAD dad de expresar el amor: ese amor precisamente en el que el hombrepersona se convierte en don y — mediante este don— realiza el sentido mismo de su ser y existir. Toda forma de amor tiene siempre esta connotación masculino-femenina. La sexualidad humana es un Bien: parte del don que Dios vio que era muy bueno cuando creó la persona humana a su imagen y semejanza, y hombre y mujer los creó (Gn 1, 27).

fuerza que enriquece y hace crecer a las personas y, al mismo tiempo, contribuye a alimentar la civilización del amor. Cuando por el contrario falta el sentido y el significado del don en la sexualidad, se introduce « una civilización de las «cosas» y no de las «personas»; una civilización en la que las personas se usan como si fueran cosas. En el contexto de la civilización del placer la mujer puede llegar a ser un objeto para el hombre, los hijos un obstáculo para los padres.

Cuando Yahvé Dios dice que no es bueno que el hombre esté solo (Gn 2, 18), afirma que el hombre por sí «solo» no realiza totalmente esta esencia. Solamente la realiza existiendo «con alguno», y más profunda y completamente, existiendo «para alguno». En la apertura al otro y en el don de sí se realiza el amor conyugal en la forma de donación total propia de este estado. Y es siempre en el don de sí, sostenido por una gracia especial, donde adquiere significado la vocación a la vida consagrada, manera eminente de dedicarse más fácilmente a Dios solo con corazón indiviso para servirlo más plenamente en la Iglesia. En toda condición y estado de vida, de todos modos, este don se hace todavía más maravilloso por la gracia redentora, por la cual llegamos a ser partícipes de la naturaleza divina (2 Pe 1, 4) y somos llamados a vivir juntos la comunión sobrenatural de caridad con Dios y con los hermanos.

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Los padres cristianos, también en las situaciones más delicadas, no deben olvidar que, como fundamento de toda la historia personal y doméstica, está el don de Dios.

En cuanto modalidad de relacionarse y abrirse a los otros, la sexualidad tiene como fin intrínseco el amor, más precisamente el amor como donación y acogida, como dar y recibir. La relación entre un hombre y una mujer es esencialmente una relación de amor: La sexualidad orientada, elevada e integrada por el amor adquiere verdadera calidad humana. Cuando dicho amor se actúa en el matrimonio, el don de sí expresa, a través del cuerpo, la complementariedad y la totalidad del don; el amor conyugal llega a ser, entonces, una

En el centro de la conciencia cristiana de los padres y de los hijos, debe estar presente esta verdad y este hecho fundamental: el don de Dios. Se trata del don que Dios nos ha hecho llamándonos a la vida y a existir como hombre o mujer en una existencia irrepetible, cargada de inagotables posibilidades de desarrollo espiritual y moral: la vida humana es un don recibido para ser a su vez dado. El don revela, por decirlo así, una característica especial de la existencia personal, más aun, de la misma esencia de la persona.

En cuanto espíritu encarnado, es decir, alma que se expresa en el cuerpo informado por un espíritu inmortal, el hombre está llamado al amor en esta su totalidad unificada. El amor abarca también el cuerpo humano y el cuerpo se hace partícipe del amor espiritual. A la luz de la Revelación cristiana se lee el significado interpersonal de la misma sexualidad: La sexualidad caracteriza al hombre y a la mujer no sólo en el plano físico, sino también en el psicológico y espiritual con su huella consiguiente en todas sus manifestaciones. Esta diversidad, unida a la complementariedad de los dos sexos, responde cumplidamente al diseño de Dios según la vocación a la cual cada uno ha sido llamado. BS Don Bosco en Centroamérica

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Amor verdadero y castidad

El amor virginal y el amor conyugal son las dos formas en las cuales se realiza la vocación de la persona al amor. Ambos requieren para su desarrollo el compromiso de vivir la castidad, de acuerdo con el propio estado de cada uno. La sexualidad se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer.

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El crecimiento en el amor, en cuanto implica el don sincero de sí, es ayudado por la disciplina de los sentimientos, de las pasiones y de los afectos, que nos lleva a conseguir el autodominio. Ninguno puede dar aquello que no posee: si la persona no es dueña de sí —por obra de las virtudes y, concretamente, de la castidad— carece de aquel dominio que la torna capaz de darse. La castidad es la energía espiritual que libera el amor del egoísmo y de la agresividad. En la misma medida en que en el hombre se debilita la castidad, su amor se hace progresivamente egoísta, es decir, deseo de placer y no ya don de sí.

La castidad como don de sí La castidad es la afirmación gozosa de quien sabe vivir el don de sí, libre de toda esclavitud egoísta. Esto supone que la persona haya aprendido a descubrir a los otros, a relacionarse con ellos respetando su dignidad en la diversidad. La persona casta no está centrada en sí misma, ni en relaciones egoístas con las otras personas. La castidad torna armónica la personalidad, la hace madurar y la llena de paz interior. La pureza de mente y de cuerpo ayuda a desarrollar el verdadero respeto de sí y al mismo tiempo hace capaces de respetar a los otros, porque ve en ellos personas, que se han de venerar en cuanto creadas a imagen de Dios y, por la gracia, hijos de Dios, recreados en Cristo.


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Virtud de la castidad

la el ejercicio de las virtudes, se facilita la educación a la castidad y se eliminan conflictos interiores, aun cuando en ocasiones los jóvenes puedan pasar por situaciones particularmente delicadas.

El dominio de sí

La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí, que es una pedagogía de la libertad humana. La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se Para algunos, que se encuentran en hace desgraciado. Toda ambientes donde se ofenpersona sabe, también por Para algunos, que de y desacredita la castiexperiencia, que la castidad, vivir de un modo casdad requiere rechazar cier- se encuentran en to puede exigir una lucha tos pensamientos, pala- ambientes donde exigente y hasta heroica. bras y acciones pecamino- se ofende y des- De todas maneras, con la sas, como recuerda con acredita la casti- gracia de Cristo, que broclaridad San Pablo (cf. Rm ta de su amor esponsal por 1, 18; 6, 12-14; 1 Cor 6, dad, vivir de un la Iglesia, todos pueden 9-11; 2 Cor 7, 1; Ga 5, 16- modo casto puede vivir castamente aunque 23; Ef 4, 17-24; 5, 3-13; exigir una lucha se encuentren en circunsCol 3, 5-8; 1 Ts 4, 1-18; 1 exigente y hasta tancias poco favorables. Tm 1, 8-11; 4;12).

heroica. Por esto se requiere una capacidad y una aptitud de dominio de sí que son signo de libertad interior, de responsabilidad hacia sí mismo y hacia los demás y, al mismo tiempo, manifiestan una conciencia de fe; este dominio de sí comporta tanto evitar las ocasiones de provocación e incentivos al pecado, como superar los impulsos instintivos de la propia naturaleza. Cuando la familia ejerce una válida labor de apoyo educativo y estimu-

El mismo hecho de que todos han sido llamados a la santidad, como recuerda el Concilio Vaticano II, facilita entender que, tanto en el celibato como en el matrimonio, pueden presentarse —incluso, de hecho ocurre a todos, de un modo o de otro, por períodos más o menos largos—, situaciones en las cuales son indispensables actos heroicos de virtud. También la vida matrimonial implica, por tanto, un camino gozoso y exigente de santidad.

