Boletín Salesiano 154

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PRESENTACION

Eucaristía: Centro de la vida cristiana Bienvenido sea el año 2005 dedicado por Juan Pablo II a la Eucaristía. Es una preciosa oportunidad para tomar conciencia y asumir este sacramento, que es el centro de la vida de la Iglesia. Concentrar nuestra atención durante un año en la Eucaristía es una iniciativa oportuna. De hecho, se nota en los fieles cristianos un renovado interés por polarizar su vida alrededor de Jesús eucarístico. Impresiona constatar la presencia masiva de fieles en las celebraciones eucarísticas dominicales. Da gusto ver a grupos familiares acudir a la Iglesia. Se está volviendo un fenómeno ordinario la asistencia de grandes grupos de fieles que llegan a misa entre semana, ya sea antes de ir a su trabajo o al regresar del mismo. La adoración eucarística está tomando fuerza en la comunidad cristiana. Se impone esta piadosa práctica como ejercicio semanal, con impresionante asistencia de personas. Los jóvenes manifiestan señales de interesarse por la eucaristía. Particularmente, los jóvenes de los grupos juveniles quieren colocar este sacramento en el centro de su vida religiosa. Incluso, algunos han integrado la misa diaria como una necesidad vital. Para Don Bosco este sacramento era indispensable en su proyecto educativo. Recomendaba con insistencia permanente a sus muchachos la confesión y la comunión como camino de maduración humana y cristiana. El fervor por la eucaristía era una nota distintiva en el Oratorio de Valdocco. Domingo Savio llegó a niveles extraordinarios de amor a este sacramento. Las celebraciones eucarísticas eran en el Oratorio una fiesta juvenil. Lo que urge es una inducción pedagógica a niños y a grandes para que capten la riqueza de símbolos y la profundidad de los textos con los que la Iglesia ha ido por siglos desarrollando el culto eucarístico. De una práctica obligada, como se insistía antes, será necesario ir pasando a una necesidad vital. Que la asistencia a la celebración eucarística, lejos de ser un fardo pesado y aburrido, se convierta en la fiesta comunitaria y en el alimento indispensable para vivir. Heriberto Herrera BS Don Bosco en Centroamérica

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EDUCAR COMO DON BOSCO

Vivir la caridad BRUNO FERRERO

«Ayer fuimos a comer afuera. ¡Qué bueno! Nos atendió una muchacha, ni linda ni gentil. Le debo haber dicho ‘gracias’, cien veces. Nunca me hizo caso. Y tenía razón: le pagan para hacer ese trabajo... Hoy, mi madre, como siempre, se levantó de la mesa para alcanzarme un vaso de agua. Se me escapó un ‘gracias’. ¡No lo hubiera dicho nunca! Parecía que iba a llorar... Conclusión: para hacer llorar a mi madre basta un ‘gracias’ cada trece años”. «Hoy mi hijo me ha dicho ‘gracias’. Casi me hizo llorar. ¡Qué loca! Espero que no se haya dado cuenta, porque de lo contrario no me lo dice más para no hacerme llorar. Si se diera cuenta que yo, ‘la madre’, soy Lucía, que tengo 34 años, que muchas veces estoy cansada, me siento sola, que a veces tengo ganas de hablar y salir y a veces me siento mal»...

creen que esta magnífica virtud cristiana es para ser vivida sobre todo fuera de casa, en el oratorio, con los más pobres, o en las misiones del África. No es raro encontrar jóvenes voluntarios que son estupendos y heroicos cuando trabajan en los asentamientos y pequeños tiranos prepotentes cuando están en sus casas. Los niños descubren muy fácilmente cuál es la diferencia que hay entre un comportamiento «sociable» y uno «insociable» y comprenden rápidamente cuáles son los comportamientos útiles y cuáles los destructores. Aquí es donde, muchas veces, los adultos se equivocan. Quieren transmitir el amor ofreciendo cosas que conquistan y satisfacen los deseos infantiles. Y no advierten que, en ese período de estímulos externos y de falta de comu-

nicación, comienzan a generarse los primeros signos de desgano, de indolencia, de pereza, de rebeldía y, en los casos más graves, de resignación depresiva. En este período se pueden advertir también los primeros signos de esa indiferencia emotiva, cada vez más difundida hoy, que no consigue generar una resonancia emocional ante hechos a los que se asiste o ante gestos que se realizan. El cuerpo recibe muchos cuidados, pero las raíces del corazón se están dejando resecar. Los adolescentes pasan la mayor parte de su tiempo en casa, con la llave en el bolsillo y con la televisión como niñera, y en la escuela, donde muchas veces escuchan palabras poco convencidas, que hacen referencia a una cultura muy alejada de la que la televisión les ofrece como base para construir sus reacciones emocionales. Sólo los padres pueden educar los sentimientos de sus hijos; es decir, sólo ellos pueden «sentir» realmente sus necesidades emocionales y sus deseos profundos. Tienen que lograr implicarlos en la tarea de descubrir que el prójimo es, antes que nada, al-

ADENTRO Y AFUERA

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La familia es un excelente lugar para aprender a vivir la caridad, porque en ella se da, precisamente, ese tipo de actitudes que se definen como amor al prójimo. Muchos adolescentes y jóvenes

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guien cercano, y no una entidad abstracta. Es la mamá, el papá, los hermanos, la abuela, etc. Y especialmente aquellas personas que, para muchos niños, tienen la misma importancia que los muebles de la casa...

Para poder educar a sus hijos en la caridad, los padres tienen que ser modelos y guías. Conocedores de los adolescentes, tienen que procurar que se sientan queridos, para que su capacidad de amar permanezca plena, y que aprendan a amar a los demás. La respuesta a la pregunta sobre cuándo aprenderán los hijos a arreglárselas solos y a ayudar a los demás si siguen teniendo con ellos continuos gestos de servicio, tendrá respuesta cuando se propongan a sí mismos como modelos y guías. Los padres son modelos de amor incondicionado en los sacrificios cotidianos que hacen por sus hijos. Por eso, es muy importante saber elegir con sabiduría los gestos de servicio que se van a realizar. De lo contrario, estarán creando adolescentes dependientes, que saben recibir, pero que no aprenderán nunca a dar. Por ejemplo: preparar la comida es un gesto de servicio; pero enseñarle a cocinar a un adolescente es un gesto de servicio mucho mayor. Obviamente, para las madres es mucho más fácil preparar ellas mismas la comida que enseñarles a cocinar a los hijos. Pero es un gesto de amor mucho mayor. Una regla de oro aconseja ofrecer a los hijos los gestos de servicio que ellos no pueden realizar solos. Cuando son pequeños, lavarles la ropa; cuando son adolescentes, enseñarles a lavar sus uniformes. Los padres que no aprendan a hacer esta distinción pueden llegar a comprometer seriamente, en nombre del amor, la madurez de sus hijos adolescentes. No pueden olvidar que su tarea es guiarlos hacia la independencia y la madurez.

