Boletín Salesiano 151

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PRESENTACION

Espiritualidad bíblica Por suerte ya quedaron bien enterrados aquellos tiempos en que la Biblia era mirada como un libro peligroso para el cristiano común, al que sólo se le distribuía migajas de Palabra. Se suplía el hambre de espiritualidad con una exhuberancia de devociones, algunas de dudosa utilidad. Hoy los fieles son alentados a nutrirse de la Palabra como alimento básico e imprescindible para el desarrollo de una espiritualidad robusta. Y los fieles han reaccionado con entusiasmo. Los que tienen la suerte de ser iniciados en las riquezas sustanciales de la Biblia acuden como abejas a la flor a esta fuente legítima de vida cristiana. Los jóvenes, en particular, tienen la ventaja de estar menos prejuiciados

y más sensibles a la frescura de la Buena Nueva.

tensidad de la contemplación y el ardor de la actividad apostólica.

Lo triste es contrastar este apetito por la Palabra con el desinterés de muchos pastores por ayudar a sus fieles a desentrañar las riquezas de la misma. Todavía se oyen sermones cargados de “moralina”, o presentaciones flojas de la Palabra.

Para conocer a Cristo no podemos hacer otra cosa que acercarnos a la Palabra de Dios. La contemplación de Cristo pasa necesariamente, aunque no exclusivamente, por el conocimiento de las Escrituras: un conocimiento íntimo, personal, que se produce en el corazón, porque solamente el corazón ve al Verbo.

Se da por sentado, al menos teóricamente, que la renovación de la Iglesia, de la vida consagrada, de la pastoral y de la vida de los fieles no tendrá otro camino que el acercamiento decidido y constante a la Palabra. El Rector Mayor, P. Pascual Chàvez, nos dice: De la meditación de la Palabra de Dios, y de los misterios de Cristo en particular, nacen... la in-

El descubrimiento del método de la Lectio Divina se va abriendo paso en los grupos cristianos. Un método utilizado con gran provecho por los antiguos monjes, pero que lastimosamente había quedado en el olvido por siglos. Heriberto Herrera

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EDUCAR COMO DON BOSCO

El abuelo Miguel BRUNO FERRERO

Como en las mejores familias... El abuelo Miguel era muy anciano. Se fatigaba al caminar. Se cansaba cuando comía y, con frecuencia, ensuciaba el mantel. El hijo y la nuera se fastidiaron tanto que un día lo sacaron de la mesa familiar y le prepararon un lugar aparte, junto a la estufa. Una vez, mientras le servían la sopa, el abuelo no sostuvo bien la taza, que se cayó y se hizo añicos. ¡Un desastre!... La nuera sentenció: “De ahora en adelante comerá en una taza de madera”. El anciano suspiró e inclinó la cabeza. Al día siguiente, Miguelito, el nieto, sentado en el suelo junto al abuelo, trataba de unir entre sí unos pequeños, sutiles y curvos trocitos de madera... “¿Qué haces, Miguelito?”, le

preguntó el padre. “Quiero hacer una taza”, le respondió. “Cuando tú y mamá sean viejitos, servirá para darles de comer”. Esta historia, presentada desde tiempo inmemorial en algunos libros de lectura, se refiere a una lastimosa realidad, cuando los ancianos del mañana sean los “cuarentones” de hoy.

Viejos son los trapos Integramos la primera generación que tiene que enseñar a sus hijos una cultura de la ancianidad. Aunque muchos ‘viejos’ viven serenamente el avance de su edad, reconozcamos que ‘el trabajo de envejecer’ no es tan fácil como parece.

El trabajo de envejecer no es tan fácil

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Cada vez son más los ancianos que conviven con sus familias. ¿Son realmente “una bendición” o son, como dicen algunos, “un problema”? Aprender a convivir con ellos es todo un desafío para estos tiempos que vivimos.

Es un camino muchas veces tortuoso y caótico, sembrado de dificultades, de ambigüedades y contradicciones, de angustias y serenidades, de amarguras y alegrías, de seguridades y temores, de repliegues sobre si mismos y aperturas a los demás. Pero si es difícil envejecer, también es difícil convivir con los ancianos, que son frágiles y necesitan mucha paciencia y tolerancia. Estas virtudes no se compran en el supermercado y, por eso, muchas familias recurren al eslógan de que “los viejos son inútiles y cuestan caro”, aunque los utilicen como ‘niñeras’ gratuitos. En una cultura de la supereficiencia, como la nuestra, la ancianidad, BS Don Bosco en Centroamérica

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más que un estado normal de la vida, parece una herida, una desviación, una culpa. Muchos se la imaginan como una tétrica y despersonalizante sala de espera de la muerte.

Signo de estabilidad de los afectos familiares

Los ancianos, para seguir siendo personas, necesitan de quienes forman parte de su ambiente social y familiar. Requieren la ternura de sus seres queridos, mucho más que durante su edad adulta y casi como en el momento de su primera infancia. Cuando son arrancados de la vida familiar, sienten una exclusión (¿o expulsión?) que los mortifica en el sentido etimológico de la palabra.

Reza el poema, aunque la verdadera riqueza se adquiera con la ancianidad. Cada anciano es un archivo de experiencias, un cofre cargado de sabiduría acumulada durante años. Su mayor legado no lo constituyen los bienes materiales sino ese conjunto de recuerdos, ilusiones, secretos, estilo de vida, costumbres, aspiraciones y esperanzas llamado ‘espíritu de familia’. Ellos lo aprendieron desde su niñez, posiblemente de sus abuelos, bajo la forma de historias y recuerdos entrañables, con el encanto de tiempos antiquísimos. Y ahora, en la edad de los achaques y la sabiduría, vuelven a volcarlo en sus nietos. Éstos sienten que sus abuelos son el signo de estabilidad en los afectos familiares, con su testimonio de tiempos lejanos, cuando mamá y papá eran niños. Ellos reconstruyen hacia atrás el barrio y sus historias: cuando la pequeña escuela ocupaba el predio de la actual panadería; cuando no habían supermercados y las compras se hacían en ‘la tienda’; cuando no había tarjetas de crédito, y el almacenero depositaba su confianza en ‘la libreta’; y que donde está la piscina del club había un pequeño lago, donde se conocieron mamá y papá.

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“Juventud, divino tesoro...”

Con esos relatos, el niño percibe la continuidad de los afectos y va teniendo la sensación de que su familia existió siempre, y deberá seguir existiendo. Y esto es muy importante para los niños de nuestro tiempo, atacados por una sociedad frenética e insegura. El mayor temor de los niños es que se destruya su mundo afectivo. La presencia de los abuelos, sólida y duradera a través de un tiempo que a los nietos les parece sin límites, da ciertamente seguridad y fortaleza. Cuando fallece un anciano, se pierde una biblioteca.

Los que siempre tienen tiempo En una ingenua redacción escolar, un niño presentaba a sus abuelos: “Una abuela es una señora que no tiene hijos suyos y que quiere a los hijos de los demás. Un abuelo es una especie de abuela masculina. Los abuelos no tienen otra cosa que hacer que existir siempre. Son tan ancianos que no pueden hacer trabajos pesados o correr. Cada tanto me llevan a pasear, y siempre tie-

nen alguna moneda para mis gustos. Si vamos de la mano, disminuyen el paso cuando ven hojas o piedras, y nunca nos dicen ‘¡apúrate!’. Generalmente son gordos, pero no tanto como para no poder agacharse y atarse los zapatos. Los abuelos usan lentes. Pueden quitarse los dientes y esos aparatos para oír. Los abuelos no tienen que ser inteligentes, porque sólo deben responder preguntas como ‘¿por qué Dios no se casa?’ o ‘¿por qué los perros se pelean con los gatos?’. Los abuelos no usan con los niños un lenguaje infantil, como hacen a veces las personas que vienen de visita. Además, cuando nos leen cuentos, no saltan ninguna parte y no se enojan si les pedimos que nos cuenten siempre los mismos cuentos. Todos deberíamos tener una abuela porque las abuelas son los únicos adultos que siempre tienen tiempo”.


