Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de M. Condé [2]

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Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de Maryse Condé; Marta Asunción Alonso Moreno, UCM, 2017.

(2010: 173). Una tesis que, como a la propia Maryse Condé, le abrirá las puertas de las universidades americanas y, en los primeros años, “lui fournissait un bon prétexte pour refouler ses confuses véléités de devenir un écrivain” (1997: 220). La pulsión de la cultura y la creación -oral, en el caso de la abuela Nina- parece, en estas tres generaciones de mujeres, una constante hereditaria. De ahí que, entre Reynalda y su hija, constituya una fuente de conflicto, rivalidades y distancias: …il lui sembla que sa maman lui livrait une lutte sans merci. Qu’elle s’ingéniait à lui barrer toutes les issues possibles. Elle lui avait déjà barré l’amour, la maternité. À présent, elle lui barrait l’écriture (1997: 220).

La escritura femenina, en la obra condeana, adquiere dimensiones físicas, o más bien fisiológicas, viniendo el deseo de creación en cierto modo a ocupar el lugar socialmente reservado al deseo de maternidad o “mal de maternité” (1995: 179). La escritura femenina, así, se compara a menudo con la gestación, el parto, los abortos, etc.; en pasajes de gran fuerza estética como éste del relato Trois femmes à Manhatan en Pays mêlé: “Écrire ! Mettre en mouvement ses reins, son sexe, son coeur pour accoucher du monde inscrit dans son obscurité” (1997: 187). De ahí que, en Nanna-Ya, la frustración creadora del personaje de Georges se asimile con la frustración de la mujer que “au terme d’une interminable gestation, accouche d’un enfant mort né” (1997: 181). Su amante, Joyce Campbell, le ha robado y se ha apropiado del manuscrito que Georges llevaba más de veinte años escribiendo: su Histoire de Tacky (1997: 176). Contra este derecho de acceso de la mujer a libros, la educación, la creación y la cultura, en fin, no pocos autores, a lo largo de la historia de la lecto-escritura, se han posicionado enérgicamente. Por ejemplo, a finales del siglo XVIII (en el año 1971), el sociólogo Karl G. Bauer advertía con argumentos pretendidamente médicos contra los peligros del hábito lector en el caso de las mujeres. Bien nos lo recuerda Stefan Bollmann en su trabajo Las mujeres, que leen, son peligrosas: La falta total de movimiento durante la lectura, unida a la diversidad tan violenta de ideas y sensaciones, sólo condice a la somnolencia, la

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