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La virtud de la castidad se coloca en el interior de la templanza, virtud cardinal que en el bautismo ha sido elevada y embellecida por la gracia. La castidad no debe entenderse como una actitud represiva. Es la transparencia y, al mismo tiempo, la custodia de un don, precioso y rico, como el del amor, en vistas al don de sí que se realiza en la vocación específica de cada uno. La castidad es, la energía espiritual que sabe defender el amor de los peligros del egoísmo y de la agresividad, y sabe promoverlo hacia su realización plena . La castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual. La formación a la castidad, en el cuadro de la educación del joven a la realización y al don de sí, implica la colaboración prioritaria de los padres también en la formación de otras virtudes como la templanza, la fortaleza, la prudencia. La castidad, como virtud, no subsiste sin la capacidad de renuncia, de sacrificio y de espera. BS Don Bosco en Centroamérica

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La vocación a la virginidad y al celibato

Las dos situaciones son inseparables: cuando no se estima el matrimonio, no puede existir tampoco la virginidad consagrada; cuando la sexualidad humana no se considera un valor donado por el Creador, pierde significado la renuncia por el Reino de los cielos. A la disgregación de la familia sigue la falta de vocaciones; por el contrario, donde los padres son generosos en acoger la vida, es más fácil que lo sean también los hijos cuando se trata de ofrecerla a Dios. Es necesario que las familias vuelvan a expresar el generoso amor por la vida y se pongan a su servicio, sobre todo acogiendo, con sentido de responsabilidad unido a una serena confianza, los hijos que el Señor quiera donar. Esta acogida de la vida continúa en la acción educativa y se completa en la ayuda que los padres dan a los adolescentes para descubrir la dimensión vocacional de cada existencia, dentro del plan de Dios. La vida humana adquiere plenitud cuando se hace don de sí: un don que puede expresarse en el matrimonio, en la virginidad consagrada, en la dedicación al prójimo por un ideal, en la elección del sacerdocio ministerial. Los padres servirán verdaderamente la vida de sus hijos si los ayudan a hacer de su propia existencia un don, respetando sus opciones maduras y promoviendo con alegría cada vocación, también la religiosa y sacerdotal.

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La Revelación cristiana presenta dos vocaciones al amor: el matrimonio y la virginidad. No raramente, en algunas sociedades actuales están en crisis no sólo el matrimonio y la familia, sino también las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa.

La educación a la castidad La educación de los hijos a la castidad mira a tres objetivos: a) conservar en la familia un clima positivo de amor, de virtud y de respeto a los dones de Dios, particularmente al don de la vida; b) ayudar gradualmente a los hijos a comprender el valor de la sexualidad y de la castidad y sostener su desarrollo con el consejo, el ejemplo y la oración; c) ayudarles a comprender y a descubrir la propia vocación al matrimonio o a la virginidad dedicada al Reino de los cielos en armonía y en el respeto de sus aptitudes, inclinaciones y dones del Espíritu. En esta tarea pueden recibir ayudas de otros educadores, pero no ser sustituidos salvo por graves razones de incapacidad física o moral. Este deber de la educación familiar de los padres es de tanta trascendencia, que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es deber de los padres crear una ambiente de familia animado por el amor y por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la primera escuela de las virtu-

des sociales, que todas las sociedades necesitan. Los padres son los primeros y principales educadores de sus hijos, y en este campo tienen una competencia fundamental: son educadores por ser padres. En relación con la preparación al matrimonio, la enseñanza de la Iglesia recuerda que la familia debe seguir siendo la protagonista principal de dicha obra educativa. Los cambios que han sobrevenido en casi todas las sociedades modernas exigen que no sólo la familia, sino también la sociedad y la Iglesia se comprometan en el esfuerzo de preparar convenientemente a los jóvenes para las responsabilidades de su futuro. Precisamente por esto, adquiere todavía mayor importancia la labor educativa de la familia desde los primeros años: la preparación remota comienza desde la infancia, en la juiciosa pedagogía familiar, orientada a conducir a los niños a descubrirse a sí mismos como seres dotados de una rica y compleja sicología y de una personalidad particular con sus fuerzas y debilidades.


SEXUALIDAD

Sexualidad humana:

certezas cristianas El amor, que se alimenta y se expresa en el encuentro del hombre y de la mujer, es un don de Dios. Es, por tanto, una fuerza positiva, orientada a la madurez de las personas. Es también una fuente que alimenta el don de sí, que todos, hombres y mujeres, están llamados a cumplir para su propia realización y felicidad. En esto consiste la vocación de cada uno. El hombre es llamado al amor como espíritu encarnado, es decir, alma y cuerpo en la unidad de la persona.

El amor conyugal Cuando el amor se vive en el matrimonio, comprende y supera la amistad y se plasma en la entrega total de un hombre y una mujer, de acuerdo con su masculinidad y feminidad. Con el pacto conyugal hombre y mujer fundan aquella comunión de personas en la cual Dios ha querido que viniera concebida, naciera y se desarrollara la vida humana. A este amor conyugal, y sólo a él, pertenece la relación sexual. Ésta se realiza de modo verdaderamente humano, solamente cuando es parte integrante del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen entre sí hasta la muerte. En el matrimonio, la intimidad corporal de los esposos viene a ser un signo y una garantía de comunión espiritual. Entre bautizados, los vínculos del matrimonio están santificados por el sacramento.

Amor abierto a la vida Signo revelador de la autenticidad del amor conyugal es la apertura a la vida. En su realidad más profunda, el amor es esencialmente don. El amor conyugal, a la vez que conduce a los esposos al recíproco «conocimiento», no se agota dentro de la pareja. El amor conyugal los hace capaces de la máxima donación posible, por la cual se convierten en cooperadores de Dios en el don de la vida a una nueva persona humana. De este modo los cónyuges, a la vez que se dan entre sí, dan más allá de sí mismos la realidad del hijo. Éste viene a ser el reflejo viviente de su amor, signo permanente de la unidad conyugal y síntesis viva e inseparable del padre y de la madre. A partir de esta comunión de amor y de vida los cónyuges consiguen esa riqueza humana y espiritual y ese clima positivo para ofrecer a los hijos su apoyo en la educación al amor y a la castidad.

