¡Creo! Cofrades en la Fe

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b) Nuestra vocación a la Bienaventuranza Todos los seres humanos poseemos en nuestro interior un deseo legítimo de felicidad puesto por Dios, para que nosotros seamos capaces de buscar a Dios y encontrar en Él la respuesta y la satisfacción en medio de las adversidades, contradicciones y errores de nuestra vida. Las Bienaventuranzas proclamadas por Jesucristo en los evangelios (véase Mt. 5, 3-12), expresan esa vocación del hombre, a la que todos somos llamados por Dios a ser felices, poniendo nuestro corazón, escuchando y siguiendo el camino propuesto por Jesucristo, su Hijo, que el “camino, verdad y vida”. Las Bienaventuranzas son las promesas de Dios a su pueblo y para todos aquellos que quieran vivir el gozo y la alegría de poder descansar un día en Él, porque Dios nos ha hecho para Él, como nos lo recuerda San Agustín. Este camino nos exige tomar opciones morales decisivas en la vida purificando nuestro corazón de nuestros bajos y malos instintos y encaminarlo hacia Él, única fuente de todo bien, de todo amor y de toda felicidad. c) La libertad del hombre El Conc. Vat. II dice: “La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre. Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada perfección” (G.S. n. 17). La libertad no es, pues, el hacer cualquier cosa que al hombre le venga en gana, sino que esta libertad crece en la medida en que se acerca a su plenitud, al bien y, por el contrario, se ve amenazada por el pecado y el hombre caído se va haciendo esclavo, destruyendo sus relaciones fundamentales con Dios, con el prójimo y con la misma naturaleza a la que manipula y destruye. Por eso, la dignidad humana requiere que el hombre actúe movido e inducido por la convicción interna y no bajo presión de un impulso ciego o coacción externo. “En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo más libre. No hay verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia.

La elección de la desobediencia y el mal es un abuso de la libertad que conduce a ‘la esclavitud del pecado’ (Rom. 6,17)” (Léase CEC. n. 1733). d) La moralidad de los actos humanos En la medida que el hombre actúa libremente es dueño de sus actos y éstos pueden ser calificados moralmente como bueno o malos. La moralidad de estos actos depende de tres elementos: 1. El objeto, es el acto considerado en sí mismo. 2. La intención, que es el fin que se desea conseguir con determinado acto. 3. Las circunstancias que rodean la misma acción. Estas tres fuentes o elementos constituyen la moralidad de los actos humanos. El objeto es el acto considerado en sí mismo, es el qué de la cuestión. La intención o fin a conseguir con ese acto es el objetivo buscado en la acción como movimiento de la voluntad. Ambos han de coincidir en la bondad, pues, como decimos con frecuencia, el fin no justifica los medios, aunque esto, por lo que estamos viendo, también se haya relativizado; una intención buena, no justifica nunca una acción mala. De la misma manera, una intención mala pervierte la acción que objetivamente podía ser considerada buena. La tercera, las circunstancias pueden agravar o disminuir la bondad o malicia de los actos humanos. e) La moralidad de las pasiones Las pasiones designan emociones o impulsos de la sensibilidad, que inclinan nuestra voluntad hacia lo bueno o lo malo. Son componentes naturales del psiquismo humano, constituyen el vínculo entre la vida sensible y la vida del espíritu. La principal es el amor que despierta la atracción del bien con la esperanza de obtenerlo. Desde el punto de vista moral, las pasiones no son buenas o malas, su moralidad depende de la razón y de la voluntad. Son buenas cuando contribuyen a una acción buena y malas en el caso contrario. Por esto, los sentimientos o emociones pueden ser asumidos en las virtudes o pervertidos en los vicios. Cuando se vive en Cristo, los sentimientos humanos pueden alcanzar su consumación en la caridad y la bienaventuranza divina.

Año de la fe X Parroquia de San Juan de Dios X Número 7 X Abril 2013 X Página 24


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