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MODELOS Y GUÍAS

Y otro detalle importante, aunque aparentemente muy sencillo, que también se aprende en familia. Es natural y necesario que los hijos participen en las tareas de la casa, sin que haya distinciones entre varones y mujeres, y que se establezca desde el comienzo una forma de colaboración que exija y contemple el aporte de todos. Ordenar la cocina, lavar los platos y limpiar los dormitorios no pueden ser tareas exclusivas de la madre. Los padres atentos saben que, junto a ella, los hijos pueden aprender a cocinar, a ordenar su habitación, a limpiar, a planchar. Los niños aprenden cuando hacen las cosas con sus padres; como cuando desde pequeños, por ejemplo, los ayudan a preparar las tortas y los dulces. En el ámbito específico de la educación en relación al sexo, tenemos que estar atentos para evitar que nuestra educación continúe transmitiendo, de generación en generación, las injusticias que se dan en la división tradicional de roles. Nuestros hijos tienen que estar prepara-

dos para enfrentar los cambios y las nuevas situaciones que se plantean en la vida profesional, entre otras cosas, por la creciente participación de la mujer en el mercado laboral, y tienen que hacerlo con flexibilidad: muchas relaciones están chocando hoy contra esta nueva forma de asignación de roles en el campo profesional

HACIENDO CAMINO Hay que adaptarse y animarse mutuamente para que los fracasos no nos hagan desistir de la voluntad de construir el bien de todos modos. La experiencia enseña que no necesariamente se realizan grandes cosas y que puede también ocurrir que el balance de la caridad se cierre en rojo. Sin embargo, hay una ganancia muy importante: la progresiva humanización que permite enriquecer la vida familiar de intimidad, disponibilidad recíproca, participación y armonía.


TEMA DEL MES

El Sacrosanto misterio de la Eucaristía: Misterio pascual Nuestro Salvador, en la Última Cena, la noche que le traicionaban, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con lo cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el Sacrificio de la Cruz y a confiar a su Esposa, la Iglesia, el Memorial de su Muerte y Resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera.

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Participación activa de los fieles La Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la palabra de Dios, se fortalezcan en la

mesa del Cuerpo del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, se perfeccionen día a día por Cristo mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos. Concilio Vaticano II


LA EUCARISTÍA

Relato de la Institución de la Eucaristía Cuando llegó la hora, Jesús y sus discípulos se sentaron a la mesa. Jesús les dijo: He deseado muchísimo comer con ustedes esta Pascua, antes de que yo sufra y muera. Porque les aseguro que ya no celebraré más esta cena hasta el día en que comamos todos juntos en el gran banquete del reino de Dios. Luego tomó una copa con vino, le dio gracias a Dios y dijo: Tomen esto y compártanlo entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé más vino, hasta que llegue el reino de Dios.

También tomó pan y le dio gracias a Dios; luego lo partió, lo dio a sus discípulos y les dijo: Esto es mi cuerpo que ahora es entregado en favor de ustedes. De ahora en adelante, celebren esta cena y acuérdense de mí cuando partan el pan. Cuando terminaron de cenar, Jesús tomó otra copa con vino y dijo: Este vino es mi sangre derramada en favor de ustedes. Con ella, Dios hace un nuevo pacto con ustedes. Lucas 22, 14-21

EMAÚS En el camino de nuestras dudas e inquietudes, y a veces de nuestras amargas desilusiones, el divino Caminante sigue haciéndose nuestro compañero para introducirnos, con la interpretación de las Escrituras, en la comprensión de los misterios de Dios. Cuando el encuentro llega a su plenitud, a la luz de la Palabra se añade la que brota del Pan de vida, con el cual Cristo cumple a la perfección su promesa de estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20).

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TEMA DEL MES

Acción de gracias Un elemento fundamental de este «proyecto» aparece ya en el sentido mismo de la palabra «eucaristía»: acción de gracias. En Jesús, en su sacrificio, en su sí incondicional a la voluntad del Padre, está el sí, el gracias, el amén de toda la humanidad. La Iglesia está llamada a recordar a los hombres esta gran verdad. Es urgente hacerlo sobre todo en nuestra cultura secularizada, que respira el olvido de Dios y cultiva la vana autosuficiencia del hombre. Encarnar el proyecto eucarístico en la vida cotidiana, donde se trabaja y se vive —en la familia, la escuela, la fábrica y en las diversas condiciones de vida—, significa, además, testimoniar que la realidad humana no se justifica sin referirla al Creador: “Sin el Creador la criatura se diluye». Esta referencia trascendente, que nos obliga a un continuo dar gracias —justamente a una actitud eucarística— por todo lo que tenemos y somos, no perjudica la legítima autonomía de las realidades terrenas, sino que la sitúa en su auténtico fundamento, marcando al mismo tiempo sus propios límites. En este Año de la Eucaristía los cristianos se han de comprometer más decididamente a dar testimonio de la presencia de Dios en el mundo. No tengamos miedo de hablar de Dios ni de mostrar los signos de la fe con la frente muy alta. La «cultura de la Eucaristía» promueve una cultura del diálogo, que en ella encuentra fuerza y alimento. Se equivoca quien cree que la referencia pública a la fe menoscaba la justa autonomía del Estado y de las instituciones civiles, o que puede incluso fomentar actitudes de intolerancia. Si bien no han faltado en la historia errores, inclusive entre los creyentes, esto no se debe a las raíces cristianas, sino a la incoherencia de los cristianos con sus propias raíces. Quien aprende a decir gracias como lo hizo Cristo en la cruz, podrá ser un mártir, pero nunca será un torturador

Un solo Pan, un solo Cuerpo La especial intimidad que se da en la comunión eucarística no puede comprenderse adecuadamente ni experimentarse plenamente fuera de la comunión eclesial. La Iglesia es el cuerpo de Cristo: se camina con Cristo» en la medida en que se está en relación «con su cuerpo.

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Para crear y fomentar esta unidad Cristo envía el Espíritu Santo. Y Él mismo la promueve mediante su presencia eucarística. Es precisamente el único Pan eucarístico el que nos hace un solo cuerpo. El apóstol Pablo lo afirma: Un solo pan y un solo cuerpo somos, pues


LA EUCARISTÍA

Misterio de luz Les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura (Lc 24,27) El relato de la aparición de Jesús resucitado a los dos discípulos de Emaús nos ayuda a enfocar un primer aspecto del misterio eucarístico que nunca debe faltar en la devoción del Pueblo de Dios: ¡La Eucaristía misterio de luz! Jesús se presentó a sí mismo como la «luz del mundo» (Jn 8,12), y esta característica resulta evidente en aquellos momentos de su vida, como la Transfiguración y la Resurrección, en los que resplandece claramente su gloria divina. En la Eucaristía, sin embargo, la gloria de Cristo está velada. El Sacramento eucarístico es un misterio de fe por excelencia. Pero, precisamente a través del misterio de su ocultamiento total, Cristo se convierte en misterio de luz, gracias al cual se introduce al creyente en las profundidades de la vida divina.

todos participamos de un solo pan (1 Co 10,17). En el misterio eucarístico Jesús edifica la Iglesia como comunión, según el supremo modelo expresado en la oración sacerdotal: Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado (Jn 17,21).

La Eucaristía es luz, ante todo, porque en cada Misa la liturgia de la Palabra de Dios precede a la liturgia eucarística, en la unidad de las dos «mesas», la de la Palabra y la del Pan. Esta continuidad aparece en el discurso eucarístico del Evangelio de Juan, donde el anuncio de Jesús pasa de la presentación fundamental de su misterio a la declaración de la dimensión propiamente eucarística: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida (Jn 6,55). Sabemos que esto fue lo que puso en crisis a gran parte de los oyentes, llevando a Pedro a hacerse portavoz de la fe de los otros Apóstoles y de la Iglesia de todos los tiempos: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna (Jn 6,68). En la narración de los discípulos de Emaús Cristo mismo interviene para enseñar, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, cómo «toda la Escritura» lleva al misterio de su persona (cf. Lc 24,27). Sus palabras hacen arder los corazones de los discípulos,

los sacan de la oscuridad de la tristeza y desesperación y suscitan en ellos el deseo de permanecer con Él: Quédate con nosotros, Señor (cf. Lc24,29).