El amor humano abraza también el cuerpo, y el cuerpo expresa igualmente el amor espiritual. La sexualidad no es algo puramente biológico, sino que mira a la vez al núcleo íntimo de la persona. El uso de la sexualidad como donación física tiene su verdad y alcanza su pleno significado cuando es expresión de la donación personal del hombre y de la mujer hasta la muerte. Este amor está expuesto sin embargo, como toda la vida de la persona, a la fragilidad debida al pecado original. Este amor sufre, en muchos contextos socio-culturales, condicionamientos negativos y a veces desviados y traumáticos. La redención del Señor ha hecho de la práctica positiva de la castidad una realidad posible y un motivo de alegría, tanto para quienes tienen la vocación al matrimonio —sea antes y durante la preparación, como después, a través del arco de la vida conyugal—, como para aquellos que reciben el don de una llamada especial a la vida consagrada. BS Don Bosco en Centroamérica

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mo, tomó fuerza el rigorismo. En la vertiente protestante fue el puritanismo, en la católica el jansenismo. Cornelius Jansen enseñó que, si los padres pudieran engendrar hijos sin tener que recurrir al uso de la sexualidad, deberían renunciar al uso de la sexualidad. El equilibrio, en aquel momento, se logró con el destacado moralista Alfonso de Ligorio († 1787). Él sostuvo que uno de los fines del matrimonio era proveer de un remedio a los impulsos sexuales. Pareciera poca cosa, pero no lo es, si tenemos presente que durante siglos se enseñó que era pecado venial el acto del matrimonio practicado sólo por placer.

Don Bosco y la educación sexual de sus jóvenes ALEJANDRO HERNÁNDEZ Pretendo en estas líneas lograr un acercamiento a la postura de la educación católica frente a la sexualidad en el siglo XIX. Se trata más de ofrecer una explicación que una justificación. Don Bosco fue hijo de su tiempo y de las enseñanzas morales de entonces. Quizá lo primero que habría que afirmar es que la tendencia a controlar la sexualidad y la desconfianza hacia el placer sexual no son inventos del cristianismo. Ha sido una constante en la sociedad humana. El cristianismo “oficial” ha querido mantener un equilibrio entre una moral sexual laxa –permisiva- y una de corte rigorista. Ciertamente, para nuestra mentalidad sigloveintiunista, nos parecería que no siempre lo ha logrado. Cuando nació la Iglesia, en muchos ambientes del imperio reinaba la depravación. Por otra parte, varias sectas cristianas se inclinaron pronto al extremo opues-

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to. Los obispos buscaron el equilibrio. No obstante, hubo varios factores que marcaron la concepción y finalidad de la sexualidad en la Iglesia antigua. Uno de ellos fue el estoicismo que enseñaba que toda pasión deber ser dominada o eliminada. El sentimiento o la pasión debe asumir una finalidad racional. Y otro, que no se puede perder de vista, fue la creciente valoración de la virginidad hasta considerarse mejor que el matrimonio. La virginidad, pensaba el obispo Gregorio de Nisa –quien estuvo casado-, es el retorno a la verdadera naturaleza del hombre. Por estas y otras razones, durante muchos siglos se enseñó que la unión sexual en el matrimonio tiene como única finalidad la procreación. Aún dentro de estos límites se quería cuidar positivamente la dignidad de la persona y el bien común. En el siglo XVII volvió a recrudecer la temática a causa de las enseñanzas de un grupo de moralistas laxistas. Mientras que, en el otro extre-

También recordemos que la concepción de la sexualidad dependió del limitado conocimiento de los datos biológicos. Dominó una visión fisicista que se basaba en la estructura anatómica y fisiológica del sexo. Con ello también se dio la depreciación de la mujer en relación al varón. Al desconocerse la ovogénesis, se consideraba que la mujer en vistas a la generación desempeñaba un papel pasivo. ¿Típicas obsesiones de curas? Ojalá hubiera sido así. La ginecología del siglo XIX tenía el axioma de que “la mujer es lo que es sólo por el útero”. En el XIX, el siglo “de” Don Bosco, tomaban fuerza realidades sociales nuevas: la mujer, con las revoluciones francesa e industrial, fue obteniendo progresivamente una mayor emancipación. La industria provocaba la concentración de gente en las ciudades, y por ello, se comenzaba a hablar de crecimiento demográfico y de métodos de control de la natalidad. Además, las ciencias liberalizaron la noción de sexualidad. La libertad de prensa se afianzó tratando todo tipo de temas. La preparación del sacerdote Juan Bosco en el campo de la moral y de la sexualidad era buena dentro de los parámetros de la iglesia italiana de aquel entonces. Sobre todo, gra-


cias a su paso por el colegio –convitto- eclesiástico de Turín. Se le formó para una pastoral de la bondad que busca al pecador y que evita imponerle penitencias severas. En el caso particular de su educación de los jóvenes en el campo de la sexualidad siguió la praxis vigente entonces. Dígase lo mismo respecto a la espiritualidad juvenil. Sacó provecho de la reflexión que se había hecho en los últimos dos siglos y medio. Por ejemplo, de expertos en jóvenes como Felipe Neri, de la experiencia de los jesuitas franceses en sus colegios y de la literatura eclesiástica italiana. Obviamente, en algunos puntos se nota una impronta y un énfasis muy suyos. Hizo las adaptaciones necesarias porque eran otros tiempos, sus jóvenes en buena parte eran de extracción popular, y, claro está, de las necesidades que percibía a partir de su propia experiencia pastoral. Me limito a ilustrar algunas de estas grandes líneas en la orientación sexual juvenil. * Salta a la vista que su opción es claramente preventiva, esto es, el adolescente, o mejor el niño, debe ser preparado para que no caiga en la inmoralidad. Porque su recuperación será muy, pero muy difícil. Por eso, su gran esfuerzo en alabar y enamorar a los jóvenes hacia la gran virtud de la pureza. El objetivo era ganarlos completamente a esta convicción para que más tarde, cuando se vieran expuestos, pudieran optar por ella. A la par de este gran despliegue “publicitario” se unían otros medios como, por ejemplo, la vida sacramental, el huir de la tentación, el evitar el ocio, las malas conversaciones, los espectáculos o escritos inmorales, el vino etc. Respecto al tema de huir de las tentaciones, afirmaba Felipe Neri que, mientras a los vicios hay que enfrentarlos para vencerlos, en el caso de la pureza triunfan los que huyen. * La cautela en relación a la mujer. Aquí habría mucho que decir, pero

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en concreto Juan Bosco echa mano de la tradición hagiográfica que se remonta a Luis Gonzaga. En sus escritos y discursos, Luis Gonzaga, Luis Comollo y Domingo Savio se caracterizan por ser reservados en sus contactos con las “personas del otro sexo”. O se les evita o no se les mira. El mismo Don Bosco tenía escrito en su breviario: “aleja de la mujer tu camino, no te acerques a la puerta de su casa”. No obstante, por amor a la verdad, este tipo de precaución la pensaba más para los adolescentes que para los adultos. De hecho, él fue cordial con muchas mujeres, estuvo lejos de ser un misógino. * Juan Bosco considera al niño y al adolescente como plantas delicadas que primero tienen que consolidarse como cristianos para luego valerse por sí mismos, y que ninguna precaución está de más para evitar cualquier desgracia. Su humanismo es positivo, siguiendo la herencia católica y salesiana, pero también ponía a la par la fragilidad humana, la violenta irrupción de las pasiones en el adolescente, y que todo se puede echar a perder por una mala decisión, o por el influjo de una mala compañía. El mismo Don Bosco justificaba esta exagerada, sólo aparente para él, y meticulosa actitud de prevención y de consejería. Solía afirmar que por algo lo decía, que desafortunadamente su experiencia

