¡Creo! Cofrades en la Fe

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ra una amplia representación del pueblo: “…y 4.000 alababan a Yahveh con los instrumentos que David había fabricado para rendir alabanzas” (I Crónicas 23,4-5); esta determinación contrasta con nuestros reducidos grupos (Capillas musicales, Corales, Coros de distinta índole…). Sin duda David tenía conciencia de que la alabanza y el culto a Yahveh era parte constitutiva de la vida del pueblo hebreo que tenía a Dios como su verdadero y único Rey.

• En la música reglamentada por David, avalada por la preparación técnica de los músicos y cantores como hemos visto, también tenían cabida la dimensión profética y mística y las expresiones de danza y alegría que podían llegar al éxtasis. Cuando llevaron el Arca de Dios de la casa de Obededom a la ciudad de David “David danzaba y giraba con todas sus fuerzas ante Yahveh, ceñido de un efod de lino” (II Samuel 6,14); y Mikal, hija de Saúl, mirando por la ventana lo vio danzar y, despreciándolo en su corazón, le salió al encuentro y le dijo: “¡Cómo se ha cubierto hoy de gloria el rey de Israel, descubriéndose hoy ante las criadas de sus servidores como se descubriría un cualquiera!”. Pero David no estaba desnudo ni entregado a una orgía como le acusa Mikal; sólo se había despojado de sus vestidos reales y había quedado con su efod de lino; danzaba con alegría pero con humildad; se quitó los vestidos reales porque se encontraba en la presencia de Dios. Este aspecto lúdico se

echa en falta en la música de nuestro culto; el acercamiento a la cultura de cada pueblo que la Iglesia ha impulsado en los últimos tiempos es digno de encomio, pero todavía falta por recorrer un buen trecho. • Los músicos del Templo no eran aficionados que actuaban en sus ratos libres, sino expertos que tenían dedicación exclusiva y vivían en las dependencias del Templo. De Kenanías, el principal de los levitas, que era director de canto se nos dice: “Kenanías, jefe de los levitas encargados del transporte, dirigía el traslado, porque era hombre entendido” (I Crónicas 15,22); y en el segundo libro de las Crónicas leemos: “Había también cantores, cabezas de familia de los levitas y moraban en las habitaciones de la Casa, exentos de servicio, pues se ocupaban de día y de noche en su ministerio” (I Crónicas 9,33). También este aspecto contrasta con la situación actual de nuestra música sagrada; salvo en algunos templos que cuentan con especiales recursos, la música sacra (si es que puede llamarse así en muchos casos) la ejecutan voluntarios de nuestras comunidades cristianas que carecen normalmente de la preparación musical y litúrgica adecuada, y en los que el sentimiento de alegría por estar cantando en la presencia de Dios no brilla de manera especial; más bien parecen estar cumpliendo con un contrato o un encargo. A pesar de estas limitaciones, hay que agradecer sinceramente la colaboración desinteresada de estos grupos. Sin embargo habría que redoblar los esfuerzos por dignificar este ministerio musical en nuestros templos. Creemos que a esta situación de deterioro ha contribuido de manera definitiva la práctica desaparición de la enseñanza musical en los aspirantes al ministerio sacerdotal. • Los músicos y cantores eran personas “designadas” o “apartadas para”. Eran escogidas y destinadas al ministerio de la música, para que ayudaran al pueblo en este noble e importante servicio, de la misma manera que el apóstol Pablo fue segregado o escogido para la predicación del evangelio: “Paulus servus Christi Iesu, vocatus apostolus, segregatus in evangelium Dei” (Romanos 1,1). Para ello debían haber recibido instrucción no sólo en el arte de la música sino en el canto de Yahveh: “Su número, contando a sus hermanos, los que estaban instruidos en el canto de Yahveh, todos ellos maestros, era de 288” (I Crónicas 15,22). Ni que decir tiene que en nuestro culto estamos bien lejos de esto; con frecuencia las personas o grupos que practican la música en nuestros templos desconocen prácticamente toda la normativa litúrgica y, lo que es peor, el espíritu de la liturgia; creemos que la música sacra sólo puede prac-

¡Creo! Cofrades en la Fe  Hermandad de la Santa Vera Cruz  Número 6  Marzo 2013  Página 29


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