La Eucaristía es fuente de la unidad eclesial y, a la vez, su máxima manifestación. La Eucaristía es epifanía de comunión. Por ello la Iglesia establece ciertas condiciones para poder participar de manera plena en la Celebración eucarística. Son exigencias que deben hacernos tomar conciencia cada vez más cla-

ra de cuán exigente es la comunión que Jesús nos pide. Es comunión jerárquica, basada en la conciencia de las distintas funciones y ministerios, recordada también continuamente en la plegaria eucarística al mencionar al Papa y al Obispo diocesano. Es comunión fraterna, cultivada por una espiritualidad de comunión que nos mueve a sentimientos recíprocos de apertura, afecto, comprensión y perdón. BS Don Bosco en Centroamérica

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TEMA DEL MES

Fracción del Pan La fracción del pan, como al principio se llamaba a la Eucaristía, ha estado siempre en el centro de la vida de la Iglesia. Por ella, Cristo hace presente a lo largo de los siglos el misterio de su muerte y resurrección. En ella se le recibe a Él en persona, como pan vivo que ha bajado del cielo (Jn 6,51), y con Él se nos da la prenda de la vida eterna, gracias a la cual se pregusta el banquete eterno en la Jerusalén celeste.

Sacrificio El banquete eucarístico tiene también un sentido profunda y primordialmente sacrificial. En él Cristo nos presenta el sacrificio ofrecido una vez por todas en el Gólgota. Aun estando presente en su condición de resucitado, Él muestra las señales de su pasión, de la cual cada Santa Misa es su memorial, como nos recuerda la Liturgia con la aclamación después de la consagración: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección.... Al mismo tiempo, mientras actualiza el pasado, la Eucaristía nos proyecta hacia el futuro de la última venida de Cristo, al final de la historia. Este aspecto escatológico da al Sacramento eucarístico un dinamismo que abre al camino cristiano el paso a la esperanza.

Banquete El aspecto más evidente de la Eucaristía es el de banquete. La Eucaristía nació la noche del Jueves Santo en el contexto de la cena pascual. Por tanto, conlleva en su estructura el sentido del convite: Tomad, comed... Tomó luego una copa y... se la dio diciendo: Bebed de ella todos... (Mt 26,26.27). Este aspecto expresa muy bien la relación de comunión que Dios quiere establecer con nosotros y que nosotros mismos debemos desarrollar recíprocamente.

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LA EUCARISTÍA

Signos Lo reconocieron al partir el pan (Lc 24,35) Es significativo que los dos discípulos de Emaús, oportunamente preparados por las palabras del Señor, lo reconocieran mientras estaban a la mesa en el gesto sencillo de la fracción del pan. Una vez que las mentes están iluminadas y los corazones enfervorizados, los signos hablan. La Eucaristía se desarrolla por entero en el contexto dinámico de signos que llevan consigo un mensaje denso y luminoso. A través de los signos, el misterio se abre de alguna manera a los ojos del creyente. El hombre está siempre tentado a reducir a su propia medida la Eucaristía, mientras que en realidad es él quien debe abrirse a las dimensiones del Misterio. La Eucaristía es un don demasiado grande para admitir ambigüedades y reducciones.

Fuente y Epifanía de Comunión Permanezcan en mí, y yo en ustedes (Jn 15,4) Cuando los discípulos de Emaús le pidieron que se quedara con ellos, Jesús contestó con un don mucho mayor. Mediante el sacramento de la Eucaristía encontró el modo de quedarse en ellos. Recibir la Eucaristía es entrar en profunda comunión con Jesús. Permaneced en mí, y yo en vosotros (Jn 15,4). Esta relación de íntima y recíproca permanencia nos permite anticipar en cierto modo el cielo en la tierra. ¿No es quizás éste el mayor anhelo del hombre? ¿No es esto lo que Dios se ha propuesto realizando en la historia su designio de salvación? Él ha puesto en el corazón del hombre el hambre de su Palabra (cf. Am 8,11), un hambre que sólo se satisfará en la plena unión con Él. Se nos da la comunión eucarística para saciarnos de Dios en esta tierra, a la espera de la plena satisfacción en el cielo.

El día del Señor En la Misa dominical es donde los cristianos reviven de manera particularmente intensa la experiencia que tuvieron los Apóstoles la tarde de Pascua, cuando el Resucitado se les manifestó estando reunidos (cf. Jn 20,19). En aquel pequeño núcleo de discípulos, primicia de la Iglesia, estaba en cierto modo presente el Pueblo de Dios de todos los tiempos.

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TEMA DEL MES

Celebrar, adorar, contemplar ¡Gran misterio la Eucaristía! Misterio que ante todo debe ser celebrado bien. Es necesario que la Santa Misa sea el centro de la vida cristiana y que en cada comunidad se haga lo posible por celebrarla decorosamente, según las normas establecidas, con la participación del pueblo, la colaboración de los diversos ministros en el ejercicio de las funciones previstas para ellos, y cuidando también el aspecto sacro que debe caracterizar la música litúrgica.

tratando de testimoniarla con el tono de la voz, con los gestos, los movimientos y todo el modo de comportarse. A este respecto, las normas recuerdan el relieve que se debe dar a los momentos de silencio, tanto en la celebración como en la adoración eucarística. Es necesario que la manera de tratar la Eucaristía por parte de los ministros y de los fieles exprese el máximo respeto. La presencia de Jesús en el tabernáculo ha de ser como un polo de atracción para un número cada vez mayor de almas enamoradas de Él, capaces de estar largo tiempo como escuchando su voz y sintiendo los latidos de su corazón. ¡Gustad y ved qué bueno es el Señor¡ (Sal 33,9).

El modo más adecuado para profundizar en el misterio de la salvación realizada a través de los signos es seguir con fidelidad el proceso del año litúrgico. Los Pastores deben dedicarse a la catequesis «mistagógica», tan valorada por los Padres de la Iglesia, la cual ayuda a descubrir el sentido de los gestos y palabras de la Liturgia, orientando a los fieles a pasar de los signos al misterio y a centrar en él toda su vida.

La adoración eucarística fuera de la Misa debe ser durante este año un objetivo especial para las comunidades religiosas y parroquiales. Postrémonos largo rato ante Jesús presente en la Eucaristía, reparando con nuestra fe y nuestro amor los descuidos, los olvidos e incluso los ultrajes que nuestro Salvador padece en tantas partes del mundo. Profundicemos nuestra contemplación personal y comunitaria en la adoración, con la ayuda de reflexiones y plegarias centradas siempre en la Palabra de Dios y en la experiencia de tantos místicos antiguos y recientes. El Rosario mismo, considerado en su sentido profundo, bíblico y cristocéntrico, puede ser una ayuda adecuada para la contemplación eucarística, hecha según la escuela de María y en su compañía.

Hace falta fomentar, tanto en la celebración de la Misa como en el culto eucarístico fuera de ella, la conciencia viva de la presencia real de Cristo,

Un solo corazón y una sola alma (Hch 4,32) En cada Santa Misa nos sentimos interpelados por el ideal de comunión que el libro de los Hechos de los Apóstoles presenta como modelo para la Iglesia de todos los tiempos. La Iglesia congregada alrededor de los Apóstoles, convocada por la Palabra de Dios, es capaz de compartir no sólo lo que concierne los bienes espirituales, sino también los bienes materiales (cf. Hch 2,42- 47; 4,32-35).