PALABRA DE DIOS

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Orar la Palabra en la vida del cristiano Jorge Zevini, SDB

Para que nuestra fe crezca y nuestra vida personal y eclesial madure, es necesario recorrer un camino de vida con la Palabra de Dios, que he experimentado con fruto en varios grupos juveniles y con mucha gente del pueblo.

Escuchar, convertirnos, testimoniar Escuchar la Palabra. La escucha de la Palabra de Dios es medio fundamental para la vida espiritual del cristiano. Se vive la vida según el Espíritu en la medida en que damos espacio a la Palabra y hacemos nacer el verbo de Dios en nuestro corazón. Escuchar la Palabra es rendirse a la iniciativa de Cristo que obra la salvación y nos renueva. Es aceptar a una Persona que quiere entrar en

comunión con nosotros. Escuchar es dejarse guiar por la Palabra. Escuchar es una invitación a leer nuestra vida como historia de salvación. Por tanto, el camino espiritual de todo cristiano comienza con la escucha de la Palabra para que, como dice san Nilo, “en la Escritura está escondido Cristo, y el Reino de Dios lo encuentran aquellos que perseveran en la oración y en la lectura, medios ordinarios para aclarar el Espíritu”. Convertirnos a la Palabra. De la escucha de la Palabra nace en el creyente la respuesta, la conversión a Dios. No basta alimentarse de la Palabra, es preciso asimilarla. Es necesario tener el deseo de que esta Palabra encuentre eco en la propia vida, el valor de dejarse juzgar por la Palabra. Debemos saber confron-

tarnos con ella, dejarnos provocar realmente por ella, dejarnos convertir (Mc 1,15). El primer paso hacia la conversión, que es don de Dios, es la confesión del propio límite, del propio pecado. Es necesario pasar de la autosuficiencia personal a la dependencia total de Dios y de su Palabra. Se trata de vaciarnos de nosotros para revestirnos de él. El amor de Dios toma la iniciativa, pero sin forzar a nadie. Convertirse por tanto a Dios es acoger su Palabra. Es entrar en el silencio de Dios y en la sencillez de una vida, que es don según el modelo de Dios. Es participación en el amoroso coloquio del Padre con el Hijo en el soplo del Espíritu.


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TEMA DEL MES

Testimoniar la Palabra. La Palabra de Dios en la vida del creyento no se agota en la escucha y en la acogida, sino que exige el testimonio para ser creíble. El testimonio es la voz de la conciencia, es fruto de la vida interior del creyente, es don de Dios y del Espíritu, pero comporta en el cristiano madurez y valor. Se lee en los textos antiguos que un fiel llegó a suplicarle a un monje que le copiara un libro de la Biblia. El monje, que se ocupaba en la oración aún cuando trabajaba, escribió descuidando algunas frases y sin signos de redacción. El hermano, tomando el libro y queriéndolo corregir, se dio cuenta de que faltaban palabras. Entonces le dijo al monje: “Padre, faltan frases”. Y el monje le respondió: “Vete, pon en práctica lo que está escrito, después vienes para que te escriba el resto”. Es un episodio ejemplar. El mayor deseo del hombre contemporáneo es el de querer descubrir el rostro de Cristo mediante el testimonio de una vida empeñada en el Evangelio. La sociedad actual tiene náuseas de las palabras y de los discursos vacíos, quiere hechos. En el testimonio cristiano la vida y la Palabra de Dios se corresponden; la vida prueba la autenticidad del men-

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saje, porque la condición humana ha cambiado realmente. El tiempo en que vivimos necesita que se le grite el Evangelio con la vida. Entonces es posible que el encuentro con Cristo y su Palabra, en su testimonio, penetre en lo íntimo de quienes están cercanos y lo conduza a la experiencia fuerte de Dios que salva. Un peregrino ruso decía: “Por la gracia de Dios soy hombre y cristiano; por los actos, gran pecador; por condición, peregrino sin techo; de la más baja condición, errante siempre de lugar en lugar. En cuanto a lo que poseo, tengo en la espalda un saco con pan seco, en mi camisa la santa Biblia, y esto es todo”. La cosa más bella para el cristiano es llegar al final de la propia vida libre y pobre, sin ningún bagaje, sólo con un libro en la mano: la Biblia.

La «lectio divina» en la vida cristiana Te sugiero ahora una vía concreta de vida espiritual, fundada en la palabra de Dios, para hacer de la Biblia tu libro de educación en la fe y de oración diaria: el camino de la «lectio divina».

Esta práctica no es propia de escogidos, sino que interesa a tí y a toda la Iglesia, porque la palabra de Dios es para todos. Es el momento de confrontarte personalmente con Dios. Es vivir tu vida como prolongación de la palabra escuchada, interiorizada y orada, refiriéndola continuamente con las acciones del día en la presencia de Dios. Esta frecuente y familiar “lectura de las Sagradas Escrituras” (DV, 25) ha sido vívamente recomendada por la Tradición de la Iglesia y recientemente por el Sínodo de los Obispos de 1977 sobre la Catequesis, cuando en el Mensaje al pueblo de Dios se dice que la finalidad de la catequesis es “la introducción auténtica a la “lectio divina”, es decir a la lectura de la Biblia, pero según el Espíritu, que habita en la Iglesia ya sea con su presencia en el ministerio apostólico ya sea con su acción en los fieles” (n. 9). En concreto, la “lectio divina” consiste en la lectura de un trozo bíblico, a la luz del Espíritu Santo, de tal modo que la palabra leída, meditada y acogida en nosotros, se transforme en oración y transforme la vida. Estas son las etapas de este camino:


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Método para practicar la “Lectio Divina” 1. Invoca al Espíritu Santo

2. Lee la Palabra

Antes de abrir la Biblia, pide al Espíritu Santo que te ilumine y que, al descender en ti, te haga comprender su palabra en la fe. Esto evitará el peligro de caer en el consumismo privado de la palabra y en la arbitrariedad y el sujetivismo: el acercamiento privado se transforma entonces en sacramento de la unidad de la Iglesia. Invoca al Espíritu, con un corazón humilde y sencillo, con esta oración:

Una vez abierto el Libro sagrado, lee con calma y atención, buscando hacer llegar a tu corazón cuanto el Espíritu te diga en la página bíblica. La “lectura” de la palabra se hace con la conciencia de escuchar a Alguien: la persona viva que te habla es Jesús.

Padre Santo, tú que eres la Luz, abre mis ojos y mi corazón. Infunde tu Espíritu en mí, para acoger con docilidad tu palabra. Dame un corazón abierto y generoso para que en diálogo contigo pueda conocer y amar a tu Hijo Jesús para salvación de mi vida y la de mis hermanos. Te lo pido por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

¿Qué significa en la práctica leer un texto bíblico? Significa leerlo y releerlo varias veces, subrayando con lapicero en mano, como sugiere el cardenal Martini, la palabra, la frase, la idea que te impresiona. Es poner de relieve las partes más importantes del texto: los personajes, el ambiente, los sentimientos, las imágenes, los dinamismos de las acciones, los verbos, los textos paralelos y los textos parecidos. Como ves, la Biblia es un libro en el que hay que “permanecer” y “trabajar” sin prisa. La fidelidad a todo esto te

llevará a conocer el texto y a descubrir la multiplicidad de cosas siempre nuevas. Esta etapa de la “lectura” es pues de búsqueda del sentido históricoliteral, buscando respetar el texto. Nos podemos hacer ayudar en esta tarea por algunos subsidios bíblicos y un comentario sencillo y bien fundado bíblicamente.