concreta lo llevaba a tomar tantos cuidados. * Otro punto fundamental era que los educadores de los jóvenes debían vivir en su propia vida la pureza a la que se exhortaba. Era inútil que propusieran la virtud si ellos mismos tenían fallas o de algún modo mostraban debilidades en este campo. * Algo más, por opción se evitaba hablar con toda claridad sobre el tema sexual, sí que se exaltaba la virtud y todos los bienes que ella trae consigo, o todas las desgracias que provoca la impureza, desde la tristeza, pasando por la enfermedad, hasta la condenación eterna. Pero no más, porque se pensaba, en general, -no sólo Don Bosco- que el hablar explícitamente podría estimular la curiosidad y por tanto resultar contraproducente. * Es fundamental que el muchacho esté ocupado en actividades útiles, pero mientras en otras instituciones católicas se privilegiaba los certámenes académicos y religiosos, Don Bosco fomentaba los juegos, la música, los paseos, el teatro. Expresamente se buscaba una diversión y alegría juveniles “ruidosas”. Esto también para demostrar que el joven puro goza de una gran alegría y felicidad. Para cerrar, no olvidemos que llegó el momento en que Don Bosco tuvo BS Don Bosco en Centroamérica

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ayudar a conservar este inestimable tesoro”. “La castidad es el fundamento y la base de las otras virtudes”. “La virtud de la castidad es el centro en el que se fundan, se basan y reúnen todas las demás”. “¡Qué hermosa es esta virtud! Quisiera emplear días enteros para hablarles de ella. Es la virtud más bella, la más esplendorosa y, al mismo tiempo, la más delicada de todas”.

“¡Oh, castidad, castidad, tú eres una gran virtud!” (Don Bosco) SERGIO CHECCHI Juan Cagliero, uno de los primeros muchachos de Don Bosco, dejó escrito en sus recuerdos: “En el retiro que Don Bosco nos dio durante las vacaciones de 1852, nos habló de la castidad con tal convicción y entusiasmo que nos sacó las lágrimas, y nos propusimos querer guardar tan bella virtud hasta la muerte. Me puse entonces bajo su dirección espiritual y encontré en él, más que un director, un padre celosísimo por el bien de las almas y deseoso de infundir en nuestros corazones un amor grande y puro por la hermosa virtud de la castidad. Él la llamaba flor hermosísima del paraíso, digna de ser colocada en nuestros corazones juveniles, y lirio purísimo que con su candor inmaculado nos haría semejantes a los ángeles del cielo. Con esas imágenes Don Bosco nos enamoraba de esta virtud, mientras su rostro brillaba con santa ale-

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gría; su voz resonaba con calor y persuasión, y sus ojos se humedecían con lágrimas, por el miedo a que empañáramos la hermosura de la castidad con un solo pensamiento malo o una mala conversación”. En las conferencias que Don Bosco daba a sus jóvenes salesianos, en sus cartas circulares, en los retiros, en las “buenas noches” a sus muchachos, a menudo salían de su pluma o se escuchaban de sus labios expresiones enfáticas sobre la castidad: “¡Oh, castidad, castidad, tú eres una gran virtud!” “Virtud grande que eleva al hombre al nivel de los ángeles”. “La castidad es la virtud que más agrada al corazón de la Virgen María. Si ustedes la tienen, lo tienen todo. Si les falta, no tienen nada. Esta virtud es la fuente de todas las demás. Pongan en práctica todos los medios que puedan

Allá por los años ’50 algunos sabihondos juzgaron a Don Bosco de poco… teológico! Creyendo descubrir una novedad, decían: “La virtud más grande, la principal, la base de todo el edificio de las virtudes cristianas es la caridad, no la castidad”. Pero Don Bosco tenía los pies en el suelo, no hacía tratados de teología, hablaba a muchachos, hablaba a jóvenes educadores. Su experiencia pedagógica y sacerdotal le había enseñado que si el joven guarda puros sus ojos, su mente y su corazón, vive alegre, cumple sus deberes, se lleva bien con sus compañeros y superiores, reza, comulga; y que, en cambio, el que cae en la inmoralidad se vuelve triste e irritable, apartado y desconfiado, descontento y murmurador, desganado en los estudios y en el trabajo, aburrido en la iglesia y… termina contagiando a otros. Por eso Don Bosco aplicaba a la castidad lo que la Biblia dice de la sabiduría: “Junto con ella me vinieron todos los bienes”. Y decía: “Mientras uno es casto, tiene viva la fe, firme la esperanza y ardiente la caridad”. “La caridad, la humildad, la castidad son tres reinas que van siempre juntas: no puede existir una sin las otras”. Es cierto, no es la castidad el centro del sistema de virtudes, pero es su escudo y defensa. “La castidad es la armadura del cristiano”, decía Don Bosco, y estaba convencido de que “un joven puro es un joven santo”.


SEXUALIDAD Y si eso es verdad para todo joven y para todo cristiano, lo es particularmente para el que aspira a ser sacerdote. En una conferencia de 1876 a los jóvenes salesianos, les decía: “La castidad es la joya, la perla más preciosa, especialmente para un sacerdote”. Y en unas “buenas noches” de 1878: “El que no se sintiese con ánimo para conservar la virtud de la castidad, no está hecho para sacerdote. Como sacerdote se haría mal a sí mismo y a los demás”.

cia de 1876 aseguró: “La castidad será el triunfo de nuestra Congregación en el mundo”.

La fidelidad y la castidad,

El 22 de diciembre de 1876 Don Bosco en las “buenas noches” contó a sus muchachos un sueño que había tenido en Lanzo unos días antes. En el sueño había visto a Domingo Savio, acompañado de jóvenes y salesianos, y había conversado largamente con él. Habían hablado del paraíso, del Oratorio, de

medio infalible para prevenir el sida, asegura Benedicto XVI CIUDAD DEL VATICANO, 10 junio 2005 (ZENIT. ).- La fidelidad y la castidad, son el medio infalible para prevenir la expansión del sida, afirmó Benedicto XVI al recibir a los obispos de Sudáfrica, Botswana, Swazilandia, Namibia y Lesotho «Comparto con vosotros vuestra profunda preocupación por la devastación causada por el sida y las enfermedades relacionadas», dijo el pontífice en el discurso que les dirigió en inglés.