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LA EUCARISTÍA

Principio y Proyecto de “Misión” Levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén (Lc 24,33) Los dos discípulos de Emaús, tras haber reconocido al Señor, se levantaron al momento (Lc 24,33) para ir a comunicar lo que habían visto y oído. Cuando se ha tenido verdadera experiencia del Resucitado, alimentándose de su cuerpo y de su sangre, no se puede guardar la alegría sólo para uno mismo. El encuentro con Cristo, profundizado continuamente en la intimidad eucarística, suscita en la Iglesia y en cada cristiano la exigencia de evangelizar y dar testimonio. El Apóstol Pablo relaciona íntimamente el banquete y el anuncio: entrar en comunión con Cristo en el memorial de la Pascua significa experimentar al mismo tiempo el deber de ser misioneros del acontecimiento actualizado en el rito. La despedida al finalizar la Misa es como una consigna que impulsa al cristiano a comprometerse en la propagación del Evangelio y en la animación cristiana de la sociedad. La Eucaristía no sólo proporciona la fuerza interior para dicha misión, sino también, en cierto sentido, su proyecto. En efecto, la Eucaristía es un modo de ser que pasa de Jesús al cristiano y, por su testimonio, tiende a irradiarse en la sociedad y en la cultura. Para lograrlo, es necesario que cada fiel asimile, en la meditación personal y comunitaria, los valores que la Eucaristía expresa, las actitudes que inspira, los propósitos de vida que suscita.

Homilía Es Cristo mismo quien habla cuando en la Iglesia se lee la Escritura. La homilía, como parte de la Liturgia misma, está destinada a ilustrar la Palabra de Dios y actualizarla para la vida cristiana. No basta que los fragmentos bíblicos se proclamen en una lengua conocida si la proclamación no se hace con el cuidado, preparación previa, escucha devota y silencio meditativo, tan necesarios para que la Palabra de Dios toque la vida y la ilumine.

Presencia real Yo estoy con ustedes todos los días (Mt 28,20) Todos estos aspectos de la Eucaristía confluyen en lo que más pone a prueba nuestra fe: el misterio de la presencia «real». Junto con toda la tradición de la Iglesia, nosotros creemos que bajo las especies eucarísticas está realmente presente Jesús. Una presencia que se llama real no por exclusión, como si las otras formas de presencia no fueran reales, sino por antonomasia, porque por medio de ella Cristo se hace sustancialmente presente en la realidad de su cuerpo y de su sangre. Por esto la fe nos pide que, ante la Eucaristía, seamos conscientes de que estamos ante Cristo mismo. Precisamente su presencia da a los diversos aspectos —banquete, memorial de la Pascua, anticipación escatológica— un alcance que va mucho más allá del puro simbolismo. La Eucaristía es misterio de presencia, a través del que se realiza de modo supremo la promesa de Jesús de estar con nosotros hasta el final del mundo.

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TEMA DEL MES

Camino de solidaridad La Eucaristía no sólo es expresión de comunión en la vida de la Iglesia; es también proyecto de solidaridad para toda la humanidad. En la celebración eucarística la Iglesia renueva continuamente su conciencia de ser signo e instrumento no sólo de la íntima unión con Dios, sino también de la unidad de todo el género humano. La Misa, aun cuando se celebre de manera oculta o en lugares recónditos de la tierra, tiene siempre un carácter de universalidad. El cristiano que participa en la Eucaristía aprende de ella a ser promotor de comunión, de paz y de solidaridad en todas las circunstancias de la vida. La imagen lacerante de nuestro mundo, que ha comenzado el nuevo Milenio con el espectro del terrorismo y la tragedia de la guerra, interpela más que nunca a los cristianos a vivir la Eucaristía como una gran escuela de paz, donde se forman hombres y mujeres que, en los diversos ámbitos de responsabilidad de la vida social, cultural y política, sean artesanos de diálogo y comunión.

Al servicio de los últimos La participación en la Eucaristía celebrada en la comunidad impulsa a un compromiso activo en la edificación de una sociedad más equitativa y fraterna. Nuestro Dios ha manifestado en la Eucaristía la forma suprema del amor, trastocando todos los criterios de dominio, que rigen con demasiada frecuencia las relaciones humanas, y afirmando de modo radical el criterio del servicio: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos (Mc 9,35). No es casual que en el Evangelio de Juan no se encuentre el relato de la institución eucarística, pero sí el lavatorio de los pies (cf. Jn 13,1-20): inclinándose para lavar los pies a sus discípulos, Jesús explica de modo inequívoco el sentido de la Eucaristía. A su vez, san Pablo reitera con vigor que no es lícita una celebración eucarística en la cual no brille la caridad, corroborada al compartir efectivamente los bienes con los más pobres (cf. 1 Co 11,17-22.27-34). ¿Por qué, pues, no hacer de este Año de la Eucaristía un tiempo en que las comunidades diocesanas y parroquiales se comprometan especialmente a afrontar con generosidad fraterna alguna de las múltiples pobrezas de nuestro mundo? Pienso en el drama del hambre que atormenta a cientos de millones de seres humanos, en las enfermedades que flagelan a los Países en desarrollo, en la soledad de los ancianos, la desazón de los desempleados, el trasiego de los emigrantes. Se trata de males que, si bien en diversa medida, afectan también a las regiones más opulentas. No podemos hacernos ilusiones: por el amor mutuo y, en particular, por la atención a los necesitados se nos reconocerá como verdaderos discípulos de Cristo (cf. Jn 13,35; Mt 25,31-46). En base a este criterio se comprobará la autenticidad de nuestras celebraciones eucarísticas.

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LA EUCARISTÍA

Estupor ante el misterio Eucarístico Un fruto del año eucarístico esperado por el Papa, se decía la vez pasada, es renovar el estupor ante el misterio eucarístico. Oh, Dios mío, esto es demasiado mayor que nosotros: sé tu sólo, por favor, responsable de esta enormidad. Así Paul Claudel expresa, como poeta, su estupor frente a la Eucaristía. El peligro más grave que corre la Eucaristía es el acostumbramiento, darla por descontado y por lo tanto banalizarla. Sucede que cada tanto se vuelve a oír entre nosotros el grito de Juan Bautista: «En medio de vosotros está uno a quien no conocéis» (Jn 1,26). Nos horrorizamos justamente de las noticias de tabernáculos violados, copones robados para fines execrables. Tal vez de ellos Jesús repite lo que dijo de los que le crucificaban: No saben lo que hacen, pero lo que más le entristece es quizá la frialdad de los suyos. A ellos –o sea, a nosotros— les repite las palabras del salmo: Si todavía un enemigo me ultrajara, podría soportarlo...; pero tú, mi compañero, mi amigo y confidente (Sal 54,13-14). En las revelaciones a Santa Margarita María de Alacoque, Jesús no se lamentaba tanto de los pecados de los ateos del tiempo como de la indiferencia y frialdad de las almas a él consagradas. El Señor se sirvió de una mujer no creyente para hacerme entender qué debería experimentar uno que se tomara la Eucaristía en serio. Le había dado a leer un libro sobre este tema, al verla interesada sobre el problema religioso, aunque era atea. Tras una semana, me lo devolvió diciéndome: Usted no me puso entre las manos un libro, sino una bomba... ¿Pero se da cuenta de la enormidad del tema? Según lo que está aquí escrito, bastaría abrir los ojos para descubrir que existe todo un mundo diferente en torno a nosotros; que la sangre de un hombre muerto hace dos mil años nos salva a todos. ¿Sabe que al leerlo me temblaban las piernas y a cada rato debía dejar de leerlo y levantarme? Si esto es cierto, cambia todo. Junto al gozo de ver que la semilla no había sido echada en vano, al oírla experimentaba una gran sensación de humillación y vergüenza. Yo había recibido la comunión pocos minutos antes, pero no me temblaban las piernas. No estaba del todo equivocado aquel ateo que dijo un día a un amigo creyente: «Si yo pudiera creer que en aquella hostia está verdaderamente el Hijo de Dios, como decís vosotros, creo que caería de rodillas y no me levantaría nunca más». Raniero Cantalamessa

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TEMA DEL MES

¿Qué es para mí la Eucaristía?