3. Medita la Palabra Meditar es reflexionar sobre los valores permanentes de los textos, es buscar el sabor de la palabra, no la ciencia; es “rumiar” la palabra tratando de que cale en nosotros a base de interioridad y concentración; es cerrar los ojos delante del Señor y confrontar el texto con tu vida poniendo en evidencia las actitudes y los sentimientos que la palabra de Dios te transmite. En realidad debes proponer preguntas al texto leído: ¿Cuál es la idea y BS Don Bosco en Centroamérica

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TEMA DEL MES tuar al Espíritu de Dios en ti, conscientes de que todo es don de un Padre que es Amor.

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6. Actúa y conserva la Palabra en la vida

el valor fundamental del texto? ¿Por qué es importante para ti? ¿Qué te sugiere y cómo te interpela? ¿Qué actitudes y sentimientos te transmite? ¿Cómo puedes con ellos iluminar tu vida? Se trata de hacer penetrar profundamente la palabra en la intimidad de tu corazón y después poner en marcha todas tus energías para confrontarlas y “penetrar” dentro de la palabra y “convertirte” a ella.

4. Orar la Palabra Cuando la meditación sobre la palabra se hace bien, desemboca necesariamente en la “oración”, que es otra etapa del camino de la “lectio”. Orar es responder a Dios después de haberlo escuchado; es decir sí a su voluntad y a su proyecto sobre ti. Con la meditación has descubierto lo que Dios te dice en lo secreto de tu conciencia. Después de que esta palabra se ha incorporado en tu mundo interior, hazla rebotar hacia Dios con la oración oral. Tu oración será entonces el momento en que te identificas con los sentimientos religiosos que el texto te sugiere y suscita dentro de ti. La palabra bíblica en la oración se transforma así en motivo de alabanza, acción de gracias, súplica, confianza, arrepentimiento, bendición. Dice san Agustín: “Si el texto es ora-

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ción, oren; se es gemido, giman; si es gratitud, permanezcan en el gozo; si es un texto de esperanza, esperen; si expresa el temor, teman. Porque las cosas que sienten en el texto bíblico son el espejo de ustedes mismos”.

5. Contempla la Palabra A esta etapa de la “lectio” no debes preocuparte por llegar. Si has hecho bien el camino precedente, es el Señor quien te introducirá. La “contemplación” es el momento pasivo de la intimidad en el que la iniciativa corresponde a Dios. El te introducirá a la contemplación de su misterio, el del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, cuando lo disponga. Contemplar la palabra es olvidar los detalles y llegar a lo esencial. Descubre entonces, con el corazón y no con la mente, tu vida, tu misterio en el de Dios con un diálogo que es sencillez, adoración, conocimiento y experiencia de un Padre que te ama como hijo. La contemplación es mirar con ojos de admiración, de niño, en el silencio, el misterio de Dios-Padre, de Jesús-amigo y del Espíritu-Amor. Es reencontrar la participación límpida, transparente de la realidad de Dios, propia de los puros, de los sencillos, de los pobres de Dios. No es fruto de carismas especiales, ni de esfuerzos extra, ni de éxtasis: es dejar ac-

Las etapas precedentes, importantes en sí mismas, asumen funcionalidad si se orienta a la vida vivida. El camino de la “lectio” no se puede concluir si no se llega a hacer de la palabra una escuela de vida. Tal meta se consigue cuando experimentas en ti los frutos del Espíritu, típicos de la “lectio”: ellos son la paz interior que florece en el gozo y en el gusto por la palabra, la capacidad de discernimiento entre lo que es esencial y obra de Dios y lo que es banal y obra del mal, el coraje para elegir y actuar según los valores evangélicos. «El Evangelio es el libro de la vida del Señor y está hecho para que sea el libro de nuestra vida. No está hecho sólo para ser entendido; leerlo es como encaminarse hacia el umbral del misterio. No está hecho para ser leído, sino para ser acogido en nosotros. Cada palabra es Espíritu y vida, no espera nada más que la avidez del corazón para precipitarse en él. Las palabras de los libros humanos se comprenden y se valoran.

«Padre, hazme realizador de tu Palabra» Antes de cerrar la Biblia, toma algún propósito concreto que te ayude en tu vida cristiana a crecer, y después concluye tu encoentro con la palabra de Dios con la oración: «Padre Santo, tú que eres la Vida, hazme realizador de la Palabra de tu Hijo que he leído y escuchado en mí. Concédeme hacerla vida para que pueda encontrar mi felicidad en practicarla y ser, entre mis hermanos y hermanas con quienes vivo, un auténtico testimonio de tu Evangelio de salvación. Te lo pido por Jesucristo nuestro Señor. Amén”.


¡La voz del Señor sobre las aguas! BS Don Bosco en Centroamérica

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TEMA DEL MES

Escuchar la Palabra de Dios es lo más importante en nuestra vida Cristo está siempre en medio de nosotros y desea hablar a nuestro corazón. Le podemos escuchar meditando con fe la Sagrada Escritura, recogiéndonos en la oración privada y comunitaria, deteniéndonos en silencio ante el Tabernáculo, desde el cual Él nos habla de su amor. Especialmente el domingo los cristianos están llamados a encontrar y escuchar al Señor. Esto ocurre de la manera más plena mediante la participación en la Santa Misa, en la que Cristo prepara para los fieles la mesa de la Palabra y del Pan de vida. Pero otros momentos de oración y reflexión, de descanso y fraternidad pueden contribuir útilmente a santificar el día del Señor. Cuando, por la acción del Espíritu Santo, Dios hace morada en el corazón del creyente, se hace más fácil servir a los hermanos. Así sucedió de forma singular y perfecta en María Santísima. Juan Pablo II

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PALABRA DE DIOS Tomado de la carta del Rector Mayor titulada Palabra de Dios y vida salesiana hoy.

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María y la Palabra Aprender a partir siempre de la Palabra lleva consigo el esfuerzo de hacer verdaderamente nuestras las actitudes de la Santísma. Virgen ante ella: escucharla, obedecerla, hacernos sus discípulos, convertirnos en creyentes. Ninguna escuela es mejor que la de María, para dejarnos introducir en la contemplación y en la acogida, en la custodia y en el anuncio de la Palabra de Dios. Habiendo dado su consentimiento a la Palabra divina, que se hizo carne en ella, María aparece como modelo de acogida de la gracia por parte de la criatura humana. Ningún creyente ha logrado como Ella, efectivamente, hospedarla tan bien, hasta hacerla criatura de su seno: María nos enseña que quien cree en la Palabra la hace carne propia, que quien la sirve con la vida la hace vida propia, que quien obedece a Dios lo convierte en su hijo. “¿Nos atreveremos tal vez a llamarnos madres de Cristo?”, se preguntaba San Agustín con énfasis; y respondía con seguridad: “Cierta-

mente, nos atrevemos a llamarnos madres de Cristo... Los miembros de Cristo dan a luz con el espíritu, como María Virgen dio a luz a Cristo con el vientre: así seréis madres de Cristo”. No es vana ilusión pensar que la felicidad de María esté al alcance de nuestra mano. El Dios de María sigue manteniendo hoy proyectos de salvación; sigue, por eso, buscando creyentes atentos a su Palabra y dispuestos a acogerla en su existencia a toda costa; a nosotros nos ha reservado una aventura y gracias semejantes a las que concedió a Su madre. Para llegar a ser bienaventurados como María, y vivir con plenitud de gracia, nos basta ser creyentes como Ella: fiarse totalmente de Dios y comportarnos como humildes siervos. Si somos capaces de entregarnos a Dios, como Ella se entregó, acabaremos como Ella por proclamar que el Señor ha hecho maravillas también en nosotros. No debemos olvidar que la relación de María con Dios y con Cristo no permaneció monótona y siempre

igual: fue lógicamente más íntima y constante al comienzo, antes y después del nacimiento de su hijo: permaneció oculta durante el ministerio público de Jesús (Jn 2,1-22; Lc 8,19-21; 11,27-28), tuvo un nuevo e intenso contacto durante la semana de la pasión (Jn 19,25-27). Precisamente porque en la relación con Dios es siempre Él quien toma la iniciativa y fija tiempos y metas, la relación no resulta nunca idéntica a sí misma. María lo aprendió pronto: en el momento de dar a luz al hijo, lo que se decía de él era incomprensible (Lc 2,18-19); cuanto más se le anunciaba el futuro de su hijo (Lc 2,34-35), tanto menos coincidía con lo que se le había dicho en la anunciación (Lc 1,30-33.35). La pérdida de Jesús niño en el templo es signo anunciador de un camino aún más doloroso: Ella deberá convivir en casa con un hijo que sabe que es Dios, pero que le está sometido todavía por algún tiempo (Lc 2,49-51). No hay que maravillarse si María, no siendo capaz de comprender, “conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón” (Lc 2,19.51).

