Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de M. Condé [2]

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Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de Maryse Condé; Marta Asunción Alonso Moreno, UCM, 2017.

ejemplarizantes, de algún modo, al rol que ciertas autoras, como la mencionada Kate Millet o Erika Lust, atribuyen a las escenas pornográficas de la cinematografía: Yo creo en el potencial del porno para ayudar a las mujeres a seguir desarrollando nuestra revolución sexual (…). Y las mujeres que luchan contra la vergüenza, que viven su sexualidad con culpa y represión, pueden llegar a encontrar en la pornografía una herramienta de educación y liberación (LUST, 2008: 36).

El personaje de Tituba se cuenta entre esas mujeres que combaten la vergüenza impuesta del sexo. Poco antes de cumplir sus treinta años, se descubrirá a sí misma albergando inquietudes eróticas de naturaleza lésbica: Peut-on éprouver du plaisir à se serrer contre un corps semblable au sien? Le plaisir avait toujours eu pour moi la forme d’un autre corps dont les creux épousaient mes bosses et dont les bosses se nichaient dans les tendres plaines de ma chair. Hester m’indiquait-elle le chemin d’une autre jouissance ? (1986: 190).

Los temas de la homosexualidad, la bisexualidad y, en suma, la diversidad afectivo-sexual constituyen históricos tabúes en las sociedades antillanas. Maryse Condé, consciente de esta realidad, se aproxima en muchas de sus historias a dichas vivencias clandestinas del amor en todas sus vertientes. Se trata de un silencio que oculta la clave del empoderamiento y la liberación de las minorías; de una elipsis que, como la misma Condé ha confesado, desde siempre viene llamando poderosamente su atención: Cela m’a toujours intéressée, justement parce qu’on en parle jamais aux Antilles. Frantz Fanon a même dit dans «Peau noire, masques blancs» que l’homosexualité n’existe pas aux Antilles. Ce non-dit, ce silence volontaire m’a toujours intriguée. Je me suis demandé pourquoi ne pas parler des homosexuels alors qu’il y en a tant autour de nous. Quand j’étais enfant, il y a avait des hommes comme des femmes qui vivaient ensemble, et qu’on appelait zanmi. C’est bien une tradition antillaise. Je ne comprends pas pourquoi personne ne veut en parler (AFRICULTURES, 2007).

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