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rovengo de una familia católica tradicional, en la cual Dios ocupa un lugar muy importante, pero la Iglesia no tanto. De este modo la Misa no es considerada necesaria. En el colegio católico en que estudié, aprendí a ver las cosas de una manera diferente. La prepa-

ración a mi primera comunión me ayudó a descubrí a un Jesús que me da a comer a sí mismo para que pueda dar de comer a otros. La celebración eucarística dominical se volvió importante en mi vida. Descubrí que no tenia sentido comulgar sin vida comunitaria y sin un compromiso apostólico concreto. Me costó un poco que mi familia entendiera ésto, pero creo que se dieron cuenta de que sólo así era feliz.

Nyree Guerrero En mi adolescencia fui descubriendo a un Dios que se parte para que yo me comparta con los demás. De una asistencia a la misa porque Dios se lo merecía o porque sería desagradecida con El si no lo hacia pasé a asistir porque tenia necesidad de alimentarme de Él. Durante los últimos años de mi carrera universitaria tenía poco tiempo libre. Eso me llevó a alejarme de mi comunidad y de mi apostolado. Fue entonces que la misa diaria pasó a ser indispensable para mí. Tuve que hacer malabares para asistir frecuentemente a su celebración, que la necesitaba. La experiencia de ser ahora ministra extraordinaria de la comunión me ha hecho sentir la necesidad de dejar de ser yo para comenzar a ser El un poco más cada día. Muchas veces no lo logro, pero no me doy por vencida. En cierta ocasión acepté un trabajo que no me dejaba tiempo para Él, y mi vida se volvió pesada, intranquila, triste. Decidí que no era esa la calidad de vida que quería, así que renuncié a mi empleo y volví al anterior. Alguien me dijo hace poco que, a pesar de los problemas y dificultades que yo estaba experimentando, lo tenia todo, y que no me hacia falta nada porque lo tenía a Él. Tenía razón, porque por Él puedo sonreír a pesar de que a veces tenga motivos para llorar. Me mantengo serena y en paz en medio de mis muchas dificultades. Él es la razón de mi vida.

Nyree Guerrero, salvadoreña, médico, 30 años cooperadora salesiana

Alma de Cristo Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, lávame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame.

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Oh, mi buen Jesús, óyeme. Dentro de tus llagas escóndeme. Del maligno enemigo defiéndeme. No permitas que me separe de ti. En la hora de mi muerte llámame

y mándame ir a ti para que con tus santos te alabe por los siglos de los siglos. Amén


LA EUCARISTÍA

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e puede decir que en mi familia somos ecuménicos, ya que pertenecemos a diferentes religiones. Cuando era niño me llevaban a la escuela dominical evangélica y la pasaba bien aprendiendo acerca de ese gran personaje llamado Jesús. En la escuela nos llevaban a misa cada primer viernes de mes. A todos nos gustaba asistir, sobre todo porque salíamos de la rutina de las aulas. Pero me impactaban los muchos detalles de la celebración: las imágenes, el sonido de la campana, la persona que hablaba al frente y se vestía de varios colores. Era una celebración llena de misterio.

Esta participación en la celebración eucarística diaria ha llegado a ser una experiencia riquísima. Me ha ayudado a conocer mejor a Jesús, que nos invita a seguirlo. Comprendo cada vez mejor que debo convertirme en hostia viviente para alimentar el hambre espiritual. Luis Elvir, Honduras.

En 1998, cuando cursaba mis últimos años de bachillerato, recuerdo un día de lluvia particularmente fuerte; era el comienzo del huracán Mitch, que hizo estragos. Junto a mi casa estaba cantando un grupo católico y me interesó su música. Terminé incorporándome en un ministerio musical que animaba los domingos por la mañana y la hora santa de los jueves. Colaboré un año en ese grupo, pero sentí que debía crecer más espiritualmente. Con la ayuda de un amigo ingresé en el Movimiento Juvenil Salesiano. Allí encajé perfectamente, dado su estilo juvenil original. Terminé incorporándome en las actividades litúrgicas , entre las cuales estaba la misa diaria.

Una necesidad, no una obligación La Eucaristía se ha vuelto una necesidad en mi vida, no una obligación. Son sorprendentes los cambios que han surgido en mi persona al descubrir cada día en la comunión el misterio de fe en Cristo presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad.

Maudy Jael Gómez García

Esta experiencia de Cristo que viene a mí en cada celebración eucarística me motiva ayudar a otros a que descubran esta riqueza. En particular, me intereso porque los niños vivan esta experiencia positiva. Por eso presto mi servicio como catequista para la primera comunión. Por otro lado, el encuentro en cada eucaristía, que es siempre diferente, me ha llevado a comprometerme cada día más con Cristo y de allí brota mi nuevo servicio: Ministra extraordinaria de la eucaristía. Este servicio ha estimulado mi vida sacramental y el testimonio de vida, Además renueva mi compromiso en la Iglesia, que me ha encargado esta responsabilidad. Maudy Jael Gómez García, Panamá, 32 años, ministra extraordinaria de la eucaristía, catequista, misionera

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MEDITACIÓN

Liturgia de la Palabra HUGO ESTRADA El pueblo judío, cuando se encontraba lejos de su Templo, en el exilio, tomó la costumbre de reunirse en la sinagoga para escuchar la lectura de la Escritura, para comentarla y para orar. Esto lo hacía el sábado. San Lucas anota que era costumbre de Jesús frecuentar la sinagoga el sábado (Lc 4,16). Cuando los cristianos judíos ya no pudieron seguir asistiendo a la sinagoga porque ya no era compatible con sus nuevos puntos de vista religiosos, se retiraron de la misma; pero se llevaron su liturgia a la Cena del Señor. Así nació lo que ahora llamamos la LITUGIA DE LA PALABRA. Los nuevos cristianos judíos introdujeron una variante: ya no se leía sólo el Antiguo Testamento; ahora algunos de los que habían “visto y oído” a Jesús narraban a la comunidad “los hechos y dichos” del Señor. A los que estaban lejos se les comenzaron a enviar por escrito estas memorias. Así nació el Nuevo Testamento.

Carta a los Hebreos escribía: “De manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo” (Hb 1, 1-2). Al leer ahora el Antiguo Testamento vamos captando

La segunda lectura se toma de alguna de las cartas de San Pablo, San Pedro, Santiago, San Juan o San Judas. Ellos, como obispos, se comunicaban epistolarmente con los fieles que estaban en lugares lejanos. Estas preciosas cartas son documentos valiosísimos de personas que conocieron a Jesús y bebieron su doctrina.

Nos habla Jesús Y llegamos a la lectura del Evangelio, que significa “buena noticia”. La buena noticia que Jesús nos trajo y que los evangelistas dejaron consignada en sus escritos. Allí se coleccionan impresionantes parábolas, discursos, dichos, alegorías de Jesús.