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TEMA DEL MES

Don Bosco, sacerdote de la Palabra Tomado de la carta del Rector Mayor titulada Palabra de Dios y vida salesiana hoy. En el tiempo en que vivió Don Bosco, la Biblia no tenía una presencia fuerte en el contexto eclesial y cultural; la Escritura no era considerada el primero entre los libros de la fe. Aun no estando ausente del todo de la vivencia cristiana, se llegaba a ella indirectamente a través de la meditación eclesial, casi exclusivamente litúrgica o catequética; en su interpretación se privilegiaba más la aplicación edificante y el sentido acomodado.

Formación bíblica y ministerio personal La enseñanza religiosa que Mamá Margarita impartió o, mejor, hizo respirar a Juanito, aunque tal vez no tenía referencias explícitas a la Biblia, estaba empapada de sensibilidad y de resonancias bíblicas, que expresaban “el sentimiento vivo de la presencia de Dios, la sencilla admiración de sus obras en la creación, la gratitud por sus beneficios, la conformidad con su santa voluntad, el temor de ofenderlo”. El Dios de Don Bosco es, como el bíblico, un Dios

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personal, que se oculta más allá de la realidad, de la que es origen y meta; es un Dios al que se llega en los acontecimientos, del que se habla narrando hechos, al que se sirve en lo cotidiano. De la formación bíblica de Don Bosco durante los años del Seminario se pueden deducir escasos elementos y poco significativos; el estudio de la Sagrada Escritura debía tener una importancia bastante marginal. En las Memorias del Oratorio, Don Bosco enumera una serie de lecturas bíblicas en las que él se había comprometido y alude a su amor a las lenguas griega y hebrea; de los frutos de este estudio las Memorias Biográficas ofrecen varios testimonios, tal vez con alguna exageración. En los escritos de Don Bosco encontramos numerosas citas de la Escritura: pero su aplicación es, ordinariamente, de carácter edificante: Cuando la Escritura no es incorporada como página narrativa, sino como sentencia sumamente acreditada, en general es asumida en sentido moral, muchas veces en senti-

do extensivo o audazmente acomodaticio. Solicitado como predicador por tener gran facilidad para exponer la palabra de Dios, Don Bosco afirma, además, que su modo de predicar comenzaba con un texto escriturístico; la eficacia de su palabra se debía, además de a la doctrina y a la acentuación espiritual, a la costumbre de apoyarse en la S. Escritura y en los Santos Padres. Hay que recordar, porque es significativo, que la gracia pedida fervorosamente en su primera misa fue la eficacia de la palabra; “me parece –escribió hacia el final de su vida- que el Señor oyó mi humilde plegaria”. Aunque no excluya que la Biblia es la palabra de Dios por excelencia, Don Bosco, como sus contemporáneos, utiliza ordinariamente la expresión para indicar toda la enseñanza de la Iglesia. Cristiano, escribe, es el que tiene “la Divina Palabra como guía”. “La palabra de Dios se llama luz porque ilumina al hombre y lo dirige en el creer, en el obrar y en el amar. Es luz porque desmenuzada y bien enseñada muestra al hombre qué camino debe seguir para alcanzar la vida eterna y feliz. Es luz porque calma las pasiones de los hombres, las cuales son las verdaderas tinieblas, tinieblas fuertes y peligrosas, tanto que no pueden clarearse sino por la palabra de Dios. Es luz porque, predicada debidamente, infunde las luces de la gracia divina en el corazón de los oyentes y les hace conocer la verdad de la fe”.

Eficaz utilización pedagógica La relativa importancia del estudio de la Sagrada Escritura durante los años de seminario hace ahora más impresionante –y muy sugestivo- el modo como Don Bosco supo valorizar el dato bíblico en su actividad educativa. La referencia a la palabra de Dios en su pedagogía fue constante; Don Bosco construyó la santidad de sus jóvenes sobre una


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En la vida de Domingo Savio, cuando Don Bosco describe su crecimiento espiritual, hace notar en un determinado momento: “Tenía siempre presente que la palabra de Dios es la guía del hombre en el camino del cielo”. Hablando del interés de Domingo por hacerse explicar lo que en la Sagrada Escritura no comprendía, añade: “De aquí arrancó aquella vida ejemplarísima y aquella exactitud en el cumplimiento de sus deberes, que difícilmente pueden superarse”. Y, efectivamente, en el reglamento de la Compañía de la Inmaculada, redactado por Domingo, en el punto 12º se lee: “Acogeremos con avidez la santa palabra de Dios y repensaremos las verdades oídas”. La obra en que Don Bosco demuestra mayormente su sensibilidad bíblica en perspectiva educativa es ciertamente la Historia Sagrada. En el prefacio él motiva la edición de una nueva Historia Sagrada, evidenciando ante todo los defectos de otras en circulación: demasiado voluminosas o demasiado breves, carentes de referencias cronológicas y de sensibilidad pedagógica. Además, presenta en positivo las cualidades de su texto: presentación cuidada de todas las noticias más importantes de los libros sagrados; atención para no despertar en los jóvenes ideas menos oportunas; facilidad para que el texto pudiera valer para cualquier joven, hasta el punto de poder decirle: toma y lee. Don Bosco añade que ha llegado a este resultado después de una larga y concreta experimentación en contacto con los jóvenes, estudiando con atención las reacciones que en ellos podía despertar su presentación. Otro texto que revela la importancia que Don Bosco daba a la Biblia es El Joven Cristiano, un texto del que se ha dicho que para la ascéti-

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sólida evangelización, fundada en la palabra de Dios e iluminada por ella.

ca tiene el mismo valor que las páginas del ‘Sistema Preventivo’ tienen en pedagogía”, que es “el programa y pregón de la espiritualidad propuesta por Don Bosco a los jóvenes, programa al que se mantiene fiel hasta el fin de su vida. Don Bosco mismo lo presenta como “libro de devoción adecuado a los tiempos”. Escribe: “Traté de escribir un libro, basado en la Biblia..., que expusiese los fundamentos de la religión católica de la forma más breve y clara posible”. En verdad, analizando las indicaciones que Don Bosco da a los jóvenes, se constata que están “apoyadas” en más de 40 citas bíblicas, si bien no todas son explícitas. Una especial “tonalidad bíblica” de fondo ha sido puesta de relieve por un historiador un poco crítico en el modo mismo de narrar que tenía Don Bosco. Como buen educador y comunicador elocuente, Don Bosco supo servirse con fantasía de los medios de comunicación que tenía a disposición: juego, música, teatro, paseos, liturgia, fiestas... Uno de ellos eran las inscripciones, sacadas de la Biblia, que quiso estuvieran puestas dentro de los pórticos de Valdocco. “Quería –comenta su biógrafo- que hasta las paredes de su casa hablasen de la necesidad de salvar el alma”.

