Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de M. Condé [2]

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Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de Maryse Condé; Marta Asunción Alonso Moreno, UCM, 2017.

A decir verdad, la “da” o “dâ”, en primera instancia, es una mujer que ha desempeñado funciones de nodriza, como la muerta Fifine (Séraphine) en los recuerdos de Sidonie, martiniquesa víctima del horror nazi, en L’étoile noire de la también antillana Michelle Maillet (2006): Ah ! elle faisait une belle morte, Fifine, dans sa grande robe de Da. Elle semblait fière d’avoir nourri en son sein tant de demoiselle de la haute société béké ; c’était cela être une Da (MAILLET, 2006: 190).

No sorprende, teniendo en cuenta la probada función didáctica del cuento en todas las culturas, esta concepción antillana de los relatos en tanto que materia nutricia, ligada a lo femenino y a la facultad femenina de amamantar, tanto física como intelectualmente. El cuento, dicho de otro modo, establece y (re)afirma los hondos vínculos entre mujeres-junco. “Les contes anciens”, en efecto, se repiten a fin de que los más pequeños, “yeux grands ouverts”, aprendan a “connaître le visage de la mort” (MAILLET, 2006: 188). Quien haya podido experimentar la sobrecogedora noche en aquellas latitudes, sabe bien de sus misteriosas polifonías, atronadoras e insólitas; de la mayor exuberancia si cabe que, al caer el sol, despliega la naturaleza local como decorado o antesala de lo onírico. Es en esta noche -vocablo, como no podría ser de otro modo, de género femenino-, tras duras jornadas de trabajo y liza en los hogares, los campos o las escuelas, cuando mujeres, hombres y niños gozan de un merecido reposo. Histórica y sociológicamente, debe buscarse el origen de tal tradición antillana, de estas “veillées noires” en todos los sentidos (MAILLET, 2006: 185), en los tiempos de la esclavitud, cuando en la noche, en la pobre pero propia y libre intimidad de las cases, los trabajadores explotados de las plantaciones de caña de azúcar, bananas, algodón o tabaco se reunían para trascender gracias a la ficción compartida la estrechez e injusticia de sus respectivas vidas, por una parte; y para buscar evasión en los placeres del cuerpo asociados al momento nocturno, por otra parte. “L’esclavage”, como afirma el personaje alegórico de Village en la pieza Les nègres de Jean Genet (1958), “m’a enseigné la danse et le chant” (2015: 54). Y,

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