Se abre la Biblia En nuestra Misa tiene lugar lecturas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Nuestras lecturas de la Liturgia de la Palabra, en la misa, están estructuradas en tres ciclos; en el transcurso de tres años se leen, casi en su totalidad, todos los textos de la Biblia. La primera lectura, el día domingo, corresponde al Antiguo Testamento. Todo el Antiguo Testamento es un anuncio velado de Jesús. Por eso muy bien el autor de la

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acción de Dios a través de los siglos, sentimos el deseo de expresarle nuestro agradecimiento, nuestro reconocimiento. Lo hacemos por medio de un salmo escogido. Lo llamamos salmo responsorial porque es como una “respuesta” de amor a la acción de Dios por nosotros.

con nitidez las figuras e imágenes por medio de las cuales se iba anunciado la venida de Jesús como el enviado de Dios. Vemos cómo Dios fue preparando a la humanidad para su encuentro con Jesús. Con razón Jesús decía: “Escudriñen las escrituras porque ellas hablan de mí” (Jn 5, 39). Viene luego el salmo responsorial. Después de haber meditado en la

Nuestro Señor nos va introduciendo con su sabiduría en el secreto de Dios. Nos ayuda a encontrarnos con Dios Padre, con el Espíritu Santo y, al mismo tiempo, a encontrarlo a él como el Enviado de Dios. San Mateo, en su Evangelio, procura mostrar que Jesús es la respuesta de todo lo que se anhelaba en el Antiguo Testamento. De aquí que en el evangelio de San Mateo abundan las citas del Antiguo Testamento para confirmar la presencia de


MEDITACIÓN MEDITACIÓN

Nuestras lecturas de la Liturgia de la Palabra, en la misa, están estructuradas en tres ciclos; en el transcurso de tres años se leen, casi en su totalidad, todos los textos de la Biblia. Jesús como el Mesías prometido. San Marcos se esfuerza en hacernos descubrir la personalidad de Jesús por medio de sus hechos y de sus palabras. San Lucas demuestra, en su libro, que el Evangelio de Jesús es para todos. Hace desfilar una gama de personajes muy diversos que son transformados por la Palabra de Jesús: publicanos, prostitutas, paganos. San Juan se refleja, en su Evangelio, como el gran teólogo que nos hace meditar profundamente acerca de los hechos y dichos de Jesús. Con razón a San Juan se le ha llamado el “águila”, ya que se remonta a las alturas de alta mística en su contemplación de Jesús.

¿Qué nos dijo Jesús? La homilía es una conversación familiar en la que el sacerdote comenta las lecturas de la Biblia que se acaban de proclamar. La Palabra de Dios no obra mágicamente. Necesita

comprensión; por eso el sacerdote busca comentar, bajo la inspiración de Dios, las lecturas bíblicas. Es un momento privilegiado de la Misa; pero, al mismo tiempo, muy “arriesgado”. Es el hombre quien comenta la Palabra de Dios. Tenemos la fe de que Dios siempre se ha servido de instrumentos humanos para llevarnos sus mensajes. Por eso, más que centrar nuestra atención en la “personalidad” del sacerdote, que hace la homilía, buscamos descubrir el mensaje que Jesús tiene para cada uno de nosotros. Hay que rezar por el sacerdote que predica para que sea instrumento adecuado por medio del cual se transmite la Palabra viva. En el momento de la proclamación de la Palabra y de la homilía, se verifica la parábola del sembrador y la semilla. Durante la predicación le pedimos insistentemente al Espíritu Santo que nuestro corazón sea un buen terreno en el que la semilla de la Palabra sea como lluvia que fecunde nuestro espíritu y produzca fruto abundante (cfr. Mt 13, 18-22).

La espada de doble filo Durante la predicación, la Palabra debe ser “espada” que se nos hunda en profundidad hasta los rincones más oscuros del alma. Allí donde hay algo escondido y purulento. “La fe viene como resultado de oír la Palabra” (Rm 10,17), nos dice San Pablo. La homilía es un lapso apropiado para fortalecer nuestra fe, para provocarla, si es que carecemos de ella. Durante la Ultima Cena, Jesús les dijo a los apóstoles: “Ustedes ya están limpios por la Palabra que yo le he dicho” (Jn 15, 3). La Palabra de Dios quema lo podrido; sana nuestros pensamientos y nuestro corazón. La liturgia de la Palabra es momento privilegiado de gracia. No hay que perder palabra. Es el tiempo en que Dios nos habla a todos y a cada uno en particular. Dios habla: hay que abrir bien los oídos del corazón. La liturgia de la Palabra, sobre todo, hay que dejarla entrar en el corazón.

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ETICA

Los grandes desafíos de la humanidad actual JUAN PABLO II

El primer desafío es el desafío de la vida. La vida es el primer don que Dios nos ha hecho y la primera riqueza de la que puede gozar el hombre. La Iglesia anuncia «el Evangelio de la Vida». Y el Estado tiene precisamente como tarea primordial la tutela y la promoción de la vida humana. En estos últimos años el desafío de la vida se está haciendo cada vez más amplio y crucial. Se ha ido centrando particularmente en el inicio de la vida humana, cuando el hombre es más débil y debe ser protegido mejor. Concepciones opuestas se enfrentan sobre temas como el aborto, la procreación asistida, el uso de células madres embrionarias humanas con finalidades científicas, la clonación. Apoyada en la razón y la ciencia, es clara la posición de la Iglesia: el embrión humano es un sujeto idéntico al niño que va a nacer y al que ha nacido a partir de ese embrión. Por tanto, nada que viole su integridad y dignidad es éticamente admisible. Además, una investigación científica que reduzca el embrión a objeto de laboratorio no es digna del hombre. Se ha de alentar y promover la investigación científica en el campo genético, pero, como cualquier otra actividad humana, nunca puede considerarse exenta de los imperativos morales; por otra parte, puede desarrollarse en el campo de las células madres

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El embrión humano es un sujeto idéntico al niño que va a nacer y al que ha nacido a partir de ese embrión. adultas con prometedoras perspectivas de éxito. Al mismo tiempo, el desafío de la vida tiene lugar en lo que es propiamente el santuario de la vida: la familia. Actualmente, ésta se ve a menudo amenazada por factores sociales y culturales que, ejerciendo presión sobre ella, hacen más difícil su estabilidad; pero en algunos Países la familia está amenazada también por una legislación que atenta —a veces incluso directamente— a su estructura natural, la cual es y sólo puede ser la de la unión entre un hombre y una mujer, fundada en el matrimonio. La familia es la fuente fecunda de la vida, el presupuesto primordial e irreemplazable de la felicidad individual de los esposos, de la formación de los hijos y del bien-

estar social, así como de la misma prosperidad material de la nación; no puede, pues, admitirse que la familia se vea amenazada por leyes dictadas por una visión restrictiva y antinatural. Que prevalezca una concepción justa, alta y pura del amor humano, que encuentra en la familia su expresión verdaderamente fundamental y ejemplar. El segundo desafío es el del pan. La tierra, hecha maravillosamente fecunda por su Creador, tiene recursos abundantes y variados para alimentar a todos sus habitantes, presentes y futuros. A pesar de esto, los datos publicados sobre el hambre en el mundo son dramáticos: centenares de

Centenares de millones de seres humanos sufren gravemente desnutrición y, cada año, millones de niños mueren de hambre o por sus consecuencias.