Determinante para recurrir Don Bosco a la Biblia en su obra educativa fue la razón teológica: la Biblia es el libro sagrado por excelencia. Además, tuvieron su peso también otros motivos: la educación recibida en familia, saturada de religiosidad genuina y, por eso, sustancialmente bíblica; sus misteriosas experiencias de lo sobrenatural, que se manifiestan por ejemplo en los sueños y que son marcadamente bíblicas; su temperamento y su inclinación a estudios positivos, tanto históricos como exegéticos; un poco menos, tal vez, el planteamiento cultural y la experiencia formativa del Seminario. En él el recurso a la Biblia tiene una finalidad moral y educativa: sirve para orientar rectamente la respuesta del hombre a la acción de Dios. Como sacerdote y pedagogo, Don Bosco puso la Palabra de Dios en el centro de su trabajo apostólico, hasta el punto de ser llamado “sacerdote de la palabra”. “Obrero de la palabra es quien hace con la palabra obra propia, por gusto y por voluntad; sacerdote de la palabra, por el contrario, llamaremos al que ejerce con la palabra un ministerio, un uso sagrado de la palabra, practicado en nombre de Dios y en servicio espiritual del prójimo, por deber de vocación”.

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TEMA DEL MES

Misión

La Palabra de Dios fascinó sus almas ingenuas. Eran prácticamente analfabetas. Ese texto bíblico sería la puerta de entrada a la Biblia, que hasta entonces desconocían. En otro tiempo ustedes eran tinieblas, pero en el presente son luz en el Señor. El capítulo quinto de la carta a los efesios fue el germen de una profunda y duradera revolución pastoral en la misión salesiana de Carchá (Guatemala). Las refrescantes frases bíblicas eran leídas y releídas, comentadas y reflexionadas en conversación libre. Era la sorpresa de quien encuentra un filón de oro. Era como masticar un alimento sabroso. Al poco tiempo decidieron invitar a sus sesiones al P. Jorge Puthenpura, entonces joven misionero llegado de la India. Como hijos amadísimos de Dios, esfuércense por imitarlo. Sigan el camino del amor, a ejemplo de Cristo que los amó a ustedes. El mensaje tenía la fuerza de la novedad. Les resultó una total sorpresa asomarse por primera vez a este

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El P. José Bosco, Salesiano, con un grupo de catequistas en la misión de Chisec Júntense para rezar salmos, himnos y cánticos espirituales. Canten y celebren interiormente al Señor. Primero saborearon el descubrimiento de la Palabra. Después se lo contaron a las aldeas vecinas, que quedaron contagiaIndígenas qeqchí de la misión salesiana de Carchá. das. Así se generó una reacción en cahorizonte que ni siquiera imagina- dena. Comunidad tras comunidad ban. comenzaron a experimentar el sabor de la Palabra y a estrenar un Por cuanto son ustedes santos, nuevo estilo de vida, nacida de la no se hable de inmoralidad misma. Se trataba sin duda de un sexual, o de codicia o de cual- nuevo Pentecostés. quier cosa fea. A ellos, lastimados por una vida desordenada por el li- Hoy, más de treinta años después, cor y la sexualidad indisciplinada, se el panorama tiene algo de milagroles despertó el vehemente deseo de so. Centenares de comunidades se iniciar una vida digna. Era una op- han habituado a la celebración de ción moral entusiasmante, total- la Palabra, los animadores de las remente ajena a los habituales mora- uniones se han multiplicado por lismos asfixiantes. miles, ha ido surgiendo un abanico de ministerios laicales entre hombre No anden como tontos, sino y mujeres. como hombres responsables. En aquel pequeño grupo indígena ale- La Palabra de Dios ha transformado teaba el Espíritu del Señor. Algo radicalmente la vida de las comunigrande comenzaba a nacer en aque- dades indígenas. La toma de conllas ingenuas reuniones nocturnas. ciencia de la propia dignidad, a la Ese algo era el descubrimiento de luz de la Palabra, despierta en estos una sabiduría nueva, que los con- hombres y mujeres un anhelo por ducía a un estilo de vida de mayor todo aquello que conduce a su sucalidad. peración humana. BSCAM

En 1970 un grupo de jóvenes solteros de la aldea Sehubub, a 15 km de la ciudad de Carchá, Guatemala, comenzó a reunirse por iniciativa propia tres veces por semana. Las reuniones nocturnas se realizaban en sus propias casas humildes. A la luz de una lámpara de gas, apretujados en bancas bajas, comenzaron a escudriñar el capítulo 5 de Efesios. También asistían mujeres y niños. No había maestro ni alguien que explicara. Era una conversación espontánea.

BSCAM

y Palabra de Dios


PALABRA DE DIOS

Mi experiencia con la Biblia Mario Fiandri

Entendí también que la Biblia proclama el sentido definitivo y auténtico de mi vida y es la razón última de mi existencia En 1989 me encontraba en la comunidad salesiana de la Parroquia Divina Providencia (Guatemala), inmerso en un montón de trabajos y proyectos. De repente un día me llamó por teléfono el superior y me pidió que fuera a verlo de inmediato a San Salvador (donde en ese tiempo estaba la casa provincial) porque necesitaba hablarme de algo con urgencia. La cosa me extrañó mucho y me obligó a hacer en seguida un examen de conciencia, revisando qué había hecho o en qué había fallado o qué tontería había cometido, ya que apenas una semana antes el mismo Provincial había estado visitando mi comunidad. Cuando llegué a San Salvador, me comunicó que pensaba mandarme a estudiar Biblia. En ese momento me sentí como aturdido o como que me hubieran agarrado desprevenido y me hubieran pegado un golpe al hígado. Me parecía muy duro dejar de repente y sin preaviso mi comunidad, mi gente, mi ambiente de trabajo, mis proyectos . Además me sentía ya viejo (tenía en ese entonces 42 años) para volver a estudiar y pasar exámenes después de tantos años de haber abandonado los libros y los estudios académicos. Volver a estudiar me parecía un caminar para atrás -como un cangrejo- después de haber saboreado

lo rico y gratificante de la vida y la actividad pastoral a tiempo completo. No me hacía ninguna gracia cambiar el rumbo de mi vida para ir a estudiar Biblia. Como salesiano acepté la obediencia, pero sin mucha ilusión; simplemente tenía que ir a estudiar y sacar el título. Hoy veo ese cambio de rumbo en mi vida como una de las gracias más grandes de mi vida personal y sale-

siana. Ir a estudiar Biblia ha sido para mí como un camino de Damasco, duro y difícil, pero maravilloso y lleno de significado. ¿Qué ha significado para mí el estudio de la Biblia? Estudiar la Biblia de manera profesional o científica me ha abierto la mente acerca de la misma. Me ha servido para entender que estudiar la Biblia no es tanto conocer nociones acerca de la historia de Israel o BS Don Bosco en Centroamérica

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TEMA DEL MES Universidad de Yale: “Creo firmemente en la necesidad de la educación universitaria, tanto para hombres como para mujeres; pero pienso que el conocimiento de la Biblia sin estudios universitarios tiene más valor que los estudios universitarios sin la Biblia”.

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Con el estudio de la Escritura aprendí que, si la Biblia es una Persona, y estudiar la Biblia es encontrar a Dios, la Biblia no puede tener para mí sólo un aspecto informativo y proclamativo, sino otro aspecto mucho más importante todavía: un aspecto interpelativo: la Palabra me interpela directamente, me incluye, me compromete, espera y exige una respuesta de mi parte, exige de mí un sí, no puede dejarme indiferente o igual, exige de mí una toma de posición.

los acontecimientos del pueblo de Dios, o la lengua hebrea o griega, o la cultura de Palestina o del Oriente Medio o incluso la vida de Jesús o los orígenes de la Iglesia. Encontrar la Palabra significa encontrar una Persona. Ha quedado claro para mí que la Escritura no consiste en un libro -por muy bonito o muy sagrado que sea- sino en una Persona: la persona de Dios, sobre todo por medio de Jesús, la Palabra hecha carne, Dios expresado y manifestado y hecho visible a mí en la historia. Porque detrás y dentro de los relatos, textos y mensajes descubrí que hay Alguien que me mira, me habla y me guía; y que me hace entender que, más que un «objeto de estudio», Él es un «sujeto de amor» que se dirige a mí y a mi vida, el Dios vivo que actúa en la creación y en mi propia historia. Entendí que Dios no comunica cosas o ideas o noticias, sino que sobre todo se comunica a sí mismo. Y

