Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de M. Condé [2]

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Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de Maryse Condé; Marta Asunción Alonso Moreno, UCM, 2017.

negro-africanas y negro-americanas, especialmente las negro-antillanas que nos ocupan. Hablaremos más adelante, en el capítulo cuarto, del reflejo del Rastafarismo jamaicano en la obra condeana desde una perspectiva histórica. Por el momento, nos centraremos en su materialización musical en las novelas de Condé. Tomando como punto de partida el mencionado deseo Rastafari de un mundo mejor para la “communauté nègre” (BASTIDE, 1967) en busca de una nueva dignidad, no resulta extraño que la mayor parte de las menciones a la cultura Rasta se encuentren en La vie scélérate (1987). Menciones aisladas pueden hallarse, por ejemplo, en La Belle Créole (2001: 22). La primera de estas dos novelas, como sabemos, escenifica la lucha de todos los miembros de una familia negra guadalupeña durante el siglo XX por conseguir, en efecto, una vida mejor y un futuro más digno para los descendientes. De manera consciente, serán los personajes del negro cubano Manuel Pastor y de Thécla, madre de la narradora y protagonista (Claude, apodada Coco: no descubrimos los lectores su nombre hasta la página 205, en la tercera parte de la novela), quienes abrazarán la causa Rasta. La iniciativa será de Manuel: Mes frères et moi, nous avions une soeur qui ne nous quittait jamais: la faim! (...) Je te dis, papa, qu’il faut ressuciter les quilombos. J’ai entendu dire qu’il y en a sorti de l’eau dans une petite île toute proche, la Jamaïque. Eh bien, je vais voir! (1987: 216)

El personaje de Manuel ejemplifica al mismo tiempo, siempre en un tono de exaltación religiosa, la unidad profunda que oculta la diáspora africana tras todas sus ramificaciones. Manuel pregona así la hermandad del pueblo negro errante, en perpetuo exilio y sufrimiento por los desiertos del mundo, pero único y elegido a ojos de “l’Éternel” o “Jah” (1987: 213). Único y elegido, también, gracias al pastoreo de sus profetas negros en la tierra: el etíope Haile Selassie (Ras Tafari Makonnen) y el jamaicano Marcus Garvey.

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