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«Rezo en especial por las viudas, los huérfanos, las madres jóvenes y por aquellos cuyas vidas han quedado hechas añicos a causa de esta epidemia cruel», aseguró. De vuelta de un viaje, a Francisco Dalmazzo, que estaba admirado de cómo en todas partes la gente rodeaba a Don Bosco con veneración, éste le confió: “Cuando un sacerdote vive puro y casto, se convierte en dueño de los corazones”. Y si ese sacerdote quiere consagrar sus esfuerzos a la educación de los jóvenes, es decir, si quiere ser salesiano, entonces la pureza de vida es de una vez condición indispensable: “La castidad – dijo en 1870 durante un Retiro – es necesaria para todos, pero especialmente para quienes se dedican a la educación de la juventud”. “A quien no se sintiere con ánimos para conservar esta virtud estando entre los jóvenes, yo le aconsejo que no entre en nuestra Sociedad Salesiana”. “Lo que debe distinguir a nuestros salesianos es la castidad, lo mismo que la pobreza distingue a los hijos de San Francisco de Asís y la obediencia a los hijos de San Ignacio”. En una conferen-

los jóvenes, del Papa y de la Iglesia. A un cierto punto, siempre en el sueño, había preguntado Don Bosco: “¿Y qué hay de la Congregación Salesiana?” Había contestado Domingo Savio: “Por lo que respecta a la Congregación has de saber que Dios le prepara grandes cosas, el porvenir será espléndido, e infinitas las personas que por ella se salvarán; pero a una condición: que tus hijos sean devotos de la Santísima Virgen y conserven la virtud de la castidad, que tan grata es a los ojos de Dios”. Puede ser de mal gusto recordar, al final de este artículo, lo que en estos últimos años se ha escrito y comentado, con buena dosis de morbosidad e hipocresía, sobre reales o supuestos “abusos sexuales” de parte de educadores y sacerdotes. Pero, en ese contexto, ¡qué sabias, qué luminosas sentimos las enseñanzas de Don Bosco!

Al mismo tiempo, alentó a los prelados a continuar en su esfuerzo por «luchar contra este virus que no sólo mata, sino que amenaza seriamente a la economía y a la estabilidad social del continente». «La Iglesia católica siempre ha estado en la frontera tanto en la prevención como en el tratamiento de esta enfermedad», añadió. El 25 por ciento de los enfermos de sida son atendidos en el mundo por instituciones católicas. Benedicto XVI aseguró a los prelados que «la enseñanza tradicional de la Iglesia se ha demostrado como el único medio infalible para prevenir la expansión de VIH/sida». «Por esta razón, el compañerismo, la alegría, la felicidad y la paz que el matrimonio y la fidelidad cristianas ofrecen, así como la garantía que ofrece la castidad, deben ser continuamente presentados a los fieles, en particular a los jóvenes», propuso. BS Don Bosco en Centroamérica

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Nuestra Misa, una Celebración HUGO ESTRADA

El Altar Antiguamente los sacrificios se ofrecían sobre una mesa de piedra. Cuando Jacob se despierta, después de su sueño misterioso, levanta un altar de piedra. Jesús, en la Ultima Cena, celebra la primera Eucaristía sobre una mesa. Nosotros, en la actualidad, unimos las dos ideas: mesa y piedra. Se procura que el altar sea una mesa sólida, posiblemente de piedra.

Eucaristía. Cumplimos la orden de Jesús: “Hagan esto en memoria mía” (Lc 22,19). Cuando vamos a sentarnos a una mesa para compartir la comida con nuestros familiares o amigos, le ponemos mantel a la mesa. Colocamos también candelabros; sus crepitantes llamas nos indican amor, amistad. Ponemos también platos, vasos, cubiertos sobre la mesa.

cáliz y la patena están sobre un pequeño mantel llamado CORPORAL; su nombre responde a su oficio de servir de mantelito para el ‘cuerpo’ de Jesús. El sacerdote se sirve de una pequeña servilleta, para limpiar los objetos sagrados; se llama PURIFICADOR. El vino y el agua, que el sacerdote vierte en el cáliz, se conservan en dos pequeños recipientes que reciben el nombre de VINAJERAS. Los altares de los primeros cristianos fueron las sencillas mesas de las casas particulares. Nuestros actuales altares se procura que sean mesas sólida de madera o de piedra. Allí celebramos nuestra Eucaristía, que Jesús instituyó la víspera de su pasión.

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Las vestiduras del sacerdote

El altar representa a Jesús : El es el altar y, al mismo tiempo, la víctima que se ofrece, y el único y eterno sacerdote que oficia. A la luz de la Biblia, todos somos “un pueblo de sacerdotes”; participamos del sacerdocio único de Jesús. Los Sacerdotes de nuestra Iglesia, de manera especial, han recibido la “ordenación sacerdotal” para servir al pueblo en el altar. Todos reunidos alrededor de un altar, celebramos la

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La Eucaristía es la Cena del Señor; la celebramos sobre una mesa, como lo hizo Jesús. Sobre el altar colocamos un mantel blanco, unos candeleros, cuyas velas encendidas nos recuerdan el fuego del amor, que deben estar encendido durante la ceremonia. Preparamos un plato pequeño –la patena- en el que colocamos la Santa Hostia. Ponemos también una copa –el cáliz-, que contienen la Sangre de Cristo. El

Para las ocasiones importantes se estila un traje adecuado. El juez viste una toga cuando va a dictar sentencia. El médico lleva una bata blanca cuando atiende a su paciente. El futbolista luce vistoso uniforme cuando se presenta en el estadio. El militar, el obrero, el actor escogen un traje apropiado según las circunstancias. El sacerdote ser reviste de ORNAMENTOS cuando sirve a la comunidad en el altar. Las vestiduras del sacerdote, cuando oficia en el altar, traen reminiscencias del sacerdocio judío en el Antiguo Testamento. El sacerdocio del Antiguo Testamento llevaba en la cabeza UN TURBANTE; en la frente tenía una placa de oro sobre la que estaba escrito:


MEDITACIÓN

Sobre la túnica blanca y el manto, el sacerdote colocaba UN EFOD, una especie de delantal. Sobre las hombreras del efod iban doce piedras preciosas: seis en cada hombrera. Las piedras preciosas representaban las doce tribus de Israel –todo el pueblo. Esas piedras sobre los hombros del sacerdote indicaban el peso del pueblo que el sacerdote llevaba ante el altar. En el pecho, el sacerdote colocaba EL PECTORAL, una bolsa cuadrada, dentro de la cual iban doce piedras preciosas con los nombres de las doce tribus de Israel. El sacerdote llevaba junto a su corazón los nombres de todos los del pueblo. Estas vestidura del sacerdote del Antiguo Testamento encuentran eco en los actuales ORNAMENTOS que el sacerdote viste cuando va a celebrar la Eucaristía. El ALBA es una túnica blanca; simboliza la pureza que el celebrante debe vivir para poder acercarse al altar. El CINGULO es un cordón, que el sacerdote se ciñe alrededor de la cintura. El Evangelio habla de que hay que estar con “los lomos ceñidos”. En tiempos de Jesús, cuando alguien se disponía a trabajar, se ceñía los lomos, es decir, se ataba a la cintura un cordón para recogerse la túnica. El cíngulo habla de la actitud de sacrificado servicio que el sacerdote debe tener a favor a su pueblo.

La ESTOLA es una cinta gruesa que va sobre os hombros del celebrante. La estola es una reminiscencia del efod: sobre los hombros del sacerdote van las penas y alegrías del pueblo. La CASULLA es una capa de diversos colores –según el tiempo litúrgico- que va encima de los anteriores ornamentos. La Casulla, como el pectoral en el Antiguo Testamento, le recuerda al sacerdote que, junto a su corazón, lleva los nombres de todos los del pueblo: sus angustias y esperanzas; sus peticiones y alabanzas.