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comunica en la Escritura lo que lleva dentro, se comunica a sí mismo, o sea su plan de salvación, su amor, su verdad, a sí mismo. Entendí que la Biblia proclama el sentido definitivo y auténtico de mi vida y es la razón última de mi existencia. Porque la Biblia contiene las respuestas verdaderas a los problemas más profundos de mi ser y me enseña auténticamente todas las verdades que forman el sentido de mi vida, porque es la palabra de Aquel que es «el Camino, la Verdad y la Vida». Por eso mismo entendí que la Biblia debe ser -con todo respeto para los demás libros- «el Libro», la fuente principal de mi vida espiritual, la única que puede alimentar adecuadamente mi fe y mi vida cristiana y salesiana. Estudiando la Biblia entendí lo que decía William Lyon Phelps, que en una encuesta resultó ser el profesor más preparado y amado de los Estados Unidos y que fue rector de la

Porque la Palabra es para la vida, para «mi» vida. Mi meta o mi punto final no puede consistir en la actualización exegética o cultural del texto sagrado, sino en mi confrontación -como discípulo - con la Palabra de salvación, para iluminar mi propia existencia, ofreciendo un continuo empujón para re-fundar y re-programar mi vida cotidiana según las ideas y los valores de la Biblia. De hecho, ¿quién es el mejor intérprete y el mejor exegeta de la Biblia? Estoy seguro de que es el santo, el fiel, que vive plenamente la realidad expresada por los textos bíblicos; así como estoy seguro de que San Francisco de Asís y Don Bosco -para poner dos botones de muestra- son los mejores intérpretes de la Biblia que los doctores y los exegetas oficiales, porque ellos la han vivido «haciéndola carne». En tercer lugar, estudiar la Biblia me ha ayudado mucho a re-orientar mi visión y mi praxis pastoral como párroco.


PALABRA DE DIOS manera científica y al mismo tiempo vital- los fieles tienen hambre y sed, pero no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra del Señor.

Y que la mayoría de los católicos están frente a la Biblia como el eunuco etíope de los Hechos de los Apóstoles: «Felipe corrió hasta él, lo oyó que leía al profeta Isaías y le preguntó: “¿Entiendes lo que lees?”. El etíope contestó: “Si nadie me explica, ¿cómo voy a entender?”.

El estudio de la Biblia, en los años en que fui párroco, me llevó a una elección metodológica-pedagógicapastoral fundamental: convertir y usar la Biblia como el texto fundamental para la formación de las nuevas generaciones, tanto en la catequesis de iniciación cristiana como en la enseñanza y en el crecimiento de los adultos; y hacer de la palabra de Dios, la fuente de vida espiritual, para animar y reavivar toda la acción pastoral, motivando a todos los grupos parroquiales, a las asociaciones y a los movimientos laicales, las familias y los jóvenes a hacer de la Escritura la regla suprema de la fe, y a realizar la ardua tarea de la nueva evangelización empezando con

Por otro lado, he tratado de realizar un gran esfuerzo para que los fieles tuvieran amplio acceso a la Biblia, porque, en efecto, como dice san Jerónimo, «ignorar la Escritura significa ignorar a Cristo». Y he visto y experimentado que, cuando se trata de presentarles la Palabra de Dios por lo que es -de

Hace unos cuatro años, al final de un cursillo bíblico, a la hora de entregar las biblias, una señora indígena bastante mayor, delante de todos, me dijo: “Cuando usted puso la Biblia en mis manos, delante del altar, sentí la misma sensación que cuando pusieron en mi regazo a mi primer hijo. Al recibirla con agradecimiento y emoción, sentí que es la Biblia la que ahora me engendra a mí.

conocer y dar a conocer más la Biblia a todo el pueblo de Dios. El tener que dar clase de Biblia en el Instituto Teológico Salesiano de Guatemala me ha obligado a estudiar aún más la Biblia.. Me estrené como profesor de Biblia hace diez años. No sé si lo he logrado, pero en las clases mi afán siempre es el de contagiar la emoción y la devoción que yo siento por la Biblia. Nunca he querido hacer clases de anatomía bíblica o vivisección bíblica, sino introducir al texto bíblico para llevar al encuentro con Jesucristo a través de la Biblia. Sobre todo me he esforzado por relacionar la Biblia con la vida, convencido de que un estudio de la Biblia que no toca la vida cotidiana y no muerde la vida de cada día termina por perder su valor y su sentido de Palabra de vida. Por eso, más que enseñar he tratado de compartir; y enseñando es como he aprendido (creo que talvez he enseñado algo a mis alumnos, pero he aprendido mucho más de ellos); he buscado hablar de la Palabra ante todo dejándome yo hablar por ella y dejándola hablar a mí y a los que me oyen.

JLBurguera

A la hora de presentar la Biblia -en charlas o cursos bíblicos- he constatado que -a pesar de que desde el Concilio Vaticano II se ha avanzado mucho en la escucha y en la lectura de la Sagrada Escritura y que son muchos los laicos que se dedican a ella con la valiosa ayuda de estudios teológicos y bíblicos- todavía una gran mayoría de los fieles católicos no está familiarizada o enamorada de la Biblia, y que no tiene la lectura y el estudio de la Biblia como una tradición que se mama como la leche; y que son demasiados los fieles que siguen privados de un encuentro vital con las sagradas Escrituras.

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El quebrantamiento HUGO ESTRADA Fue san Pablo el que confesó que sentía dentro de sí dos especies de gladiadores que luchaban continuamente. Decía san Pablo: “No hago lo que quiero, y en cambio aquello que odio es precisamente lo que hago” (Rom 7,15) Dentro de nosotros hay dos individuos que luchan por dominarnos: el hombre carnal está retratado en la carta a los Gálatas: se deja guiar por los impulsos naturales; está lleno de lujuria, resentimiento, superstición, mundanismo. En cambio el hombre espiritual es el que se deja controlar por el Espíritu Santo, que produce en él sus frutos de amor, de gozo de paz (Gal 5, 19-15) La pregunta para nosotros es: ¿Quién domina en nosotros? ¿El hombre espiritual o el hombre carnal? ¿Cuál es mi retrato? Cuando domina el hombre carnal, nuestro oído está taponeado: no logra captar la voz de Dios. Nuestros ojos están velados: no son capaces de ver los signos de Dios. Y, por eso, impedimos que el Espíritu Santo realice su obra de santificación en nosotros. Cuando domina en nosotros el hombre carnal, impedimos que Dios nos pueda tocar y bendecir. Además, somos estorbo para que Dios toque a los demás. Si estamos evangelizando o predicando, los demás podrán admirar nuestra erudición, pero no habrá conversiones, porque falta la unción del Espíritu Santo. Cuando somos dominados por nuestro hombre carnal, no logramos ser “olor de Cristo” (2Cor 2, 15); los demás perciben en nosotros el hedor del hombre mundano. El hombre carnal nos impide ser canales limpios para que corra la bendición de Dios hacia los demás. Cuan-

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do obramos carnalmente, las personas no logran leer en nosotros una “carta de Dios” (2Cor 3,3), sino un antievangelio. Para sacarnos de esta situación lamentable, Dios tiene que echar mano del quebrantamiento; tiene que bajarnos violentamente, como

a Pablo, de nuestra cabalgadura de autosuficiencia y ritualismo. Es doloroso, pero es un método que Dios emplea con frecuencia para que descubramos nuestra triste realidad y nos dejemos santificar por medio del Espíritu Santo. Para poder pulirnos, santificarnos, Dios tiene que acudir al método del quebranta-


MEDITACIÓN miento. Es doloroso, pero efectivo, cuando aceptamos el proyecto de Dios y aprendemos la lección que el Señor quiere dejarnos.

