Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de M. Condé [2]

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Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de Maryse Condé; Marta Asunción Alonso Moreno, UCM, 2017.

Il me plaît, quant à moi, que ma grand-mère demeure secrète, énigmatique, architecte inconvenante d’une libération dont sa descendance a su, quant à elle, pleinement jouir (2006: 318).

Asistimos de esta forma a un emotivo proceso de procuración de la memoria o, lo que es lo mismo, como ya sabemos, de procuración y esclarecimiento del poliedro de la propia identidad. La nieta se (auto)explica gracias al precedente creador que supone la abuela cocinera. A lo largo de la novela, además, veremos cómo Victoire acusa todas las fases y todos los conflictos típicos del autor literario. “J’ai essayé”, declara Condé al respecto, “de montrer qu’écriture et cuisine provenaient du même effort de création” (PFAFF, 2016: 75). Un esfuerzo y unas dificultades a los que Maryse Condé, en su ya larga trayectoria como narradora, ha debido sin duda enfrentarse. Se produce, por tanto, una suerte de trasvase discursivo, quedando a menudo íntimamente imbricados, cuando no confundidos, los discursos indirectos libres del ‘yo’ de la autora y de la supuesta protagonista del relato. El personaje de Victoire, aquí maternalmente homenajeado, guarda notable relación con la categoría femenina de las abuelas-madres, tan frecuentes en la literatura antillana que nos interesa. Pensemos, por tomar un ejemplo capital de la misma, en La Rue Cases-nègres112 del martiniqués Joseph Zobel (1974) y el personaje de M’man Tine, octogenaria que continúa trabajando los campos de caña martiniqueses hasta su muerte. M’man Tine se ocupa, además, de la crianza del infantil narrador protagonista, José Hassan, que vivirá con ella en una más que humilde “case” hasta su marcha al instituto como alumno becado. La hija de M’man Tine, esto es, la madre biológica o “mère de sang” (SCHWARZ-BART, 1972: 13) del niño, es M’man Délia. Trabaja en la ciudad de Petit-Bourg como criada y lavandera113: constituye así una figura ausente en todo punto durante los primeros años de vida y la infancia del pequeño. 112

“Kaz’nèg” (2006: 21). Lafcadio Hearn, en sus notas criollas, les dedica un capítulo al completo (2004: 247- 259) a las admirables mujeres lavanderas. Señala que se trataba, mayoritariamente, de mujeres negras y apenas de mestizas. Recoge Hearn intersantes canciones, supersticiones, lamentos, bromas, leyendas y dichos de estas esforzadas mujeres. Por ejemplo, la creencia generalizada de que las lavanderas de río morían todas “d’leau”, es decir, “de agua” (2004: 249). Dicho de otro modo, morían por afecciones derivadas de la humedad constante ligada a su ocupación. 113

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