Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de M. Condé [2]

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Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de Maryse Condé; Marta Asunción Alonso Moreno, UCM, 2017.

Tanto las mujeres de Desirada como Rosélie en Histoire de la femme cannibale comparten además la búsqueda identitaria que anima la obra sin parangón de la mexicana. Regresando a la obra de Rosélie, es preciso saber que los “guiables” o diablos que dan nombre a su serie de pinturas, junto con los “jan gajé” o personas malditas (vide glosario final), en efecto, forman parte de la cultura popular oral que sostiene el cuento créole-antillano. La superstición, lo sobrenatural, lo míticomístico, lo terrible, lo fantástico, los referentes occidentales y orientales reapropiados, el sincretismo religioso y lo pagano no pueden desligarse de la rica especificidad de este amalgamado bagaje cultural. Y, por supuesto, la musicalidad. Seductora e hipnótica musicalidad. El ritmo condiciona y define, en cualquiera de sus formas, la transmisión oral, generación tras generación, de ese bagaje. Hablamos eminentemente, como ya sabemos, de generaciones de contadoras. Mujeres. La contadora o “dâ / da” (GEORGEL, 1957: 9; CONDÉ, 1987: 285) es, normalmente, una mujer de avanzada edad, curtida en experiencias vitales y bien formada en el oficio de la ilusión hecha palabra voladora, “parole poétique” (SCHWARZ-BART, 1972: 45),

tras largos años de escuchante. También de

danzante. No en vano, tanto la danza como el cuento créoles nacen de la circularidad y la feminidad implícita. Baste recordar, a modo de ejemplo, el evocador título de la novela L’Autre qui danse (1989), de la martiniquesa Suzanne Dracius-Pinalie, estructurada además en tres “chants” (1989: 365) a modo de musicales capítulos y en cuyo seno se escucha, recurriendo al discurso directo, la voz de la contadora Man Cidalise, anciana consejera de la protagonista Rehvana: “Man Cidalise donne à sa voix le registre du conte, mi-fabuleux, mi-burlesque” (1989: 147). Y en esa circularidad femenina crecen, entre la fábula y la burla: el genuino tambor ka, el corro -siempre- nocturno que precede –también siempre- al sueño, la “mémoire de la race”, “l’incroyable et le merveilleux” (1989: 147): La vie antillaise donne une grande place aux contes. Ils font partie des veillées mortuaires. Ils sont de tous les soirs. Jamais on ne dit un conte en plein jour. On risque d’être changé ne panier de bambou. On attend la nuit chaude, la nuit claire (GEORGEL, 1957: 8).

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