Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de M. Condé [2]

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Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de Maryse Condé; Marta Asunción Alonso Moreno, UCM, 2017.

abortos no se describen precisamente como fáciles para la mujer. En Desirada (1997), la quinceañera Reynalda tratará de ahogarse en el río para poner fin a su embarazo, con toda probabilidad fruto de una violación incestuosa: Quels évenements s’y étaient-ils passés quelques années auparavant, assez terribles pour que sa maman d’à peine quinze ans se jette à l’eau et fasse le choix de la mort ? (1997: 22).

A lo largo de los siglos, el control sobre la concepción, la natalidad y, a fin de cuentas, el propio cuerpo, como bien señala la activista feminista italiana Silvia Federici (2004), han asimilado a la mujer capaz de ejercerlo y sexualmente liberada con la temible figura de la bruja: mujer “capable de prodiges”, a menudo “femmes sans homme”, tanto en el buen como el popularmente considerado mal sentido (CHAMOISEAU, 1992: 32 y 236). Un ejemplo notable: en L’autre qui danse, de Dracius-Pinalie, el hombre rechazado, furioso y vengativo, comienza a propagar rumores y a acusar de brujería, secundado por su familia, a la mujer que lo rechazó, Rehvana, protagonista de la novela: “Et la soeur, surgie d’on ne sait où, l’injurie dans un glapissement, en la traitant de sorcière !” (1989: 277). Entre los títulos de los últimos años, en la narrativa contemporánea española, destaca una novela magistral, para nosotras, a este respecto. Hierba mora (2005), de la lingüista y escritora gallega Teresa Moure, arroja luz y lucidez sobre la construcción patriarcal de la mujer bruja, al igual que lo hará nuestra Maryse Condé transversalmente en toda su obra. En efecto, “toutes les femmes sont des sorcières” (2010: 312), al menos en potencia. No nos resistimos a citar las palabras de Moure al respecto: Y a menudo las que son llamadas brujas no son sino mujeres desafortunadas en riqueza o en abandonos, viejas las más, que se dedican a aliviar las penas de otras y por eso son perseguidas o ejecutadas por los que no quieren entender que el dolor, por muy natural que fuere, no es bueno, que convierte en bestia al ser humano, y mitigarlo es arte y saber, y ¿acaso la religión de Jesús no mandó que nos apiadásemos del hambriento o del sediento, del pobre o del que está desnudo? (2005: 25).

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