En una Eucaristía, se renuevan para nosotros estos momentos del domingo de la resurrección. Por lo general, llegamos a al iglesia con nuestras tensiones y turbaciones de la semana. El Señor nos acoge en su casa para darnos su paz. Por medio de su Palabra, en la Biblia, nos ayuda a interiorizarnos, a pedir perdón. Nos perdona. Nos regala una nueva efusión de su Espíritu Santo, ya que, al ser purificados de lo que estorba en nosotros la presencia de Dios, el Espíritu Santo logra actuar mejor en nosotros. Seguidamente Jesús nos convida a acercarnos a su mesa.

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“Santidad a Yahvé”. El sacerdote era un “separado” para servir con santidad a Dios y al pueblo. Llevaba una TUNICA BLANCA y sobre ella un MANTO AZUL con borlas con forma de campanillas y de granadas. Las campanillas servían para que, al sonar, indicaran que, al entrar el sacerdote en el Lugar Santísimo todavía vivía; que no había muerto ante la presencia de Dios. Las granadas indicaban los “frutos de vida espiritual” que debían observarse en el sacerdote.

Celebramos El término ‘DECIR MISA’, que se empleaba en otras épocas, se ha cambiado por otro más ajustado a la realidad: “Celebrar la Eucaristía”. La Misa debe ser la fiesta de la comunidad, que se reúne en la casa del Padre para recordar su bondad y para darle un culto de alabanza, y de acción de gracias. El domingo de resurrección, cuando el Señor se apareció a los apóstoles, miedosos y turbados, lo primero que les dijo fue: “La paz esté con ustedes”. Luego añadió: “Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,22). A continuación les dio el poder para perdonar los pecados (Jn 20,23). San Lucas añade que los invitó a cenar juntos.

Los apóstoles se alegraron inmensamente cuando fueron perdonados por Jesús, el día de la Resurrección. Cuando sintieron que el Espíritu Santo moraba en ellos y experimentaron la paz de Jesús. Comer junto a Jesús fue una fiesta para ellos. La Eucaristía es la fiesta semanal de la comunidad; Jesús fue una fiesta para ellos. La Eucaristía es la fiesta semanal de la comunidad; Jesús, nuevamente, nos convida a acompañarlo en la mesa –el altar-. De una Eucaristía, por eso, sólo hay una manera de salir: con el gozo que Jesús nos ha regalado.

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SANTIDAD liadora, Don Bosco llamó a don Pestarino y se lo comunicó. La relación que don Pestarino escribió inmediatamente después del coloquio dice: “Don Bosco expuso el deseo de pensar en la educación cristiana de las niñas del pueblo, y declaró que Mornese era el lugar más a propósito que él conocía ya que, estando allí las Hijas de la Inmaculada, se podía elegir las llamadas a hacer vida común, e iniciar el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, a favor de las niñas del pueblo”.

Santa María Dominica Mazzarello Mayo de 1871. Don Bosco reúne el “Consejo” de la Congregación Salesiana: están Miguel Rúa, Juan Cagliero, Pablo Álbera...Dice: “Son muchos los que me han aconsejado repetidamente que hagamos con las jovencitas el poco bien que, por la gracia de Dios, vamos haciendo con los jóvenes... Temo ir en contra de un designio de la Providencia si no tomo este asunto en una seria consideración. Por tanto, se los propongo a ustedes”. En una segunda reunión, preguntados uno por uno, todos los “consejeros” dan el voto afirmativo. Entonces Don Bosco determina fundar las Hijas de María Auxiliadora. El núcleo fundamental de ellas será el grupo de muchachas que en Mornese, con María Mazzarello a la cabeza y bajo la dirección de don Pestarino, están

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ya viviendo en silencio una verdadera vida religiosa. Felisa Mazzarello, hermana de María , recordaba así la vida de los primeros tiempos: “Le faltaba muchas veces a la pequeña comunidad el sustento necesario, le faltaba hasta la harina para la polenta y, cuando había harina, faltaba la leña para cocerla. Entonces, salía María al campo con algunas de las “Hijas” e iba a un bosque a hacer un haz de leña seca y, con ella al hombro, volvía a casa a preparar la comida. Cocida la polenta, la llevaba al patio, la ponía en el suelo, e invitaba a sus compañeras al opíparo banquete. No había platos ni cubiertos, pero sobraba apetito y alegría. Después de haber decidido la fundación de las Hijas de María Auxi-

Don Pestarino, obediente, aceptó. Pero se quedó “pensativo y turbado” por dos dificultades. Aquellas muchachas eran excelentes cristianas, pero a ninguna se le había pasado por la cabeza la idea de hacerse religiosa. Además, Don Bosco quería destinar el colegio de Borgo Alto para sede inicial de las Hijas de María Auxiliadora. Pero el pueblo había colaborado en su construcción pensando que era un colegio para los muchachos. El cambio suscitaría grandes disgustos. Pero Don Bosco había decidido así. 29 de enero de 1872. Por orden de Don Bosco, don Pestarino reúne a las primeras 27 Hijas de María Auxiliadora para la elección de su primera superiora. Veintiún votos recaen sobre María Mazzarello, la cual pasmada dice enseguida a las compañeras que la dispensen. Insisten las otras, y don Pestarino decide dejarlo todo a la voluntad de Don Bosco. María se siente aliviada: Don Bosco conoce su incapacidad y la dispensará. Por el contrario, Don Bosco sabe de cuánto es capaz ella, y la confirma en el cargo, con gran desolación suya. Ahora hay que llevar a las Hijas al colegio de Borgo Alto. Pero ¿cómo hacerlo sin despertar el malhumor del pueblo? Viene en su ayuda un suceso. La casa del párroco amenaza ruina. El Consejo municipal decide derribarla y reconstruirla. Ruega por tanto a don Pestarino que pon-


ga a disposición del párroco la casa que posee junto a la iglesia. - ¿Y dónde pongo a las Hijas que enseñan a coser y hospedan a las niñas pobres?, objeta el “curita”. El Consejo piensa y sugiere: - Mándelas al Borgo Alto. La planta baja ya está terminada y aún no está ocupada por nadie. Don Pestarino soltó un respiro de satisfacción: le ordenaban hacer lo que él no se atrevía a pedir. Las Hijas se trasladaron en carretas, llevándose consigo hasta los gusanos de seda, una de sus pobrísimas entradas. Por el momento, el traslado no despertó ninguna extrañeza. Mas, apenas corrió por el pueblo la voz de que las Hijas (cuyo número aumentaba rápidamente) ocuparían el colegio para siempre, dando así vida a un nuevo Instituto religioso, “se armó una protesta y un lamento general” (Mb X, 561). “Los habitantes de Mornese alzaron voces de traición. Las Hijas de María Auxiliadora dieron los primeros pasos en un clima de incomprensión, casi de hostilidad. Lo cual se unía a la pobreza y las privaciones, que ya eran grandes”. 5 de agosto de 1872. Las primeras 15 FMA reciben el hábito religioso. Once pronuncian también los primeros votos. Entre ellas está María Mazzarello. Don Bosco les dice: “Ustedes están tristes porque sus mismos parientes les vuelven las espaldas. No les duela ser maltratadas por el mundo. Sólo así serán capaces de hacer un gran bien. Compórtense como consagradas a Dios: los ojos bajos, pero no la cabeza” (Mbe X, 563). El mensaje de Don Bosco a sus primeras hijas está clarísimo: los ojos hay que bajarlos ante la majes-