ETICA MEDITACIÓN millones de seres humanos sufren gravemente desnutrición y, cada año, millones de niños mueren de hambre o por sus consecuencias. En realidad, ya desde hace tiempo se ha dado la alarma, y las grandes organizaciones internacionales se han prefijado objetivos apremiantes, al menos para frenar la emergencia. Para responder a esta necesidad, que aumenta en magnitud y urgencia, se requiere una vasta movilización moral de la opinión pública y, más aún, de los hombres responsables de la política, sobre todo en aquellos Países que han alcanzado un nivel de vida satisfactorio y próspero. A este respecto, quisiera recordar un gran principio de la enseñanza social de la Iglesia, que yo he subrayado de nuevo en el Mensaje para la Jornada mundial de la Paz de este año, y que está desarrollado también en el «Compendio de la Doctrina social de la Iglesia»: el principio del destino universal de los bienes de la tierra. Es un principio que no justifica ciertas formas colectivistas de política económica, sino que debe motivar un compromiso radical para la justicia y un esfuerzo de solidaridad más atento y determinado. Éste es el bien que podrá vencer el mal del hambre y de la pobreza injusta. Está además el desafío de la paz. La paz, bien supremo, que condiciona la consecución de otros muchos bienes esenciales, es el sueño de todas las generaciones. Pero, ¡cuántas guerras y conflictos armados —entre Estados, entre etnias, entre pueblos y grupos que viven en un mismo territorio estatal— que de un extremo al otro del globo causan innumerables víctimas inocentes y son origen de

A la prepotencia se debe oponer la razón, al enfrentamiento de la fuerza el enfrentamiento del diálogo, a las armas apuntadas la mano tendida. otros muchos males! Nuestro pensamiento se dirige espontáneamente hacia diversos Países de Oriente Medio, de África, de Asia y de América Latina, en los cuales el recurso a las armas y a la violencia produce no sólo daños materiales incalculables, sino que fomenta el odio y acrecienta las causas de discordia, haciendo cada vez más difícil la búsqueda y el logro de soluciones capaces de conciliar los intereses legítimos de todas las partes implicadas. A estos trágicos males se añade el fenómeno cruel e inhumano del terrorismo, flagelo que ha alcanzado una dimensión planetaria desconocida por las generaciones anteriores. Contra estos males, ¿cómo afrontar el gran desafío de la paz? A la prepotencia se debe oponer la razón, al enfrentamiento de la fuerza el enfrentamiento del diálogo, a las armas apuntadas la mano tendida: al mal el bien. Numerosos son los hombres que trabajan con valentía y perseverancia en este sentido, y no faltan signos alentadores que demuestran cómo puede afrontarse el gran desafío de la paz. Así en África, donde, a pesar de las graves reincidencias de discordias que parecían superadas, crece la común voluntad de trabajar para la solución y la prevención de conflictos mediante una cooperación más intensa entre las grandes organizaciones internacio-

nales y las instancias continentales, como la Unión Africana. Recordemos, por ejemplos, en noviembre del año pasado, la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en Nairobi, sobre la emergencia humanitaria en Darfur y sobre la situación en Somalia, así como la Conferencia internacional sobre la región de los Grandes Lagos. Así en Oriente Medio, en esa tierra tan querida y sagrada para los creyentes en el Dios de Abraham, donde parece atenuarse el cruel enfrentamiento de las armas y abrirse una salida política hacia el diálogo y la negociación. Y como ejemplo, ciertamente privilegiado, de una paz posible, bien puede mostrarse Europa: naciones que un tiempo eran cruelmente enemigas y enfrentadas en guerras mortales se encuentran hoy juntas en la Unión Europea, la cual durante el año pasado se ha propuesto consolidarse ulteriormente con el Tratado constitucional de Roma, mientras permanece abierta a acoger otros Estados, dispuestos a aceptar las exigencias que conllevan su adhesión. Pero para construir una paz verdadera y duradera en nuestro planeta ensangrentado, es necesaria una fuerza de paz que no retroceda ante ninguna dificultad. Es una fuerza que el hombre por sí solo no consigue alcanzar ni conservar: es un don de Dios. Cristo vino precisamente para ofrecerla al hombre, como los ángeles cantaron ante la cuna de Belén: «Paz a los hombres que ama el Señor» (Lucas 2,14). Dios ama al hombre y quiere para él la paz. No-

Para construir una paz verdadera y duradera en nuestro planeta ensangrentado, es necesaria una fuerza de paz que no retroceda ante ninguna dificultad. BS Don Bosco en Centroamérica

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ETICA sotros estamos invitados a ser instrumentos activos de la misma, venciendo al mal con el bien. Quisiera referirme aún a otro desafío: el desafío de la libertad. La libertad es ante todo un derecho del individuo. «Todos los seres humanos nacen — como dice justamente la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, concretamente en el artículo 1º— libres e iguales en dignidad y derecho». Y el artículo 3º declara: «Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona». Ciertamente, la libertad de los Estados es también sagrada porque deben ser libres y, precisamente, para poder llevar a cabo de manera adecuada su deber primordial de proteger, además de la vida, la libertad de sus ciudadanos en todas sus justas manifestaciones.

La libertad de religión sigue siendo en numerosos Estados un derecho no reconocido de manera suficiente o de modo adecuado. Pero el anhelo de la libertad de religión no se puede erradicar: será siempre vivo y apremiante mientras el hombre esté vivo. Por esto dirijo hoy también este llamamiento expresado ya tantas veces por la Iglesia: «Que en todas partes se proteja la libertad religiosa con una eficaz tutela jurídica y se respeten los deberes y derechos supremos del hombre a desarrollar libremente en la sociedad la vida religiosa» (DH 15).

No hay que temer que la justa libertad religiosa sea un límite para las otras libertades o perjudique la convivencia civil. Al contrario, con la libertad religiosa se desarrolla y florece también cualquier otra libertad, porque la libertad es un bien indivisible y prerrogativa de la misma persona humana y de su dignidad. No hay que temer que la libertad religiosa, una vez reconocida para la Iglesia católica, interfiera en el campo de la libertad política y de las competencias propias del Estado. La Iglesia sabe distinguir bien, como es su deber, lo que es del César y lo que es de Dios; ella coopera en el bien común de la sociedad, porque rechaza la mentira y educa para la verdad; condena el odio y el desprecio e invita a la fraternidad; promueve siempre por doquier —como es fácil reconocer por la Historia— las obras de caridad, las ciencias y las artes. La Iglesia quiere solamente libertad para poder ofrecer un servicio válido de colaboración con cada instancia pública y privada, preocupada por el bien del hombre. La verdadera libertad es siempre para vencer el mal con el bien.

MPDG

La libertad es un gran bien, porque, sin ella, el hombre no puede realizarse de manera consecuente con su naturaleza. La libertad es luz:

permite elegir responsablemente sus propias metas y la vía para alcanzarlas. En el núcleo más íntimo de la libertad humana está el derecho a la libertad religiosa, porque se refiere a la relación más esencial del hombre: su relación con Dios. Incluso la libertad religiosa está garantizada expresamente en la mencionada declaración (cf. art. 18). Ella fue objeto de una solemne declaración del Concilio ecuménico Vaticano II, la cual inicia con las significativas palabras «Dignitatis humanae».

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SANTIDAD SALESIANA

José Kowalski Beatificado el 12 de junio de 1999

Alguna cosa en la mano

Diecinueve cartas entre alambradas En el campo de Oswiecim, el coronel Fritsch ha definido a los sacerdotes como “seres inútiles y parásitos de la sociedad”. Los ha reunido en un bloque especial, el número 17. Les confía los trabajos más inhumanos. Han de empujar, corriendo, cargas muy pesadas de cantos rodados, cortar árboles, desplazar troncos por terrenos accidentados. Un testigo cuenta: “En aquel ambiente deshumanizante, el P. José logró conservar su dignidad humana y hacer florecer el reino de Dios”. Se conservan como una reliquia las 19 cartas que escribió entre alambradas. Se trata de cartas que debían pasar la censura y por ello necesariamente optimistas. Pero se puede leer entre líneas la gran fuerza de espíritu de aquel sacerdote. El 12 de febrero de 1942 escribe: “Siento la fuerza de Dios a cada paso. Allí donde me encuentro, pase lo que pase, estoy en manos de la Providencia que vela sobre los pueblos y sobre cada hombre”.