Por medio de varias imágenes la Biblia nos muestra en qué consiste el quebrantamiento. Jesús dijo: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, sigue siendo sólo un grano; pero si muere, da abundante cosecha” (Jn 12, 24). El grano de trigo para dar fruto tiene que ser quebrado dentro de la tierra para que pueda brotar de allí la vida. Para que nosotros podamos dejar de ser hombres carnales y convertirnos en espirituales, tenemos que ser quebrantados. Nuestra cáscara de egoísmo, de autosuficiencia debe ser quebrada. Nuestro yo debe se quebrantado para que pueda aparecer el hombre espiritual, que se deja guiar por el Espíritu Santo. San Lucas describe el momento en que una mujer de mala vida se le acerca a Jesús mientras está en una comida. Los que ven a la mujer la desprecian en sus corazones. Aquella mujer comienza a bañar con sus lágrimas los pies de Jesús. Luego rompe un vaso de alabastro y con su perfume unge a Jesús en la cabeza. El Señor vio el arrepentimiento sincero de aquella mujer: por eso le aseguró que sus muchos pecados le quedaban perdonados (Lc 7, 3650). Mientras el vaso de alabastro no había sido quebrado, no pudo expandirse el aroma del rico perfume. Para que de nosotros pueda salir el “olor a Cristo”, debemos ser quebrantados. El hombre carnal debe ser quebrado para que pueda aparecer el hombre espiritual. Para que desaparezca el hedor del hombre mundano. Al profeta Jeremías el Señor le dijo que tenía un mensaje que comunicarle; se lo entregaría en la casa del

JLBurguera

Imágenes bíblicas

alfarero. El profeta fue a ver al alfarero. Observó cómo el trabajador moldeaba un cántaro. Cuando el barro rebelde no le salía a su gusto, lo deshacía y lo volvía a hacer. El profeta entendió en qué consistía el quebrantamiento que el Señor le iba aplicar al pueblo rebelde. Nuestro gran problema es que nos hemos dejado moldear por el mundo, que nos ha impreso la huella de sus criterios antievangélicos. Dios tiene que quebrarnos para hacernos de nuevo. Para moldearnos según su Evangelio. No quiere destruirnos, sino embellecernos. No quiere hacernos mal, sino santificarnos. San Pablo escribió: “No se acomoden al mundo presente, antes bien transfórmense mediante la renovación de su mente, de forma que puedan distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” (Rom 12, 2). Lo normal en nosotros es tratar de impedir que Dios nos meta en su molde; sabemos que ser quebrantados duele, nos humilla, nos hiere. Mientras tratamos de huir del molde de Dios, lo que estamos haciendo es “entristecer al Espíritu Santo”, bloquear su acción santificadora en nosotros. Retardamos la obra

de quebrantamiento que Dios quiere realizar en nosotros.

Maneras en que Dios nos moldea A veces, el quebrantamiento es de una manera violenta, dramática. La mayoría de las veces, el Señor nos va quebrantando poco a poco. El proceso de santificación es un proceso lento, muy bien llevado por Dios en su tiempo, que es muy distinto del nuestro. Dice Jesús: “Mi Padre, el viñador, poda los sarmientos para que den más fruto (Jn 15, 2). El Señor para podarnos emplea dos podaderas: su Palabra y las pruebas de la vida. La Palabra se nos introduce como una cortante espada que, al llegar a lo profundo de nosotros, nos deja desnudos ante Dios porque descubre nuestros pensamientos e intenciones (Hb 4,12). Al ver nuestra dura y, muchas veces, desconocida realidad, nos sentimos humillados. Somos bajados de nuestra cabalgadura de autosuficiencia. La Palabra de Dios detecta nuestras áreas cancerosas. Pero no sólo pone el dedo en la llaga; también nos entrega la medicina que nos puede sanar. En la última Cena, Jesús les dijo a sus discípulos: “Ustedes ya están limpios por la Palabra que yo les he dicho” (Jn 15,3). BS Don Bosco en Centroamérica

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EDH

América Latina y la desigualdad MARIANA MARTÍNEZ COLUMNISTA, BBC MUNDO América Latina es una de las regiones con mayor desigualdad en el mundo, dice un informe recientemente publicado por el Banco Mundial (BM). El 10% de las personas más ricas recibe entre el 40% y el 47% de los ingresos totales generados por la región, mientras que al 20% más pobre sólo le toca entre el 2% y el 4%. Es decir, la riqueza está concentrada en muy pocas manos. Seguramente si usted vive en Latinoamérica este dato no le sorprenderá. No necesita ser economista para darse cuenta de la famosa brecha de la que tanto se habla. Con simplemente mirar un poco a su alrededor y sin hacer mucho esfuerzo descubrirá que la diferencia entre los que tienen mucho y los que no tie-

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nen nada es grande. En algunos países con más fuerza, en otros países con menos, pero en todos existe una desigualdad pronunciada. Aunque esta desigualdad pueda resultar evidente, es interesante analizar las cifras calculadas por el organismo internacional y estudiar la viabilidad de sus propuestas para reducir esta brecha en la región.

Los más y los menos Según el estudio “Desigualdad en América Latina y el Caribe: ¿ruptura con la historia?”, la desigualdad en la región es “enorme y extrema”, sólo comparable con lo que ocurre en algunos países de África y algunos estados de la ex Unión Soviética. Para que tenga una idea, la desigualdad en la región está en promedio 15 puntos porcentuales por

encima de los países de Asia y 20 puntos sobre las naciones desarrolladas. La lista de los más desiguales está encabezada por Brasil, Chile y Guatemala, mientras que la de los más equitativos está liderada por Uruguay y Costa Rica. Brasil es el país latinoamericano con mayor desigualdad. El 10% de la población más rica recibe el 47,2% del ingreso total. Cifra que no extraña si pensamos nada más en el contraste de los edificios de Río de Janeiro y las “favelas” donde viven millones de personas en condiciones infrahumanas. El caso de Chile, segundo en la lista de los más desiguales, puede llegar a sorprender. Aunque la economía chilena es tomada como modelo en la región, no ha jugado bien el papel de redistribución de la riqueza.


TEMA SOCIAL La décima parte de la población se queda con el 47% de los ingresos. Según el informe, otros países en donde la desigualdad llama la atención son Guatemala, donde el 10% de la población concentra el 46,8% de los ingresos, Colombia (46,5%), México (43,1%), Argentina (38,9%) y República Dominicana (38,6%). En la lista de los más equitativos está Uruguay (33,5%) y Costa Rica (34,8%), aunque el informe destaca que aún están muy por encima de los niveles de los países desarrollados como Estados Unidos, donde el 10% de la población concentra el 31% del ingreso total, e Italia, donde la diferencia se reduce al 27%.

naciones que alguna vez fueron formadas por grandes latifundios, como es el caso de Brasil.

¿Cómo recortar la brecha? El organismo internacional propone aplicar medidas correctivas para reducir la desigualdad en la región. Entre ellas está el facilitar el acceso a la educación a las personas con menos recursos, así como también una distribución más equitativa de las tierras y de los derechos de propiedad.