tad de Dios, pero la cabeza se lleva alta entre la gente, y no debe estar inclinada como la de las siervas, sino alegre y satisfecha como la de las hijas de Dios. Muchas hermanas empleaban como almohada un pedazo de madero envuelto con trapos, del mejor modo posible. Todas las almohadas de la casa eran para las niñas. María Mazzarello no quería que las hermanas más jóvenes se mortificaran de ese modo, pero no podía gritar mucho porque ella era la primera que había escogido aquel sistema. 9 de febrero de 1876. en medio de la nevisca, parten las tres primeras

hermanas. Van a Vallecrosia, en Liguria, para abrir un oratorio y una escuela para niñas. 29 de marzo. Otras siete hermanas parten para Turín. A 50 metros del Oratorio de Valdocco, abren un oratorio y una escuela femenina. Esta casa será después, por más de 40 años, la casa central de las Hijas de María Auxiliadora. 1878. Las Hijas de María Auxiliadora son ya una familia numerosa, esparcida por todo el mundo. El centro de la Congregación se traslada, por orden de Don Bosco, de Mor-

nese a Nizza Monferrato. Es un tirón doloroso para María Mazzarello. Se despide de su padre y de su madre, ya ancianos, da un adiós al cementerio, donde reposan don Pestarino y algunas de las primeras compañeras. El hecho de ser la superiora general no hizo perder a María Mazzarello el sentido de la proporción. Siguió atendiendo a las niñas pequeñas en el dormitorio, con amor y delicadeza. Una chiquilla, a quien los sabañones habían pegado pies, medias y zapatos, miró en derredor y, creyendo que nadie la veía, se metió bajo las sábanas con zapatos y todo. Madre Mazzarello advirtió la maniobra. No dijo nada. Bajó a la cocina en busca de una jofaina con agua tibia, gasa y algodón. Subió con todo ello junto a la cama de la niña y le dijo bajito: - Vamos a ver esos piececitos. No tengas miedo, no te haré daño. Enero de 1881. Las hermanas advierten que la salud de madre Mazzarello va declinando. Hay quien le dice que debe cuidarse un poco más, pero ella responde sonriendo: - Es mejor para todos que me vaya. Así pondrán una superiora más inteligente que yo. Viene el desplome mientras está acompañando a un grupo de misioneras que parten para América. Por un contratiempo le toca pasar la noche acurrucada en un rincón, vestida y temblando de fiebre. Por la mañana no puede ni siquiera ponerse en pie. “Pleuritis aguda” (inflamación de las membranas que cubren el pulmón), sentencia el médico. Cuarenta días de fiebre, lejos de su casa, atormentada con las famosas cataplasmas, única cura entonces conocida. Llega a Niza, pálida y extenuada. La recibieron con una BS Don Bosco en Centroamérica

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SANTIDAD gran fiesta, que la conmovió. Dio las gracias con pocas palabras: - En este mundo, pase lo que pase, no tenemos que alegrarnos ni entristecernos demasiado. Estamos en manos de Dios, que es nuestro padre, y hemos de estar siempre dispuestas a hacer su voluntad. Sabiendo que a Don Bosco le había concedido Dios el don de conocer el futuro, le preguntó si ella se curaría de esa enfermedad y el santo le respondió de una manera muy extraña. Le dijo así: «Le voy a contar una parábola. Un día llegó la muerte a una casa de religiosas y le dijo a la portera: ‘¡Venga conmigo a la eternidad!’. Pero la portera le respondió: ‘Tengo mucho oficio en la portería y no me puedo alejar de aquí’. Entonces pasó la muerte a la cocina y le dijo a la hermana cocinera: ‘¡Venga conmigo a la eternidad!’. Pero la hermana cocinera le dijo: ‘Tengo tanto que cocinar’. ¡No puedo acompañarla!’. Y la muerte fue donde la Superiora y le dijo: ‘Ud. tiene que dar a las demás ejemplo de obediencia. ¡Venga conmigo a la eternidad!’. Y la superiora, para dar ejemplo, se fue a la eternidad con la muerte”. La caída llegó en la primavera. Tras los cristales de la ventana se veían las flores y la vegetación. Le gustaba oír el alboroto de las niñas que corrían y jugaban alegremente. Quiso hablar todavía una vez más con sus hermanas. Dijo: - Quiéranse bien. Estén siempre unidas. Han dejado el mundo. No se fabriquen otro aquí. Piensen por qué entraron en la Congregación. Estaba mal, pero no quiso entristecer a nadie hasta el fin. Más aún, hasta se esforzó por cantar. Dios vino a su encuentro al alba del 14 de mayo de 1881. Todavía logró murmurar: “Hasta volver a vernos en el cielo”. Tenía cuarenta y cuatro años.

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Italia – El Papa y Mamá Margarita:

“¡Su santidad es evidente!” (ANS – Les Combes: 12 de julio de 2005) - Acogiendo al Papa en la casa de verano de los Salesianos en Les Combes, el Rector Mayor tuvo la oportunidad de poder hablar en privado con él durante algunos minutos. De esta forma pudo entregarle un legajo, acompañado de una carta suya autógrafa, con la solicitud de todos los Obispos Salesianos de acelerar los tiempos para llegar al decreto de heroicidad de las virtudes de Margarita Occhiena, la madre de Don Bosco. De esta forma Mamá Margarita podría ser declarada Venerable, y, por tanto, indicada como modelo de virtudes al pueblo de Dios, con ocasión del 150 aniversario de su muerte.

El Papa respondió que la santidad de Mamá Margarita es tan evidente que no tiene necesidad de todo el proceso, poniendo de manifiesto que sus virtudes son muy conocidas. «Estamos dando los pasos del procedimiento regular, respondió Chávez. La positio fue entregada, en efecto, el día 25 de junio del 2000, mientras que el examen de los consultores históricos terminó, positivamente, el 3 de octubre del mismo año. Benedicto XVI ha deseado que la beatificación pueda ser para el 2006, ocasión que el Rector Mayor ha considerado que es providencial, visto el tema del próximo Aguinaldo a la Familia Salesiana cuyo tema y consiguiente compromiso pastoral está centrado en la “familia” de la cual Mamá Margarita podría ser declarada modelo a imitar. El Papa resaltó esta decisión con un «muy bien» entusiasmado. El Rector Mayor saludó, pues, al Pontífice antes de su regreso a Roma, solicitándole una audiencia personal más amplia próximamente.


Una fotografía de la santidad salesiana Los Venerables son 8: Andrés Beltrami, Ceferino Namuncurà, Teresa Valsè Pantellini, Dorotea de Chopitea, Vicente Cimatti, Simón Srugi, Rodolfo Komorek y Mons. Luis Olivares.

