Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de M. Condé [2]

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Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de Maryse Condé; Marta Asunción Alonso Moreno, UCM, 2017.

impidieron realizar su sueño: “Quand sa couleur était venue à son esprit, elle avait demandé inquiète si un cantatrice noire n’est pas plus déplacée qu’une cantantrice chauve” (1997: 234). Puede decirse que el personaje de Reynalda, así, se construye por semejanza con la figura mítica de Nina Simone. Este dato autobiográfico (el interés de Maryse Condé por Billie Holliday y la cultura, fuertemente musical, del Renacimiento de Harlem) contribuye a resignificar el hecho de que, en las novelas de nuestro corpus, las voces narradoras logren entretejer una red de referencias musicales y culturales que desborda, con mucho, la especificidad criolla. Nos encontramos ante una nueva prueba de la voluntad de tránsito desde lo específico a lo universal que anima la obra condeana. En La vie scélérate, para empezar, el personaje de Thécla, a su llegada a Port-au-Prince (Haití), decide imprimir un nuevo rumbo a su alocada juventud. Adopta una actitud bien similar a la que adoptó Maryse Condé (cf. La vie sans fards, 2012) cuando, tras ser madre de cuatro hijos antes de cumplir los treinta, cansada de la precariedad laboral, decidió retomar sus estudios. Thécla, como su autora, “s’était inscrite à Columbia pour une recherche: Influence de la Renaissance de Harlem sur les intellectuels haïtiens” (1987: 193). En Le coeur à rire et à pleurer, la adulta Maryse recuerda cómo la niña Maryse asistió un lejano verano, estando de vacaciones familiares en la comuna termal guadalupeña de Dolé-les-Bains, a una velada parroquial donde se leyeron poemas del martiniqués Emmanuel Flavia-Léopold (1892-1962). Este poeta fue muy célebre gracias a su poemario Adieu foulards, adieu madras – Chants pour une terre créole (1930), cuyo título Maryse Condé retoma para bautizar un capítulo de Mets et merveilles (2015). El poemario, que ha sido musicado y elevado a la categoría de himno popular por la guadalupeña Manuéla Pioche (1997: 273), constituye un auténtico leit-motiv de la literatura antillana contemporánea (1993: 192), siendo rara la autora o raro el autor que no incluye, en alguna de sus obras, una referencia más o menos soslayada y más o menos laudatoria al mismo: “Elle [Rehvana] avait toujours détesté la cérémonie des foulards et des ‘adieu madras’” (DRACIUS-PINALIE, 1989: 206). El madras ha devenido así símbolo innegable del espacio antillano. Bien 240


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