2 de junio de 1942. Ha llegado una orden del alto mando de los campos de concentración. Sesenta sacerdotes deben abandonar Oswiecim y trasladarse a Dachau. Es otro campo de exterminio donde hay, amontonados, tres mil sacerdotes. El P. José Kowalski está entre los seleccionados para el viaje. Los sesenta sacerdotes han sido apretujados en un baño para la desinfección antes de partir. Lo que allí sucede lo ha contado, bajo juramento, el P. Conrado Szweda: “Estábamos juntos en el baño a la espera del turno para la desinfección. Entra Palitsch el más despiadado carnicero de Oswiecim. Se da cuenta de que el P. Kowalski tiene algo en la mano: ¿Qué tienes ahí? – le pregunta de mala manera. Y sin esperar respuesta le sacude la mano con la fusta, cayéndole al suelo un rosario. Aplástalo – le grita. El P. Kowalski permanece inmóvil. Al instante lo separan del grupo y lo llevan a la compañía de disciplina. Ya no partirá jamás a Dachau. Lo torturarán y morirá en Oswiecim. La crueldad de la compañía de disciplina es francamente feroz. Se paga por todo y a un precio altísimo. El más mínimo retraso o inadvertencia se castiga con la fusta, a puñetazos o a puntapiés. 11 de junio. Algunos prisioneros intentan fugarse y fracasan. El castigo de los fugitivos no basta. Trescientos prisioneros son llevados, como lección, al crematorio. Entre ellos el P. José Kowalski. Le atan las manos con alambre de espinas . Pero aún no ha llegado su hora. Sin motivo aparente, lo separan de los condenados a muerte, con otros

diez, y lo destinan a trabajos forzados.

La oración de los desesperados Los “forzados” forman una compañía de desesperados. No hay esperanza para ellos y hasta los torturadores los tratan como cosas. El profesor José Kret, testigo de aquellos días de crueldad, cuenta: “Exhaustos por el hambre, por el trabajo y las torturas, los prisioneros morían uno tras otro. Sipp, el jefe del campo se puso un día a burlarse del P. José y, señalándole a sus compañeros de sufrimiento, dijo: “¡Las almas se te escapan, cura! Y sin tu pasaporte no serán aceptadas allá arriba. Súbete a esas pipas y da tu última bendición a las ovejitas como viático para el cielo”. Había en aquel lugar del campo una pipa estropeada. EL P. José tomó aquellas palabras en serio. Subió, se puso de rodillas y, hecha la señal de la cruz, inició el Padre Nuestro con voz fuerte y serena. Alguno de sus compañeros lo miró atónito y se unió a la oración. Después el P. José murmuró: “Y ahora roguemos por los agonizantes y perseguidos”. Y entonó la Salve Regina. La sirena del mediodía interrumpió la plegaria. 4 julio 1942. El profesor Segismundo Kolankowski cuenta: “Cada día, los jefes del campo escogían algunos prisioneros de la compañía de disciplina. Los torturaban y los mataban, después, en el patio. Después del recuento de la tarde, los prisioneros ya estaban extendidos en sus lechos de paja. El Kapo Mitas gritó de improviso: “Que salga el P. José Kowalski”. Al pasar por mi lado, me dio su pedazo de pan susurrando: “Tómalo, Segismundo, que yo ya no lo necesitaré”. No lo volví a ver. Después de torturarlo, como aún estaba vivo, lo echaron en una cloaca y lo ahogaron. Tenía 31 años. BS Don Bosco en Centroamérica

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CONOCIENDO A DON BOSCO NOTICIAS

Atentado contra Don Bosco En diciembre de 1880, un joven señor, como de unos veinticinco años, fue a visitar a Don Bosco, quien le indicó cortésmente que se sentara a su lado en el sofá. Su cara inspiraba poca confianza, desde el primer momento, algo siniestro, que relampagueaba en sus ojos, aconsejó a Don Bosco a ponerse en seguida en guardia y vigilar sus movimientos. Un nerviosismo mal reprimido le agitaba. Así sentado, hablaba inconexamente, yéndose por las ramas y a veces se acaloraba y gesticulaba como un exaltado; de pronto, en la agitación se le resbaló del bolsillo al diván un pequeño revólver de seis tiros. Sin que él se diera cuenta, Don Bosco puso diestramente la mano encima y despacito se lo metió en el bolsillo. Aquél, en su desatinado

Los Amigos de Domingo Savio y el Movimiento Juvenil Salesiano del Instituto Celestin Freinet de Zamora, Michoacán (México) los queremos felicitar por proporcionar el estilo de Don Bosco a los jóvenes de una manera creativa y dinámica.

hablar, había soltado frases provocativas, como si quisiera armar camorra... Al llegar a cierto punto, volvió su fulmínea mirada alrededor, echó su mano derecha al bolsillo, hurgó una y otra vez con señales de extrañeza y despecho, se puso en pie, observó acá y allá y no se calmaba. También Don Bosco se había levantado y, mientras seguía el otro sus frenéticas pesquisas, con toda tranquilidad le preguntó: - ¿Qué busca, señor? - Tenía una cosa aquí en el bolsillo... Quién sabe cómo... ¿Pero, dónde habrá ido a parar? - Habrá creído que la tenía y en cambio... - ¡No, no!, replicó aquel enfurecido, dando vueltas por la habitación y penetrando en la estancia contigua. Don Bosco se aproximó rápidamente a la puerta y, puesta su mano izquierda sobre el picaporte dispuesto a abrir rápidamente, apuntó el arma contra él y, sin descomponerse, le dijo:

- ¿Es esto lo que usted buscaba, verdad? El bribón quedó de piedra y quiso apoderarse de su revólver. Pero Don Bosco le intimó con energía: - ¡Ea!, ¡Salga inmediatamente de aquí y que Dios tenga misericordia de usted! En aquel momento abrió la puerta y dijo a algunos que estaban en la antesala que acompañaran al señor hasta la portería. El asesino se resistía, pero Don Bosco replicó: - ¡Salga y no vuelva más! Finalmente salió. Dos de la casa, que comprendieron de qué se trataba, le acompañaron hasta la calle, donde lo esperaba un grupo de jóvenes de mala catadura, que hablaban en voz baja junto a un carruaje. Comprendiendo que el golpe había fallado, unos saltaron al coche, que desapareció con la velocidad del rayo, y otros pusieron pies en polvorosa, mientras nuestro amigo, mohino y cabizbajo, siguió calle Cottolengo adelante.

Me siento muy contenta con todos sus mensajes. Hay tanta riqueza en ellos. Gracias por su paciencia.

Sueño con recibir el Boletín Salesiano. Quisiera que me indicaran qué debo hacer para tener una suscripción directa. Hace muchos años lo recibía en mi casa. Ahora los Cooperadores Salesianos de Guatemala me envían algunos ejemplares. Pero yo quisiera recibir más, pues los reparto en grupos juveniles con los que tengo contacto y con jóvenes que ahora son padres de familia. Ando fotocopiando las meditaciones del P. Hugo Estrada y las primeras páginas para padres de familia sobre cómo guiar a sus hijos

Silvia de Castellanos El Salvador

Gracias por las noticias y documentos que nos envía por correo electrónico. Gracias por tenernos al día. Todos los documentos que salgan serán bien recibidos y de mucho provecho.

Los saludo y los felicito por su labor y entereza. El trabajo que realizan en el Boletín Salesiano, nos recuerda constantemente que somos parte de una familia muy grande y que se encuentra trabajando poco a poco en cada país, en cada centro y en cada casa, siempre bajo una misma misión.

Sor Ma. de los A. Ramírez FMA. San Salvador, El Salvador

Roxana Figueroa ACS. Costa Rica.

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Memorias Biográficas, Volumen XIV pag 442

María Mercedes Argueta Yax, Cooperadora Salesiana Quetzaltenango, Guatemala



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