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Vivir la vida

SI LA VIDA ES LA MEJOR ESCUELA, ¿QUÉ PODEMOS APRENDER?

uchas veces he oído, a mayores sobre todo, que la vida es la mejor escuela.

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Estoy de acuerdo. En la vida se aprende. Cierto que algunas lecciones son duras. Preferiríamos que no entren en “temario”, pero suelen ser de las que más aprendemos. Y , ¿qué enseña la vida? Para mí, la respuesta es una sola. Tan sencilla que parece de Perogrullo: a vivir. Y, ¿por qué entonces parece que algunos “vivientes” no aprenden nada? En esta escuela no vale echar la culpa al profesor . Es verdad. A veces nos distraemos con una mosca, pasamos el “temario” por encima y esa tendencia humana (algo cómica) de tropezar con la misma piedra. Pero aprendemos. Lo demostraremos en la siguiente curva. Seguro. Y o he aprendido (sé que no soy la primera que lo dice; pero es que no es aprendizaje baladí) que vivir, vivir bien, es, sobre todo, amar.

Y es que sentirse amado es estupendo: arrulla, arropa y calienta; pero amar es también gritar desde la cumbre, coger la ola más grande, elevarse con el viento, iluminarse con el sol por dentro… Y además, amar es dar… Alguien que lo sabía bien ya lo dijo: “Hay más felicidad en dar que en recibir”. Amo a mi familia y amigos (como todos). Son mi patria y mi patrimonio. Mis bienes. Mi fortuna. Su vida M

es mi vida y la mía, también la suya. Pero en mi vida hay más gente. No soy muy sociable (timidez), pero me gusta la gente con sus costumbres y sorpresas, picardías y bondades, habilidades y torpezas. Me provoca ternura e intento amarla, aunque no siempre es fácil. Dicen que soy empática y es cierto que en un día bueno empatizo hasta con los orcos. Pero también tengo días malos y entonces bufo y gruño, y la orco soy yo. Y en esos días, en los que parece que empatía y simpatía me han abandonado, agradezco que me amen, que me traten con amabilidad, dulzura, cariño. Me da fuerza para seguir amando. Y es que amor llama a amor . El amor alimenta al amor. Por eso, soy firme partidaria de ser cordial con vecinos, tener detalles con compañeros, tratar con amabilidad a desconocidos, mimar (bien) a los niños, escuchar y hablar con dulzura a ancianos, saludar a tenderos y conductores de autobús, sacar tiempo para visitas, cafés, conversaciones: ayudar, animar, amar, quizá en pequeño, pero amar. Siempre.

Y es que la vida da para mucho amor… y el amor da mucha vida...

Alguien puede pensar que es una cursilada. Quizá sí… Pero, si está sobrado en amor… que lo regale.

Josune Bikandi Filóloga-traductora