Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de M. Condé [1]

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Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de Maryse Condé; Marta Asunción Alonso Moreno, UCM, 2017.

Decir “negro”, pues, equivale a decir “diferente” en un sentido blanco. La abrumadora mayoría de protagonistas negros en la narrativa condeana nos confirma en esta idea. Existen, es cierto, personajes blancos en las dinámicas narrativas planteadas por Maryse Condé en todas sus novelas y, particularmente, en aquellas que aquí conforman nuestro corpus de estudio. No obstante, la denominación “personajes blancos”, en la abrumadora mayoría de estos casos, no puede interpretarse, desde el punto de vista de las dinámicas actanciales, metafóricamente. Igualmente ocurre con los personajes “négropolitains” o asimilados al blanco (DRACIUS-PINALIE, 1989: 30), afectados por el llamado “complexe d’Ariel” (MAIGNAN-CLAVERIE, 2005; MAXIMIN, 2006: 190), la obsesión de la “peau sauvée / échappée / chappé” (1989: 130) y el trastorno de la “lactification” (FANON, 2009: 93). Se trata, como veremos a continuación, de personajes que suelen desempeñar funciones narrativas de oponentes o, cuanto menos, presentan una naturaleza ambigua respecto al héroe o héroes del relato en cuestión. Personajes que portan en sí la diferencia negativa. Las connotaciones simbólicas que tradicionalmente se presuponen vehiculadas por la blancura, en el caso de estos personajes literalmente inmaculados -y sólo literalmente: esto es, físicamente-, terminan donde empieza el color claro de su piel. En Tituba (1986) los personajes blancos se erigen en actantes jueces, que animan los procesos por brujería en Salem que constituyen el telón histórico de fondo de la acción narrativa, otorgándole una insólita verosimilitud. Estos comercian con esclavos negros, los castigan y humillan, por mero temor irracional a su diferencia. Incluso los niños de esta clase social que juzga (¿qué es la raza, en la sociedad colonial, sino un pretexto para la férrea pervivencia de los estamentos ecónomicos?), presuntamente inocentes por naturaleza, traicionan. En la autobiografía autoficcional Le coeur à rire et à pleurer (1999), el fantasma de los blancos esclavistas, explotadores coloniales o “marchands d’hommes” (SCHWARZ-BART, 1972: 24) o de “charge humaine” (40), devoradores

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