(ANS – Roma: 22 de junio de 2005) - Cuando Don Bosco hablaba a sus jóvenes de «Pan, trabajo y paraíso» proponiéndoles entrar en el grupo de consagrados que había «inventado» para estar al servicio de la juventud no sólo turinesa sino de todo el mundo, y cuando indicaba a sus hermanos del «Paraíso Salesiano» en el que reposar y compartir la alegría de la santidad, ciertamente pensaba en un lugar abarrotado y alegre como un oratorio.

Los Siervos de Dios, finalmente, son 88 entre los cuales está la madre de Don Bosco, Margarita Occhiena. En el consistente racimo de santos, beatos y venerables salesianos (en total 63), se pueden distinguir casi todas las categorías de la Congregación y de la Familia Salesiana: 43 SDB (de los cuales hay 2 obispos, 26 sacerdotes, 9 coadjutores, 6 clérigos); 7 FMA (2 de los cuales son mártires); 2 Cooperadores; 1 Miguelita; 1 Antiguo Alguno; 3 Alumnos; 5 Oratorianos y 1 Seglar que trabajaba con los salesianos.

El beato don Bronislaw Markiewicz (beatificado el pasado día 19 de junio en Varsovia) que fue salesiano y fundó un grupo perteneciente a la Familia Salesiana, es el último de los beatos en orden temporal que enriquece el número ya consistente de santos, beatos y venerables pertenecientes a la Familia que tiene como referencia la espiritualidad y el carisma de una raíz común que es Don Bosco. Comprendiendo al mismo Fundador y Padre, ya hay 5 canonizados dentro de la FS: Don Bosco, Madre María Dominica Mazzarello, Domingo Savio, Mons. Luis Versiglia y don Calixto Caravario. 50 son los Beatos (38 de los cuales son mártires): Miguel Rúa, Laura Vicuña, Felipe Rinaldi, Magdalena Morano, José Kowalski, Czeslaw

Jozwia, Edward Kazmierski, Edward Klinik, Franciszek Kesy, Jarognie Wojciechowski, José Calasanz (y otros compañeros sacerdotes y coadjutores), Luis Variara, Artémides Zatti, María Romero Meneses, Augusto Czartoryski, Eusebia Palomino, Alessandrina Da Costa, Alberto Marvelli y Bronislaw Markiewicz.

Cinco fundaron grupos pertenecientes a la FS: Don Bosco (SDB, FMA, Cooperadores, ADMA, y Antiguos Alumnos), Madre Mazzarello (FMA), Felipe Rinaldi (VDB), Luis Variara (Hijas de los Sagrados Corazones) y Bronislaw Markiewicz (Congregación de San Miguel Arcángel). Don Vicente Cimatti, finalmente, es inspirador de las Hermanas de la Caridad.

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NOTICIAS

CONOCIENDO A DON BOSCO Fue una verdadera fortuna para Don Bosco encontrarse aquella compañía, porque, al llegar a una granja, aparecieron de repente dos perrazos rabiosos que infundían pánico; pero el perro Gris se les echó encima, y los obligó a retirarse tan maltrechos que a sus aullidos, que llenaban los aires, acudieron los mismos dueños para ver qué les pasaba a los pobres animales. BSCAM

El Gris Una vez, en 1866, caminaba Don Bosco desde Castelnuovo a Moncucco, pero se entretuvo en Buttigliera. A la puesta del sol se encontró solo, a mitad del camino, en medio del bosque. No tardó en sorprenderle la noche oscura y nubosa, aunque sin lluvia. Debía atravesar lugares que, según se decía, estaban infestados de ladrones, y cerca de granjas y viñas guardadas por terribles mastines. Para colmo se salió del camino y no sabía por donde iba. Era una marcha angustiosa, porque encontraba vallas y obstáculos que le obligaban a dar grandes rodeos. Empapado de sudor, llegó a los pies de una alta pendiente y comenzó a subirla. Se paró un momento para tomar respiro: - Si tuviera aquí a mi Gris, pensó; qué bien me vendría: él me sacaría de estos apuros. Como si hubiera estado allí el perro misterioso para oírle… Un agudo ladrido sorprendió a Don Bosco; luego otro, y he aquí que en lo alto del ribazo apareció el perro, descendió hacia él haciendo cabriolas y le acompañó durante todo el trayecto que faltaba, de casi tres kilómetros.

El Gris guió a su protegido directamente hasta la casa donde era esperado. Todos quedaron estupefactos al contemplar un perro tan hermoso y acosaban a Don Bosco preguntándole: donde lo había adquirido, si venía con él desde Turín, desde su casa, o de una granja, etc. Al sentarse a cenar, dejaron que el Gris se pusiera a descansar en un rincón de la sala. Levantados los manteles, dijo el señor Moglia: - Vamos a dar de comer al Gris. Y fue a echarle algo. Pero busca por aquí, busca por allá, llama que llamarás, no fue posible encontrarlo. Todos quedaron maravillados, pues no se habían abierto puertas ni ventanas, y los perros de casa no habían dado señal alguna de su salida. Se renovaron las pesquisas por el piso de encima, pero inútilmente. El perro había desaparecido y, desde entonces, nadie de aquellos alrededores supo nada de él. Don Bosco mismo contó este suceso unos años después, con motivo de que, habiendo caído la conversación sobre le famoso Gris, le preguntaron si lo había vuelto a ver después de 1855. - Sí, añadió; después de los primeros años, me lo encontré varias veces más, cuando me hallaba avanzada la noche sin compañero… Memorias Biográficas VIII, 417-418

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Ruego a Dios, por la intermediación de Don Bosco, que nuestra amada Iglesia Católica tenga el deseo real y material para que las apreciaciones suyas en la editorial del Boletín Salesiano de mayo se vuelvan realidad día a día. Es hora de que hagamos real el «aggiornamiento» de Juan XXIII. Muchos esperamos que el nuevo lenguaje, alegría profunda, clima de FIESTA, espiritualidad de familia, adhesión vital a retos evangélicos entusiasmantes... sean asumidos por todos. Pero, qué horrible; parece que muchos de nuestros pastores le dejan esas cualidades renovadoras a los fieles, creyendo que a ellos nos les hace falta. Buen Señor, Jesús de la historia, que nos regalaste la juvenil presencia de Don Bosco, te pido que nos sigas ayudando para hacer actual tu mensaje liberador Geovanni Porras S Consejo Directivo ICE - Costa Rica

Padre Heriberto: Un saludo y una bendición para usted. Acabo de introducirme en lo que el Boletín Salesiano presenta en internet. Lo felicito sinceramente. Usted siempre ha estado a la vanguardia en los medios de comunicación. Esta página del Boletín en internet está muy interesante, útil y novedosa. Pienso que servirá para TODA la familia salesiana. Ya consulté todos los apartados que presenta esta página; los encuentro muy interesantes y prácticos. Que el Señor lo bendiga, y adelante siempre a la vanguardia de los medios. Con mucho aprecio. P. Hugo Estrada s.d.b. La revista que ustedes editan es muy buena. Es de gran ayuda para mí en mi labor de animador de Infancia Misionera en la Escuela donde realizo mi labor pastoral. Soy hijo de una exalumna del Colegio Maria Auxiliadora en San José y la devoción a Maria Auxiliadora es fuerte en mi casa. Randall Costa Rica




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