El origen de la desigualdad El informe del BM señala que la desigualdad en América Latina tiene orígenes históricos y se remonta al pasado colonial de la región, donde la relación entre los colonos europeos y la población subordinada dejó sus huellas. La creación de instituciones antes y después de la independencia -más que nada aquellas relacionadas con la administración del trabajo, el uso de la tierra y el control político- consolidaron y perpetuaron la influencia y la riqueza hasta nuestros días, dice el informe. Aunque en los últimos años se han registrado muchos cambios en la región, tanto políticos como económicos, las bases de esas instituciones han quedado entre nosotros. Los países con mayor población indígena y/o descendiente de africanos, son hoy en día los más desiguales. De igual forma lo son aquellas

El organismo propone también reformular los mercados financieros y de productos, una mayor apertura del mercado laboral (que proteja a los trabajadores y sea más flexible) y mejorar el sistema de recaudación de impuestos. Sin embargo, estas medidas correctivas encontrarán grandes obstáculos en su camino y, si es que los gobiernos en Latinoamérica deciden seguir los consejos del BM, seguramente pasarán varios años hasta que se empiecen a notar los cambios. Los dos principales obstáculos están en el área tributaria y en la redistri-

bución de la tierra. El sector informal en América Latina es muy grande, lo que favorece la evasión fiscal y el trabajo en “negro”, lo que hace muy difícil una mejora en la recaudación de impuestos. En este punto habría más que nada preguntarse por qué la gente no paga impuestos (cuáles son las verdaderas causas) o por qué el sector informal es tan grande. Países latifundistas como Brasil, donde la tierra está en manos de unos pocos, tampoco son factibles de producir cambios de la noche a la mañana. Hace falta un gobierno fuerte que imponga altos impuestos a los más ricos y redistribuya las tierras. Pero, hasta el momento, los intereses de los más fuertes prevalecen. Si bien la redistribución de las riquezas puede contribuir a disminuir la desigualdad en la región, lo que debería realmente importar no es cuántos puntos porcentuales EDH se redujo la brecha, sino cuántas personas más pueden cubrir sus necesidades básicas y estar listas para contribuir con su desarrollo personal al desarrollo del país en su conjunto. Reducir la desigualdad no es garantía suficiente para eliminar la pobreza. Para lograr que el recorte de la desigualdad también contribuya a reducir la pobreza hacen falta gobiernos más comprometidos, capaces de poner en práctica planes de acción y desarrollo, enfocados en el bienestar de la gente y no en el bolsillo de unos pocos. Hasta que esto no ocurra, la desigualdad y, más que nada, la pobreza seguirán marcando el camino de nuestra América Latina.

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SANTIDAD SALESIANA

Margarita Occhiena Madre de Don Bosco y de la Familia Salesiana La pobreza nunca fue una humillación para mamá Margarita. Fue una luz que le ayudó a ver las cosas claras. Cuando Juan llegue al umbral del sacerdocio, tras fatigas y dificultades, su madre le dirá: “Sigue tu camino sin mirar a la cara a nadie”. Lo importante es hacer la voluntad del Señor. De ti, yo no deseo nada, no espero nada. He nacido pobre, he vivido pobre, y quiero morir pobre. Aún más, te lo quiero decir enseguida: si por desgracia llegas a ser un cura rico, no pondré nunca mis pies en tu casa”. Y en el año 1846, en el momento de abrir su primera obra para los muchachos abandonados, Don Bosco pudo decir a su madre: “Un día usted me dijo que, si llegaba a ser rico, no vendría nunca a mi casa. Ahora, por el contrario, soy pobre, y pronto voy a hospedar muchachos abandonados. ¿Por qué no se viene a estar conmigo?”. Margarita tenia cincuenta y ocho años, y era abuela de nueve nietecitos que la adoraban. En su casa se sentía como una reina. Pero a la propuesta de su hijo respondió: “Sí crees que esa es la voluntad del Señor, estoy dispuesta a ir”. En noviembre de 1846 llegó a la pobrísima casa de Valdocco, a la barahúnda de los “pilluelos” del Oratorio. Y ya no salió de él. Fue su sacrificio mayor, el más doloroso. Pero Dios la llamaba a ser la madre de los huérfanos, y ella silenciosamente aceptó. La vida de los primeros muchachos recogidos por Don Bosco y por su

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madre es muy pobre, como la de todos. A la hora de la comida, se amontonan, agitando una escudilla o un pucherito, alrededor del caldero de mamá Margarita. Cada uno recibe un cucharón de arroz y patatas o más frecuentemente, de polenta hervida con castañas secas. Además de la comida, uno de los problemas más importantes es la higiene personal. Mamá Margarita monta un lavadero. Había muchachos, recordaba Don Bosco, “cuyos pantalones y chaqueta eran unos andrajos. Los había que no podrían cambiarse nunca aquel andrajo de camisa que llevaban encima; estaban tan sucios que ningún amo los quería recibir para trabajar en su taller”. Cuando los muchachos se habían acostado, Margarita consideraba obligación suya el “tomar aquellas chaquetas, aquellos pantalones repugnantes, arreglarlos, tomar aquellas camisas todas rotas y quizás nunca lavadas; lavarlas, remendarlas y entregarlas de nuevo a los pobres muchachos”. A Margarita los muchachos la llamaban “mamá”, y lo era realmente. Madre del Oratorio y de todos aquellos muchachos

que buscaban en ella un suplemento de pan y de afecto. Razón, religión, amabilidad: los tres valores que forman el sistema educativo, Don Bosco los aprendió de su madre. La gran Obra Salesiana fue acunada sobre las rodillas de mamá Margarita. Si existe la santidad del éxtasis y de las visiones, existe también la de las ollas que limpiar, la de los pantalones que remendar, la de los muchachos que hay que sacar adelante a base de polenta y de amor. Mamá Margarita fue una santa de esta clase. 1846-1856. Diez años en el alboroto permanente de centenares de voces que gritan, cantan, discuten. Ella que tanto amaba el silencio y la paz del campo, encuentra de vez en cuando el silencio en la iglesia de San Francisco, donde se aferra al rosario para tomar la fuerza de seguir, de no quejarse. Un día ve a su hijo que multiplica las castañas, los bollos de pan, y los muchachos le aplauden. Ella los ha multiplicado durante diez años, y a ninguno se le ha ocurrido nunca aplaudirla.


CONOCIENDO A DON BOSCO

OPINION

Palabrita al oído

Acontecimiento sorprendente En la medida en que se aleja en el tiempo el acontecimiento del Capítulo Inspectorial Salesiano realizado en Guatemala, he podido ver la estela de luz que ha dejado. El simple hecho de que más de cincuenta salesianos se hayan reunido para ponderar la eficacia del trabajo educativo – pastoral que se realiza y la profundidad de la vivencia de su consagración, es para mí un gran signo en el que se manifiesta un entusiasmo especial por ser constructores competentes del Reino de Dios en la vida de los jóvenes.

A veces Don Bosco daba un aviso a un jovencito y, volviéndose de repente a otro, decía: ¿Has entendido? Sucedía en ocasiones que uno se le acercaba para besarle la mano y él agarraba la del muchacho y sin soltarla decía:

A los que veía silenciosos y pensativos, sospechando que rumiaban algún pensamiento de murmuración, les preguntaba de repente: -¿Qué dices? -¿Yo? Nada

-Vete, vete a jugar. -Creía que habías hablado. Y seguía hablando con los que le rodeaban; volvíase de nuevo al pequeño prisionero y repetía: -Vete; ¿qué haces aquí? -¡Pero, si usted no me suelta! Don Bosco sonreía, seguía reteniéndolo, conversando y después: -Ea, vete, vete, ¿todavía estás aquí? El chico también sonreía y entonces don Bosco le soltaba y le dejaba ir a correr y saltar. Empleaba estas maneras especialmente con los que al parecer andaban algo apartados de él.

De este modo les sorprendía y desvanecía su imaginación. Todas estas frases y maneras acababan generalmente con una palabra confidencial que los chicos llamaban: la palabrita al oído. Pero, ¿en qué consistía esta palabra? Era algo así como el eco de la palabra de Dios: viva, y eficaz, y más cortante que espada de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón. Memorias Biográficas, volumen 6, página 316

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Por supuesto, no faltaron quienes vieron con incredulidad tales esfuerzos, prefiriendo quedarse al margen, viendo de lejos y de brazos cruzados. Fue un hecho sorprendente. Es toda una comunidad de consagrados por Dios para la promoción humana y cristiana de los jóvenes. Es también un signo para la juventud y una oportunidad de darse cuenta de que Dios sigue preocupado por sus problemas y sigue teniendo unas enormes ganas de seguir siendo el sentido y la realización plena de sus vidas. Javier Rivas


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