Wiiiiiii n07 AGOSTO

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Imagen de Hot Tub Time Machine(2010)

Comprendemos muy bien las imposiciones culturales como parte de una industria ya establecida. La Unesco hace muchos años atrás decretó que esto era fundamental para el desarrollo de un país: La industria del entretenimiento. EE.UU siempre lo supo muy bien, y más allá de cuestiones ideológicas, quienes fuimos niños o adolescentes en los 80 supimos pasarla súper con Volver al futuro, Freddy Kruger y los Gremlins, ahora ya algunos padres y abuelos (y ante una inminente crisis de guiones) Hollywood quien sembró una época dorada ahora cosecha frutos con StrangerThings. Donde los pibitos entre medio de bicicletas de volante palomita, All Stars, Indiana Jones, Arcade y los Cazafantasmas reviven toda una iconografía, claro que los chicos se roban la serie .


Un poco más en vanguardia está el film Ready Player One (2018) donde en un mundo empobrecido los chicos tiene un solo escape,

Eleven: Millie Bobby Brown o la Shirley Jane Temple de ahora con bombo y platillo una “estreyita”

que es un juego con todos esos elementos de films ochentosos, aun no estrenada y bajo la dirección de Steven Spielberg (yo que él hubiera preferido algo de los 70). No se realmente cuando empezó todo lo del vintage pero si les aseguro que me vi identificado con los personajes de Hot Tub Time Machine (2015) en el cual unos tipos de cuarenta y pico viajan al pasado transportados en una bañadera a un pueblo de viaje de egresados (tipo Bariloche) y así en medio de fantasmas del comunismo (referencia a Red Dawn con el fallecido Patrick Swayze) o con la mismísima Volver al futuro…estos tipos tiene su redención… No podemos pasar por alto ‎Blade Runner 2049 (Una vez más) recordemos que es “la” remake. Este año que con Tirri contamos los días para su estreno del que nos ocuparemos cuando el destino nos alcance. ­¿Vamos al parque amiguito?­ ­¡Si solterón! – Dice mi perrito Marcelo Meza & Tirri





VI La criatura de Bacon Las paredes del Castillo se recortaban en una figura siniestra que por las noches era angustiante. La primera vez que los árabes trataron de sitiarlo no pudieron mantener sus posiciones. La locura se apoderó del ejército del Turco Alejandro (El Rey le puso el sobrenombre. Como todo árabe, odiaba que lo llamaran turco, sobre todo porque a la palabra “turco” el común de la gente gusta asociarla con “malandra”. Parece que “turco malandra” es una expresión ofensiva pero de indudable estética lingüística). Alejandro cedió antes de conseguir lo que hubiera sido su victoria definitiva. El Castillo era un ser vivo construido según planos de Bacon. Macedo El Divino defendió la teoría hasta imponerla. Los racionalistas cedieron tras largos años de burlas contra los que llamaban “católicos y paganos culposos”. El Castillo, decía Macedo, se alimentaba del poblado indefenso detrás de las murallas y también, en mayor medida y con una perversión incomprensible, de sus ocupantes. Cuando el Rey lanzó sus tropas sobre la retirada de Alejandro consiguió gloria absoluta sin despeinarse. El fracaso reveló a los árabes el poder de la bestia de granito. Pero Alejandro comprendió que el triunfo era suyo viendo al Rey encaminarse nuevamente a la mole gris: un prisionero de su Palacio de piedra. El Castillo acabaría con él como acabó con todos. Sus árabes eran libres de aquel destino. La guerra recrudeció llenando de despojos el mar, la arena y los


bosques. En los tensos intervalos religión, atrocidades, filosofía y curiosidad científica se atropellaban en una comedia macabra con picos delirantes: expediciones al fondo del océano y al Polo, ambas lamentables bravuconadas del Rey que solo trajeron pesares. Nadie imaginaba a Lucierne como el sucesor; casi nunca se dejaba ver, y cuando lo hacía era indiferente y soñador como un artista moribundo. Algunos pensaron que su elección era una siniestra broma de Bacon. Otros con más criterio señalaban a Macedo El Divino como la eminencia detrás del futuro monarca. La intrincada red de pasadizos, laberintos, mazmorras y catacumbas parecía el entramado de un cerebro humano. Bacon menciona en un pasaje inédito de sus obras completas “un capricho del Rey pedante, que me tiene los huevos hinchados. El degenerado no se espera la criatura que le estoy diseñando”. Sus alumnos le oyeron decir que le había vendido los planos del Castillo “a un Rey ambicioso y putañero”, que “la construcción era un homunkulus de granito”. Bacon se emborrachaba con sus alumnos y se hacía coger de parado, algo muy frecuente en intelectuales resentidos. El Rey pagó una fortuna por los planos; se construyó una muralla de cincuenta metros de alto y tres de ancho encerrando la ciudad, y el Castillo ocupó la entrada única y principal, vigilando desde su parte trasera la Plaza Principal y el resto del pueblo. Bacon no fue a la inauguración alegando hidropesía. En realidad necesitaba tiempo para sus experimentos alquímicos y busco cualquier excusa para saltearse la ceremonia. Cuando el Rey lo cruzó en el mercado unos días más tarde, a pesar de notar su frondosa cabellera que parecía una peluca insistió en llamarlo repetidas veces “pelado”. “Debo agradecerle una vez más, querido Bacon, que haya puesto su inteligencia al servicio de nuestro Reino. ¿Me deja que le llame ‘pelado’?”. Lo invitó a un almuerzo real donde hablaron de la expedición al fondo marino. Bacon comía sin cuidar modales; apenas reparó en Lucierne que cruzó como sonámbulo sin responder al saludo cordial de


su padre. Elogió la gracia y afabilidad de Jonás, a quién deseaba con fervor desde que los limpiaollas de las fondas, generalmente mulatos y patizambos bien pijudos, le hablaron de la calidad de su piel y su fellatio. De la Princesa comentó que a la vuelta de la glorieta la esperaba el suicidio, provocando risa hasta del Rey, que lo tomó como un chiste. En uno de sus últimos escritos el sabio se refirió al monarca llamándolo “tirano engreído y manfloro”. Los sospechosos de conocer el documento fueron asesinados, se quemó el pasaje mencionado y la tumba del maestro fue profanada: le introdujeron en el ano un pepino de 75 centímetros (Primer Premio en la bienal del Reino, orgullo de la familia campesina de los Laborde, fanáticos del Rey) y antes de pintarle los labios de carmín lo vistieron de enagua rosa, una novedad de la moda, prenda adquirida en Oriente para la ocasión.

CONTINUARÁ... .
























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